miércoles, 28 de enero de 2015

GHIO: UNA “DERECHA” DE PRIMER MUNDO

UNA “DERECHA” DE PRIMER MUNDO


A propósito de la obra de G. Faye, “El arqueofuturismo”

por Marcos Ghio

                                                          Eurosionista G. Faye


a) Antecedentes

A raíz de una diferencia que hace pocos días le formuláramos al Sr. Vicente Massot en una carta de lectores del diario La Nación, en relación al apoyo que el mismo le ha brindado a la política exterior norteamericana de Bush, vale la pena efectuar un conjunto de reflexiones. En primer lugar recordemos que V. M. ha sido uno de los más significativos exponentes de aquello que en nuestro país se titulara como de derecha en el sentido estricto del término. Digamos al respecto, y para evitar confusiones, que existen dos maneras diferentes para referirse a tal palabra. En un primer caso, en tanto vivimos bajo un orden moderno y por lo tanto de izquierda, la palabra derecha ha sido utilizada hoy en día no en un sentido positivo, sino negativo y descalificatorio, empleado en la lucha política como un anatema para descolocar a un rival al que no se quiere. Por ello nos hemos encontrado con que, comprendiendo a la misma, ha podido encuadrarse un espectro muy vasto que va desde los liberales, quienes en todo momento representaron la izquierda en tanto exponentes de un pensamiento progresista, hasta los simples defensores del statu quo o del poder económico; e incluso se la utiliza hoy en día para referirse a quienes sustentan posturas marxistas, como por ejemplo el caso reciente del régimen prosoviético existente en Ucrania, al que la oposición abiertamente califica como conservador y “de derecha”, habiendo sido por el contrario históricamente la ideología marxista-leninista una de las principales expresiones de la extrema izquierda. Todos estos sectores a su vez, luego de recibir tal desagradable calificación, rápidamente la rechazan y en muchos casos, por ejemplo los liberales, corrigen a su contradictor aceptando como concesión reputarse a sí mismos como de centro; pasando a su vez lo mismo con los que se titulan nacionalistas o peronistas, quienes siempre manifiestan “no ser ni de izquierda ni de derecha”, por lo tanto se encuadrarían también en el centro, en tanto “equidistantes de los dos extremos” (Perón). Nosotros en cambio pertenecemos al reducido grupo de quienes sostienen una derecha en el sentido estricto y tradicional, es decir como significando aquella postura que pretende ser contraria en un todo a los principios de la modernidad, reputándose así independiente sea de modas como de coyunturas del tiempo. De este modo nos distinguimos de los demás en el hecho de que aceptamos y sustentamos sin más tal calificativo, aunque diferenciándonos por tal razón de todos los restantes.
Volviendo ahora a la trayectoria de Massot digamos que éste en la década del 70 del siglo pasado, fue un exponente de esta última vertiente, habiendo sido uno de los fundadores de la revista Cabildo, expresión de un sector del nacionalismo católico vernáculo que aceptaba asumir el término de derecha en el sentido antes mentado. Más tarde Massot, tras la publicación, junto a H. Cagni, de una importante obra sobre Spengler, exponente esencial de una corriente filosófica adscrita al relativismo cultural, integrará con otros pensadores la Mesa de la Nueva Cultura, es decir, una corriente doctrinaria inspirada en el autor francés Alain de Benoist, quien acuñara el término Nueva Derecha para referirse a su punto de vista. Esta escuela es de significativa importancia y podría considerarse como el más notable intento de renovación dentro del pensamiento de derecha acontecido en la década del 80 del siglo pasado y que agrupara a varios importantes exponentes de nuestra inteligencia, consistiendo en una tentativa por formular una derecha que no fuese confundida ni con posturas liberales, ni con conservadoras u otras defensoras a ultranza del statu quo vigente. Es decir, una derecha que, lejos de reputarse como sostén del sistema, fuese capaz de recuperar un espíritu revolucionario de oposición al rumbo asumido por los acontecimientos, tal como pudiera haber sido el fascismo en la primera mitad del pasado siglo, aunque con las correcciones pertinentes y acordes a los nuevos tiempos. Sin embargo es de destacar que, luego de un futuro muy prometedor, pues decíamos que había logrado agrupar a su alrededor a un vasto espectro de personas, tal corriente se eclipsará totalmente en nuestro país dando cabida a posteriores desviaciones regiminosas, como la que aludiéramos en el caso de Massot, las que también son hallables en autores europeos que, si bien en un principio adhirieron a la misma, hoy en día en cambio pueden encuadrarse en posturas sumamente afines a la política norteamericana, acompañadas de una actitud cerradamente islamofóbica o “antitercermundista”, como el caso específico, citado por nosotros en la anterior conferencia, de Guillaume Faye en su singular obra “El arqueofuturismo”, texto esencial de tal vertiente y del que intentaremos hablar aquí en tono crítico.
Nosotros en lo que sigue, en aras de arribar a explicar tales desviaciones, intentaremos ir al origen de las mismas tratando de exponer brevemente las características principales que tiene el pensamiento de la ND de Alain de Benoist, poniendo especial acento en aquellos caracteres negativos que a nuestro entender son los que han dado lugar a éstas. Todo ello lo decimos no sin soslayar el hecho de que profesamos una gran admiración por la obra de tal pensador al que consideramos, a diferencia de muchos otros, sumamente serio y documentado, aunque no por ello podemos dejar a un lado ciertas discrepancias fundamentales que tenemos respecto de sus puntos de vista.



b) Pluralismo de la Nueva Derecha

En primer término tratemos de develar qué significa ser de derecha para B., aunque aclaremos que últimamente él también se ha manifestado reacio en asumir tal denominación, quizás en razón de todas las distorsiones que hemos mencionado. Nosotros, por el contrario, insistimos en que hay que prescindir de las mismas y usarla de cualquier manera formulando en todo momento las acotaciones pertinentes y que dejar de hacerlo implica sucumbir a una de las tantas sugestiones del sistema. Lo reiteramos, nosotros consideramos que ser de derecha debe ser un motivo de orgullo y distinción y de ninguna manera tenemos que presentar excusas y justificativos que apunten a hacernos digeribles para el sistema. Pero volviendo a nuestro autor digamos que para B. ser de derecha significa principalmente ser contrario al principio de la igualdad sosteniendo inversamente posturas antiigualitarias, sea en el plano de las ciencias sociales y de la política, como en la esfera del pensamiento filosófico a través de la asunción de una actitud contraria a cualquier tipo de universalismo respecto de la verdad. Por lo cual, de acuerdo a su punto de vista, el hombre de derecha que sostiene el principio de la desigualdad expresa el mismo bajo la forma de un pluralismo en la esfera de las opiniones, así como de un nominalismo en el ámbito de las ideas, actitudes todas éstas que para él resultan solidarias. Aquí habría que hacer nuestra primera observación. Desigualdad y pluralismo, que en B. son utilizados como sinónimos, no son en manera alguna términos correlativos y en los dos casos necesariamente asimilables a la derecha. Más aun, consideramos que el segundo en cambio pertenece a la izquierda. Si el primero puede reputarse sin más como “de derecha” ya que en ningún caso podría existir una izquierda que sea “desigualitaria” en sus principios, en cambio el pluralismo es una categoría compartida y sustentada fervorosamente también por tal tendencia. Al respecto recordemos que el autor argentino Sebreli, quizás sin conocer la obra de B., concuerda sin embargo con éste, desde una perspectiva opuesta de neto corte izquierdista, en considerar al pluralismo cultural y al nacionalismo relativista como fenómenos propios de la “derecha”, si bien en múltiples casos presentes ilícitamente en el seno de la izquierda. (Véase Sebreli, Asedio a la Modernidad). De esta manera Sebreli, desde una perspectiva opuesta a de Benoist, considera también que ser de izquierda significa ser universalista y ser de derecha es en cambio ser relativista. Y que cuando alguien de la izquierda sostiene esta última postura, entonces se trataría en el fondo de una persona que incurre en severas contradicciones. Sin embargo, salvando casos como el recién mentado, no es cierto que la izquierda, que es unánimemente igualitaria en sus principios, no sea también al mismo tiempo pluralista en su inmensa mayoría, y a su vez tampoco es verdad que el relativismo sea un fenómeno propio de la derecha y por lo tanto contrario en los principios a aquella tendencia. La equivocación de B., es a nuestro entender el haber asimilado ilícitamente ambos conceptos: el de desigualdad y el del pluralismo. Según su criterio quien sostiene el principio de la desigualdad afirma consecuentemente la existencia de un universo compuesto por una pluralidad sea de culturas como de opiniones, rechazando de este modo la existencia de una verdad que sea universal e “igual” para todos, sino que según él habría tantas verdades como opiniones posibles.
Ahora bien, la temática del pluralismo y el relativismo gnoseológico, así como la negación de la existencia de un orden natural y “verdadero”, conduce al problema respecto del reconocimiento de la cantidad que pueden llegar a tener los puntos de vista plurales para alcanzar su validez y reconocimiento. O el pluralismo resulta absoluto y habría tantas opiniones o verdades como sujetos existentes, o en cambio habría un marco de referencia o límite para las mismas. Si este último no se fijara se arribaría necesariamente a una situación de desorden y anarquía: tal es el peligro que conlleva el relativismo conducido hasta sus últimas consecuencias. En efecto, si todas las verdades fuesen relativas, también lo sería aquella que afirma tal cosa. Para superar tal inconveniente de un relativismo que, contradiciéndose a sí mismo, fuese absoluto nuestro autor reconoce la existencia de un marco general (no universal) que pondría una sujeción al ilimitado desencademaniento de opiniones dispares y que estaría constituido por el espacio propio de las culturas. Su actitud nos hace recordar aquí al debate que surgiera respecto de la interpretación que se ha hecho del pensamiento de los sofistas. Bien sabemos que Protágoras, el jefe de la escuela sofística había formulado la famosa máxima relativista de que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Ahora bien: ¿Cuando Protágoras manifestaba tal aserto a quién se estaba refiriendo, al hombre como individuo o al hombre como especie? O también ¿Lo que Protágoras quería decir era que cada uno de nosotros elabora la propia verdad y la propia escala de valores o lo que quiere manifestarnos en cambio es que es el hombre en general, la humanidad, la que las construye, no encontrándolas ya hechas como verdades reveladas y absolutas, como formando parte de lo que se denomina un orden natural? En el caso de B. el punto de referencia no es el individuo aislado pero tampoco la humanidad en su conjunto, sino un todo múltiple y “plural” al que denomina cultura, es decir una instancia intermedia entre el individuo y la especie. Las culturas serían así supraindividualidades en las cuales encuentra su razón de ser el pluralismo. Por lo tanto para éste la desigualdad y la cultura son en última instancia categorías que se corresponden entre sí. Pero al respecto habría que acotar también que las culturas son para él desiguales meramente en tanto son diferentes, no en tanto que una sea superior o inferior a la otra. Por lo cual ninguna de éstas tendría el derecho de imponer a las restantes su punto de vista propio.
Al respecto citemos una anécdota personal sumamente esclarecedora respecto de este tema. Hace 10 años, cuando tal corriente tenía entre nosotros aun algo de vigencia, reculó a nuestras tierras un exponente italiano de la ND que habló en una reunión a la que fui invitado y que era convocada por la revista Disenso, publicación ya inexistente, pero que pertenecía en ese entonces al riñón del régimen menemista; aunque aclaremos de paso que de ello yo no estaba enterado en el momento en que concurrí a tal encuentro. Allí esta persona dijo entre otras cosas que el origen del igualitarismo globalizador que hoy rige en el mundo era en el fondo cristiano y no pagano, pues partía del principio igualitario de pretender imponer a culturas distintas un único punto de vista reputado como el verdadero. Es decir que, si bien el cristianismo aceptaba la existencia de culturas diferentes, había para éste una de ellas, la propia, que era más verdadera que todas las demás. De acuerdo a él éste sería el mismo punto de vista hoy en día sustentado también por los Estados Unidos en su intención por dominar al planeta e imponer coercitivamente su propia cultura. El paganismo en cambio, en tanto era politeísta y reconocía a muchos dioses, daba como resultado una actitud de tolerancia y de respeto hacia puntos de vista desemejantes. Ahora bien, esta persona, en razón de hallarse en nuestro suelo, hizo especial hincapié en la acción, según él “igualitaria”, efectuada por la colonización española que, de acuerdo a su criterio, no respetó las diferencias entre las culturas pues impuso totalitariamente su cosmovisión propia a los pueblos nativos. En esa circunstancia recuerdo que yo le quise contestar, pero que no se me dejó hacer uso de la palabra pues para el régimen, y lo decimos con orgullo, ya para ese entonces significábamos una figura molesta. Yo quería decirle -y aprovecho ahora, diez años más tarde, para hacerlo- que la ND mezcla ilícitamente dos conceptos, el de la desigualdad, el cual es lícito y que compartimos, con el pluralismo, el cual en cambio es en el fondo también igualitario en tanto nivelador, pues para el mismo todas las culturas son “iguales” en tanto poseerían la misma dignidad. De acuerdo a tal criterio la humanidad podría practicar libremente el canibalismo, el asesinato ritual, tal como acontecía por ejemplo entre los aztecas y los incas, y todas las demás aberraciones que se pudiesen concebir, siempre y cuando ello aconteciese dentro del marco de una cultura determinada. Barrera ésta que en ningún momento se podría transgredir a riesgo de convertirse, de acuerdo a tal corriente, en un sujeto igualitario y globalizador. Frente a las matanzas rituales efectuadas por los pueblos originarios de la antigua América, de acuerdo a nuestro expositor, la actitud del colonizador, de haber sido “de derecha”, hubiera tenido que consistir en una pasiva contemplación, pues, respetuoso del pluralismo cultural, debía dejar hacer y dejar cometer cualquier delito posible en tanto ello acontecía en un universo que no era el propio. Y lo principal a resaltar aquí es que en verdad no se negaba con ello un principio universal, sino que se lo suplantaba por otro. Al orden natural revelado y a la ley positiva que del mismo emanaba, principio universal, se lo sustituía con la ley también universal que afirma que las culturas son siempre soberanas y no deben someterse a ninguna otra que se considere superior. El relativismo aquí planteado sostenía que un orden, sea natural como positivo, debía tener exclusivamente el límite de la propia cultura. Es decir que si tales hechos aberrantes hubiesen acontecido dentro de la propia geografía entonces el colonizador sí que estaba obligado a actuar y detener el atropello. Por lo tanto se sostiene aquí que el hombre debería participar simultáneamente de morales y de verdades distintas de acuerdo a la cultura en la cual se encontrara. Nosotros decimos en cambio que el concepto de desigualdad implica diferencias tan sólo en tanto comprende superioridades e inferioridades entre los seres, y que, si éstas no son reconocidas, entonces estamos de lleno en el principio de la igualdad. Que por lo tanto sostenemos que no todos tienen los mismos derechos. Y que así como no deben tenerlo en el seno de una misma nación las distintas clases, sexos y edades, tampoco deben poseerlo las distintas culturas. Existen culturas que son inferiores y otras que en cambio no los son. Y así como en una comunidad algunos deben mandar y otros obedecer, y en esta primera división es en donde estriba el principio de la desigualdad, hay culturas que deben ser orientadas y otras que tienen el deber de orientar y ser faro para las restantes. Por ello es que nosotros, a diferencia de la ND, no somos anticolonialistas, y rescatamos especialmente la colonización española de América, a pesar de todos los defectos que la misma haya podido tener. Sin embargo es también cierto que no consideramos que todos los colonialismos son necesariamente buenos ni que tampoco todas las desigualdades también lo sean. Más aun, sostenemos que, cuando el principio de la desigualdad es negado, tal como ha hecho el iluminismo igualitario, entonces lo que acontece es que la desigualdad, en vez de desaparecer, es sustituida luego por otra que no significa otra cosa que un orden al revés. El pluralismo cultural tiene como mejor ejemplo lo que acontece con la democracia. Por su impracticabilidad y absurdo ella conduce primero al caos y luego necesariamente a la más odiosas desigualdades como las que vivimos en nuestros días. Vale aquí el aserto de San Agustín. Cuando lo sobrenatural es negado, no nos queda lo natural, sino lo infranatural. Lo que también se podría traducir así: cuando el orden es negado lo que sobreviene en última instancia no es el desorden, sino un orden al revés.
Ello es así porque el igualitarismo parte del concepto de concebir la inexistencia de diferencias entre el que manda y el que es mandado, es decir, la democracia, que es su pareja obligada y que curiosamente es también reivindicada por la ND, no obstante su antiigualitarismo. Es por su fe en tal utopía que la revolución moderna e igualitaria suprime esta distinción esencial. Pero en la medida en que ha transgredido un principio natural, luego de un período de anarquía, el paso siguiente es el de restablecer un orden pero sustituyendo en tal función de mandar a aquellos que son carentes de cualquier calificación. Es así como mientras el gobierno de la aristocracia política es suplantado por el de los que poseen dinero, el Imperio resulta sustituido por el imperialismo, es decir, a un mando basado en una jerarquía espiritual, que se impone prioritariamente a partir de un especial carisma, le sobreviene luego otro que en cambio es meramente material y que se basa necesariamente en el miedo y en la fuerza que impone. Este último, a pesar de contar a veces con despliegues extraordinarios, es en el fondo frágil y efímero, como todo lo que se basa en la materia que siempre deviene, pues la fuerza nunca es permanente y de igual intensidad en todo momento; la misma en alguna circunstancia se debilita. La mano que aprieta llega siempre a ceder y es entonces cuando el oprimido se libera y desencadena una reacción que es un verdadero acto de caos y resentimiento equivalente en intensidad a la misma fuerza que había padecido antes. Es de esta manera como, una vez que han desaparecido en el mundo las desigualdades espirituales, no es que con ello desaparezca el principio, sino que toman su lugar y de manera harto ostentosa las desigualdades económicas, las que no son otra cosa sino una parodia de la verdadera desigualdad.
La ND confunde pues desigualdad con diferencia. No es suficiente con decir que todos somos diferentes para decir que todos somos desiguales, sino que tal reconocimiento del hecho debe completarse con el de una desigualdad que también lo sea en cuanto a los derechos. Es decir que la desigualdad que existe en un plano físico y ontológico expresa a su vez otra superior que se manifiesta en uno metafísico y deontológico. Para la ND la diferencia en cambio expresa en el fondo una igualdad esencial, formulada bajo la forma de un derecho que todos compartirían, el de ser cada uno algo distinto, no habiendo en ello ni superioridad ni inferioridad alguna. Es pues desde esta perspectiva que defiende los derechos de los pueblos a decidir el propio destino y a no estar sometidos a un determinado poder exterior a ellos. Lo cual sólo es válido decirlo si el que somete es un imperialismo, esto es, un poder ilegítimo en tanto fundado en una mera fuerza material. Ellos insisten en oponerse al universalismo hoy conocido con el nombre de poder globalizador; sin embargo hay que resaltar que no todo poder universal es condenable como sostiene la ND. Un poder carismático sustentado en el prestigio que otorga una superioridad espiritual, no sólo tiene el derecho, sino también el deber de mandar. La verdad no es pues una cosa inerte que se contempla o se conoce y que se debe simplemente difundir, sino que es una realidad que se impone sobre el error y lo carente, doblegándolo. El colono que observa una matanza no hesita en evitarla aunque la misma aconteciese en el plano de otra cultura y se sustentase en valores diferentes de los propios.
Ya veremos las limitaciones que ha tenido tal postura y como ésta, siguiendo el mismo ritmo de la revolución moderna, en tanto fundada en un principio antinatural, ha terminado siendo negada por distintos exponentes provenientes de dicha corriente, tal como ha acontecido con las posiciones de un G. Faye en Francia o de personas como Massot en nuestro suelo, quienes no han hecho sino testimoniar una antigua verdad que es la de que todo relativismo tiene necesariamente un límite y cuando éste es alcanzado da entonces lugar al contrario más sórdido de lo que antes pretendía negar.



c) La ciencia y la Nueva Derecha

Pero antes de entrar en el análisis de tal autor queremos señalar otras características propias de dicha doctrina y que son las que a nuestro entender han coadyuvado a la crisis respecto del relativismo tan férreamente sustentado. Se ha dicho que la ND ha tomado diferentes elementos del pensamiento de Heidegger. Sin embargo no ha acontecido así en lo relativo a la valoración que éste hiciera de la ciencia moderna. Recordemos cómo tal autor era un verdadero crítico de la tecnología y de la ciencia de nuestra era, concebida como una verdadera fuente de alienación y destrucción espiritual para el hombre actual. H. fue uno de los pocos pensadores en considerar que la técnica no era una realidad neutra que se pudiese utilizar para fines diferentes de aquellos principios de los cuales la misma había emanado. Es decir que él consideraba que de ninguna manera podía concebirse una humanidad que, con una imagen del mundo distinta de la actual, pudiese utilizar la misma tecnología propia del hombre moderno. La técnica y la ciencia moderna eran para él solidarias e instrumentos esenciales de la concepción del mundo y de la metafísica impuesta en el Occidente, consistiendo ésta en la reducción de la naturaleza a la categoría de objeto expoliable y provocado. Sin embargo la ND, si bien ha formulado críticas respecto de ciertos excesos producidos por la tecnología en la depredación del medio ambiente, no ha expresado en ningún momento la misma actitud de radicalidad en el rechazo, tal como lo hiciera H.. El repudio hacia la modernidad no conlleva necesariamente en ella también un rechazo hacia los ilimitados despliegues de su tecnología y ciencia, los cuales son la contraparte obligada del feroz consumismo y materialismo que vive el hombre actual. Más aun, ella termina considerando positivamente a la ciencia moderna, ya que opina que, a pesar de sus comienzos igualitarios, ha sin embargo permitido confirmar paradojalmente, a través de sus avances y efectos, diferentes principios de carácter antiigualitarios, los que han terminado negando su esencia propia. Es el reconocimiento de tal hecho lo que es recuperado especialmente por Faye de su paso por la ND, y es también lo que le permite encontrar paradojalmente la vía que lo conduzca a su vez a abjurar del relativismo cultural anteriormente mentado al que le reconoce una esterilidad en la resolución de los problemas esenciales de su tiempo. De esta manera termina concordando con nosotros y, aunque no lo diga explícitamente, considera la necesidad de formular una verdad de validez universal. Ello lo hace en el momento en que también él opina que no pueden considerarse a todas las culturas iguales en cuanto a su dignidad, ya que para él el Primer Mundo, al cual pertenece, es muy superior al Tercero, al que termina defendiendo A. de Benoist en coherencia con un pluralismo relativista a ultranza. Pero sin embargo la contraposición con nuestros puntos de vista es muy notable. Mientras que nosotros consideramos que las diferencias se encuentran fundadas en jerarquías espirituales y de prestigio entre las personas y culturas, para él en cambio las mismas lo están meramente en razón del poderío tecnológico que se posea, es decir, pertenecen al orden de lo material. Al respecto considera que, cuando la ND exalta la ciencia moderna, soslaya el hecho de que, gracias a ésta, ha podido establecerse una humanidad no igualitaria, tal como la que divide a los países ricos y tecnificados, como los del Primer Mundo, de los pobres pertenecientes al “hemisferio sur”, del que formaríamos parte también nosotros. El Primero, gracias a los avances tecnológicos producidos por su ciencia, ha podido arribar a logros realmente sorprendentes, como la posibilidad no muy remota de alcanzar a constituir una humanidad que se regeneraría ilimitadamente a través de sucesivos trasplantes. Lo cual obviamente no es para todos, sino solamente para los pueblos laboriosos y con “creatividad fáustica” pertenecientes al Primer Mundo, es decir Norteamérica y Europa, dentro de la cual incluye y con un rol de suma importancia, tal como veremos luego, también a Rusia; por lo tanto todos aquellos pueblos pertenecientes al hemisferio norte. Digamos, para anticiparnos un poco a lo que vamos a decir, que resulta sumamente gracioso constatar cómo este personaje, salido del riñón de esta escuela, y que junto con otros autores, como el belga Steuckers y el rumano Parvulesco, aparece como ideólogo de corrientes pretendidamente afines y “nacional revolucionarias” europeas, manifiesta también que el cambio a efectuar para salir del pluralismo es el de que “no hay que apiadarse más del Tercer Mundo”, de nuestros cartoneros, como según él se habría venido haciendo hasta ahora. Que los europeos tienen en cambio que empezar a preocuparse por sí mismos, dejando de hacer beneficencias, siguiendo con el prodigioso camino que les fuera asignado cual es el de constituir una sociedad tecnológica altamente avanzada, dejando en cambio a los otros, es decir nosotros, que vivamos en nuestro atraso cultural en la medida que, o lo habríamos querido expresamente, o también porque sería el producto de nuestra propia inferioridad. Claro que lo que a este peculiar sujeto (que, risueñamente lo decimos, se confiesa en tal obra como un ex actor porno) aparentemente se le escapa es que el bienestar tecnológico y material por ellos alcanzado, lejos de ser independiente de nuestra situación, es lo que explica la existencia de nuestros cartoneros. Si nuestros países no fueran esquilmados sistemáticamente por las potencias del Primer Mundo, llámese USA o Unión Europea, con la participación cómplice de nuestra dirigencia, los mismos no gozarían del bienestar del que disponen. Aunque convengamos también en que es cierto lo que él dice en el sentido de que sería imposible que toda la humanidad en su conjunto pudiese gozar plenamente del bienestar material que puede proporcionarnos la ciencia moderna con su consecuente progreso tecnológico ilimitado y con su aniquilamiento caníbal de recursos; pero al respecto existen tan sólo dos posibilidades. O la que sostiene el Sr. Faye y con él los dirigentes de los regímenes modernos, tales como USA y la Unión Europea, y se hace que sólo algunos, en este caso ellos, los del Hemisferio Norte, gocen ilimitadamente de los mismos, y de esta manera se generan las vastas injusticias que nuestros países padecen en abundancia, o por el contrario se desintoxica a la humanidad del consumismo, se sostiene una existencia más frugal y principalmente se deja de esquilmar a las naciones en aras de satisfacer un demonismo exacerbado por el confort. Ésta es nuestra alternativa en un todo opuesta a la propuesta formulada por el Sr. Faye.

d) El gramscismo de derecha



Otro elemento a destacar aquí, recabado también de la herencia de la ND, es lo que ha dado en denominarse como “gramscismo de derecha”. El hecho de que a la cultura se le haya dado tanta importancia en modo tal de considerarla como el punto de referencia para la determinación de las desigualdades, hace también que, de acuerdo a tal escuela, deba ser en su seno en donde se tenga que dar la batalla principal. La lucha actual para tal corriente debe ser principalmente cultural más que política. Se considera que, más que intentar conquistar el Estado, debe conquistarse primero la sociedad, pensando aquí que la labor debe ser parecida a la que la Ilustración desarrolló durante el siglo XVIII para demoler al Antiguo Régimen. Sin la labor de la misma, manifiestan los exponentes de tal escuela, la Revolución Francesa hubiera sido imposible. De allí la valoración, a nuestro entender sacada de contexto, que se hace de la figura de Gramsci como representando el arquetipo del combate a emprender en los tiempos actuales. Sin embargo hay que resaltar aquí la existencia de un problema de información pues se soslaya el hecho de que, cuando Gramsci formulaba tal táctica de lucha cultural, lo hacía desde la cárcel, es decir, cuando su partido, el comunista, estaba en la ilegalidad, y él entonces, ante tal circunstancia, sugería actuar disfrazados bajo la cobertura de instituciones culturales y sociales, no dando así, en razón de una imposibilidad de hecho, la batalla política. Este caso no es para nada el nuestro pues a nosotros la lucha política no nos está vedada en manera alguna; simplemente que no la practicamos según los cánones vigentes porque la consideramos una cosa estéril e inmoral. Por otro lado consideramos que las circunstancias actuales no son las mismas de las que acontecían en las épocas previas a la Revolución Francesa en donde las ideas podían circular libremente si eran difundidas con eficacia. En cambio en la actualidad el embotamiento de las conciencias, operado por medios masivos de comunicación como la televisión, hace que tal libertad que existiera aun en el Antiguo Régimen haya sido prácticamente suprimida. Por lo cual centrar el eje del combate al sistema en la lucha y el debate cultural representa algo sumamente estéril e incluso contraproducente pues, por más verdades que nosotros podamos proyectar y publicitar, el sistema cuenta con medios poderosos como para silenciarnos o hacernos pasar desapercibidos o, cuando les resulta necesario, hacernos pasibles de todos los ridículos y persecuciones imaginables. Se soslaya el hecho de que hoy nos encontramos con una opinión pública modelada por la propaganda más que en cualquier otro tiempo y que en todo caso una acción cultural puede dar como resultado únicamente rescatar algunas individualidades escasas de esa inmensa hoguera de conciencias que es la modernidad. Las mayorías, a pesar del esclarecimiento cultural que se intente, siempre nos permanecerán ajenas y nunca lograremos obtener trascendencia, como por otro lado no la ha obtenido en su país originario la ND en todos estos años, a pesar del gran talento que sin lugar a dudas posee el Sr. A. de Benoist. Digamos pues que, si comparaciones con el marxismo es lo que se quiere hacer, consideramos más apropiado para este tiempo un leninismo de derecha, antes que un gramscismo de derecha. Es decir, que estamos convencidos de que solamente a través de la conquista del Estado será posible transformar la cultura y la sociedad y no a la inversa tal como se propone.

e) El arqueofuturismo

Formuladas estas objeciones principales a la escuela de donde ha provenido su pensamiento, vayamos a los planteos que formula G. Faye en la obra aludida.
Dijimos que Faye es un autor que se manifiesta cansado del pluralismo de la ND por su manifiesta incapacidad por resolver los problemas existentes en su sociedad, tal como el avance incontenible de la inmigración de comunidades islámicas en su propio suelo y el peligro que ello conlleva de transculturación. En esto él no hace más que demostrar el límite de agotamiento al que puede arribar toda forma de relativismo. Él piensa que el pluralismo mentado con tanto vigor en otro tiempo para diferenciarse del sistema de globalización ha sido en el fondo estéril y contraproducente para tal movimiento pues se ha terminado en un “mito colonialista martirológico”, por el que se consideraba siempre como víctimas a los pueblos del Tercer Mundo y por lo tanto ello ha dado cabida a la actitud caritativa de colmarlos de “ayudas”, ya que se los consideraba como de la misma dignidad, pero que éstos, -y aquí conviene acotar que él tiene principalmente en vista a la inmigración islámica en su país- es como si se hubieran tomado la manga del brazo que se les ofrecía con tanta generosidad y, en vez de agradecer, pretenden destruir a la propia civilización, tomando tal actitud generosa como un acto de debilidad. Claro que en este caso, lo interesante a resaltar es en primer término que él en ningún momento se refiere a la colonización española de América, sino a la que actualmente efectúan los países del Primer Mundo sobre el Tercero. Frente a lo cual la actitud correcta que él propone es la de “responsabilizar a los pueblos pobres” por lo que les pasa. Y nos agrega en un tono muy conmovedor “No podemos siempre llorar y pagar (sic) por ellos”. A este señor tan desinformado surgido del riñón de tal escuela, como el Sr. Massot aquí en la Argentina, aunque éste último por razones geográficas y “culturales” no se anime a tanto y sólo se atreva a decirnos que la política de Bush es “muy sana”, habría que acotarle que las empresas francesas Telecom, Edenor y tantas otras, para referirnos tan sólo a su país, no solamente no nos pagaron nada, sino que, gracias a los suculentos contratos contraídos bajo el régimen de Menem-Cavallo y gracias a la delictiva paridad cambiaria por éstos implantada, multiplicaron sus ganancias a ritmos inverosímiles como no podían obtenerse obviamente en el propio país, sino exclusivamente en los del Tercer Mundo “martirizado”, gracias a lo cual y por las ingentes divisas que han ido religiosamente girando a su país de origen, el Primer Mundo hoy dispone del bienestar que tanto lo entusiasma a Faye. Pero sin embargo concedámosle el hecho de que es cierto que debemos asumir nuestra responsabilidad por los desgobiernos que sistemáticamente han participado de tal saqueo, pero ello no exime la de tales empresas de su participación en el accionar delictivo. Es cierto que para la economía liberal la ganancia desproporcionada no es delito, ¿pero por qué siempre debemos ajustarnos a los inmorales cánones de tal ideología de mercaderes?
De todos modos, de la lectura de su texto, acotemos que resulta indudable que cuando Faye habla del Tercer Mundo atrasado, lo que lo aflige principalmente es el problema del Islam y de su secuela europea cual es el fenómeno inmigratorio ante el cual sus colegas de la ND, debido a su diálogo y blandura producto de su relativismo cultural, se han demostrado ineficaces para enfrentar correctamente. Pero al respecto su vuelco ha sido de 180º, incurriendo en una postura francamente extremista y “globalizadora” que le hace decir sin más que con el Islam, menos que con cualquier otro, no se puede para nada ser pluralista pues por su actitud agresiva quiere “hacer de cada iglesia una mezquita”. Es decir que es dable de destacar aquí que él se ha pasado de los postulados de la ND a los sustentados por el politólogo yanqui Huntington en tanto considera la existencia de un choque de civilizaciones entre el Primer Mundo, cuyo principal exponente son USA y Europa junto a Rusia y el Tercero, representado principalmente por el Islam. Y al respecto critica también el exacerbado paganismo de la ND que ha terminado granjeándose las suspicacias de sectores católicos, los cuales, no obstante su “igualitarismo”, podrían ser muy útiles para la cruzada antiislámica que nos propone.
No cabe duda entonces de que el Islam representa para él el principal enemigo del Occidente, concordando en ello con Bush, Berlusconi y Tony Blair. Ante lo cual no hesita en formular una verdadera autocrítica respecto de su pasada actitud. Así es como afirma que “Porque hemos creído demasiado en el relativismo cultural, no nos atrevemos a afirmar la superioridad de nuestra civilización”. Aunque sería interesante a destacar aquí que cuando él se refiere a “nuestra civilización” por supuesto que no se trata del Occidente tradicional, el cual por sus principios no discreparía con el Islam también tradicional, sino que no cabe duda alguna de que es al mundo moderno al que se refiere, por más que haya un pretendido intento de valorizar el pasado tradicional, lo cual pretende hacerlo a través del uso de la curiosa palabreja arqueofuturismo. Término éste de su propia producción y que lleva el título de su obra en donde confunde ilegítimamente lo arcaico con lo tradicional al que intentaría conciliar con lo futuro que no representa otra cosa para él sino los “logros” obtenidos y por llegar por obra de la ciencia y la tecnología moderna “desigualitaria”. Ello lo enuncia también cuando llega a decirnos que hay que conciliar a Evola con Marinetti, el fundador del movimiento futurista en el arte. En realidad no se trata sino de una deformación de lo dicho por los dos pensadores. Ni lo arcaico sustentado por F. es equivalente a la Tradición primordial de Julius Evola, ni el futurismo y el culto de una acción heroica incondicionada, sustentado por Marinetti, tienen su correlato en el desenfreno tecnológico del mundo moderno que defiende nuestro autor.
No es de extrañar entonces que con tales postulados F. se oponga a sus antiguos camaradas de la ND en la valoración que hace de los USA. En razón de la nueva antitesis asumida, USA no representa ya más para él “el enemigo” al que hay que combatir incondicionalmente, sino apenas “nuestro competidor”. Es decir, aquel con el cual se participa de un mismo espíritu y con el que en todo caso se compite en paridad de principios para ver quién es el que alcanza la hegemonía. Él en el fondo está convencido de que Europa, siempre junto a Rusia, de cuyo papel enseguida hablaremos, logrará desplazar a USA de su rol hegemónico.
El pluralismo cultural de la ND ha sido sustituido entonces por la teoría del choque de civilizaciones de Huntington. Pero en tanto de lo que aquí se trata es de un “europeo” en una guerra de “competencia” con el coloso del Norte, él nos propone que, en aras de ganar tal combate, pensando siempre desde los intereses de su continente, se trataría de hacerlo más poderoso agrandando sus fronteras a través de la inclusión de Rusia, posiblemente porque limita con su propia geografía, aunque no se entiende por qué, en tanto de lo que se trata aquí es de una misma pertenencia hemisférica, no extiende un poco más sus pretensiones también a los mismos USA los cuales a su vez, por Alaska y el estrecho de Behring, lo hacen con Rusia. Y ello podría ser factible en tanto ambos regímenes comparten el mismo espíritu moderno, por lo que no sería contrario a su esquema el de unir en una gran federación que tenga como referencia al hemisferio norte en su totalidad.
Pero por otra parte en relación a esto último hay un planteo complementario que quisiéramos hacer. Cuando tales sectores afirman por ejemplo, y ya refiriéndonos a un caso en particular como el del reciente conflicto de Ucrania: “somos conscientes de la necesidad histórica que Europa tiene de integrar a la Federación Rusa para sacudirse el dominio del Sistema único del mundo occidental, cuyo mamporrero son los Estados Unidos” (declaración del Movimiento Social Republicano de España, corriente adherida a tal ideología), ellos no hacen más que manifestar una inveterada costumbre surgida en Europa luego de la derrota del 45, la de tener que depender siempre de otra potencia para poder ser. En este caso, salir de la hegemonía norteamericana para lanzarse a los brazos de la rusa. Agreguemos también que la adhesión a Rusia por parte de Faye y sus seguidores tiene otro sentido a destacar. Partiendo siempre de la tesis de Huntington respecto del choque de civilizaciones, ellos concuerdan también con éste cuando resaltan la política del ministro Putin como mucho más “realista” que la de los sucesivos gobiernos de Norteamérica y de Europa, los cuales se encuentran todavía demasiado influidos por la ideología igualitaria, no comprendiendo así que existe un gran enemigo común ante el cual, los que apenas son “competidores” y adversarios, deben dejar a un lado sus diferencias menores para actuar de manera coordinada. El gran enemigo no deben ser nunca las potencias del Primer Mundo entre sí, sino las fuerzas destructivas del Tercero, representado en manera cruda por el fundamentalismo islámico a través de su terrorismo irracional. Si el enemigo principal que “nos ha elegido a nosotros” es el Islam, entonces Norteamérica y Europa deben cesar en su obtusa actitud de apoyar a los rebeldes chechenios para dañar a Rusia y encuadrarse en cambio abiertamente de su lado. El fundamentalismo islámico se fortalece justamente por esta debilidad expresada por los gobernantes del Primer Mundo que aun respiran de los vapores igualitarios del iluminismo del estilo de Fukuyama, según el cual los hombres y los pueblos gozan todos de los mismos derechos, de que no existen civilizaciones amigas y enemigas. Enfrascados en una rencilla interna determinada por prejuicios ideológicos, cuando no por meros intereses económicos mezquinos o hegemonías, ellos olvidan así lo esencial que es la guerra de civilizaciones. Es por ello que, sea Putin como también Sharon de Israel, con mucho más realismo que ideología, llamaron a votar por Bush en las últimas elecciones en tanto que de los dos candidatos era el que más se aproximaba al esquema de Huntington de incondicional antagonismo con el Islam y que consecuentemente a su vez figuras como Massot en nuestro suelo, del mismo riñón que Faye, califiquen como “sana” y “realista” a su política.
Digamos finalmente que el planteo de Eurasia o Eurosiberia formulado por Faye no sólo nos resulta verdaderamente indiferente y ajeno, sino que además deseamos que tal bloque nunca se constituya, de la misma manera que nos hubiese gustado que no se hubiese formado nunca esa federación que fueron los Estados Unidos del Norte. Y digamos también que menos aun nos importa para nada quién en tal “competencia” llegue a ser más poderoso, si la utópica Eurasia de Faye, Parvulesco y Steuckers o los USA, sino cuáles son los principios que se sustentan, qué tipo de civilización es la que se impone, la moderna, de la cual participan unánimemente los bloques antes mentados, o la tradicional, que no nos cabe duda alguna de que se encuentra más próxima al fundamentalismo islámico.
El problema propio de figuras como Faye es que ellos piensan como “europeos” y no como tradicionalistas, en tanto por supuesto que no lo son. Por lo tanto resulta obvio entonces que en los mismos, en tanto priman intereses étnicos y geográficos por encima de principios e ideas, o mejor aun participan de la ideología moderna y burguesa para la cual los intereses priman sobre los principios, el peligro no sea Norteamérica, sino el Islam. Así pues, si mientras que con este último la lucha debe ser sin concesiones y de ser necesario acudir al exterminio, tal como muchos de sus colegas lo han manifestado en relación a los chechenios o a los talibanes afganos, con el primero en cambio, “tenemos que proyectar una lógica de pacto y de cooperación frente a la amenaza principal”. Ahora bien ¿en qué consiste esta amenaza? Para ello según él hay que salir una vez más del esquema pluralista de la ND y comprender de una vez por todas que la globalización no es una sola, sino que hay dos que hoy en día son posibles, pues no sólo USA sino también el Islam es globalizador. Esto es, se trata aquí de dos concepciones del mundo que ambos quieren imponer, pero la norteamericana resulta mucho mejor que la islámica y más afín a la “europea”, pues mientras que esta última nos hunde en el atraso cultural y es tercermundista, la primera en cambio nos aporta el progreso tecnológico de un mundo extraordinario por venir en donde los nacimientos podrán ser programados y lo que es mejor se podrá alcanzar un ser humano inmortal a través de técnicas sucesivas de trasplantes y otras delicias tecnológicas que nos enumera detalladamente a lo largo de toda su obra. Es decir que la globalización norteamericana, si bien igualitaria y masificadora en sus principios, en cambio por sus efectos, los relativos a los extraordinarios progresos tecnológicos alcanzados, está negando en la práctica tales principios. Y en sus perspectiva hasta nos puede crear un universo virtual, “más verdadero que el verdadero” que nos podrá entregar un mundo futuro paradisíaco y de Jauja en donde todas nuestras fantasías pueden llegar a ser realidad. (Recordemos al respecto el oficio erótico confesado por el Sr. Faye, persona muy posiblemente entrada en años, y enseguida comprenderemos el por qué de sus preferencias). En cambio el Islam es igualitario en todos sus sentidos pues por su origen semita y totalitario pretende instaurarnos un mundo anacrónico y atrasado del cual nadie podría escaparse, siendo así por lo tanto el gran enemigo que podría llegar a impedirnos disfrutar de esta verdadera fiesta por venir.
La gran alianza que propone con Norteamérica debe lograr, a través del influjo euroruso, quitarle a aquella nación ese sentido mesiánico e igualitario que la ha constituido y que, por tales razones, no es capaz de ver el problema en su plenitud, como en cambio lo ha hecho muy bien Huntington, aunque afortunadamente hoy con el despliegue cada vez mayor de la ciencia moderna tal inconveniente tiende cada vez más a desaparecer. Una vez que se liberen del mesianismo de origen judeo-cristiano, los norteamericanos deberían entender que no hay que imponerle a todo el mundo su propia concepción y que la misma ha sido contradicha por su misma praxis. Si no alcanzan a hacerlo van a sucumbir y ser sustituidos en el papel hegemónico por “Eurasia”. A los pueblos del Tercer Mundo hay que dejarlos vivir en su atraso medieval y querer impedírselo sería por otra parte un imposible.
Todo esto se comprenderá mejor el día en que nos hayamos liberado del fundamentalismo islámico, pues ello nos permitirá percibir que existen pueblos que quieren vivir en el atraso y a los cuales hay que dejarles que así sea, respetando sus arcaísmos, si es que de tal manera consideran que son felices. Tan sólo hay que enfrentarlos cuando éstos intentan salir de sus fronteras y pretenden hacer de la propia condición un ideal globalizador, tal como es el caso del fundamentalismo islámico. La gran oportunidad que se presenta es que es la primera vez en la historia en que pueden llegar a subsistir comunidades medievales cuyos integrantes mueren naturalmente y comunidades altamente tecnificadas que en cambio se regeneran ilimitadamente alcanzando así la inmortalidad. He aquí pues el arqueofuturismo en donde todos podrían llegar a ser felices, mientras que nadie se moleste recíprocamente. El pluralismo ha sido suplantado así por el dualismo de civilizaciones que coexisten sin interferencias recíprocas y divididas estrictamente por ambos hemisferios.
En realidad si las cosas fueran así como nos las pinta Faye muy seguramente una sociedad tradicional no tendría problema alguno en dejar que otra de carácter moderno se sature de consumismo y tecnología y despliegue su propia concepción a voluntad. Pero lo que sucede es que lo que Faye soslaya o por ingenuidad o por ignorancia es que no es tanto que hasta ahora Norteamérica o Europa hayan querido imponernos gratuita e idealistamente sus puntos de vista para hacernos felices, sino que la “felicidad” de ellos se construye únicamente a través de nuestra expoliación e intromisión en nuestros territorios. Por lo cual cuando ellos le impiden a tales pueblos vivir de acuerdo a sus propias tradiciones, lo que hacen es obedecer a la lógica propia de toda sociedad moderna y consumista que es un despliegue ilimitado de las fuerzas materiales. En cambio cuando el fundamentalismo islámico propone en modo globalizado una humanidad menos tecnificada, el regreso de la mujer al hogar y la oración suplantando a un trabajo y entretenimiento desaforados, una vida no más entregada al confort y a la tecnología, es de este modo el que verdaderamente permite a todos una vida más llevadera pues es el que mejor obtiene organizarse en un mundo cuyos recursos siempre serán limitados y escasos. La hipertecnología que nos propone Faye sólo se construye a través de una hiperexplotación de los recursos de los países del Tercer Mundo.

Conclusión



Faye y Massot representan por caminos separados un mismo intento por superar la esterilidad del relativismo cultural de la ND a la cual pertenecieron. En los dos casos adhieren a una verdad universal y globalizada como contrapuesta a otra originada en el Tercer Mundo y expresada hoy en día agresivamente por el fundamentalismo islámico. Se diferencian tan sólo por la circunstancia geográfica. Faye pertenece a la Unión Europea y por lo tanto, debido a la prosperidad que rige en los países que la componen, cree sinceramente en que ésta con el tiempo podrá arribar a ejercer un rol hegemónico por sobre los Estados Unidos. Para ello piensa en un bloque geográfico más vasto que incluiría principalmente a Rusia. Sin embargo en ambos casos los principios son modernos. No es casual por lo tanto que llame a una alianza con Norteamérica para combatir al fundamentalismo islámico, el cual por el contrario manifiesta principios más cercanos al mundo tradicional.
Tal como dijera Evola, una verdadera derecha es aquella que se caracteriza por hacer primar los principios por sobre los intereses, los ideales por encima de la pertenencia geográfica, étnica o cultural; si lo que sucede es lo contrario, entonces nos encontramos con una izquierda. Por ello la antítesis a lo moderno de ninguna manera será lo “europeo”, como la alternativa sostenida por Faye, de la misma manera que entre nosotros no lo es el hecho de ser simplemente argentinos o, si queremos ahora entonar con los tiempos “duhaldianos” que corren, “sudamericanos”. Vale aquí lo mismo que dijéramos cuando se quiso instaurar un proyecto similar con el hoy a todas luces paródico MERCOSUR. Lo importante no es estar juntos, sino alrededor de cuáles principios se está. Por ello las categorías europeo, sudamericano u otros similares no son auténticas alternativas a lo norteamericano, sino que ambas por igual son partes integrantes de un mismo fenómeno cual es la modernidad. No se trata aquí de competir en el seno de la misma civilización, como sostienen coherentemente Faye y Massot, lo cual no significa otra cosa que sucumbir a su espíritu, sino de luchar incondicionalmente en su contra. Y no es que nos opongamos a alianzas o uniones, simplemente nos importa saber de cuáles se trata. Ante la unión establecida entre los gobiernos burgueses y modernos, sea de Sudamérica como de Europa y Rusia o Norteamérica, nosotros le contraponemos la unión entre los movimientos y personas afines en los principios tradicionales que pudiesen existir en todos los países de los que se trate. Ni la nación ni el continente son para nosotros límites, ni universos plurales, ni disyuntivas posibles que sustituyan aquella que para nosotros es la esencial cual es la que contrapone al mundo moderno con el mundo tradicional.

(Conferencia dictada el pasado 16-12 en Buenos Aires, en ocasión de clausurar las actividades del 2004)

martes, 27 de enero de 2015

GHIO: POLONIA: DE AUSCHWITZ A Szymany

AL CUMPLIRSE EN EL DÍA DE LA FECHA (27/01/15) LOS 70 AÑOS DE LA CAPTURA DEL CAMPO DE AUSCHWITZ A MANOS DE LOS RUSOS, EFEMÉRIDES QUE HA SIDO BAUTIZADA COMO EL DÍA DEL HOLOCAUSTO, HEMOS QUERIDO TRAER A COLACIÓN UN ARTÍCULO NUESTRO DE HACE OCHO AÑOS EN EL CUAL RELATÁBAMOS LA EXPERIENCIA DE NUESTRA VISITA AL LUGAR.


Guerra de civilizacionesPOLONIA: DE AUSCHWITZ A Szymany 


Mi estancia en Polonia

Circunstancias especiales hicieron que hace poco más de un mes me hallase en Polonia, a pocos km. de la hermosa localidad de Cracovia, en Owiecim, en alemán y mundialmente conocido como Auschwitz.
Polonia ha sido un país históricamente excepcional en el siglo pasado y al parecer continúa siéndolo aun en nuestros días. Por causa de Polonia en 1939 el mundo fue a la guerra durante casi seis años y del resultado de tal contienda infernal se establecieron las fronteras del planeta. Fue en tal país también en donde se gestó ese movimiento popular y cristiano que profundizara el comienzo de la caída del comunismo y hoy en día es en Polonia en donde se encuentra el principal santuario en que se asienta todo nuestro sistema democrático impuesto por los vencedores de 1945: el “campo de exterminio” de Auschwitz.
Fue hacia allí donde me conduje impulsado por la curiosidad de tantos años de propaganda, noticiosos y demás manifestaciones respecto de tal “vergüenza para la humanidad toda”. Basándome en aquel dicho de que quien explica complica, o al menos interfiere con una visión objetiva de la realidad, me propuse ir por mis propios medios al lugar y prescindir de cualquier tipo de relato complementario que se me hiciera. Es decir dejar que fuera el mismo lugar el que me hablara y develara sus secretos.
Al llegar a la estación de Owiecim tuve que hacer una caminata de al menos 2 km. hasta arribar al lugar aludido. Debo confesar que en la misma entrada hubo algo que me asombró sobremanera. En la Europa en donde todo se cobra, hasta para ir al baño o para ingresar a una iglesia, Auschwitz era el único lugar del continente con entrada gratuita. Más aun, había una verdadera catarata de excursiones guiadas desde todos los lugares del planeta para llegar hasta allí y ser por supuesto “asesorado” por guías que en forma también gratuita hablaban en todos los idiomas. Raudamente inicié el recorrido por ese espacio tan vasto compuesto de una gran multiplicidad de construcciones. Pero mis sorpresas fueron aumentando a medida que caminaba. En primer lugar yo estaba acostumbrado a ver en las películas los barracones de madera con prisioneros que padecían tremendos sufrimientos por el clima y el hacinamiento. Pude constatar en cambio que todas las construcciones que allí había eran de ladrillo a la vista, de treinta centímetros de espesor, perfectamente aisladas de la humedad, a una altura sumamente adecuada respecto del piso y además todas ellas contaban con más de una estufa con chimenea que calefaccionaba esos ambientes.
En segundo lugar yo venía con la idea que me había inculcado la propaganda aliada de que cuando se ocupó Auschwitz se hallaron cosas tan aberrantes como jabones hechos con la grasa derretida de los judíos cuyos cadáveres se incineraban, o que un guardián del mismo tenía una pantalla de luz hecha con la piel de una de sus aludidas víctimas. Nada de todo eso aparecía en los diferentes “museos” del campo. Simplemente lo que allí había eran los antiguos pabellones de prisioneros acompañados de fotos y distintas documentaciones con nombres y apellidos de personas de diferentes nacionalidades (cada país tenía su propio pabellón) que habían estado en ese lugar. Era monótono ingresar a todos porque los datos eran reiterativos, pero aun aquí me llevé algunas sorpresas. Por ejemplo, en el italiano se indicaba que en el campo habían ingresado 45.000 personas de tal país, de los cuales sólo 8.000 eran judíos.
Pero había algo que me interesaba ver sobre manera: las famosas cámaras de gas y los hornos crematorios. También aquí tuve una gran frustración. En ese campo no había cámaras de gas, sí en cambio pude ver un horno crematorio en una edificación especial que no tenía grandes dimensiones y que no era muy diferente de lo que podía ser el horno de una panadería. Hice varios recorridos para constatar si se me había escapado el detalle de las famosas cámaras de gas, pero una y otra vez no las pude encontrar. Estaba por retirarme cuando el destino quiso que justo mientras salía me cruzara con un grupo de españoles acompañados de una guía polaca que hablaba en nuestro idioma. Me propuse sumarme a ellos con la finalidad de extraer la información respecto de lo que había pasado con las famosas cámaras de gas. No podía irme de allí sin tener noticias de ellas. El grupo estaba compuesto en su mayoría por jubilados que se indignaban y escandalizaban por las cosas que la guía les iba contando. Por supuesto que ellos tampoco veían nada que los pudiese espantar. Yo me iba acercando a la guía a fin de poder en algún momento recabarle alguna información. Hasta que llegamos a una habitación en donde ya había estado y en la que se encontraba una gigantografía de una conocida foto en donde se mostraba a un nutrido grupo de judíos que con cara de espanto se dirigían hacia un determinado lugar. Era gracioso ver como varios de los turistas se hacían fotografiar con esa imagen tan deprimente posando en modo tal como si ellos formaran parte de ese grupo. Fue allí que la guía explicó que se trataba de judíos que iban “engañados a la cámara de gas”. Entonces fue que le pregunté cómo podía ser, si las cámaras de gas eran duchas y el engaño consistía en que los llevaban a tal lugar, que fueran con valijas como se veía en esa foto. Me insistió que ello era porque se los engañaba. Pero entonces ¿por que esas caras de espanto que allí se veían? Rápidamente me cambió la conversación y agregó que el total de judíos muertos en las cámaras de gas de Auschwitz había sido un millón trescientos mil y que las víctimas iban a las cámaras acompañadas por otros judíos que los engañaban respecto del lugar hacia donde se dirigían. Allí yo le acoté que se trataba de los famosos juden rat, es decir de guardianes judíos que eran peores por su crueldad que los mismos alemanes nazis. Según la guía en cambio se trataba de buenas personas que querían evitarles un disgusto a sus compatriotas en el momento de morir. “Me parece en verdad que es al revés de lo que nos dice, le acoté. Si ellos hubieran sido solidarios con los suyos deberían haberlos alertado del mal que les esperaba y aunque sea en la desesperación hubieran podido ensayar una resistencia antes de dejarse conducir como corderos al matadero”. Allí fue donde la guía estalló en cólera. “¿Pero a qué vino Ud. acá?” “Yo vine a aprender. Para escandalizarme no preciso viajar 30.000 km. Puedo hacerlo en mi casa”. “Bueno sepa Ud. que en Polonia había 3 millones de judíos antes del nazismo”. “Y cuántos quedan ahora?” “Seis mil”. Y a renglón seguido sin que le preguntara nada, como si la traicionara el inconsciente, me agregó: “Pero son los que ocupan los cargos principales en la vida económica del país”. A todo esto los españoles ya habían reconocido mi origen argentino y comenzaron a mirarme con desconfianza. “Claro, dijo uno de ellos, Uds. dieron hospitalidad a los nazis”, como hallando una explicación a las preguntas capciosas que yo hacía. “Efectivamente, del mismo modo que otros países como Rusia y EEUU, con la diferencia de que nuestros nazis no fueron exitosos como los de ellos. El nazi Von Braun fue en Norteamérica uno de los inventores de la bomba atómica, en cambio nosotros nos ligamos sólo nazis de segunda como Richter que fracasó en todos los intentos por producirnos una”. Y allí fue que, aprovechando el silencio que se había hecho a mi alrededor, le pregunté a la guía respecto de las cámaras de gas que no había visto. “Es que las destruyeron todas cuando entraban los rusos para que no quedaran huellas”, me contestó. “Pero acá no vi ninguna ruina ni nada que se le parezca”. “Bueno, me dijo ya molesta y como queriendo sacarme de encima. Si tiene ganas de ver unas váyase a Birkenau, que está a 5 km. de aquí. Allí va a ver las ruinas y se va a convencer”.
Me fui rápidamente de allí buscando ese destino. En el camino fui musitando cosas que dejé sin contestar. De niño me habían dicho que en Auschwitz los judíos muertos habían sido 4 millones, la última cifra que se me había dado hace dos años se había reducido a la mitad, ahora ella la disminuía a 1 millón trescientos. Esperaba estar vivo para poder algún día llegar a Auschwitz con la cifra oficial que figura en sus archivos recientemente develados: 50.000 muertos por todo concepto.

Mi visita a las “cámaras de gas”

Al fin, luego de una larguísima caminata he llegado a Birkenau, también conocido como Auschwitz II. El espectáculo no es muy diferente del anterior campo. Se trata solamente de una superficie mucho más grande que el anterior. Con seguridad fue construido en medio de la guerra para ubicar a la ingente cantidad de prisioneros hechos por los alemanes. Pude ver allí, aunque en un grado muy menor, a las famosas barracas de madera. Efectivamente, debido a la intensidad del conflicto bélico, no hubo tiempo de hacer todas las construcciones de material y hubo que acudirse entonces a las de madera. Pero aun así las mismas cumplían con las condiciones mínimas de habitabilidad. Pude ver también un pabellón en el que se decía que ponían a los judíos a los cuales se quería hacer morir. Sin embargo el mismo era también de material y con estufas como los otros. Finalmente luego de mucho caminar pude dar con las ruinas de las que me hablaba la guía.
Las observé con mucho detenimiento puedo decir que eso no se trataba ni de un horno crematorio ni tampoco de cámaras de gas. Por supuesto porque no solamente no había rastro alguno de las famosas duchas, sino porque lo llamativo (ver foto) era que nos hallábamos con una losa de hormigón de al menos 30 cm. de espesor y forrada con ladrillos refractarios, por lo que con más posibilidad lo que allí había era una fábrica para la construcción de armamentos. Ello con seguridad era hecho pues se trataba de una zona rica en minerales y además con la disposición de un verdadero ejército de trabajadores esclavos, a los cuales no se quería hacer morir sino explotar en su capacidad productiva. Por otra parte la presencia de judíos en esas instalaciones hacía prácticamente invulnerable la fábrica a los bombardeos. Efectivamente, a pesar de haber habido fábricas de armamentos, Auschwitz nunca fue bombardeada por los Aliados. Además de ello llamaba la atención que justo en ese lugar terminaban unas vías de ferrocarril que habían sido construidas especialmente para que llegaran hasta allí. Indudablemente para transportar prisioneros no era necesaria una construcción semejante pues era suficiente con hacerlos caminar o llevarlos en camiones. Era indudable además que para que tal fábrica de armas no cayera en manos de los rusos la misma fue destruida, cosa que en cambio no se hizo con el horno crematorio del primer campo. Pues si de lo que se trataba era de borrar pruebas como se dice, habría que explicar también por qué ese fue dejado en pie.

Conclusiones

No soy nazi porque repudio la democracia. Y es de recordar que fue una elección democrática la que llevó al nazismo al poder. El nazismo, que ya no existe, es nada más que el anatema que nuestros demócratas nos endilgan hoy en día como castigo a todos aquellos que no compartimos su religión. Para ellos todos los que no somos democráticos somos forzosamente nazis y más aun lo seríamos si negamos su dogma complementario: el de las cámaras de gas y de los seis millones de judíos gaseados. Esto en la Argentina todavía lo podemos decir, si viviéramos en Europa, la Inquisición democrática nos enviaría a prisión. Un autor ex comunista y convertido al islamismo nos ha dicho que el dogma del holocausto es el mito fundacional del Estado de Israel. Yo lo corrijo: es el mito fundacional de la democracia, como en nuestro caso lo es el de los 30.000 desaparecidos. “Si nuestro sistema no existe, nos dicen los demócratas cuando empezamos a rezongar por sus sucesivos fracasos y corrupciones, el destino que nos espera son 6 millones de gaseados, las cámaras de gas o los 30.000 desaparecidos”, de acuerdo a la importancia del país.

He regresado a Auschwitz para reparar en un detalle fundamental, en una leyenda que se encuentra en la entrada del primer campo y que por supuesto a todos les ha pasado desapercibida en su significado en tanto que no les ha resultado chocante y que es para mí en cambio lo más repudiable del nazismo. Allí se dice que el trabajo hace libres. Y es ello lo que nos delata la sustancia de su totalitarismo. Es de recordar que el nombre originario del partido de Adolfo Hitler fue Partido Obrero Alemán, que luego se modificó por Partido Obrero Nacional Socialista, pero en todos los casos la condición de proletario fue ensalzada por oposición a lo burgués caracterizado como lo opuesto al trabajo y como tendencia hacia el ocio. Cuando en verdad lo que nos debe oponer al burgués, del mismo modo que al proletario, es en cambio su materialismo compartido. El nazismo siempre tuvo un desprecio por los intelectuales. Fue de Goebbels la expresión famosa de que “cuando te topes con un intelectual nunca olvides la pistola” y el campo de Auschwitz como los otros fue en sus comienzos concebido como un lugar de reeducación a fin de que los prisioneros políticos por el trabajo se alejasen del ocio que les producía las utopías ideológicas contrarias a su sistema. Es indudable que esta idea de que el trabajo redime al hombre es compartida por las demás ideologías vencedoras de la guerra, liberalismo y comunismo. Este último incluso elaboró una mística del trabajo a través del stakhanovismo y en nuestra cultura el yanqui fue concebido por nuestros liberales vernáculos como el arquetipo del trabajador por contraposición a nuestro ocioso gaucho. La ideología de los trabajadores común a todas las cosmovisiones modernas es el trasfondo último de Auschwitz que se opone a la Tradición. Para ésta en cambio el trabajo aliena y no libera. La Biblia lo concibió como un castigo originado en el pecado y los griegos lo consideraron como algo inferior propio sólo de esclavos y no de hombres libres, en tanto producto de la oscura necesidad. Como bien dijera J. Evola, “porque el griego despreció el trabajo es que también despreció al esclavo y no al revés”. Este nazismo esencial de la civilización moderna y materialista jamás será repudiado, sino por el contrario compartido. Por ello Auschwitz sigue en pie.

Pero no me he ido aun de Polonia, tierra trágica y eje de los grandes conflictos de nuestra historia. Pude constatar también una serie de cosas curiosas. En Polonia mientras la tiranía nazi duró sólo cinco años, la comunista en cambio lo hizo por 45. Sin embargo sus principales ciudades están repletas de recordatorios de la primera y nada en cambio de la segunda...
Aunque a decir verdad el comunismo y el nazismo son ya cosas del pasado en tales tierras. No así el mundo globalizado, la nueva forma de nazismo, o ideología del trabajo, hoy imperante. Los métodos son parecidos a los de otrora. Mientras visitamos apaciblemente Auschwitz y nos indignamos, a pocos kilómetros de allí, en Szymany funciona la cárcel, ya no tan secreta, de la CIA, el “sitio negro” en donde son transportados los mujaidines prisioneros de la guerra santa, capturados en todos los países en donde combaten contra el sistema moderno. A diferencia de sus pares de Auschwitz, ellos no han tenido la posibilidad de convertirse en “libres” trabajando, nunca recibieron una visita de inspección de la Cruz Roja, como en cambio sucediera con su par en 1944 hallándoselo como un sitio que cumplía con las condiciones normales de un centro de detención, sino simplemente han sido torturados hasta la muerte, tal como nos acaba de señalar un informe del Consejo de Europa. Hasta ahora son 39 los “desaparecidos”, cifra por supuesto muy inferior a los 6 millones de “gaseados”, pero, tal como me habría contestado la guía polaca ante mi objeción por las cifras. “Aunque sea uno sólo siempre se trata de un crimen aberrante”.

Marcos Ghio
Buenos Aires, 11-06-07

martes, 20 de enero de 2015

GHIO: YO NO SOY NISMAN

YO NO SOY NISMAN


Pero tampoco soy Timmerman. Es claro que de lo que se trata aquí es de una pelea entre judíos, las cuales son habituales y virulentas y vienen desde los antiguos debates en el Sanhedrín. Pero lo triste y lamentable, y que explica por otro lado la decadencia de nuestro país, es que sea el ‘gobierno’, como la ‘oposición’ representen dos cosas por igual inexistentes en la república Argentina ya que ambos se han estructurado a la sombra de las internas que hoy existen en el Estado de Israel. Es decir, lo triste y lamentable de nuestra situación es que si hoy queremos comprender la política argentina debemos prestar atención a las pujas entre los dos bandos que disputan en el seno del sionismo: los progresistas cuyo antecedente se encuentra entre nosotros en el papá de Timmerman quien, luego de vivir en Israel durante el gobierno militar, denunciara la fascistización de tal país y los derechistas del Likud que hoy gobiernan sea Israel como el Mossad y respecto de los cuales era ostensible que Nisman les respondía. Lo que diferenciaba a este último sector del primero era en el fondo una cuestión táctica que tenía que ver con el siguiente interrogante: ¿cómo hacer para que el Estado de Israel siga existiendo y no desaparezca, tal como desean muchos sectores, no solamente del mundo musulmán?  Los progresistas manifestaban que había que conciliar con los moderados del mismo y evitar así que todos se agruparan en su contra aislando así a los extremistas. En cambio los derechistas manifestaban que si hacían tal cosa daban señales de debilidad y hacían así que los moderados se volviesen radicales pues la mejor forma para ganar era mostrarse implacables e intransigentes. Esto es lo que explica que a pesar de que Irán ha manifestado varias veces su intención de respetar la continuidad de tal Estado, el sector derechista recele de tal actitud y considere que deba considerarlo siempre como un enemigo irreconciliable tratando de hostigarlo pues ésta sería la única forma de mantenerlo inactivo. Esta es la razón por la cual es inculpado del atentado contra la Amia el que bien sabemos fue hecho como represalia por el accionar del régimen traidor de Menem en contra del mundo musulmán, pero lo que el sector derechista intentó hacer fue sacar provecho del mismo para inculpar al régimen iraní en tanto lo consideraba como el más peligroso de todos.
Los progresistas en cambio dicen que no es así que el gran enemigo es el sector sunita fundamentalista representado por el Isis y Al Qaeda y que Irán puede llegar a ser un aliado invalorable en tal lucha. Que si lo confrontamos haríamos así que ‘los dos lobos se terminen uniendo en nuestra contra’.
Por eso yo considero que en realidad tenemos que estar en contra de los dos: de Nisman y de Timmerman, de la oposición y del gobierno, es decir en contra del sionismo en cualquiera de sus manifestaciones.

Marcos Ghio

GHIO: EN RESPUESTA A UN PRETENDIDO DEBATE MILÁ-DUGIN SOBRE EL ISLAM

EN RESPUESTA A UN PRETENDIDO DEBATE MILÁ-DUGIN SOBRE EL ISLAM



Se me ha solicitado una opinión sobre un artículo escrito por Enesto Milá de pretendida crítica a Dugin sobre el Islam, pero quiero decir que en realidad los mismos están de acuerdo en lo esencial y lo dice expresamente Milá cuando pone su eje en combatir al fundamentalismo islamico al cual califica, lo mismo que Dugin, como un instrumento de los norteamericanos utilizado para destruir a regímenes que según ellos serían solidarios con Europa o con Eurasia, utilizando aquí el término más pomposo del segundo. Lo cual es verdad pues los regímenes vencidos por la primavera árabe eran funcionales a tal contexto cultural y 'geopolítico'. De eso mismo se encargó de decirlo el mismo Gaddafi quien antes de ser abatido por una revolución popular suplicó a sus mandantes que lo siguieran dejando en el poder pues sólo gobernantes como él podían garantizar que Europa no se viera invadida de inmigrantes africanos y que Israel pudiese seguir existiendo como Estado. Algo parecido y en forma más silenciosa sucedió con Mubarak en Egipto y con Ben Alí en Tunez. Y es de  destacar que si bien en sus comienzos tales regímenes fueron apoyados con el transcurso del tiempo se aceptó y hasta se llegó a impulsar su derrocamiento en la medida que se pensó erradamente que, del mismo modo que en el caso de los gobiernos militares latinoamericanos, su existencia iba a terminar siendo contraproducente pues al impeir el triunfo de la democracia en tal región promovería en cambio el surgimiento de regímenes fundamentalistas hostiles al 'mundo occidental'. Pero una vez que se vio que con su caída llegaba lo peor, incluso electoralmente  y en forma democrática, como el caso egipcio en donde triunfó la Hermandad Musulmana, inmediatamente se trató de remediar el problema impulsando un nuevo golpe de Estado esta vez con el gral. Al Sisi. Y en Libia, al verse que tampoco está triunfando la democracia como se creía se ha comenzado a desarrollar allí también un nuevo moviiento golpista con un ex colaborador de Gaddafi, el gral. Haidar. Y fenómenos similares los podemos ver en Siria, en Irak, en Afganistán, en África, etc. Sostener que tales movimientos son impulsados por los EEUU no resiste el menor análisis a la luz de los resultados. En los 13 años desde que el fundamentalismo iniciara la guerra en contra del mundo moderno la situación de éste, respresentado por Europa, Rusia, China y los mismos EEUU, está mucho peor que antes y esto puede verse en todos los niveles, sea militar como económico. Por eso ante estas derrotas ostensibles EEUU ha cambiado su estrategia, ya ha renunciado a implantar la democracia en el mundo islámico resignándose a aceptar la existencia de tiranías como últimos bastiones en la lucha en contra del fundamentalismo. Y esto se lo vio en el día de ayer cuando se dijo que se entrenaba en Siria a una fuerza rebelde, pero no para combatir a Assad, sino al EStado Islámico. Y no quiero seguir abundando pues los ejemplos a dar son aluvionales y los esquemas de los pseudorivales dugin y milá hacen agua por todos lados.
Pero lo que diría que es lo más interesante del artículo es que por fin y con honestidad intelectual Milá se declara como no evoliano, tal como habíamos creído hasta ahora, aunque por fin lo reconoce. Esperamos que esto también suceda con otro de sus amigos, Alcántara y el grupo de españoles que lo circunda. MIlá nos dice que Evola se equivocó en considerar al Islam como tradicional porque en realidad más que esotérico sería supersticioso, posiblemente esto también lo deba decir respecto del cristianismo. Yo quiero decir al respecto que si existe algo antitradicional en el mundo es justamente el universo que defiende Milá. Él convoca a defender Europa en contra de la islamización que califica como bestial y supersticiosa utilizando hasta el mismo léxico que los Le Pen. Sin embargo es exactamente al revés, un Estado como el Europeo que ha expulsado a Dios de su sustancia es la cosa más bestial y supersticiosa que pueda existir. Y es de lamentar que Europa, tanto en su izquierda como en su derecha más extrema como la de Le Pen, haya asumido el laicismo, es decir los ideales de la revolución francesa. Y lo grave del caso es ver que las fuerzas religiosas que allí existen, tales como el paganismo y el cristianismo acepten tales cosas en función de una lucha en contra de una pretendida islamización del continente. Desde mi punto de vista el problema principal de Europa y del mundo no pasa por el Islam sino por el laicismo, por la modernidad, por el hecho de que se haya expulsado a lo sagrado del orden social y en el mejor de los casos se lo haya reducido a un plano interior de la conciencia. Tal como se ha expresado en el apoyo multitudinario europeo a los cartonistas franceses encargados de desacralizar aun más al mundo. Nadie sostiene que Europa se tenga que hacer musulmana sino que se considera que el principal enemigo de Europa no es el Islam sino los ideales modernos impuestos por la Revolución Francesa y la presencia del Islam, aun en su forma 'supersticiosa' que tanto le molesta a Milá, puede ser una ayuda indispensable para despertar nuevamente lo sagrado presente en sus dos grandes formas religiosas, el paganismo y el cristianismo. Al respecto no está de más agregar que existe una diferencia esencial entre la religiosidad aria y la semítica. En lo ario lo humano está íntimamente asociado con lo divino, los dioses allí tienen forma humana y el Dios uno sustentado por el cristianismo es también humano en la forma del Hijo. Para el semita en cambio el abismo ontológico entre ambos es absoluto. Pero son dos formas diferentes de vivir un mismo fenómeno religioso que no afectan lo esencial, de allí que Evola sostuviera la unidad trascendente de las grandes religiones. Las religiones son múltiples y diferentes del mismo modo que los son las razas y las lenguas pero son una sola cuando se trata de hacer frente al enemigo común que es el mundo moderno para el cual existe un mundo sin Dios y sin lo sagrado. Por eso para nosotros a diferencia de Milá nuestro enemigo no es el Islam sino el mundo moderno al cual él defiende al haber asumido como él dice la causa de Europa. Nosotros a esta Europa no la queremos del mismo modo que tampoco queremos un Islam o un cristianismo o un paganismo moderno. El antagonismo sigue siendo pues como decía Evola entre modernidad y tradición, con independencia de razas, religiones o etnías. Como nunca es válido el principio evoliano de que nuestra patria es la idea y no la etnía a la que se pertenezca.

Marcos Ghio

miércoles, 7 de enero de 2015

RAMÍREZ: LA ESCALERA DESCENDENTE

LA  ESCALERA  DESCENDENTE

     

     Hoy día la palabra corrupción está en todas las bocas y en todos los niveles sociales. Se habla de corrupción en el gobierno, en las instituciones, en las empresas, en los sindicatos, en el deporte y en todas las actividades de la vida social. Nadie la defiende pero muchos la practican y se ha constituido en algo habitual en la vida diaria.
     Todos dicen que hay que combatirla pero no se dice cómo, más allá de invocar un vago moralismo o de aplicar el rigor de las leyes, y como no se conoce el origen y las causas profundas de la corrupción no se acierta en los remedios.
     Para precisar la cuestión diremos que la corrupción consiste en la entrega o la aceptación de dinero o regalos para obtener un trato favorable o beneficio, especialmente si es injusto o ilegal. También podemos decir que consiste en la degeneración de la moral o las costumbres y que se encuentra en acelerado aumento día a día, en una escalera descendente hacia niveles cada vez más bajos.
     Únicamente viendo la cuestión desde el punto de vista tradicional se pueden determinar las causas de la corrupción. En las sociedades tradicionales toda la actividad social estaba orientada hacia lo trascendente, lo sagrado, lo divino, hacia Dios. Lo superior impregnaba a toda la sociedad y la corrupción tenía entonces sus límites en una concepción metafísica y religiosa de la vida. Gobernaba la realeza sacra.
     Al aumentar la decadencia y establecerse el gobierno de las aristocracias guerreras todavía estaban vigentes valores de honor, de dignidad, de cumplimiento de la palabra empeñada, de sinceridad, de ir de frente, de valentía y coraje.
     Con el advenimiento del tercer estado, el de la burguesía, ya es necesario aplicar en forma creciente leyes represivas para tratar de combatir la corrupción. Es el reino del dinero y de la usura, del creciente materialismo y por lo tanto el terreno apto para la corrupción, junto con la pérdida de toda concepción trascendente y religiosa de la vida.
     Quedan todavía, por inercia, pautas morales y de costumbres que paulatinamente van perdiendo su eficacia, como también la pierden la religión, la familia y la educación.
     Finalmente nos encontramos en la época actual en donde ya se han roto todos los diques. El individualismo se enseñorea de la sociedad y se destruye todo el tejido social. Ahora nos encontramos en la época de los parias que se guían únicamente por sus apetitos materiales en todos los niveles en que se ubican: gobiernos, instituciones, empresas, educación, sindicatos, intelectualidad. Ya las leyes no sirven porque no se cumplen, puesto que se aplicación está en manos de ellos. Ahora sí reina la plena corrupción bajo el amparo de la sacrosanta democracia y los falsos derechos humanos en una sociedad que se orienta hacia el consumismo y el disfrute de la vida en sus aspectos más materiales.
     Esta escalera descendente es el caldo de cultivo de toda corrupción y ante ella son inútiles las quejas y lamentos por la corrupción imperante, máxime si se insiste al mismo tiempo en mantener la democracia, en la cual la necesidad de los políticos de obtener votos facilita toda compra de voluntades con el consiguiente tráfico de prebendas, subsidios, coimas y “tasas de retorno”.
     A diferencia de otros tiempos la corrupción ya se ha incorporado al hombre común como una segunda naturaleza. Por ello los tradicionalistas evolianos debemos concentrarnos en la búsqueda de los pocos que resisten de pie entre las ruinas. Únicamente una concepción tradicional de la vida y del mundo impuesta por una casta de guerreros podrá revertir la situación.

San Carlos de Bariloche, 15 de diciembre del 2014.

JULIÁN  RAMÍREZ