EL FUNDAMENTO
DE LAS CIVILIZACIONES
El mundo moderno nos presenta algo insólito en la historia: la
existencia de una civilización sin religión. Todas las civilizaciones y
culturas conocidas tuvieron en sus orígenes una religión, y aún más, fueron las
religiones las que crearon las civilizaciones y las que las sostuvieron. Cuando
esas religiones decayeron o fueron reemplazadas por otras se derrumbó la
civilización que era sostenida. Pero hay una diferencia con la situación
actual: pese al derrumbe se mantenía la presencia de la religión aunque muy
venida a menos. Así vemos como la caída de la civilización heleno-romana no
terminó con el paganismo, sino que éste hizo su aporte al cristianismo y a la
naciente civilización occidental. En cambio hoy día la civilización occidental,
cabeza de la modernidad, carece de religión y podemos sin más calificarla de
ex-cristiana. Se ha transformado en una verdadera civilización moderna y contaminado a todo el planeta con
su lucha despiadada contra el espíritu tradicional.
Esta es la verdadera guerra de civilizaciones, la dicotomía que se ha
profundizado hasta abismos insondables. Ni
el cristianismo en general ni la Iglesia Católica en particular pueden
sostener a Occidente. En las sociedades tradicionales las cosas eran bien
distintas. En su obra "La ciudad antigua" Fustel de Coulange nos dice
que en Roma, Esparta y Atenas, el Estado vivía dependiente de la religión, que
no se trataba de un cuerpo sacerdotal que hubiere impuesto su dominación, que
el estado antiguo no obedecía a un sacerdote, era a su religión misma a la que
estaba sometido.
El historiador romano Tito Livio escribió: "El sacerdote con sus
ritos salva todos los días a la ciudad". La religión informaba todos los
aspectos de la sociedad: las instituciones, la vida cotidiana, las
festividades, el calendario, la guerra, el arte, la literatura y la vida
económica. Era el punto superior de referencia y el centro en torno al cual
giraba toda la vida de la sociedad tradicional. De los dos aspectos de una
sociedad tradicional, el esotérico y el exotérico, la religión representaba
este último. Del primero, el esotérico, que está más allá de la religión, no
nos vamos ahora a ocupar pués requiere otros desarrollos y, como expresó Julius
Evola, es para los que saben; el exotérico en cambio es para las vastas
mayorías que creen, y en este sentido la religión, por lo menos, es algo que
lleva a la participación en la supravida. La persona religiosa aunque sea un
ignorante merece más respeto y consideración que los intelectualoides y
supuestos sabios infatuados que desprecian la religión y llevan una vida de
ateos y agnósticos.
Hoy día hablar de religión
parece anacrónico y anticientífico, como si fuera una cosa de ignorantes y
supersticiosos cuando no es objeto de burla y de desprecio. El hombre
tradicional tenía un centro en su vida, el hombre moderno es un átomo sin
conexión alguna y en choque permanente con los otros átomos, una hoja al
viento.
Y admitiendo todo lo anterior, el problema que se nos presenta a los
hombres de la Tradición de la actual civilización occidental es: ¿ cuál es nuestra religión?
La religión que ha predominado
en Occidente y la que lo formó es el cristianismo, pero hoy día ser cristiano
es ser cualquier cosa. El protestantismo en
general debe ser descartado ya que está dedicado a una simple actitud
devocional y socialmente es antijerárquico e individualista y como bien lo
señaló Max Weber fué gran promotor de la modernidad capitalista. El
cristianismo ortodoxo radicado fundamentalmente en Europa oriental y Rusia no
forma parte de nuestra historia, usos y costumbres. Esto no quita que se
coincida con protestantes y cristianos ortodoxos en un frente de religiones en
una verdadera unidad trascendente contra el enemigo común: el mundo moderno y
que puede incluir religiones no cristianas.
En estos últimos tiempos han
aparecido en Occidente grupos que promueven un neopaganismo, y que no es más
que una de las tantas variantes de la pseudoespiritualidad moderna y promovido
por intelectuales. Nos parece absurdo que una religión pueda promoverse como si
fuere una moda de algunos pensadores y que por otras parte no rechazan el mundo
moderno al cual se encuentran integrados.
Nos queda finalmente el
catolicismo cuya cabeza es la Iglesia Católica. Esta iglesia ha sido una de las
grandes responsables de la decadencia de Occidente desde que desde los siglos
XII y XIII combatió y desacralizó al Sacro Imperio Romano Germánico. A lo largo
de los siglos siguientes continuó con su decadencia y su aceptación gradual del
mundo moderno hasta reducirse hoy día a una simple institución dedicada a la
asistencia social y a predicar un pacifismo hipócrita y llorón. Se trata del
catolicismo güelfo. Frente al mismo sostenemos al catolicismo gibelino, el de
nuestro mejor medioevo, el de las órdenes de caballería y las cruzadas, el
heroico, viril y guerrero, el de la Cruz hecha espada, el de nuestra guerra
santa contra la modernidad, sin Papa y sin estructuras clericales.
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