EL SACROSANTO
DOGMA DE LA
CANTIDAD
Si
hay algo que hoy domina totalmente al mundo moderno es el ciego acatamiento a
la cantidad. Todo se mide, se pesa y se calcula por el número, Se hace
abstracción de toda característica individual y las personas y las cosas son
valoradas por su cantidad.
El
colmo de todo esto lo constituye la democracia en la cual reina absolutamente
la cantidad. Cualquier mediocre e ignorante puede acceder a los más altos
cargos gubernamentales por haber sido elegido por el favor de la multitud y a
través de esas verdaderas asociaciones ilícitas que son los partidos políticos.
El voto de un millón de ignorantes que atienden únicamente a su estómago vale
más que el voto de un sabio, de un héroe o de un santo.
Y
hasta los mismos pueblos parecen reaccionar en contra de esta inmensa tontería
y así vemos como en los países en donde el voto no es obligatorio el porcentaje
de votantes es cada vez menor, no superando en muchos casos el cincuenta por
ciento, como si la propia masa popular intuyera que las elecciones no son cosa
propia. Y en los países como la Argentina, dónde el voto es obligatorio, se ha
llegado a que se puede votar desde los 16 años y en las primarias a los 15.
Pero el drama no concluye ahí. El democratismo que comenzó siendo un
sistema de gobierno se lo extiende ahora a todas las estructuras e
instituciones sociales como es el caso de la familia con la destrucción de la
autoridad del pater familiae.
No
vamos a extendernos ahora sobre males que todos conocen. Incluso hay perversos
que predican que los males de la democracia se curan con más democracia y
llevando la situación hacia límites insostenibles y se quisiera curar a un
enfermo suministrándole veneno.
Pero sobre lo que queremos llamar la atención es sobre aquellas
personas, grupos y movimientos que en mayor o menor medida sostienen principios
tradicionales por un lado, y por el otro pretenden basarse en la democracia
organizándose en partidos políticos. Con esto ya se ha jugado demasiado. Pretender
combatir al mundo moderno con instituciones del mundo moderno es de una total
incoherencia. El ejemplo más reciente lo tenemos en Egipto en donde la
Hermandad Musulmana accedió al gobierno mediante elecciones y posteriormente
fue víctima de un sangriento golpe de estado. La conclusión está clara: había
ganado el gobierno pero no el poder.
No
podemos disputarle el hombre común a las poderosas fuerzas de los medios de
comunicación y al espíritu burgués que se enseñorea en las masas.
Nuestro mensaje debe ir dirigido a los pocos que están dispuestos a
resistir, para organizarnos férreamente y esperar el momento en que el aumento
del caos y el desorden nos permita actuar.
San Carlos de Bariloche, 2 de septiembre del
2014.
JULIÁN
RAMÍREZ
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