EVOLÍTICAS IV
COMENTARIO DE UN TEXTO DE TERRACIANO, Evola en el tercer Milenio
Continuamos aquí con la tarea
emprendida en este medio con la finalidad de refutar las distintas
deformaciones que se han efectuado de la obra de Julius Evola, autor el cual, a pesar de la claridad con la cual ha expuesto
su pensamiento, ha dado lugar a distintas distorsiones, varias de ellas
formuladas bajo la intención capciosa de ‘actualizarlo’.
En tanto que de este espacio participan representantes del pensamiento
evoliano sea europeo como americano, propongo aquí un debate a llevar a cabo
sobre lo sostenido en un texto de Carlo Terraciano titulado Evola en el Tercer Milenio, el cual
fuera difundido tiempo atrás por el Centro de Estudios Euroasiáticos.
En primer lugar, para los no lo posean, paso a transcribir el texto marcando
en azul las partes del mismo que me resultan significativas y seguidamente a
ello analizaré lo que me parece de mayor importancia.
EVOLA EN EL
TERCER MILENIO
Carlo Terracciano
(Nota de la Redacción: este artículo
se escribió en el verano de 2005 con motivo del
60 aniversario de la
victoria aliada de 1945)
“Hacer bien visibles los
valores de la verdad, de la realidad y de la Tradición a quien,
hoy, no quiere “esto” y
confusamente busca “lo otro” significa contribuir a que no en
todos prevalezca la gran
tentación, allí donde la materia parece ser ya más fuerte que el
espíritu”.
“En todo caso sólo
podría salvar a occidente un retorno al espíritu tradicional, en una
nueva consciencia
unitaria europea...Esta es la
verdadera cuestión”.
Julius Evola, Rebelión
contra el mundo moderno.
Tiempo de
aniversarios, tiempo de conmemoraciones.
Pero entonces también
tiempo de consultas y de propósitos para este tercer
milenio d.C. ya
comenzado con la guerra y con la sangre, entre invasiones, torturas y
atentados que anuncian
choques epocales de pueblos y continentes.
El 11 de Junio de 1974
Julius Evola, presagiando el fin inminente, hizo que le
llevaran de la cama a su
escritorio; aquel escritorio que durante años se había convertido
en su trinchera, la
línea del frente, desde que quedara paralizado en Viena en 1945,
resurgiendo de los
escombros de los bombardeos aliados.
30 años han pasado y los
invasores de entonces están todavía en acción: en
Afganistán, en Irak, en
Oriente Medio, en toda Eurasia y por todo el planeta.
En este Junio tiene
lugar también el aniversario del desembarco de Normandía,
el sesenta aniversario,
así como el de la ocupación de Roma por parte de los
angloamericanos, fechas
celebradas por los vencedores y por los gobiernos
colaboracionistas.
Entonces fue toda Europa
la que perdió, también esos franceses e ingleses que
hoy “festejan la liberación”.
La guerra civil europea además de millones y millones de
muertos, de la
destrucción material, de la pérdida de los imperios coloniales y de la
centralidad de Europa en
la política mundial, ha determinado la ocupación permanente
del continente, ¡que se
perpetúa desde hace más de medio siglo!
Y con el derrumbamiento de la URSS y la victoria
estadounidense en la
Tercera Guerra Mundial, la llamada “guerra fría”, hoy es la
misma Rusia la que se ve
amenazada en sus fronteras y en su misma integridad
territorial, después de haber
perdido el imperio.
Los “liberadores” se
han quedado, ya no se han ido, han implantado sus bases
militares en los países
europeos, los partidos colaboracionistas del ocupante en los
parlamentos nacionales y
en el de la Unión
Europea.
Más bien, pese al fin de
la división europea de Yalta y la disolución del Pacto
de Varsovia, la OTAN no sólo no se ha
disuelto a su vez, sino que ha extendido su
presencia al este y
hasta las repúblicas bálticas de la ex-URSS.
11 de Junio-11 de
Septiembre.
Dentro de tres meses,
otra repetición, otras celebraciones.
El ataque a los símbolos económicos y militares del
imperialismo americano,
con independencia de cómo se hayan llevado a cabo
verdaderamente los hechos y de lo
que haya sucedido entre bastidores, ha representado para la
administración Bush el
pretexto para atacar impunemente países inermes, con la
sustancial indiferencia del
mundo entero, cuando no incluso haciendo fila ante el
vencedor en el papel de
mercenarios serviles y sobre la base de cálculos tan
cínicos como errados. El caso
italiano es emblemático al respecto.
Pero en este 2004
también tiene lugar una ulterior repetición, ligada esta a la
figura del gran pensador
de la Tradición.
Han pasado 70 años
exactos desde la publicación de su obra fundamental, la
suma de su pensamiento
sobre el “mundo de la
Tradición” y el “mundo moderno”:
precisamente "REBELIÓN
CONTRA EL MUNDO MODERNO”.
Un texto que ha tenido
numerosas reediciones y muchas vidas: en el sentido de
que varias generaciones
de lectores lo han descubierto y redescubierto, en los años
treinta, en los años
cincuenta y después del tristemente célebre 68.
Y todavía hoy, en los
albores del nuevo milenio, ante los trágicos
acontecimientos de
nuestros días redescubrimos en él por enésima vez toda su validez y
actualidad a la hora de
dar un sentido a los acontecimientos, una respuesta y una guía
también política ante el
aparente triunfo del Mundialismo, de la globalización, del
capitalismo, del
imperialismo americano, del sionismo.
Y no sólo.
Porque “Rebelión...” no
es un libro de ayer o de hoy, sino de siempre, al
menos en los aspectos
tradicionales y sapienciales, en su morfología de la historia, en el
análisis de las
Civilizaciones, en la visión metafísica de conjunto.
En este sentido la
visión tradicional en la interpretación de Evola representa un
“Mito capacitante”, es decir, una Realidad superior
“capaz” de indicar a cada uno (al
menos a quienes ya tienen dentro de sí mismos las
cualidades requeridas) las vías de
realización tanto personal como política.
Para algunos este libro
representó algo mucho más profundo y duradero que
una ocasional lectura, aun
siendo erudita y veraz.
Fue para muchos,
hablando al respecto, un momento catártico, un cambio total
de perspectivas, un
acontecimiento destinado a marcar las elecciones de toda una vida.
Mientras uno lo leía se
abrían horizontes inexplorados, iluminados por la luz
de un mediodía inmóvil y
sin tiempo. Un auténtico “fulgor”.
Y te decías a ti mismo:
“He aquí: esto es lo que siempre he sentido, lo que ya
estaba dentro de mí,
aunque hasta ahora no tenía una percepción de ello tan clara, neta,
esencial. Yo SOY esto,
pertenezco a esta Visión, en ella me reconozco y me conozco
nuevamente”.
El destino queda
marcado.
Quien ha recibido a
fondo la lección que Evola expresa en “Rebelión...” y en
todos los demás escritos
del Maestro de la Tradición,
aplicará intuitivamente sus
enseñanzas a la realidad
en que se encuentra viviendo y actuando. El pensamiento
evoliano es como una
brújula que permite mantener la ruta en la tempestead más furiosa
como también en los
momentos de calma.
Ciertamente desde los
tiempos en que apareció Rebelión contra el mundo
moderno, los escenarios han cambiado completamente. El
“mundo moderno” de hoy
parece que esté no a 70
años de distancia sino a 70 siglos de aquel en el que vivió y
operó Evola; un hombre,
no hay que olvidarlo nunca, que además de la actividad
intelectual supo
proceder de modo práctico tanto a niveles superiores de Conocimiento
como en la política de
su propio tiempo.
Y sin embargo, su
análisis sigue siendo verdaderamente actual: más que
nunca.
Porque Evola, intérprete de una visión cíclica de la
historia que caracteriza a
todas las civilizaciones tradicionales, de todo tiempo y
lugar, conocía las líneas de
tendencia general involutiva de esta última fase del ciclo
occidental.
Si, por ejemplo, las páginas dedicadas al comunismo
marxista, a la URSS,
al
internacionalismo proletario, han sido superadas por los
acontecimientos del final del
siglo XX, las mismas , por el contrario, se pueden adaptar
perfectamente a la
globalización contemporánea, al proyecto mundialista en los
campos más dispares; y,
sobre todo, a América, al american way of life, al
cual Evola ya había reservado
palabras de fuego.
Se trata por tanto solamente
(por decirlo de algún modo...) de “actualizar”, de
reestablecer en estos,
nuestros años tumultuosos, lo que Evola nos ha enseñado desde
hace 70 o 30 años más o
menos.
Es todo lo que hemos
intentado hacer, por ejemplo, en las páginas de Rebelión
contra el mundialismo
moderno, que ya en el título
quiere expresar no sólo un homenaje
al “Barón mágico” ,
sino que tiene la finalidad consciente y voluntaria de seguir sus
enseñanzas políticas
como única respuesta posible a los desafíos de este nuevo siglo y
milenio.
Con mayor razón, ahora
que tenemos ante nuestros ojos una nueva prueba de
lo proféticas que fueron
aquellas páginas sobre el mundo moderno y sus últimos
destellos.
Ciertamente cada uno
tiene su propia opción personal. Sus propios intereses y
su propia idiosincrasia.
Cuántos evolianos o
“evolamaniacos” han justificado su falta de compromiso,
el retirarse del mundo,
en nombre de un fatalismo involutivo de fin de ciclo, que es
exactamente lo contrario
del compromiso impersonal y activo propio de los espíritus
guerreros.
Mejor ir a escalar
montañas que vivir como... alpinistas de la cotidianeidad.
Otros, por el contrario,
han creído que “cabalgaban el tigre” del mundo
moderno desatando
libremente una instintividad anteriormente reprimida que ha
acabado por devorarles,
precisamente lo que el propio Evola había previsto para la
amplísima mayoría de
aquellos jóvenes que decían que se reconocían en su pensamiento
y que actuaban en su
nombre.
Tal y como están las
cosas, se puede decir que, desde el punto de vista
político, la situación
hoy se ha simplificado y ha quedado netamente clara. Los frentes
están perfectamente delineados,
las fuerzas en el campo están tomando posición. En
toda la masa continental
euroasiática y africana, pero también en América Latina,
hombres, pueblos,
gobiernos concretos, instituciones religiosas y sociales, han tomado
conciencia de la crisis
irrefrenable del mundo moderno, de la caída crecientemente
acelerada de todo el
planeta hacia la catástrofe final.
Y no sólo por la guerra
en curso, primeras escaramuzas de la guerra global que
se avecina.
El equilibrio ecológico,
la explosión demográfica, la pauperización creciente
del Sur del mundo, cuyos
efectos están implicando a las masas trabajadoras tambiém
del Norte más rico pero
con un “crecimiento 0”,
un mercado mundial ya sin frenos, la
deuda mundial... la
lista sin fin de los problemas de una Tierra globalizada son las tantas
sirenas de alarma de
aquella crisis prevista y descrita por Evola y por otros pensadores
con, por lo menos, un
siglo de anticipación.
Pero lo que Evola nos ha
ofrecido además, con respecto a los otros vates
desventurados, es precisamente
la REVUELTA
contra la crisis del mundo moderno.
La posibilidad, por
tanto, de vivir y de actuar EN el devastado mundo
contemporáneo,
permaneciendo en pie mientras todo se derrumba y se convierte en
polvo.
La única “REVUELTA” posible hoy, la verdadera “revolución”
no puede ser
otra que la que se encuentra en la etimología misma del
término: re-volver, un
RETORNO A LOS ORÍGINES, vincularse nuevamente a las raíces
tradicionales de
Eurasia.
Pero en una concepción
cíclica como la que Evola ha explicitado, esto es
posible únicamente yendo
adelante, mirando al futuro y no al pasado, aceptando la
realidad, sin
escapatorias (por otra parte, imposibles) hacia lo privado, cuando no
incluso hacia un vacuo
espiritualismo pseudoesotérico o, en la lógica del “cuanto peor,
mejor...pues así
llegará el final del Ciclo..”
Se encuentra implícita
en el pensamiento evoliano, ayer como hoy, la
superación de falsas
dicotomías como las de “derecha/izquierda”, fruto envenenado del
ideologismo de dos
siglos exactos, desde la
Revolución Francesa de 1789 al
derrumbamiento de la Unión Soviética,
1989-91.
Las ideologías del
siglo veinte están muertas y enterradas.
El nostalgismo, tanto el
negro como el rojo, NO representa su continuación
sino su negación, si no
en las formas exteriores ciertamente sí en los contenidos.
Y precisamente por
cuanto nostalgismo, es decir, sentimentalismo impotente y
castrante: este sí
absolutamente incapacitante y utilizado ya como forma de
acaparamiento de
consensos electorales de un espacio residual y marginal de votantes.
“Antifascismo” y
“anticomunismo” con el reciente añadido del
“antislamismo” son sólo
palabras vacías, términos propagandísticos usados todo lo más
por los vencedores
imperialistas para dominar también mentalmente a los pueblos
sometidos de ayer y de
hoy.
El campo de acción antimundialista, en cambio, es el del
redescubrimiento de
los Valores tradicionales, de las grandes Ideas que han
movido siempre los destinos de
los pueblos, sobre directivas, también geográficas,
indicadas por la
Geopolítica.
La respuesta a la
globalización económico-política del siglo XXI de la Era
Vulgar no se encuentra
en una contraglobalización que, mientras denuncia justamente
sus desmanes, sus
errores y sus horrores, se refiere ideológica e idealmente a esos
mismos presupuestos
dogmáticos.
Debemos apuntar a una visón política e histórica que sea
exactamente lo
contrario de la Globalización y no una Globalización de signo
contrario.
La solución, como en los
imperios del pasado creadores de Civilización, reside
en una política de alcance continental, en el
redescubrimiento de las grandes unidades
geopolíticamente homogéneas, autárquicas y armadas; que a nivel local se traduce en un
reencontrado solidarismo
comunitario y a nivel continental en un retorno a formas
imperiales (por tanto,
antiimperialistas) anagógicamente proyectadas hacia una
dimensión superior,
“Mítica” en el sentido evoliano: de Mito como realidad más
auténtica respecto a la
manifestación histórica.
Mito fundante y, por
tanto, capacitante, para la movilización en la LUCHA
DE LIBERACIÓN: nacional, social, cultural.
Si la Tradición ES
Revolucionaria, y no puede no serlo, la Revolución ES
Tradicional y no puede
sino ser tal.
La Tradición debe “transmitir” valores eternos en el discurrir
temporal, a no
ser que pretenda
transformarse en un conservadurismo antihistórico y antitradicional,
que apunte solamente a
prolongar en el tiempo fórmulas vacías e instituidas sólo de
fachada, pero
abandonadas por todo espíritu vital.
Esta falsa
“tradición/conservación” es la de los cementerios, la de las “tumbas
emblanquecidas”, que
ocultan carnes putrefactas, huesos calcificados y polvo.
La Revolución debe “retornar al... futuro”, completar el
ciclo; nada que
conservar sino todo por
destruir de lo que son las formas residuales y vacías del pasado,
a menos que se busque
llegar a una vacía rebeldía subversiva destinada a su vez a
calcificarse en nuevas
formas político-sociales “modernistas” y por tanto conservadoras
del status quo, útiles
sólo para dilatar, para retrasar todavía un poco el ineluctable
hundimiento del
materialismo moderno bajo el peso mismo de su hipertrofia, de su
gigantismo.
Después de la fase
“atlántica”, americanocéntrica del siglo pasado, el teatro de
choque se ha desplazado
nuevamente más acá del Atlántico.
Sobre la masa
continental euroasiática se jugará la partida final entre el viejo
sistema mundial
materialista, mercantilista, marítimo y el porvenir bajo el signo del
Suelo, la Sangre y el Espíritu.
Geopolítica y Geografía
sacra, uniéndose a la lucha de Liberación continental
forman un arma potente,
invencible dirigida contra el agonizante imperialismo
talasocrático.
El cual será derrotado
no tanto por las armas materiales como, sobre todo,
por su propia
incapacidad intrínseca de ser creador de Civilización, después de haber
sido destructor de
pueblos y países.
Un ciclo se cierra, el
del materialismo, el de la cantidad, el del número, el del
cientificismo, el del
progresismo, el de la concepción lineal-evolucionista de la historia,
el del igualitarismo
formal que se traduce en la esclavitud sustancial de hombres y
pueblos a las órdenes de
una élite invertida de poquísimos banqueros y politicastros
mundialistas.
Un ciclo nuevo se abre,
el del Espíritu, introducido por una “raza primordial”,
simiente de una nueva
generación. El ciclo bajo el signo de la cualidad, de la jerarquía,
del carácter cíclico de
la historia, de la armonía entre hombres y tierra, de la equidad
social y de la
liberación continental.
No hay tradición
religiosa y sagrada que no prevea en sus propios textos
canónicos el
cumplimiento del ciclo con el retorno visible de una Presencia que al final
se re-manifiesta
activamente en la Historia,
para sellarla, cerrar un tiempo y abrir uno
Nuevo.
Y no podemos concluir
más que con las palabras que Julius Evola puso como
sello de su Rebelión
contra el mundo moderno, inspirándose en la tradición arya del
Vishnu-purâna:
“Cuando los ritos
enseñados por los textos tradicionales y las instituciones de
la ley vayan a cesar y
el término de la edad oscura se encuentre cerca, una parte del ser
divino existente por su
propia naturaleza espiritual según el carácter de Brama, que es el
principio y el Fin...
descenderá sobre la tierra... Sobre la tierra, restablecerá la justicia: y
las mentes de aquellos
que estén vivos al final de la edad oscura serán despertadas y
lograrán una
transparencia cristalina.”
Los hombres así
transmutados en virtud de tal época especial constituirán casi
una simiente de seres
humanos (nuevos) y darán nacimiento a una raza que seguirá las
leyes de la edad
primordial (krta-yuga).
En el nombre de Evola y
con el signo de la Tradición
comienza la redención
de Eurasia, la lucha de
Liberación del continente, de la
Tierra de los Ancestros, de todos
los pueblos en todo el
planeta.
COMENTARIO
En sí
mismo el artículo de Terraciano a nuestro entender tiene escaso valor
doctrinario, sin embargo ha tenido importante resonancia en los medios europeos
y por tal razón lo reproducimos. Representa un intento de querer hacer
coincidir casi con un fórceps las ideas de Evola con la doctrina geopolítica
euroasiática de Dugin y otros que, por lo que hemos resaltado en otras
oportunidades, tienen muy poco de evoliano.
1º Aparte
de que Evola jamás ha hablado de Eurasia, su
concepto de Tradición (con mayúscula) no es geopolítico puesto que no se
asocia con un determinado espacio geográfico y cultural, sino que es de orden metafísico, por lo que es independiente
de cualquier nacionalismo, llámese particular o continental, como el que nos
propone Terraciano.
2º Es
en tal sentido que nos parece objetable el pasaje en el cual sostiene,
siguiendo en esto también la perspectiva de la Nueva Derecha, contrastar el
‘globalismo’ actualmente vigente, representado paradigmáticamente por los EEUU,
con el pluralismo cultural o continental. Y esto aparece cuando nos afirma que
a una globalización no la debemos contrastar con otra. Casualmente fue entre
nosotros Julián Ramírez quien había acuñado la expresión contraria cuando
manifestara casi textualmente. “A una globalización fundada en valores físicos
y materiales debemos contrastar con otra basada en caracteres metafísicos y
espirituales”. Si por globalización comprendemos un término sustituto de lo que
en Evola era la ‘concepción del mundo’ y que a nivel histórico se plasmaba en
un tipo determinado de civilización (que no debe confundirse en manera alguna
con cultura) aquí habría que decir que existen
solamente dos tipos de concepciones globales posibles: o la moderna, que hoy es representada
paradigmáticamente por los EEUU, pero de la que también participan Europa,
Rusia y China entre otros, o la
tradicional, la cual solamente se expresa hoy en día a través de personas y
grupos desparramados por el mundo en diferentes lugares y etnías.
3º Si
bien Terraciano no desarrolla el tema, comparte en su nota la crítica que Dugin
le efectuara a Evola en el sentido de que se había equivocado al considerar que
el comunismo era la última etapa de este ciclo histórico. Nosotros en otros
escritos, que obviamente nunca pudieron ser refutados, hemos demostrado que
esto era un error garrafal en un doble sentido. En primer lugar que Evola no se
refirió al comunismo bolchevique, el cuarto Estado, como la última etapa del
ciclo histórico, sino que habló de un quinto Estado, caracterizado por nosotros
como Era del Paria. En segundo lugar que también hemos demostrado que es
mentira que el comunismo bolchevique, es decir la nomenklatura mafiosa que se
hiciera del poder en Rusia en 1917 y se expandiera también en China, haya caído,
sino que lo que ha sucedido en 1989 es que la misma se readaptó y, si bien
disminuida en sus capacidades operativas, sigue estando en el poder, pues tal
como proféticamente dijera Evola, refutado en cambio por sus pretendidos
‘seguidores’, tal estructura mafiosa no iba a tener escrúpulo alguno en
utilizar principios ideológicos contrarios a los que sostuviera al comienzo de
su ‘revolución’ con tal de perpetuarse en el poder. Así pues hemos visto como
la misma pasó del internacionalismo proletario, al nacionalismo soviético en la
segunda guerra, a reputar a la religión como opio de los pueblos a resaltar el
componente religioso de la propia nación y actualmente, en continuidad con tal
orientación staliniana, al mito euroasiático que lo tiene como ideólogos
principales a Dugin y a ciertos pretendidos ‘evolianos’ como el aludido
Terraciano.
4º Dejo
sin desarrollar los otros puntos políticos citados por el autor de la nota para
referirme sólo al principal. Terraciano, luego de haber criticado a ciertos
‘evolómanos’ por haberse recluido en la propia interioridad considerando que ya
no habría más nada que hacer en la historia, la que se les habría presentado
como una realidad tan lejana y trascendente para ellos por lo que lo único que
cabría sería recluirse vanamente a la contemplación guenoniana de la fatalidad
de los ciclos históricos, sin embargo se contradice notoriamente al juzgar lo
acontecido el glorioso 11S. Sin darse cuenta él considera también, de la misma
manera que los antes criticados, que el sujeto humano no puede producir nada en
la historia por afuera de los grandes espacios geopolíticos que lo terminarían
comprendiendo en su accionar. Por lo cual, del mismo modo que esa falange de
montajistas que hemos conocido por los medios masivos de difusión
desprestigiando el accionar de Al Qaeda, opina que en última instancia tal
acción representó una ‘excusa’ para que el poder globalizador norteamericano llevara
adelante la empresa de invadir Eurasia. No podemos dejar de acotar que ello no
solamente fue rebatido en su momento por nosotros, sino que la misma realidad
se ha encargado de desmentir a tales ‘analistas’. Las personas que en aquel
entonces sostenían un disparate semejante (el texto fue escrito en 2005 y en
Argentina hay varios que lo decían) manifestaban que EEUU había invadido
Afganistán con la finalidad de establecer una base operativa para luego poder
dirigirse en contra de Rusia e Irán, países a los cuales convocaban a defender
y subordinarse… desde sus cómodos escritorios. Tales sujetos, sumamente
deshonestos por lo demás, no han jamás reconocido el error cometido dejando sin
explicar por qué casualmente hoy en día, cuando Obama quiere retirarse de tal
país invadido, es justamente el Sr. Putin el que le solicita encarecidamente
que no lo haga en tanto que no lo ha ‘normalizado’ aun. ¿Pero cómo, no debería
estar contento con que se vayan los EEUU que lo pensaban invadir? Y ni qué
decir de las estrechas colaboraciones de Irán, país que ha traicionado la
herencia del Ayatollah, con las invasiones a Irak y Afganistán y ahora también
en Siria. Por supuesto que no le pidamos a los difusores de circos mediáticos
como los Salbuchi y Cia que nos den algún tipo de explicación, estando ahora
muy entretenidos brindándonos noticias sensacionalistas sobre el avión malayo. Tengamos
en claro una vez más que todas estas campañas son orquestadas especialmente
para mantener a la opinión pública dormida y asombrada ante el impresionante
poder de los norteamericanos, rusos y sionistas, es decir seguir manteniendo
tal como reclama el sistema conductas contemplativas casualmente como las de
los evolómanos antes mentados. De todos modos acotemos que de esto último no lo
podemos criticar a Terraciano pues hemos sabido que ha fallecido hace unos años
y capaz que de haber estado todavía vivo habría tenido la honestidad de
autocriticarse.
5º
Queremos agregar finalmente unas palabras respecto del carácter ‘incapacitante’
del pensamiento evoliano, tesis sostenida simultáneamente por Tarchi y por
Benoist, al que calificaban así en tanto que, desde una perspectiva postmoderna
y geopolítica como la que ellos plantean, no presentaba ninguna alternativa viable
para la acción, no considerándose de este modo evolianos. En tal cosa en cambio
Terraciano discrepa en tanto que lo considera afín a una perspectiva postmoderna,
sea eurasiática o de nueva derecha y por lo tanto ‘capacitante’, aunque diga
que para ello hay que ‘actualizarlo’, es decir deformarlo. Diremos que en el
fondo Tarchi tenía razón demostrando en esto haberlo comprendido mejor a Evola
que Terraciano. Tenía razón al afirmar que Julius, en tanto pensador
antimoderno era incompatible con posturas postmodernas como las que todos ellos
practican; era pues ‘incapacitante’ para el que quisiese llevarlas a cabo y nos
parece extraordinario que ello haya sido así. Terraciano cree en lo contrario,
pero para ello, insistimos, tiene que construirse un Evola a su medida. Un
Evola inventado, como el que nos cita Dugin, o como en otro contexto los
laboriosos Franz y Fritz no se cansan de construirnos en forma cotidiana.
Marcos Ghio