miércoles, 23 de noviembre de 2016

RAMÍREZ: LA IGLESIA PRETENDE COHESIONAR AL MUNDO MODERNO

LA IGLESIA PRETENDE COHESIONAR AL MUNDO MODERNO



La reciente visita del Papa Francisco a Suecia, con motivo de estar próximo a cumplirse el año que viene el 500º aniversario del inicio de la rebelión luterana, sirve para reflexionar sobre el objetivo que persigue la Iglesia Católica.

Todas las informaciones de los medios internacionales se refieren a que el Papa fué a "conmemorar" el citado aniversario. "Conmemorar" significa recordar, hacer memoria. Pero nada se nos dice acerca del fin que se persigue con esa conmemoración, y esa es la cuestión que trataremos de elucidar.

La rebelión protestante fué una de las grandes catástrofes de la civilización occidental. Se quebró definitivamente el ecúmene cristiano, el protestantismo transformó a la religión en una simple devoción y escindió el alma del hombre. El doble aspecto de la religión, como lo enseña René Guénon, uno el vínculo con la divinidad, el otro el vínculo social, quedó dividido. Ese doble aspecto se mantenía unido bajo el catolicismo. El protestantismo liberó al hombre de la importancia de las obras y con esa actitud echó las bases para el desarrollo del capitalismo y de la usura. Max Weber demostró esto, y analizó como en las regiones que se protestarizaron, el capitalismo y la usura crecieron rápidamente. A una caída sucedió otra en una perfecta concatenación de causas y efectos. La Iglesia Católica, cuya caída se venía operando desde los siglos XII y XIII de nuestra era, cometía muchas prevaricaciones a través de dignatarios indignos, pero ocurre que una de las estrategias más usadas por la subversión consiste en desalojar a los indignos junto con los principios que de alguna manera representan, cuando de lo que se trata es mantener los principios y separar a quienes no los cumplen. Y eso fue lo que hizo el protestantismo: junto con la rebelión contra una jerarquía indigna reemplazó al principio jerárquico por nacientes ideas democráticas y a la autoridad fundada en la Tradición , por la libre interpretación de los textos sagrados. De ahí en más pululan las más increíbles sectas.

La Iglesia Católica siguió a los tumbos y en las últimas décadas se produjo, a partir del Concilio Vaticano II una verdadera subversión interna a la que dio en llamar ecumenismo, que consiste en tolerar y confraternizar con todas las otras religiones, pero no buscando una unidad trascendente y metafísica entre ellas, partiendo de los distintos condicionamientos de tiempo y lugar, sino por el contrario, en base a un humanismo llorón y a un moralismo hipócrita. Esta diferencia ha sido muy bien analizada por Julius Evola en su obra " El arco y la clava" ( pág. 213 y sgtes.).

Ahora bien, también están equivocados los sectores católicos integristas que se mantienen en una postura sectaria y excluyente afirmando que fuera de la Iglesia no hay salvación, no saben diferenciar entre metafísica y religión, entre lo esencial y lo contingente, y se cierran a cualquier manifestación de la Tradición en otras religiones.

Sin entrar en cuestiones teológicas sobre el catolicismo y el protestantismo y sobre las cuales desde hace siglos hay mucho material, nos interesa ahora tratar qué es lo que busca politícamente la Iglesia a través del ecumenismo. Y sobre esto desde ya afirmamos que el objetivo es darle cohesión a distintas variantes del mundo moderno, cumpliendo el papel de una especie de liderazgo "espiritual", como si fuera un cemento para unir distintos pedazos y darles consistencia y dureza. Para eso hay que coincidir con la democracia universal como única forma de gobierno, con la falsa doctrina de los derechos humanos, con la predicación de la paz mundial, aunque en la práctica se apoyen los bárbaros bombardeos y la intervención militar de las potencias imperialistas en las actuales guerras. También hay que bendecir a organismos nefastos como la O.N.U. y otros y lamentarse por el hambre y por los refugiados, sin mencionar que esos daños son causados por el mismo mundo moderno al que se pretende defender.

Se trata de orientar a un mundo dónde desaparezcan las desigualdades, las jerarquías, aplacar las rebeldías y la Iglesia sea una especie de madre espiritual y protectora en un mundo unipolar.

Frente a este panorama lo único que nos queda a los católicos es dejar a la Iglesia librada a su propia suerte y arreglárnosla sin ella, en pos de un catolicismo gibelino, heroico , viril y guerrero.



San Carlos de Bariloche, 7 de noviembre del 2016.


JULIÁN RAMÍREZ

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