martes, 30 de diciembre de 2014

GHIO: EL PERONISMO YA ES UN CUENTO CHINO

EL PERONISMO YA ES UN CUENTO CHINO



 Yo siempre recuerdo que tiempo atrás viviendo en la Patagonia y cuando, finalizando la década del ochenta, estaba por eclipsarse la democracia vino a visitarme alguien que se me presentó como representante del coronel Seineldin, en quien muchos creíamos ver al gran gestor de una gran revolución nacional. Se me dijo que esta vez no se iba a incurrir en la misma trampa del año 1955 en donde el nacionalismo puso el cuerpo y luego los liberales, es decir el sistema, se quedaron con lo logrado. Que de lo que se trataba ahora, a fin de evitar volver a cometer el mismo error, era de infiltrar al peronismo al que se iba a poder apabullar a través de la fuerza militar con la que se contaba. Yo me acordé de Codreanu quien en circunstancias similares habría contestado lo siguiente: el peronismo es como el Mar Negro, por más que a él confluyan millares de vertientes de agua dulce, siempre permanecerá salado. Nunca quise embarcarme en tal aventura a la que daba por descontado como fracasada y recuerdo haber dicho en su momento que el peronismo era para mí un gran cuento chino.
Los años fueron pasando y además de haber visto al coronel preso y fracasado en sus proyectos iniciales, ‘traicionado’ por quien iba a infiltrar, presencié los vergonzosos acuerdos con Gran Bretaña sobre la rendición en Malvinas y una inaudita ola de privatizaciones de la totalidad de las empresas del Estado. Estando en España pude comprobar que llamar por teléfono a la Argentina costaba 10 veces más barato que hacerlo a la inversa desde nuestro país y por la misma empresa y también pude enterarme de que los contratos firmados eran tan leoninos que permitían que la totalidad de las ganancias, que indudablemente eran muchas, se pudiesen trasladar sin inconvenientes mayores a los países originarios. Sin necesidad de ser expertos economistas y sin embarcarnos en los intríngulis que tejían nuestros liberales consideré que si multiplicábamos esta experiencia vivida por varios miles y centenares de miles en poco tiempo el país habría de quebrarse. Entre la clase política engordada por las licitaciones y las empresas extranjeras que se nos llevaban absolutamente todo se podrían explicar con el tiempo fenómenos posteriores como el de los cartoneros, el corralito, la patria financiera, todo hecho por un gobierno peronista y los que luego lo imitaron en sus mismas políticas. Pero no, se me seguía insistiendo a pesar de todas estas evidencia en que esto no era peronismo, que el verdadero fue el que se nos relata del tiempo pasado, del mismo modo que el que habría de venir en el futuro. Yo recordé a ese artista al cual le encargaron pintar el cruce del Mar Rojo por parte de Moisés y se presentó con una gran mancha amarilla. ‘¿Dónde está el Mar Rojo?, le preguntaron, Fue abierto por Moisés. ‘Y los judíos? Ya pasaron. Y los egipcios? Todavía no llegaron’. ¿Dónde está el peronismo bueno? El primero de todos ya pasó, y el segundo todavía no vino, pero mientras tanto concentrémonos en la gran mancha amarilla y no perdamos nunca la fe. Pero para nosotros la misma sigue y seguirá siendo amarilla como el gran cuento chino.
Aunque ahora pareciera ser que el nuevo gobierno peronista, al que algunos se afanan aun en decir kirchnerista como antes decían menemista, acaba de darnos totalmente la razón. En el día de ayer se acaba de firmar y aprobar parlamentariamente un gran acuerdo económico… con China. Vaya, nunca creímos que íbamos a acertar tanto en nuestros pronósticos. De acuerdo a lo publicado por el periodista Pagni en La Nación, nos enteramos de que el mismo resulta aun más leonino que los que Menem firmara con los europeos. Además de poder llevarse todas sus ganancias en los emprendimientos se nos dice que no están obligados a emplear a argentinos en los mismos, sino que tienen libre franquicia para traer a sus compatriotas al país. Es decir que ni Telefónica, ni Telecom ni tantas otras nos llenaron el país de sus connacionales como en cambio ahora amenazan hacerlo las empresas chinas. Y recordemos al respecto que China hace poco acaba de suprimir la odiosa prohibición de tener un solo hijo por familia.
Si creíamos que los únicos chinos que íbamos a ver eran los dueños de supermercados, suponiendo que con esto se repetía el fenómeno de los tintoreros japoneses del pasado siglo, nos equivocamos. Anticipando la firma del tratado, ya en Río Negro la localidad de Sierra Grande se encuentra inundada de chinos pues hay una compañía de tal origen que está tomando a su cargo la mina de hierro ya existente. Y parece ser que la Patagonia, en gran medida por sus territorios vastos e inhabitados, ha sido puesta especialmente en la mira. En la provincia de Neuquén ya hay una cierta base militar china ‘de investigaciones climáticas’ respecto de la cual todo es secreto y como el régimen infame por la constitución del 94 le ha dado a las provincias plena autonomía para administrar sus recursos, ya las empresas pactan con los gobiernos provinciales a los cuales se puede comprar más fácilmente que a los nacionales. Y se podría continuar.
Nos hemos preocupado mucho por el plan Andinia, pero de aquí en más nos tendremos que ocupar de otra inmigración. Pues ya no cabe duda de que el peronismo en cualquiera de sus variantes es un verdadero y propio cuento chino.

Marcos Ghio

30/12/14

sábado, 20 de diciembre de 2014

GHIO: PRESENTACIÓN DE LA OBRA DE EVOLA, 'EL HOMBRE COMO POTENCIA'


Presentación del Libro "El Hombre como Potencia" de Julius Evola (Editorial Heracles) -Conferencia del Lic....
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lunes, 15 de diciembre de 2014

RAMÍREZ: LOS NÚMEROS COMO SIGNO DE LOS TIEMPOS

LOS  NÚMEROS  COMO  SIGNO DE  LOS  TIEMPOS


     Una de las características de los tiempos modernos es la preponderancia y la presencia de los números en todas las actividades de la sociedad. Hablar de números es hablar de matemáticas y éstas son una disciplina muy abstracta, tanto que solamente tienen como fundamento a la cantidad. Hoy día todo se reduce a la cantidad, no solamente en materia de la moneda que tenemos en los bolsillos sino también en otros órdenes de la vida, y entre ellos nada menos que en la conformación del poder del estado.
     Como la soberanía de Dios ha sido reemplazada por la soberanía del pueblo y el pueblo es cantidad no cabe otra cosa que recurrir a los números y entonces tenemos las elecciones para contar las supuestas voluntades que se inclinan por uno u otro de los candidatos. Entonces triunfan los números y así se consagran los gobernantes que durante algún tiempo han de engañar y saquear al mismo pueblo que los votó.
     La democracia se basa pues en el número, es decir en la cantidad y no en la calidad. Calidad y cantidad son antitéticas. Es totalmente falsa la tesis marxista que dice que la cantidad puede transformarse en calidad puesto que de lo inferior no puede nacer lo superior, y éste es precisamente el fundamento de la democracia.
     Algunas personas que todavía no avizoran una alternativa superior y tradicional o simplemente por oportunistas sin sólidos principios, discursean en torno a que hay  una democracia buena y una democracia mala. Craso error, la democracia en cualquiera de sus formas es la peor forma de gobierno que jamás haya existido, e insistir en ella es promover ilusiones y recurrir a lo que reiteradamente ha fracasado.
     Cuando se pretenden aplicar los mismos remedios que antes han fracasado a las mismas enfermedades no cabe esperar sino los mismos resultados.
     Y la cosa no termina aquí. Los políticos mediocres, superficiales y corruptos viven pendientes de las encuestas, es decir que no se guían por principios a los que son ajenos, sino por el humor y estado de ánimo de las masas que por su naturaleza femínea son cambiantes y llevadas por sentimientos y emociones.
     Y las consecuencias son nefastas. En nuestra desgraciada Íberoindoamérica se suceden los gobiernos oligárquicos y populistas sin solución de continuidad. Cada uno de ellos prepara las condiciones del que haya de suceder: los oligárquicos crean las causas para los populistas, y éstos preparan las de los oligárquicos y por sobre todos ellos la gran mentira de la democracia. Estamos pues en un verdadero círculo infernal en el cual cada forma de gobierno alimenta al que haya de sucederle.
     Se trata pues de tomar al toro por las astas, de recuperar el sentido de la calidad por sobre el número y para eso está la verdadera alternativa que es la Tradición que es la única que puede superar a oligarcas y populistas, a liberales y a marxistas.

San Carlos de Bariloche, 8 de diciembre del 2014.
JULIÁN  RAMÍREZ


GHIO: UNA ESVÁSTICA FLAMEANDO EN LA ARGENTINA

UNA ESVÁSTICA FLAMEANDO EN LA ARGENTINA




Se aproxima de a poco un nuevo acto electoral en la Argentina y ya se perfilan los nuevos candidatos. Como siempre nuestra línea es al respecto invariable desde que se inaugurara la democracia como forma de vida hace 31 años *. No hay que brindar la más mínima colaboración a la misma, no hay que participar de ninguna elección, no hay que apoyar a ninguno de los candidatos existentes y menos aun formar partido político alguno en tanto representa una claudicación en los principios. También debe evitarse a cualquier precio la teoría del mal menor. El mal que es menor es simplemente un mal tímido que aun no se ha desplegado en forma desfachatada e inescrupulosa, por lo que respaldarlo implica ayudarlo en tal despliegue. Por lo tanto, una vez más y tal como dijera el Maestro Evola: ser convidados de piedra del sistema, establecer profundas distancias con el mismo, no formar parte de sus diferentes ‘alternativas’.
Arribados a este punto cabría preguntarse entonces si con esto es suficiente, si con tal postura no estamos de algún modo incurriendo en un cierto fatalismo por el cual se considera que a nuestra no acción y no compromiso le seguirá irreversiblemente un resultado conveniente a nuestros fines, consistente en una consumación final de los tiempos, o en una nueva edad de oro por venir, respecto de la cual nuestro privilegio consistirá simplemente en habernos anticipado en prever su efectiva realización. De ningún modo es que lo sostenemos. Simplemente pensamos que es indispensable buscar otras alternativas que escapen a los marcos estrechos que nos brinda el sistema. De la misma manera que para nosotros la democracia no es nuestro lugar propio, el punto de partida para nuestra acción no son los sagrados intereses de la República Argentina o de alguna otra nación, o de nuestra ‘civilización occidental y cristiana’, sino algo más universal y vasto: la Guerra de Civilizaciones, esto es, el gran combate por el que contrastan el mundo moderno y el mundo tradicional, el cual actualmente sólo se está desarrollando en el universo islámico tras la aparición del movimiento fundamentalista. Tal como hemos dicho varias veces, partimos del siguiente aserto: el mundo moderno, es decir aquel en el cual vivimos, compuesto de máquinas, de masas y de puros individuos, que ha dado cabida a la democracia y en donde la economía y el dinero representan el destino obligado del hombre no desaparecerá solo, será indispensable para ello la acción de una fuerza que contraste con tales principios y la misma no pertenece a ninguna patria, ni raza en exclusividad. Así como no creemos en la superioridad de nuestra nación tampoco lo hacemos con la raza blanca. Si bien podamos aceptarle logros e importantes creaciones en el ámbito de la cultura también debemos reconocer que ha sido de la misma desde donde se ha generado la gran decadencia moderna en la que vivimos, habiendo sido en su seno que se constituyeron estas dos grandes anomalías históricas: capitalismo y comunismo, las que pergeñaron la actual democracia. Por lo tanto no somos ni racistas ni tampoco nacionalistas en el sentido exclusivista y moderno. Creemos con Evola en una raza del espíritu consistente en una dimensión superior que se encuentra en potencia y en grados diferentes, como una semilla a brotar, en el seno de todas las etnías hoy existentes, y del mismo modo somos nacionalistas en tanto adherimos a una patria, pero tan sólo a la que se expresa esencialmente a través de ideas y de principios y no por la mera pertenencia a un espacio geográfico.
Formulado tal aserto valen aquí las siguientes reflexiones. Si bien somos católicos y argentinos, en tanto no somos provincialistas y en la medida en que para nosotros son los principios lo más importante, estamos más cerca de Bagdadi que propone el imperio y en consecuencia la soberanía de lo sagrado sobre lo profano en el campo político y social que del papa Bergoglio que, en tanto adhiere a los principios modernos y a la democracia, sostiene combatir a tal adversario irreconciliable. Y podríamos decir lo mismo respecto de nuestra actual clase política en tanto representante del sistema crepuscular. Una vez más nuestra alternativa no es aquí catolicismo a cualquier precio o Islam, sino democracia o imperio, pues consideramos que tan sólo en esto último se expresa la sustancia de nuestra religión y patria y estaremos siempre allí en donde se encuentre. Fundados pues en tales premisas consideramos que es dable buscar en el seno de nuestra vida social a aquellas fuerzas que, aun sin ser de nuestra religión, raza o nacionalidad, tal como acontece en el caso del fundamentalismo islámico, sin embargo están mucho más cerca de nuestra propia sustancia que aquellas personas que se califican también como católicos y como argentinos pero que en los hechos, de manera conciente o no, colaboran con el mundo moderno.
Esto viene al caso porque días pasados en una ciudad de la provincia de Neuquén se suscitó un gran conflicto de carácter ‘nacionalista’ cuando se supo que su Concejo Deliberante había resuelto permitir que, junto a la bandera argentina, flameara también la de la colectividad mapuche. El tema resultaba sumamente delicado puesto que se concatenaba con dos cosas: por un lado los intentos de segregar la Patagonia de la Argentina, el famoso plan Andinia, con la presencia de mochileros judíos y de terratenientes de tal nacionalidad que compraron grandes espacios en la región y por el otro las tradicionales apologéticas del indigenismo y de la reivindicación de los ‘derechos humanos’ como factores de disgregación nacional. Dejando por un momento a un lado el primer punto y yendo específicamente al segundo, es dable hacer notar que, si bien existe un indigenismo emparentado con las ideologías de extrema izquierda que formula una apologética puramente telúrica y comunista del pasado precolombino, hay otro en cambio que lo hace exaltando valores tradicionales y jerárquicos que existieron en nuestras tierras y respecto de lo cual la dinastía incaica fue un claro ejemplo. Al respecto queremos recordar que tiempo atrás, cuando el movimiento mapuche exhibió por primera vez su bandera, el partido provincial gobernante en Neuquén, caracterizado por una tendencia claramente economicista y moderna que lindaba abiertamente con el separatismo, lo criticó por haber presentado en la misma y entre sus símbolos, a una conflictiva esvástica. Dicha insignia bien sabemos que trasciende totalmente el uso que le diera en Alemania el nacional socialismo y simboliza el movimiento solar consistente en un punto que se mueve circularmente sin desplazarse en el espacio. Es pues el símbolo de la eternidad y de la autosuficiencia, en contraste con la luna y la tierra que significan el tiempo y el devenir mutable en tanto que reciben de otro la luz y el movimiento. En su momento no prestamos atención suficiente a tal ‘denuncia’ y supusimos que la esvástica en la bandera mapuche era un símbolo más que allí aparecía casi como un descuido de las partes. Pero hoy, al verla exhibida por la publicidad, percibimos que estábamos equivocados, que la misma ocupa un lugar central en el emblema. A esto se asocia también el hecho de que es en la misma provincia donde está a punto de llevarse a cabo una de las principales depredaciones del medio ambiente asociadas a grandes negociados, como ser la explotación del recientemente descubierto yacimiento de Vaca Muerta utilizando el cuestionado procedimiento del fracking que es reconocidamente contaminante de las reservas de agua dulce. Es de destacar que los distintos movimientos indigenistas se han opuesto a tales depredaciones invocando muchas veces argumentos espirituales y religiosos, los que se enmarcan perfectamente en un contexto tradicional para el cual al no ser la economía el destino del hombre la naturaleza no es por lo tanto concebida como un campo de batalla a depredar y vencer, sino un contexto con el cual debe armonizarse. Es cierto que existen los proyectos separatistas impulsados por el sionismo en la región, pero habría que preguntarse si los mismos no son favorecidos más por aquellas fuerzas que en su momento criticaban la presencia de la esvástica en la bandera mapuche y que hoy quieren depredar nuestra naturaleza para obtener dinero o un movimiento que en cambio promueve, como el mismo catolicismo raigal, que la economía sirva al hombre y no el hombre a la economía.


·        En diferentes oportunidades hemos explicado que lo que aconteció en 1983 en la Argentina fue una verdadera y propia revolución; la democracia, que antes era simplemente una forma de gobierno, de repente se fue extendiendo a todas las demás manifestaciones sociales pasando así a constituirse como una verdadera y propia forma de vida. Tal revolución es permanente, de acuerdo al modelo marxista y gramsciano, de a poco y como un verdadero virus, a través de sucesivas trampas semánticas en las cuales participan los distintos estamentos del país, se va extendiendo absolutamente a todo hasta lograr el fin último que es la desaparición lisa y llana del Estado y de la nación argentina.


Marcos Ghio

15/12/14

viernes, 12 de diciembre de 2014

DE PLATÓN A EVOLA:
CABALGANDO EL TIGRE



En estos días habrá de producirse el relanzamiento a nuestra lengua de una de las obras esenciales de Julius Evola que es Cabalgar el tigre, texto que tradujéramos hace 15 años y que fuera publicado por Ediciones Heracles en una edición más limitada y para un público especializado. En tanto que junto a Metafísica del sexo se trata de la obra más compleja de nuestro autor y que puede dar lugar a algunas imprecisiones respecto de su sentido último, hemos querido aquí señalar algunos conceptos esenciales a fin de que la misma, al tratar de lanzarse hacia un público más vasto, no dé lugar a confusiones. Así como Metafísica del sexo no debe ser comprendida como una manera de hallar un justificativo para incurrir en el demonismo por tal actividad  propio de la modernidad en sus momentos terminales, pero dándole a ello un pretendido barniz tradicional, pasa exactamente lo mismo  en un plano superior de la acción con Cabalgar el tigre. Algunos han querido ver en la misma un justificativo para la propia inercia y resignación ante un mundo moderno tan vertiginoso y poderoso frente al cual no habría forma de contrarrestarlo, sino simplemente lograr en un plano interior que ‘aquello contra lo cual nada puedo no pudiese nada en nuestra contra’. Lejos de significar simplemente tal cosa y si bien es cierto que Evola se mostrara pesimista en su momento respecto de posibilidades inmediatas de rectificación de los acontecimientos, no debe en modo alguno esta obra caracterizarse  por la formulación de una especie de escapismo respecto de las posibilidades de la acción y un mero justificativo para sumergirse en el fatalismo respecto de la irreversibilidad del final del mundo moderno al cual se lo termina finalmente aceptando. Para evitar tal mala interpretación y teniendo en cuenta que esta obra fue escrita especialmente para élites de hombres que, aun participando de este mundo, en lo interior no se sienten como formando parte del mismo, sino en cambio como gestores de su proceso de disolución, hemos querido dar las precisiones que señalamos a continuación.

                                                           I

Existe una línea de pensamiento que parte desde Platón y que ha formulado filosóficamente el siguiente aserto: el hombre es su alma y ésta, desde el momento en que decidiera encarnarse, ha padecido el olvido de tal situación, sucediendo que, por haberse tratado de realidades opuestas y contrastantes, hubiese acontecido algo así como si, tras recibir un impacto tremendo, se le hubiese generado un estado de extrañamiento y olvido absoluto respecto de las razones por las cuales resolviera encontrarse aquí. La existencia consiste pues para el filósofo griego en un incesante preguntarse y en un tratar de resolver respecto del sentido que ha tenido esta decisión trascendental de haber resuelto estar en este cuerpo, en este lugar, en este tiempo, es decir en un esfuerzo por poder recordar, que es la tarea propia y esencial de la filosofía. Aunque la mayor parte de los hombres y de los filósofos nunca llegan a formularse esta pregunta esencial y, luego de escasas indecisiones y dudas, terminan resignándose con prontitud a su situación aceptando la condición en la que se encuentran como una fatalidad irreversible de la que no sólo es imposible escapar mientras se permanezca vivo, sino tampoco dudar.
Esta actitud en la que ha caído la mayoría ha consistido en atribuir esta decisión de encarnarse a una potencia ajena a nosotros mismos, tal como puede ser la misma Vida, por lo que, a veces con cierta dosis de resignación, deciden dejarse llevar por ésta para poder ser ‘felices’ y a su vez ésta, en tanto su ser consiste en regenerarse ilimitadamente, sería aquella que nos habría lanzado aquí con la finalidad de perpetuarse utilizándonos como simples medios para tal fin. Pero también los hay aquellos que dando un paso más en tal cavilación y pretendiendo diferenciarse de los hombres vulgares, aunque sin salirse de tal situación de resignados, consideran que ésta no es la única entidad posible, sino que existen otras ‘superiores’, de carácter ‘metafísico’, es decir que trascenderían lo que es meramente visible. Los mismos se han dividido a su vez en dos bandos diferentes: por un lado están los que atribuyen tal cosa a un Ente supremo de carácter personal al que denominan Dios, el cual habría resuelto crearnos junto a la vida misma, la que ha puesto a nuestra disposición por un acto de voluntad propia, pero en cuya decisión, de la misma manera que en el caso anterior, nosotros nunca habríamos intervenido ni tampoco habríamos sido consultados, encontrándonos así de golpe y ‘desde la misma nada’ ante esta realidad existencial. Y por otro están también aquellos que atribuyen tal decisión superior a otras entidades pero esta vez impersonales, sino entes universales, tales como la Historia, la Sociedad, la Raza, la Geopolítica, el Sexo, etc., todas las cuales, también para llevar a cabo sus fines, nos habrían utilizado como sus mediaciones propias, en donde una vez más nuestra voluntad última resultaría subordinada o inexistente corriendo el riesgo, en caso de querer evadirnos de tal situación, de ingresar al reino de la nada o de la infelicidad.
Todas estas posturas, a pesar de sus diferentes contrastes, representan modos diferentes de señalar una misma situación: que el sujeto no es libre sino que sólo lo sería limitadamente dentro de los marcos de un ente que se le sobrepone y que condiciona y determina en su existencia, la cual termina simplemente siendo un producto de una causa superior, llámese ésta Dios, o aun la Vida misma, o cualquier otro ente impersonal. Esta situación que es contraria a lo formulado por Platón y que fuera graficada magistralmente en forma crítica en La República al narrarnos el debate por el cual los prisioneros encadenados de la caverna cavilaban respecto de la dimensión y sentido diferente que tenían las sombras que se les presentaban proyectadas en la pared de la prisión y a las que ellos se veían reducidos, no cuestionándose respecto del por qué y de la razón por la cual se encontraban encadenados y del lugar hacia donde se deberían dirigir, terminó coronándose en la formulación contundente de un filósofo que representa la cúspide y culminación de tal condición moderna (una forma de pensar en la cual diferentes modalidades del ser que no somos nosotros determinan a nuestro yo). ‘Todo lo real, es decir lo que existe, es racional y todo lo racional es real’, o también que ‘todo lo que es ha debido ser así forzosamente’.  Dios y la Vida no son pues cosas contrastantes, sino que todo estaría regido por una sabia inteligencia que haría en modo tal que necesariamente nos condujésemos por el buen camino, significando ello que si el sujeto quería ser explicado y pretendiera hallar el fin hacia el cual dirigirse debía hacerlo reconociendo el devenir dialéctico y contradictorio de la historia que se desenvolvía fatalmente, en medio de tropiezos y conflictos, hacia un fin último necesario y del cual nunca podríamos evadirnos: el triunfo del bien sobre el mal, de la razón sobre la sin razón, de la civilización sobre la barbarie. Aquel que quisiese salir del proceso y que se irguiese ante el mismo en rebeldía sería reputado sin más como una conciencia infeliz, ahistórica y generaría las mismas carcajadas que suscitaran a los prisioneros encadenados aquellos que le hicieran ver que tal condición no significa libertad, sino esclavitud e impotencia.
Algunos pensadores intentaron reaccionar en contra de tal optimismo propio de presos encadenados. Este mundo en el que vivimos no necesariamente es el mejor de todos los posibles, no nos dirigimos obligatoriamente hacia un fin superior que plenifique y gratifique a nuestro ser, no existe un Dios que se ocupe especialmente de nuestro bien luchando en lugar de nosotros para salvarnos y hacernos felices. Tales fueron los casos arquetípicos de Schopenauer y de Nietzsche a fines del siglo XIX quienes cuestionaron este optimismo por la Idea formulado en la culminación de la filosofía moderna por Hegel. Pero Nietzsche erradamente atribuyó a Platón la causa de tal desvío así como también al cristianismo, al que calificó despectivamente como platonismo del pueblo, al haber sido el generador de alucinógenos consistentes en duplicaciones inútiles y esquizofrénicas de lo real que funcionaban como evasivos respecto de nuestro ser, de la misma manera que todos los demás fetiches modernos. Esta misma temática fue recogida por el existencialismo y por su consecuencia última que es la postmodernidad, filosofía propia de los tiempos últimos y terminales, pretendidamente opuesta a la modernidad, pero, tal como veremos, su consecuencia última. Para éstos, siguiendo tal orientación, desde Platón hasta Hegel, pasando por todos los movimientos que transcurrieron en el proceso de la historia universal, el sujeto habría sido anulado en su libertad y esclavizado a entes superiores a él que lo mediatizaron. Pero estos movimientos ignoraron la gran diferencia que existiera entre la metafísica de Platón y las desviaciones modernas. En Platón el yo en cuanto alma, lejos de armonizar con lo existente, pretendiendo explicarse, se yergue frente al mundo y a la vida a los que no acepta como fatalidad, sino en cambio como su propia creación, como el lugar que ha sido elegido especialmente para poder trascenderse, reconociendo un fin ulterior al mismo que ha sido puesto por nosotros. En cambio los movimientos postmodernos, inspirados principalmente en pensadores existencialistas como Heidegger y Sartre, consideran a la existencia como un dato fatal e independiente de nuestra voluntad, concordando en esto con los movimientos modernos posteriores por ellos criticados. Esto lo ha hecho notar un pensador olvidado del siglo XX que es Julius Evola en su obra magistral Cabalgar el tigre, que en estos mismos días se reedita en nuestra lengua. De acuerdo a tal óptica Postmodernidad (en este caso a través de la expresión del existencialismo) y Modernidad no discreparían en lo esencial. En ambos el yo es un simple objeto que se encuentra en este mundo sin haber sido consultado y habiendo sido lanzado allí como el producto de una fatalidad. Podrá el ‘existencialista’ discrepar con el moderno al considerar que esta situación no se resuelve en ‘relatos’ que lo expliquen y trasciendan haciéndole olvidar tal situación de mortalidad en la que se encuentra lanzado, pero el hecho indubitable es que sea el moderno como el postmoderno concuerdan en la circunstancia de que en ningún momento hemos resuelto estar aquí, sino que existir ha sido un acto ajeno a nuestra voluntad como el producto azaroso de un abrazo nocturno en donde nosotros nunca resolvimos, habiéndosenos así lanzado aun a pesar nuestro. La diferencia estriba en que mientras que el moderno, en tanto no se ha cuestionado por tal situación, no ha renunciado plenamente a la metafísica, es decir a la formulación de una instancia superior a la mera existencia, el postmoderno en cambio considera que en esta misma, en su situación limitada y mortal, debe encontrarse el sentido propio, el cual debe ser asumido y vivido como si se tratase de un verdadero y propio absoluto. De allí pues la exaltación del presente, del carpe diem, que como bien sabemos resulta ser una realidad efímera e irreal, pues al decir de San Agustín, es tan sólo una línea ideal trazada entre lo que ya fue y lo que aun no es, ya que en el mismo momento en que estamos diciendo la palabra presente ya nos encontramos en el pasado.
Frente al moderno y su consecuencia, el postmoderno, se yergue aquí como alternativa el hombre tradicional, el platónico propiamente dicho. Para éste la vida no nos ha sido impuesta ni como un don ni como un castigo, sino que nosotros la hemos elegido y la existencia consiste en hallar las razones últimas de tal elección trascendental efectuada antes de la existencia misma. Así pues si la metafísica propia de la modernidad lo ha reducido todo a esta existencia o en todo caso a una postexistencia, el platonismo propio de la Tradición pone en cambio el eje en una preexistencia, en un antes en donde, si bien intuido por el existencialismo cuando se cuestiona respecto de quién nos preguntó si queríamos vivir (Sartre), la diferencia estriba en que tal decisión fue nuestra y no una cosa impuesta. Nuestra alma era inmortal en tanto que no conocía el mundo de la muerte consistiendo su condición propia en un tiempo infinito e ilimitado que nunca tenía fin. Para salir de tal condición y alcanzar un plano superior, el de la eternidad, en donde no existe ni el devenir ni la sucesión temporal, ella debía hacerse efectuando un acto de conquista, pasar pues por el mundo de la muerte, o por aquello que conocemos como esta vida, lo que podría significar tanto una mera conclusión (el ser para la muerte propio del existencialismo), como también una purificación y un cambio de estado. Allí debíamos sobrellevar un gran combate y un desafío en el cual podían existir dos resoluciones posibles: o ser arrastrados por la vida y ésta es la condición moderna, en cualquiera de sus variantes posibles, o trascenderla, venciendo las limitaciones materiales y temporales impuestas a nuestra especie y en esto último es que consiste la vía de la Tradición.

                                                       II

Si la vida es concebida como un combate y no como la situación estable y fatal a la que nos debemos resignar, se trata pues de formular el modo en que éste debe llevarse a cabo. El hombre de la tradición se yergue frente al mundo a la manera de un estratega, como un general que debe conquistar una fortaleza enemiga. En primer lugar de lo que se trata es de abatir el estado moderno de extrañamiento que se nos ha impuesto y penetrado como un lastre desde el mismo momento en que hemos resuelto encarnarnos  cayendo así en el olvido. Doblegar aquellas limitaciones temporales y materiales propias de nuestra especie consiste pues en ello la gran tarea ascética de cabalgar el tigre. El tigre es la representación simbólica del mundo moderno y el acto de cabalgarlo indica la tarea de dominarlo sin que éste nos arrastre en su vorágine. Pero sería absurdo si tal lucha se formulara tan sólo en nuestra propia interioridad pues en el estado de eternidad al que se aspira no existen los límites entre lo interno y lo externo, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre el pasado y el futuro. La gran guerra interior debe ser solidaria con la gran guerra externa. Se trata pues de llevar a cabo un gran combate para doblegar al tigre representado por mundo moderno sea en lo interno como en lo externo de nosotros mismos.
Aquí es donde Evola encuentra cómo esa línea platónica de pensamiento ha estado presente en las grandes religiones, en especial en su núcleo esotérico fundamental. No rechaza pues como Nietzsche a los ‘platonismos del pueblo’, en tanto concibe a la religión como un gran movimiento social compuesto por diferentes jerarquías de seres, tal como formulara Platón nuevamente en La República. Se encontraban en su cúspide aquellos que saben y por debajo de éstos aquellos que simplemente creen sin poder ver ni comprender las verdaderas razones, pero en el fondo todos los seres que la componen se dirigen hacia el mismo fin consistente en el triunfo de la trascendencia, de lo sacro sobre lo profano, de Dios sobre lo simplemente humano y efímero. La religión es pues el camino hacia lo trascendente que es la dimensión negada por  el mundo moderno. Los hombres que saben y que alcanzan a conocer la propia alma comprenden que esta vida no es todo, sino simplemente un tránsito que ha sido elegido en función de elevarse y trascender y que el mismo es vivido por cada uno en manera diferente. Están los que comprenden la totalidad y el porqué y los otros que solamente lo intuyen a través de la fe, pero en los dos casos el camino es el mismo. Sin embargo una de las características esenciales de los tiempos últimos y terminales es que, en razón del impulso universal asumido por el movimiento moderno, en la religión la elite de los que saben ha sido suplantada por una simple burocracia sin metas superiores y afincada en el fondo en valores puramente mundanos, tal como sucede en nuestros días con las diferentes manifestaciones modernistas, en especial la católica. Entonces lo que acontece es que las mismas han perdido totalmente su sentido superior y sería incluso preferible que no existiesen para nada. Por ello ante esta situación de hecho en la cual las grandes religiones han perdido a través de sus élites dirigentes su rol de ser el lugar que agrupa a los hombres de la tradición es cuanto más debe establecerse un diálogo y acuerdo interreligioso entre los exponentes metafísicos de las mismas a través de lo que nuestro autor recomienda adhiriendo a la consigna de unidad trascendente de todas las grandes religiones y tradiciones espirituales. Ante el gran frente moderno establecido en organismos internacionales como la ONU o los grandes encuentros ecuménicos interreligiosos, pero comprendidos en un plano mundano y secular, debe establecerse un gran acuerdo entre todas aquellas élites de las más diferentes extracciones espirituales en donde el valor suprema sea lo que es más que vida por sobre la simple vida, la búsqueda de la eternidad por encima de los valores temporales. Ser capaces de obtener tal meta esencial que es también de carácter ecuménico y universal pero en un sentido metafísico, es la otra manera de poder cabalgar el tigre.

Marcos Ghio


martes, 9 de diciembre de 2014

RAMÍREZ: DOS FRENTES DE RELIGIONES

DOS  FRENTES  DE  RELIGIONES


     

    La reciente visita del Papa Francisco a Turquía nos da la ocasión de hacer algunas reflexiones sobre su significado.
     Allí tuvo expresiones muy claras. Más allá del lenguaje oblicuo y sibilino que es típico de las jerarquías eclesiásticas católicas, esta vez las palabras fueron muy claras. Fue muy concreto al justificar la guerra contra el fundamentalismo islámico, que él designa como terrorismo. Critica las supuestas matanzas de cristianos, haciéndose eco de las grandes mentiras de los medios de comunicación internacionales manejados por las centrales imperialistas del mundo moderno, pero calla sobre los bárbaros bombardeos de los EE.UU. y sus socios que se suceden a diario ante la indiferencia de las masas idiotizadas del mundo moderno. Ni una palabra sobre los drones que bajo pretexto de matar algún yihadista arrasan con poblaciones enteras de civiles.
     En nombre de qué Francisco convoca a un diálogo interreligioso y multicultural, ¿qué es lo que quiere defender? Y esto es lo que calla. Y como él no lo dice lo diremos nosotros: el Papa pretende erigir a la Iglesia Católica en portaestandarte pseudo espiritual de una gran coalición del conjunto del mundo moderno contra la única manifestación visible y manifiesta hoy día de la Tradición. Ese mundo moderno con su letales democracias, su liberalismo, su marxismo, su progresismo, su ateismo y agnosticismo, su individualismo, su gobierno de la usura y sus perversiones de todo orden incluido el invento de varios sexos que según Francisco, pueden aportar valores rescatables. Para defender todo esto y mucho más Francisco convoca a un frente contra la Tradición.
     Se va así cerrando un círculo iniciado en Occidente hace ya muchos  siglos durante los cuales la Iglesia Católica fue dejando de lado lo sagrado y lo trascendente para transformarse hoy día en una institución política y social que se dedica a la caridad pública y a un pacifismo femíneo.
     Al final de un ciclo se reproducen de manera invertida las estructuras que le dieron origen. Por eso hoy tenemos imperialismo y no imperio. Como alguien acertadamente dijo es “el mono de Dios”, que lo imita pero de manera invertida y antitética.
     Desde nuestro punto de vista de católicos tradicionales también pretendemos un ecumenismo, pero de signo totalmente opuesto y fundado en la unidad trascendente de las religiones, una unidad por lo superior y sagrado y no por lo inferior como lo pretendieron los últimos Papas y Francisco quiere ahora ejecutar.
     En ese sentido superior actúa el Frente Cristiano Islámico al que se están incorporando fieles de otras religiones pero que concuerdan  en que hoy día la única alternativa posible al mundo moderno es oponerle una unidad mundial basada en valores metafísicos y religiosos, contrarios tanto a la globalización material, financiera y económica como también a los falsos ecumenismos eclesiásticos.

San Carlos de Bariloche, 1º de Diciembre del 2014. 

JULIÁN  RAMÍREZ


lunes, 24 de noviembre de 2014

GHIO: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL CONTRA EL FASCISMO


DE LA TRAGEDIA A LA COMEDIA
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL CONTRA EL FASCISMO




Alguien dijo con razón que la historia se repite siempre, siendo la primera vez bajo la forma de tragedia y la segunda, puesto que se trata de una circunstancia de imitación y reiterativa, bajo la de la comedia.
En el período histórico que abarca entre 1933 y 1945, el comunismo ruso denostó virulentamente al nazismo alemán calificándolo como un agente del capitalismo en su fase más agresiva de expansión universal y lo consideró por lo tanto como un instrumento más del mismo sistema que lo tenía también a los EEUU como su exponente. Más tarde cuando las circunstancias bélicas llevaron a que Rusia y EEUU se encontraran en una misma trinchera luchando en contra de un enemigo común que resultó el tan denostado nazismo, el bolchevismo no se resignó para nada en su aparato propagandístico a reputarse a sí mismo como parte de un mismo proceso en el cual junto a los capitalistas norteamericanos e ingleses representaba una simple faceta. Manifestó en cambio que todo era el producto de las ‘contradicciones dialécticas del sistema’ y que si Alemania era combatida como un enemigo por parte de un sector del capitalismo, en el fondo, en tanto no se le había impedido avanzar en la conquista de territorio de la ‘gloriosa Unión Soviética’, habría así actuado en connivencia con éste en la finalidad última de debilitarla y destruirla. Es decir que, a pesar de que la realidad demostraba una evidencia en contrario, la propaganda bolchevique persistía en decirnos que EEUU y Alemania en el fondo eran lo mismo y que su fin era expandirse, a partir de un simulado conflicto entre ellos, para terminar con la única dictadura del proletariado existente en el planeta. La realidad por supuesto demostró todo lo contrario, que Rusia y EEUU, tras ganar conjuntamente la guerra e incluso permitiendo este último su expansión por media Europa, demostraron de tal forma cómo eran lo mismo en lo esencial; pero aun con tales evidencias ello no fue suficiente como para hacer entender a los crédulos que existen en abundancia en el planeta que Rusia no es el gran enemigo de los EEUU y que son metafísicamente iguales en su materialismo, tal como con razón proclamara Heidegger en pleno período bélico. Y esto se demostró más tarde en el hecho mismo de la desaparición por lo anacrónico del sistema de la dictadura del proletariado cuando la misma crepitó y terminó desintegrándose con la simple caída de un muro y de una en nada violenta manifestación popular, contrastante todo ello con las verdaderas masacres, matanzas y demoliciones a las cuales fuera sometido el nazismo alemán con la finalidad de hacerlo desaparecer.
Los tiempos pasan pero, tal como decimos, la estupidez y credulidad siguen vivas aunque los protagonistas puedan ser diferentes. Hoy en día el nazismo ya no es más europeo, sino islámico. Ya lo calificó así el ex presidente Bush al denominarlo como el ‘fascismo islámico’ al cual hay que combatir con todos los medios al alcance, incluso los propagandísticos. Y nuevamente se acude a los mismos procedimientos de siempre. Está la opinión pública ‘imperialista’ que cree en los EEUU, pero está también la ‘antiimperialista’ que mientras que ayer exaltaba a la ‘gloriosa Unión Soviética’ hoy en cambio cree en la más fantasmal y menos tangible Eurasia, en razón justamente de la segunda etapa que vivimos de comedia y decadencia. Es decir una vez más se trata de Rusia pero con un nuevo ropaje, aunque con la misma nomenklatura. A las dos opiniones públicas se las convence de nuevo con discursos distintos pero similares en sus fines. En los dos casos se dice que hay que combatir hasta el final al fascismo, esta vez el islámico, hoy representado por dos organizaciones temibles para ellos, que son Al Qaeda y el Isis. Pero nuevamente la justificación no es la misma en ambos casos. En el de los imperialistas pronorteamericanos, se trata una vez más de la lucha de la democracia contra la antidemocracia, de los defensores derechos humanos y del bien universal contra los seres irracionales y bestiales que los niegan, y en el de los remozados euroasiáticos se trata como siempre de la lucha entre el imperialismo y el antiimperialismo que a diferencia de antes hoy se exhibe con argumentos distintos de los de la defensa de los ‘intereses históricos del proletariado y el socialismo’, en razón de los fracasos estrepitosos anteriores y de los nuevos tiempos. Tal como antes, se dice que el fascismo, si bien en la superficie confronta con el capitalismo democrático, en el fondo está al servicio del mismo. Se acude incluso para ello a sugestivas y fantasiosas teorías del montaje en razón de los nuevos tiempos cibernéticos que hoy se viven, por las cuales en realidad, si bien el fundamentalismo islámico contrasta con los EEUU, en el fondo finge hacerlo para con esa excusa destruir a los regímenes antes llamados ‘progresistas’ y hoy ‘nacionales’ que le pondrían a los yanquis terribles obstáculos para dominar al planeta. Se llega incluso a decir como entonces que así como Alemania al invadir a Rusia y destruir su capacidad productiva favorecía en el fondo a los EEUU, dejando una tierra arrasada fácilmente conquistable, ahora pasaría lo mismo con el Isis pues, al ocupar las instalaciones petroleras de Siria e Irak y por tal causa al producir actos de represalia por parte de los norteamericanos, en el fondo lo que éstos habrían buscado sería destruir también la capacidad productiva de esas naciones ‘antiimperialistas’. Esta imbecilidad se complementa también con el hecho de que ahora sin tapujo alguno se llega a decir que en realidad quienes forman parte del fundamentalismo son agentes encubiertos del sistema enemigo, causando verdadera sorpresa y dejando boquiabiertos al constatar cómo tales ‘agentes’ se inmolan en combate o son torturados y asesinados por los mismos que los contratan. La diferencia con la propaganda ‘antiimperialista’ actual y la de la época de Stalin es que éste nunca se atrevió a decir que Hitler fuera un agente de los norteamericanos*, en cambio en la actualidad se llega a decir, sin que se les frunza el ceño, que Bin Laden y Bagdadi reciben o recibieron un sustancioso sueldo de la CIA o del sionismo. Pero esta verdadera comedia se completa al constatar que hoy hay nazis abiertos y confesos que se hacen eco de tal publicidad. Personas como Adrián Salbuchi** en la Argentina, redactor permanente de la Agencia de noticias rusa RT, en un reciente artículo que no tiene desperdicio por lo delirante convoca con tales argumentos a combatir al Isis con todos los medios a nuestro alcance. Es decir que en nombre de un pretendido antiimperialismo hace lo mismo que los imperialistas. Tal como ayer Rusia y los EEUU combaten contra un mismo enemigo, el fascismo, pero utilizando una vez más argumentos diferentes pero, en razón de que estamos en tiempo de comedia, acuden esta vez a nazis para sus fines de propaganda.

·        De todos modos ha circulado muchas veces la información de que Hitler era un agente de los judíos ya que al haberlos combatido con vigor les permitió luego victimizarse y terminar constituyendo el Estado de Israel. Más allá de que no sabemos aun si tal entidad terminará realmente favoreciendo los intereses históricos del judaísmo o por el contrario, tal como dicen varios ortodoxos, lo perjudicará aun más generando nuevos resentimientos en su contra y persecuciones en un futuro, consideramos sustancialmente errada tal aseveración. Que la derrota del líder alemán haya favorecido los intereses del sionismo no quiere decir en manera alguna que éste haya sido su agente. Las dos acciones pueden perfectamente haber acontecido en manera independiente la una de la otra. Es el mismo argumento que se utilizó para decir que como EEUU, tras los atentados del 11S, invadió Afganistán y luego también Irak entonces Bin Laden, que pergeñó tal hecho, habría sido un agente de los mismos.
·        En honor a la verdad y puesto que el Sr. Salbuchi se nos ha quejado por todas las notas que le hemos dedicado descuidando a otros, debemos decir que no es el único nazi o de una postura afín que se ha declarado como un ferviente seguidor de los rusos y de sus sortilegios propagandísticos. En América tenemos también a revistas como Ciudad de los Césares que están en la misma perspectiva y en Europa a personas como Mutti y hoy también a Alain de Benoist que se han manifestado como sostenedores de Eurasia hasta haber llegado a considerarla como el sustituto de Occidente. Por lo cual se trata de un fenómeno muy extendido, aunque el caso de Salbuchi no deja de ser pintoresco. Resulta ser que el mismo se ha declarado como un fanático adversario del gobierno kirchnerista en la Argentina, pero a su vez él trabaja en una agencia de noticias rusa que ha sido puesta en el aire por la televisión oficial adicta a tal régimen. El periodista Lanata en su momento hizo notar con mucha razón tal incongruencia, pero Salbuchi, en vez de explicar tal situación, quiso aprovechar la circunstancia de haber alcanzado alguna notoriedad para desafiar al aludido a un debate. El mismo con toda razón se negó a hacerlo pues antes de ello Salbuchi tenía que explicar lo que se le requería, cosa que nunca hizo.

Marcos Ghio

24/11/14

lunes, 17 de noviembre de 2014

RADIO AGENCIA KALI-YUGA Y CENTRO EVOLIANO DE AMÉRICA

RADIO AGENCIA KALI-YUGA Y CENTRO EVOLIANO DE AMÉRICA


INFORMAMOS A NUESTROS HABITUALES OYENTES Y LECTORES QUE LOS DOS EMPRENDIMIENTOS AFINES ENCARGADOS DE RELATAR LO RELATIVO A LA GUERRA DE CIVILIZACIONES Y A LA DIFUSIÓN DEL PENSAMIENTO TRADICIONAL VUELVEN CON DIFERENTES INNOVACIONES.
1) LA RADIO VUELVE A FUNCIONAR, LUEGO DEL RECESO, TODOS LOS MARTES DE 19 A 20 HORAS. A DIFERENCIA DE LOS PROGRAMAS ANTERIORES SE CONTARÁ CON LA PRESENCIA DE DIFERENTES PANELISTAS QUE SE ALTERNARÁN EN SUCESIVAS AUDICIONES.
EL DÍA 18/11/14 A LAS 19 HORAS EN LA ARGENTINA (HEMISFERIO SUR) Y 24 HORAS DE GREENWICH SE EMITIRÁ EL PROGRAMA Nº 101 DE LA EMISORA RADIAL DE ESTA AGENCIA CUYO SITIO ES:
http://kaliyuga.listen2myradio.com/
TEMAS A TRATAR:
1) LA GUERRA DE CIVILIZACIONES. EN LAS ÚLTIMAS DOS SEMANAS. LOS FRENTES DE SIRIA E IRAK Y LA NUEVA SITUACIÓN EN UCRANIA.
2) JUAN MANUEL GARAYALDE EXPLICARÁ ESPECIALMENTE LA REALIDAD ACTUAL RUSA. ASIMISMO AMPLIARÁ EL ESPECTRO CRISTIANO DEL FRENTE TRADICIONAL CON EL ISLAM FUNDAMENTALISTA.
3) SE PROCEDERÁ A LA LECTURA Y ANÁLISIS DE UN TEXTO DE JULIÁN RAMÍREZ.
Como siempre en estos temas se contará con la presencia de nuestros colaboradores permanentes: Marcos Ghio, Mahdí Al Afghani y Julián Ramírez integrantes del Frente Cristiano Islámico.
SE INFORMA TAMBIÉN QUE GRAN PARTE DE LOS TEMAS TRATADOS PUEDEN SER LEÍDOS EN MAYOR AMPLITUD EN NUESTRO BLOG.
http://agenciainformativakaliyuga.blogspot.com.ar/
RECORDAMOS QUE SEA ÉSTE COMO LOS PROGRAMAS ANTERIORES PUEDEN SER ESCUCHADOS EN LA SIGUIENTE PÁGINA:
http://www.ivoox.com/escuchar-radio-kali-yuga_nq_25694_1.ht…
II- PÁGINA DOCTRINARIA DEL CENTRO EVOLIANO DE AMÉRICA.
DEBIDO A QUE HA SIDO DADA DE BAJA NUESTRA TRADICIONAL PÁGINA WEB SE INFORMA QUE ESTAMOS FUNCIONANDO EN EL SITIO DE NUESTRO BLOG QUE ES:
http://centroevolianodeamerica.blogspot.com.ar/
SE HAN EDITADO NOTAS SOBRE LOS DISTINTOS TEMAS:
1) EL PERONISMO DESDE LA ÓPTICA DEL PENSAMIENTO TRADICIONAL.
2) DISTINTOS TEXTOS DE JULIUS EVOLA SOBRE EL COMUNISMO

martes, 11 de noviembre de 2014

GHIO: KIRCHNER Y CARL SCHMITT

LA ESTUPIDEZ IGNORANTE Y EL NAZISMO DE KIRCHNER


Antítesis absoluta.


1º Los distintos tipos de estupidez


El siglo XXI ha significado respecto del anterior el pasaje, en nuestro medio cultural y político, de lo que Evola y Schuon llamaban la estupidez inteligente a algo mucho más patético y dañino cual es la estupidez ignorante. Entendemos por la primera un tipo de estupidez que, si bien como tal no alcanza a comprender o se escabulle de las cosas esenciales, sin embargo suele camuflarse detrás de un cierto manto de información que la hace a veces ingeniosa e incluso interesante, tal el caso de ciertos periodistas cultos y leídos con los cuales se podía hasta llegar a debatir. Ahora con el transcurso de los tiempos y de la decadencia la estupidez se ha profundizado convirtiéndose en desinformada e incluso fantasiosa. Y esto podría explicarse también por el hecho de que como vivimos en una época de vanidades y en tanto los intelectuales emplean la mayor parte de su tiempo en exhibirse ante el público, a falta de dedicación en las lecturas, suelen inventar las cosas suponiendo siempre que la mayoría que vive en forma apasionada la era de la imagen no lee ni está al tanto, lo cual muchas veces suele ser cierto.
Ahora bien, respecto de la estupidez ignorante las hay de dos tipos, la de aquellos que son tales y abiertamente lo confiesan y la de los otros en cambio que nunca lo dicen pues están convencidos de que jamás van a ser descubiertos. En el primer caso tenemos el famoso ejemplo del catedrático peruano Faverón quien escribiera una larga nota denostando a Julius Evola no son antes haber tenido la honestidad intelectual de confesarnos no haberlo leído nunca. No ha pasado así en cambio con el argentino Pérez Sebreli quien en un best seller que lleva ya las 14 ediciones manifestó respecto del mismo autor que existía en su país un Centro de Estudios que difundía sus ideas y que como tal había ‘convencido’ al nazi Biondini de que era la reencarnación de la divinidad hindú Kalki. Tiempo atrás pude dar con el aludido a quien no veía desde al menos 20 años e intenté aclararle que si era cierto que se había convertido en adepto al reencarnacionismo no tenía el derecho de mezclarlo en tal aventura al pensador italiano quien en varios de sus escritos había condenado tal doctrina como una verdadera y propia falsificación. Me contestó asombrado que no solamente seguía siendo católico, sino que el término Kalki que utilizaba no tenía referencia alguna con la divinidad aludida, en tanto que se trataba de un mero pseudónimo periodístico.
Digamos al respecto, para explicar un poco más este fenómeno de decadencia, que es una característica propia la de acudir a la mentira, a veces incluso sin tener razones para hacerlo casi como teniendo un gusto estético por la misma. Nunca pude entender el trasfondo psicológico de tales falsificaciones ni de otras tantas, y lo he intentado explicar como una obsesión morbosa por querer ser originales y despertar curiosidades en la gente, de lo cual es singular testigo hoy en día la televisión que consumimos con ese fenómeno tan adentrado en nuestro medio que es la ‘tinelización’ o ‘forticización’ * de nuestra cultura determinada esencialmente por el gusto exacerbado por lo escabroso.
Claro que los ejemplos antes aludidos, si bien pueden resultarnos sintomáticos, en el fondo son inofensivos, el problema en cambio sucede cuando la estupidez ignorante tiene la capacidad de producir verdaderas conmociones e ideas fijas capaces de generar cambios en el país, en especial en las conductas de las personas a quienes las mismas afectan. Iremos a un caso muy puntual al respecto y es el que se refiere a la segunda parte del título de esta nota. Tiempo atrás una serie de medios, tales como la revista Noticias, Crítica e incluso el diario La Nación entre otros, iniciaron una seguidilla de notas, las que se continúan aun en nuestros días, intentando a través de las mismas explicar este fenómeno tan singular cual es el carácter abiertamente confrontativo demostrado por la pareja presidencial el que se caracteriza por su afán de estar buscando siempre nuevos enemigos a los que atacar con la finalidad de incrementar y consolidar su poder. Fue así como alguien trajo a colación la existencia de otro matrimonio de intelectuales que viven en Europa que habría influido notoriamente en aquellos, nos referimos específicamente al compuesto por el ex trotskysta argentino Ernesto Laclau y por la belga Chantal Mouffle quienes escribieron una serie de obras, alguna de las cuales sería libro de cabecera de nuestra pareja presidencial. Pero el tema no termina allí: indagando en los contenidos de las mismas alguien hizo notar que si bien tales autores provienen del marxismo, en tanto se reputan como postmodernos y por lo tanto postmarxistas, habrían intentado introducir en tal doctrina algunas modificaciones y autores que no le resultan en nada ortodoxos, tales como el alemán Karl Schmitt, respecto del cual también se resaltó que fue alguien que se afiliara al partido nazi en 1933. Comenzaron entonces las elucubraciones. En primer lugar se señaló que Schmitt del mismo modo que Kirchner concibe la política como una incesante confrontación entre amigo y enemigo. En La Nación (2/06/10) Álvaro Abos sostuvo también de cosecha propia que para el pensador alemán, de la misma manera que en Kirchner ‘la política no se trata de meras discrepancias de opiniones, sino que concebía al miedo como factor indispensable de cualquier triunfo en tal terreno’ (?), así como ‘la confrontación permanente que es lo que practica Kirchner’ es propia del nazismo de Schmitt respecto del cual nos agrega como un consuelo relativo al final que le podría esperar que ‘fue detenido dos años por los Aliados cuando ocuparon Alemania en 1945’. En la misma línea escribe también Beatriz Sarlo (La Nación, 29/07/10) la que insiste en señalar esta adscripción de Kirchner al ‘decisionismo’ del ‘nazi’ Schmitt y a través de la mediación de una pensadora de izquierda como Chantal Mouffe cuyo libro “El retorno de lo político’ sería ‘obra de cabecera de la actual presidenta’. La cosa no termina allí, la revista Crítica hizo entonces la deducción consecuente de toda esta seguidilla de notas formulando el silogismo siguiente. El matrimonio presidencial está influido por otro matrimonio de postmarxistas seguidores de Karl Schmitt. Karl Schmitt era nazi. Por lo tanto Kirchner es un nazi. Y acompañaba la nota con un fotomontaje del ‘pingüino’ haciendo el saludo romano. Demás está decir lo peligrosas que han resultado para el país todas estas elucubraciones en especial en alguien tan pendiente de la opinión pública como el actual presidente en ejercicio. Estamos en condiciones de decir respecto del fragor que ha obtenido este conjunto de notas que la reciente aprobación de la ley de matrimonio homosexual que lo tuviera a éste como a uno de sus principales promotores fue un intento vano por querer demostrar su anti-nazismo a quienes lo acusaban falsamente de lo contrario. En efecto salta a simple vista que alguien que es nazi en ningún momento aprobaría una ley que favorece a los homosexuales.
Lamentamos en todo esto haber llegado demasiado tarde. No era necesario arribar a tales extremos. Prescindiendo del hecho elemental de que Schmitt no era nazi, sino en todo caso un conservador revolucionario, lo cual es una sutileza que nuestros estúpidos ignorantes difícilmente puedan entender, demostraremos en lo que sigue lo siguiente. 1) Que el Schmitt que puede haber leído Kirchner a través del matrimonio argo-belga nada tiene que ver con el Schmitt verdadero. 2) Que el pensamiento de este último era lo opuesto exacto a lo practicado por el matrimonio pingüino, 3) Que por lo tanto no solamente Kirchner no es ‘nazi’, sino que por la praxis que le detallaremos es abiertamente ‘antinazi’, si es que por tal cosa nos estamos refiriendo al pensamiento del eminente jurista alemán.

2- Los intelectuales trotskystas en el peronismo

Partamos pues del matrimonio de intelectuales posmarxistas que influiría en el presidencial argentino. Para ello hay que remontarse a los mismos orígenes del peronismo. Perón, de acuerdo a su famosa política oportunista de los anticuerpos, solía tener en su movimiento, a fin de contrarrestar los distintos extremos, junto a intelectuales adscriptos notoriamente a la extrema derecha fascista a otros que en cambio pertenecían abiertamente a la izquierda marxista. En su caso particular no podía contar con el apoyo de los comunistas stalinianos en tanto que éstos determinados aun por las consignas de la última contienda formaban parte del Frente Popular con todas las distintas expresiones del liberalismo proyanqui. En cambio sí pudo hacerlo con algunos trotskystas, como el caso de Abelardo Ramos quien escribiera panegíricos respecto de la experiencia peronista en el periódico Democracia bajo la firma de Diego Almagro. Continuó luego con su actitud también con otros gobiernos del mismo signo, concluyendo sus días como embajador de Menem, al cual acompañaron también otros trotskystas conversos como Raventos y Jorge Castro entre tantos. Lo peculiar de su caso es que, a pesar de tantas décadas de prédica ‘antimiperialista’, Ramos terminó apoyando a un gobierno peronista que sostenía relaciones carnales con los EEUU.
Ernesto Laclau es otro intelectual perteneciente al mismo grupo de ‘izquierda nacional’ que inspirara el antes aludido, sin embargo su ecuación existencial ha sido sumamente diferente. Radicado en Europa hizo carrera universitaria en Inglaterra en donde enriqueció su dialéctica trotskysta con otros autores de moda tales como Lacan y al parecer también el ‘nazi’ Karl Schmitt. Pero en el fondo, a pesar de parecer pintoresco, carece de cualquier originalidad. Su obra La razón populista es un verdadero ladrillo saturado de farragosos léxicos lacanianos y postmodernos y que se podría condensar en tres renglones, los cuales por otro lado no contradicen en nada las diferentes apologéticas que sobre el populismo peronista hiciera su maestro Abelardo Ramos. Quien indudablemente lleva mejor puestos los pantalones en la difusión de las ideas es su pareja Chantal la cual ha escrito una obra titulada “El retorno de lo político” que al parecer Alberto Fernández (el de bigote más fino) le habría obsequiado a Cristina y de la cual ésta no habría podido separarse nunca, pues señalemos que la belga además de marxista es también feminista. Prescindiendo de estos detalles risueños podemos decir que el texto, lejos de ser una obra sistemática, es un rejunte de distintos artículos, tal como confiesa la misma autora, en donde en relación al autor alemán se repite lo mismo varias veces. Haciendo honor a su nombre, Chantal explica que ella rescata un Schmitt que no contradiga a la democracia y al liberalismo, es decir un Schmitt que solamente puede existir en su imaginación ya que estas dos temáticas, en especial la segunda, han sido el factor determinante de toda su obra la cual puede sin más ser caracterizada como un verdadero tratado de filosofía política en contra del liberalismo. Más absurdo todavía es querer equiparar la dupla amigo-enemigo con la dialéctica marxista de la lucha de clases. Su esposo ha llegado a decir que el valor de Schmitt se encuentra en mantener vivo el conflicto dialéctico que proponía Marx ante las posturas que tienden en cambio a derogarlo con el proceso de globalización, por lo que se convertiría nada menos a sus ojos que un revitalizador del marxismo, cuando nuevamente es todo lo contrario. La dialéctica de la lucha de clases es la antítesis absoluta de la dupla amigo y enemigo sostenida por el germano y más aun de la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky que es el trasfondo último de las elucubraciones de la pareja de intelectuales. Existen brillantes escritos del autor alemán denunciando al marxismo como un instrumento de guerra y disolución interior formulado en aras de la destrucción de una nación estimulando las luchas entre sus partes integrantes.
Pero para ello pasaremos aunque sea sintéticamente a reseñar lo esencial del pensamiento del alemán demostrando así que no tiene nada que ver con los aludidos post-trotskystas y menos todavía con Kirchner.

3) Hostis e Inimicus

No puede soslayarse en manera alguna en el análisis de la fundamental obra de Karl Schmitt y en especial de su brillante texto El concepto de lo político, la situación histórica en la cual ésta fue escrita. La obra fue elaborada en las postrimerías del Tratado de Versalles y de las diferentes crisis vividas como consecuencia del mismo por su país Alemania. Tras la intervención norteamericana en Europa y con la implementación balcanizadora promovida por el presidente Wilson, Alemania fue sometida a un status de paria. Lejos de efectuarse un Tratado de Paz en el cual se convenían condiciones justas entre las partes tal como aconteciera siempre luego de las guerras concluidas, se le impusieron al vencido condiciones vergonzosas y humillantes tratándose a tal país como un verdadero criminal al que se culpabilizaba por todas las muertes producidas por la contienda. Esto es lo que explica el trasfondo de la reflexión schmittiana respecto del amigo y enemigo como categorías propias de la política. El pensamiento liberal motorizado principalmente por los EEUU, aunque contando a su vez con la adhesión de las diferentes masonerías inglesa y francesa, quería resolver las cuestiones políticas aplicando categorías propias de otra esfera, la de la moral. Al respecto S. señala por vez primera que dicho proceso de confusión ha comenzado a través de un fenómeno consistente en un verdadero empobrecimiento de los distintos lenguajes de nuestros tiempos en donde se utiliza una misma palabra para referirse a dos cosas muy distintas cuales son el enemigo público y el privado, lo cual en las lenguas clásicas no era así. Pues en la antigua Roma existían dos términos diferentes para referirse a las dos cosas, hostis e inimicus, uno era el enemigo público y otro el privado. La palabra hostis ha desaparecido de las lenguas romances quedando sólo el remanente como adjetivo (hostil) pero no existiendo más el sustantivo. Solamente el inglés aun conserva los dos términos (enemy y foe), pero habiéndose perdido lo significados originarios. Y ambos conceptos son sustancialmente diferentes. El hostis es el otro, aquel que como nosotros quiere ocupar un lugar en el espacio y con el cual en algunos casos cuando el conflicto se agudiza es posible llegar a una guerra, lo cual es una cosa normal y de ninguna manera condenable en sí mismo en tanto obedece a una realidad cual es la existencia de la diversidad en el hombre. Desde tal perspectiva aceptar la existencia del hostis es aceptar la diferencia y que el otro, del mismo modo que nosotros es un ser que no tiene por qué ser ni bueno ni malo sino alguien que despliega su potencia. Al otro en tanto enemigo político no tengo por qué odiarlo, en todo caso lo que tengo que hacer es combatirlo para evitar que ocupe mi lugar.
Vayamos a casos concretos de nuestra historia. La Argentina confrontó a lo largo del tiempo con su vecino Chile por la posesión de determinados espacios geográficos, pero ello no tuvo por qué significar que se tuviese que odiar por ello a los chilenos. Es más hasta era posible admirar a nuestro enemigo (como hostis) por su capacidad en saber defender sus derechos, cosa que en cambio no sucedía necesariamente con nuestros gobiernos. O aun en el caso de enemistades internas. Rosas y Lavalle se combatieron mortalmente, pero ello no fue obstáculo para que cuando el segundo fue vencido que el primero concurriera a su campamento a dialogar y hasta compartir un mate en admiración recíproca. Es obvio que una situación similar no existiría respecto de un enemigo privado. Nosotros no admiraríamos nunca a un violador por la manera como realiza su faena, aunque haya podido hacerlo con mucha entrega en su causa. El enemigo privado puede ser convertido en criminal por lo que hace y respecto del mismo pueden existir el castigo y la culpa. El enemigo político en cambio en la medida que es el otro, es un par con el cual incluso se puede llegar a una guerra, pero no tenemos por qué odiarlo ni repudiarlo. En todo caso si es vencido se lo considera como aquel al cual la suerte de las armas le ha sido adversa y que esa situación también podía haber sucedido con nosotros. Por ello la paz y la amnistía son las medidas normales en los tratados que se hacen con el enemigo contra el cual se ha luchado. La paz no es concebida así como lo opuesto de la guerra, sino como la consecuencia normal a la que ésta nos conduce. Con la modernidad y en especial con sus dos ideologías gemelas, el liberalismo y el marxismo, ha sucedido la confusión entre las dos esferas, la privada y pública. El enemigo político deja de ser el otro, para convertirse en el culpable y en algunos casos el criminal. Julien Freund, uno de los mejores discípulos de Schmitt, solía dar como ejemplo de un político moderno y liberal a Robespierre. “Casi nunca habla del enemigo sin añadirle los epítetos de infame, criminal, vicioso, inmoral, etc.”, es decir moraliza la política, confunde las esferas. Es indudable entonces que mientras que la política sea calificada en términos morales las actitudes frente al enemigo se tengan que convertir en verdaderas confrontaciones y guerras totales. Nüremberg ha sido una demostración plena de esta mentalidad. Luego de la victoria, lejos de firmarse un verdadero tratado de paz con el vencido, se lo convierte en criminal por decreto, se lo juzga como tal y se lo ejecuta como si se hubiese tratado de un delincuente (de allí el término ‘criminal de guerra’ que era desconocido en la Antigüedad en donde las guerras eran juzgadas con categorías políticas y no morales). Justamente lo sostenido por Schmitt es lo opuesto exacto de lo que sus detractores le achacan al querer adjudicarle a éste por ignorancia lo que Kirchner actualmente es o practica. Su teoría política no es confrontativa tal como ellos sostienen, sino un medio adecuado para encontrar la paz. Al que está enfrente mío no hay que demonizarlo y querer destruirlo como si se tratara de un criminal, sino respetarlo y reconocerlo como el otro con el cual se pude ser severo, pero nunca injusto en manera tal de confundir las esferas pública y privada.

4) Kirchner y Karl Schmitt

Confundir a Kirchner con Karl Schmitt no es solamente el equivalente de mezclar la Biblia con el calefón, sino el de llegar a creer que quemando las Sagradas Escrituras se pueda obtener agua caliente. Justamente si Schmitt viviera lo tendría a Kirchner como un paradigma de lo que no debe hacerse en tanto confusión de la esfera pública con la privada.
En la actualidad la República Argentina es el país de la tierra que sigue aplicando la lógica de Nüremberg, es decir la de juzgar hechos que pertenecen a la esfera política utilizando categorías morales. Hubo aquí una guerra civil y los contendientes de la misma deben ser considerados con categorías propias de una ética de guerra y juzgados por los códigos militares elaborados al respecto. Un militar que mata no es un asesino como un violador o asaltante, sino alguien que ha cumplido con un acto de servicio. Esta disyunción entre lo político y lo moral es lo que no aplica actualmente el gobierno de Kirchner que juzga los hechos de una guerra con cánones burguesas y civiles, es decir contrarios a lo que dijera Karl Schmitt. Esta demonización que él ha realizado de su adversario al cual ha llegado a aplicar varias condenas a perpetua es además producto de un segundo hecho psicológico y privado que es dable señalar aquí como corolario de esta nota.
Así como Kirchner se ha sentido hace poco en la obligación de demostrarse a sí mismo y a los otros que no es nazi en tanto aprobó el matrimonio de los homsexuales hoy en día quiere demostrarnos que no ha sido un colaboracionista de los militares durante el gobierno del Proceso mostrándose implacable con éstos a través de su enjuiciamiento. Como estamos en una esfera privada y no pública se trata entonces de explicarlo psicológicamente. Presenciamos aquí un fenómeno conocido como el de la compensación. Su ejecutor pretende borrar de su memoria varios años de claudicación generando así una nueva guerra de la que pretende salir victorioso. Una vez más esta idea de la guerra permanente del bien contra el mal o de la burguesía contra el proletariado, podrá ser liberal o marxista, pero nunca schmittiana a pesar de toda la alharaca efectuada en contrario por la estupidez ignorante.

Marcos Ghio

Buenos Aires, 1/08/10

GHIO: ROSAS O PERÓN

ROSAS O PERÓN: TRADICIÓN O MODERNIDAD EN AMÉRICA 


                                                          Pocas semejanzas

Tal como magistralmente lo demostrara Julius Evola, no existen sino dos maneras diferentes de vincularse con la realidad y consecuentemente dos formas posibles de civilización: la tradicional y la moderna. La primera de ellas es la que se encuentra afincada en los valores del ser y de lo permanente y que considera a esta existencia que captan nuestros sentidos como un medio, como un modo de manifestarse de lo real, siendo su sentido último el de representar el camino que se le presenta al hombre para alcanzar lo superior.
Lo opuesto a ello es justamente la civilización moderna, la cual en vez ha puesto su centro existencial en lo que cambia permanentemente, en el mundo del devenir, y en los valores que al mismo le corresponden, siendo entre éstos, al hallarnos sumergidos en la etapa más decadente, la economía el superior a todos, representando pues el destino al que fatalmente deberían someterse todas las personas.
De ambas civilizaciones emanan consecuentemente dos maneras opuestas de concebir y comprender la política y la función del Estado. Mientras que para la moderna el Estado es comprendido meramente como aquel organismo encargado de asegurar el bienestar de los habitantes que componen una nación, siendo así su función la de ser un mero instrumento de la misma, cuya entidad e intensidad varía de acuerdo a las diferentes ideologías, y estando de esta manera la política subordinada a la economía, lo opuesto exacto de ello es lo que acontece en la concepción tradicional.
Para el hombre de la Tradición, la función de gobierno no se reduce al acto administrativo, tal como sucede en la actualidad en donde, cuando quiere ensalzarse a un gobernante, se lo califica como un buen administrador; sino que su cometido esencial consiste en formar a la persona, elevarla de su condición de mero individuo, otorgarle un significado espiritual y trascendente. Por ello, de acuerdo a la óptica tradicional, la política nunca fue separada de la religión y de la metafísica y en ella la economía, del mismo modo que su actividad propia, la administración, fueron comprendidas siempre como manifestaciones abiertamente subordinadas y secundarias, que de ninguna manera debían desviar a la comunidad de lo que constituye su meta esencial, cual es la de alcanzar lo que es más que mera vida. No es por lo tanto aquí la nación la que determina al Estado, sino a la inversa es éste el que forma a la nación. Ningún poder desde esta perspectiva puede erguirse por encima del mismo; análogamente a lo que acontece en una esfera cosmológica, él es la causa primera que no es causada y que encuentra en sí únicamente el origen de su soberanía. Un Estado que no es absoluto, sin un poder ilimitado, sin un carisma que proviene exclusivamente de su función eminente, no es propiamente Estado, sino una mera caricatura de éste, tal como es en la actualidad el estado moderno, organismo paradojalmente sumamente inestable pues su poder emana no de un principio superior inherente a él mismo, sino en última instancia del respaldo otorgado por lo humores de la opinión pública, la cual es variable y modelable por los organismos que cotidianamente la forman y determinan. Por supuesto que no se trata aquí de entidades espirituales, sino de simples “canales televisivos” subvencionados por empresas económicas poderosas que la dirigen y juegan en función de sus intereses materiales. En la democracia moderna es pues en sentido estricto verdadero que la economía, representada por quienes poseen el dinero, dirige a la política a través de las sugestiones cotidianas (llámese rating o encuestas) con que se induce a la masa a votar o a repudiar a determinados candidatos. El slogan democracia = plutocracia cada día que pasa resulta ser más cierto e irrebatible.
Pero señalemos que los modernos suelen contestar nuestras críticas al “menos malo de los sistemas posibles” manifestando que nosotros somos “antihistóricos” y anacrónicos por sostener sistemas políticos ya “superados” y que por lo tanto marchan a contramano de la “Historia”. Nosotros les contestamos simplemente que entre nosotros no hay conflicto de mayor o menor racionalidad científica, como ellos pretenden, sino simplemente de religiones antagónicas. El moderno cree fervorosamente que es la historia (que incluso a veces pone con mayúscula como si se tratara de un dios) la que debe determinar la voluntad del hombre y que por lo tanto por encima de éste existe un destino superior que lo rige, el que en algunos casos se expresa también a través de otros fetiches, tales como raza (nazismo), sexo (freudismo), clase social (marxismo), la misma historia (historicismo), etc. Nosotros en cambio, a contramano de la modernidad en su conjunto, sostenemos la libertad plena del hombre, siendo éste el señor del propio destino. Que es verdad que la circunstancia condiciona, pero nunca lo determina. Que por lo tanto no son los hechos los que juzgan la validez de las ideas, sino exactamente lo contrario. He aquí en donde estriba nuestra gran antítesis.
Pero digamos sin embargo que si aun tuviésemos que juzgar la validez de una doctrina por su “historicidad”, tal como nos proponen apodícticamente los modernos, habría que determinar primero si la misma lo hace en función meramente de lo que ahora es y antes no era o en cambio de lo que, si bien ahora no es, sin embargo lo ha sido durante más tiempo. En pocas palabras: si una cosa es verdadera y correcta porque existe actualmente o si en cambio lo es porque, aun no siendo ahora, ha existido durante mucho más tiempo. Tales serían pues las dos historicidades posibles. Al respecto digamos que el fanatismo de los modernos, quienes obviamente no se formulan tales problemas ya que ellos con fe obtusa creen a rajatablas en el “Progreso” y en la “evolución” y que todo tiempo nuevo es por lo tanto mejor que lo anterior (ésta es pues su religión esencial, no es que ellos sean irreligiosos, agnósticos, etc. como pretenden hacernos creer), les ha impedido constatar el hecho de que la concepción tradicional es, incluso en América, milenaria, y la democrática y moderna, la que vivimos en su mayor pureza en nuestros días, posee apenas poco más de un siglo de duración, habiendo a su vez padecido una serie de altibajos históricos, por lo cual no ha podido nunca ser vivida en su perfección plena, tal como nos prometen sus apologistas más exaltados (“con la democracia se come, se cura, etc.”).
Los distintos imperios precolombinos, como el mochica y el inca por ejemplo, existente el primero más de mil años antes de la llegada de los europeos a nuestro continente, nos muestran cómo existiera tal concepción sagrada y tradicional del Estado en estas mismas tierras, en consonancia con un fenómeno universal hallable en las más distintas civilizaciones milenarias. El gobernante, tal como se trasunta de una constatación de los símbolos hallables en la tumba del Señor de Sipán en Perú, en una misma tradición que encontramos en otras civilizaciones, sea orientales como occidentales, era comprendido prioritariamente como el encargado de conducir a sus gobernados hacia los caminos del Cielo y no como el dispensador del “bienestar”, uno más de los tantos, habitualmente el más vivo y astuto. La misma idea con caracteres culturales distintos se manifestó durante la Colonia, en la cual, en especial en el período de la dinastía de los Austria, quienes eran virreyes debían forzosamente pertenecer a una Orden religiosa y guerrera, la de Calatrava, de la que formara parte nuestro Juan de Garay, el fundador de Buenos Aires. Allí tampoco la política estuvo subordinada a la economía, como en cambio acontece en esta anómala civilización que hoy vivimos, sino que quien gobernaba tenía la función eminente de elevar y transformar.
Y aun en nuestro período de la independencia la figura de Rosas, quien gobernara nuestro país durante buena parte de la primera mitad del siglo XIX, expresa las características plenas de un gobernante tradicional.
La cercanía histórica de dicho gobierno en nuestro suelo nos confiere un privilegio excepcional, permitiendo sentar las bases para estructurar en estas tierras un movimiento político con tales caracteres que obedezca a tal antecedente inmediato. El tradicionalismo en la Argentina es sinónimo de rosismo, que es la manera histórica más reciente como aquél se nos manifestara.
Valgan aquí una serie de indicaciones necesarias respecto de tal política específica. Ante quienes con un impulso moderno manifiestan que Rosas fue democrático porque fue elegido por el pueblo, recordemos que su acceso al poder no fue el producto de una elección entre partidos políticos como ahora, sino que, luego de haber asumido la función de gobierno fue luego plebiscitado por la inmensa mayoría de Buenos Aires, siendo tal acto más que una delegación de poder, como se entendería ahora, una solicitud explícita de la población de ser gobernada. Por ello el poder que se le reconoció fue absoluto.
Si bien no existe una apologética rosista durante la función de un gobierno en el cual la dura lucha y otras circunstancias menores no le otorgaron el tiempo suficiente para justificarse, los mejores panegiristas del mismo han sido paradojalmente sus enemigos, como Sarmiento, quienes nos han pintado como disvalores lo que son en cambio los principios esenciales de un Estado tradicional. En su obra Facundo él nos hace notar cómo el rosismo significó la unión de lo religioso con lo político, cuando en los templos se veneraba a la figura del Restaurador y de su esposa junto a la de los grandes santos de la religión. Como en su acto de expulsión a la Compañía de Jesús por socavar la espiritualidad del Estado, repitiera la antigua lucha entre güelfos y gibelinos, a través de su rechazo por la intromisión del clero en las funciones de un gobierno que, por ser tal, no podía aceptar ninguna forma de condicionamiento. Además Sarmiento criticaba correctamente a Rosas porque se ocupaba de gobernar más que de administrar y que en vez de fomentar el desarrollo del capitalismo, se interesaba, en modo medieval, por posesiones territoriales independientemente del valor económico intrínseco que éstas poseyesen. Ello lo ratificó luego cuando fue gobierno al establecer tal crudo contraste cuando manifestara que “la Patagonia era un desierto que no valía un barril de pólvora”. Rosas en cambio consideraba que el territorio era la proyección de un Estado y que cuanto más profunda era la idea que éste manifestaba, más vasto debía ser el mismo. Lejos se hallaba del concepto moderno de Unidad Latinoamericana, o MERCOSUR. La unidad debía fundarse en un principio espiritual y no en una comunidad de intereses económicos. Por ello su meta más inmediata era la restauración de las fronteras del antiguo virreynato, es decir recrear la antigua idea imperial existente en nuestro continente desde antes de la llegada de los españoles.
La actitud “antihistórica” de Rosas se perpetuará por 25 años más luego de su caída, en el exilio europeo, sosteniendo con énfasis la unidad superior entre las grandes monarquías europeas en contra de la subversión democrática y socialista, es decir de la modernidad. Es cierto pues que Rosas estuvo en contra de la “Historia”, pero de la que querían imponernos los modernos; ante la misma se trataba de contraponer otra, con principios totalmente diferentes.
A los historicistas pues les contestamos: no es que nosotros desdeñemos la historia como ellos nos achacan; nuestra actitud ante la misma es meramente distinta. Para ellos el pasado vale tan sólo en cuanto es el anticipo del presente, siempre que el mismo les sea favorable. No hay pues para ellos dos historias distintas, sino una sola unidimensional y unidireccional; la que no responde a su perspectiva es reducida a la nada con el anatema de “prehistoria” (es decir, en este caso el vasto período milenario por nosotros relatado) negándole de esta manera a sus adversarios el atributo de históricos, o de “antihistoria” cuando niega sus principios, o en el peor de los casos falsificando aviesamente el contenido de aquellos períodos molestos e inconvenientes para sus esquemas, con la finalidad de negarle entidad a aquello con lo cual se discrepa.
Este último caso es el que queremos mencionar aquí en relación al pretendido acople de la figura de Juan Manuel de Rosas, un caudillo tradicionalista, con la de Juan Perón, un caudillo en cambio de neto corte moderno. Unir a ambas figuras, además de representar un acto de burda falsificación histórica, representa como querer mezclar el agua con el aceite.
Y al respecto digamos que no casualmente ha sido un gobierno peronista el que trajo sus restos al país luego de un largo ostracismo histórico, pero ello fue tan sólo con la intención de fraguarlo y para confiscarlo ilícitamente para la postura moderna, de la cual su líder es un claro exponente. Por ello no nos debe resultar para nada sorprendente que se lo haya querido reunir con Sarmiento, sea en los íconos de nuestra moneda como incluso en la denominación de las calles.
Expongamos al respecto, para los distraídos o simplemente desinformados, los precisos pensamientos antirosistas de Perón, los que por sí solos nos permitirían sostener la necesidad de que Rosas sea vuelto a traer a nuestro suelo, pero en serio y no en su imagen tramposa y fraguada.
“El hombre ha creído que él produce la evolución; sin embargo estimo que está equivocado. En realidad el que produce la evolución es el determinismo histórico (remarcado en el texto) que viene manejando a la humanidad desde que comenzó a existir. El hombre apenas creó un sistema periférico, para poder acompañar a esa evolución, pero vive sometido al determinismo o al fatalismo histórico en su evolución” (J. Perón, Los Estados Unidos de América del Sur, pgs. 101 y 102).
Es decir, a la manera moderna, Perón considera que el hombre es producto de un medio que le resulta externo, que por lo tanto él no hace la historia, sino que es hecho por ésta. En segundo lugar vemos como este movimiento fatal está determinado por una evolución o progreso que conduce a la humanidad desde lo que es peor a lo que es mejor. Existió el sistema feudal, pero luego vino el capitalismo que fue mejor ¿y qué nos espera ahora? Por supuesto que el socialismo, del cual Mao tse tung en China representara, en el momento en que escribía, a la figura más arquetípica para Asia (pg. 105) reservándose para sí en cambio el rol de líder socialista para América Latina. Sus discrepancias con el marxismo, del que insiste en diferenciarse tan sólo en tanto resulta un “socialismo apresurado” es que, a diferencia de éste el justicialismo en cambio “trata de ponerse de acuerdo con la evolución que el hombre no domina pues es obra de la naturaleza y del fatalismo histórico”. El justicialismo representa pues “un sistema para servir a esa evolución y colocarse dentro de ella” (pg. 112). Por lo tanto mientras que el capitalismo liberal es retardatario y el comunismo apresurado, el peronismo en cambio todo lo hace “en su justa medida y armoniosamente”, pero en última instancia todos van detrás de un mismo fin, el progreso o evolución de la humanidad. Por supuesto que para ello también hay que crear un gran mercado latinoamericano, como ha hecho Europa, considerando que de esta forma se contrarresta la influencia norteamericana, cuando Europa, lo mismo que Japón, son verdaderas colonias de los EE.UU., en tanto han asimilado su espíritu “competitivo” y materialista, modelo que se nos propone seguir a nosotros.
Es decir, se trata aquí de lo opuesto exacto de lo que sostenían Rosas y la Tradición.

Marcos Ghio

Buenos Aires, 31-8-03