viernes, 23 de abril de 2021

México: tiempos de pandemia y cosas peores, por Francisco Galarza

México: tiempos de pandemia y cosas peores



Dicen que un aniversario es buen momento para reflexionar sobre el camino andado, y si bien hace tiempo que no escribíamos sobre nuestro país, ya es momento de hacerlo. Quisimos esperar para ver actuar al actual gobierno, y desafortunadamente no nos equivocamos, cuando hace 3 años anticipamos que si el Peje ganaba, sería el peor presidente del país en los últimos 100 años. Y no es un logro menor, hemos tenido un elenco muy extenso de pésimos presidentes. El 13 de agosto próximo, México cumple 500 años (no tenemos 10 mil años de existir como dijo el presidente hace un par de años), y no podría ser un aniversario mas mediocre y lleno de problemas. El gobierno actual está haciendo que el país se vaya literalmente por el inodoro.

México tiene muchas cosas favorables y positivas, sin embargo, consideramos que debemos señalar algunos puntos, que resaltan de entre los que pueden ser calificados como altamente negativos.

En lo que va del siglo XXI, puede decirse que el país solo ha ido cuesta abajo. Ni siquiera ha sido capaz de afrontar con firmeza sus problemas mas serios, como son corrupción, impunidad, inseguridad, la tristemente célebre guerra contra el narco, entre varios puntos. Si a lo anterior le agregamos, un desarrollo económico apenas mediocre los últimos 60 años y un sistema educativo que es una vergüenza por cielo, mar y tierra, todo junto -decimos-, puede explicar, al menos en parte, el auténtico estado de postración e indolencia en que se encuentra el país.

El otro gran elemento que nos falta mencionar es por supuesto, el religioso, que se ha vuelto mayormente una especie de consuelo sentimental para la mayoría de la gente. Y aunque estamos de acuerdo en que es mejor tener una herencia religiosa sólida, que el pueblo mexicano sea mayormente guadalupano, también lo hace fundamentalmente pasivo y lunar. Por cierto, este año, se cumplen 490 años de las apariciones de la V. de Guadalupe.

Desde el año pasado que inició la pandemia por todos conocida, se hicieron evidentes los puntos flacos del gobierno en particular y del país en general para hacerle “frente” al covid. Al principio todo mundo muy disciplinado siguiendo las indicaciones y recomendaciones de las autoridades. Pero como normalmente pasa aquí, y como se dice vulgarmente, solo fue “llamarada de petate”, una respuesta entusiasta que duró muy poco. ¿El resultado? Aunque México representa poco menos del 2% de la población mundial, tiene el 7% de los fallecidos totales por esta pandemia, solo atrás de EUA y Brasil.

En junio habrá una oportunidad de cambio menor. Habrá elecciones de medio término, y una de dos, o la gente de forma abrumadora decide no votar y rechazar este sistema, o al menos, votar por candidatos independientes, sin nexo alguno con partidos políticos, pues todos los partidos políticos son una verdadera basura.

Si México quiere sobrevivir al S. XXI sería conveniente que mire hacia atrás, su mejor época, cuando era la Nueva España, y al menos había congruencia y consecuencia entre su herencia prehispánica y española al ser una civilización Tradicional y Jerárquica, con una religión funcional, y no esta penosa ruina democrático-liberal que tiene a mas de la mitad del país en la pobreza y a la otra mitad luchando por no sumarse a la primera mitad, gobernados por un partido que está formado por los

peores desechos de los demás partidos, porque lo único que les importa es vivir a costillas del erario público.

En un mundo al revés y en caos, México cuenta con la suficiente herencia tradicional para reencontrar un camino a la Normalidad. Falta ver si tiene la voluntad para ello.

Francisco Galarza

Abril 18, de 2021.

viernes, 16 de abril de 2021

VICTORIA TALIBÁN

VICTORIA TALIBÁN





Vocero talibán Haji Hekmat

EEUU, a través de su presidente Biden, acaba de disponer el retiro de tropas de Afganistán luego de la invasión efectuada al mismo hace casi 20 años, habiéndose convertido así en la guerra más larga llevada a cabo por tal país invasor.

En el día de ayer, en referencia a tal tema, la agencia informativa BBC entrevistó a un importante líder talibán cuyos conceptos esenciales aquí vertimos. "Nos recibe Haji Hekmat, el alcalde en la sombra de los talibanes en el distrito de Balkh.


Perfumado y con un turbante negro (es decir indudablemente no se trata de alguien que viva en las sombras o la clandestinidad) , es un miembro veterano del grupo, que se unió a los militantes en la década de 1990 cuando gobernaban la mayor parte del país.


Los talibanes han organizado una demostración de fuerza para nosotros. Alineados a ambos lados de la calle hay hombres fuertemente armados, uno con un lanzagranadas propulsado por cohetes, otro con un rifle de asalto M4 capturado a las fuerzas estadounidenses. Balkh fue una vez una de las partes más estables del país; ahora se ha convertido en uno de los más violentos. (Tal como vemos, los talibanes campean a su antojo y ahora se encuentran gobernando en lugares en donde antes de la llegada de los norteamericanos ni siquiera habían llegado)

Baryalai, un comandante militar local con una reputación feroz, señala en el camino, "las fuerzas del gobierno están allí en el mercado principal, pero no pueden dejar sus bases. (es decir se encuentran totalmente acorraladas) Este territorio pertenece a los muyahidines".

Es una imagen similar en gran parte de Afganistán: el gobierno controla las ciudades y pueblos más grandes, pero los talibanes los están rodeando, con presencia en gran parte del campo.

Los militantes afirman su autoridad a través de puestos de control esporádicos en carreteras clave. Mientras los miembros de los talibanes se detienen e interrogan a los automóviles que pasan, Aamir Sahib Ajmal, el jefe local del servicio de inteligencia de los talibanes, nos dice que están buscando personas vinculadas al gobierno."

Es decir que el movimiento talibán es el poder efectivo que hoy existe en el país siendo el presidente títere y los distintos gobernadores impuestos por los jonies simplemente  alcaldes de la ciudad de Kabul y de otras pero con absoluta incapacidad de gobernar efectivamente a la propia nación. La conclusión que saca el entrevistado es finalmente la siguiente "Ganamos la guerra, ahora nos toca gobernar plenamente el país". En pocas palabras fueron padecidos 20 años de invasión, pero ni a palos se aceptó la democracia, el peor de los sistemas posibles, que querían implantarles los norteamericanos y los 59 países satélites que los acompañaron en tal tropelía. De ninguna modo iban a aceptar aquel sistema por el cual se suplanta la soberanía de Dios por la de esa masa anónima y sin alma que es el pueblo.

Lo acontecido en Afganistán nos remite forzosamente, en razón de la similitud de objetivos, a lo acontecido en nuestro medio hace exactamente 39 años en nuestra guerra de Malvinas en donde también el Occidente degenerado llevó a cabo una cruzada militar para reimplantarnos y en forma multiplicada esa misma democracia infame que se quiso imponer vanamente a los afganos. Lamentablemente en la Argetnina se precisaron apenas 2 meses y medio de guerra para que el sistema moderno, con la ayuda inigualable de la iglesia de Wojtila, nos impusiera tal siniestro sistema que aun hoy soportamos en forma multiplicada. Allí está la diferencia, el talibán no tuvo el inconveniente de una iglesia güelfa que confundiera a Dios con la paz a cualquier precio.

jueves, 15 de abril de 2021

¿El tradicionalismo del siglo XXI? A propósito de un best-seller reciente, por Matías Grinchpun

¿El tradicionalismo del siglo XXI? A propósito de un
best-seller reciente




Benjamin R. Teitelbaum, War for Eternity. The rise of the far right and the return of Traditionalism, Nueva York, NY, Allen Lane, 2020.

Aunque sea virtualmente desconocido para el público hispanohablante, Benjamin R. Teitelbaum (n. 1983) es un destacado investigador y periodista estadounidense. Por empezar, sus credenciales académicas son intachables: especialista en etnomusicología y profesor asistente en la Universidad de Colorado Boulder, se ha formado en instituciones de la Ivy League como Brown y Harvard, pasando asimismo por el prestigioso Conservatorio Real de Estocolmo. A este notable currículum debería añadirse una intensa actividad pública, en tanto su firma puede hallarse en artículos aparecidos en medios tan gravitantes como The Atlantic, The New York Times y Los Angeles Review of Books. Resulta oportuno, por no decir afortunado, que un estudioso de este calibre haya consagrado su habilidad y tiempo a la exploración de las derechas que, un tanto genéricamente, podrían rotularse como “anti-sistema”. Dicho interés es evidente en su opera prima, Lions of the North (2017), adaptación de una disertación doctoral sobre el submundo del neonazismo, el neopaganismo y el metal escandinavos.1 Otro tanto puede decirse sobre su segundo libro, War for Eternity (2020), enfocado en el silencioso ascenso de algunos “tradicionalistas” hasta llegar a influenciar las más altas esferas de la política rusa, brasileña y estadounidense. En otras palabras, su hipótesis principal es que Aleksandr Dugin, Olavo de Carvalho y Steve Bannon no sólo estarían bajo la égida intelectual de pensadores como René Guénon y Frithjof Schuon, sino que dichas lecturas habrían nutrido los ambiciosos planes de estas figuras. Esta reseña no pretende sumarse a las que han discutido dicho planteo,2 sino que aspira a evaluar un aspecto secundario pero no menor del trabajo: cómo trata la figura y el pensamiento de Julius Evola.

Los méritos intelectuales de Teitelbaum se ven reflejados en la obra, cuyas virtudes no son pocas. Por un lado, la formación etnográfica le permitió recuperar la “historia interna” de los círculos, organizaciones y figuras que abordó. Como él mismo aclaró en una nota preliminar, “estoy entrenado en un método de investigación académica donde los estudiosos observan, interactúan con y, a veces, viven entre la gente que estudian por períodos extendidos de tiempo, siendo una meta central la empatía: entender e interpretar los modos en que ven el mundo” (p. 9). Cercanía que habría propiciado una cierta fascinación: al explicar su motivación, el autor confesó que, además de “miedo y alarma”, estaba “la emoción del descubrimiento y las lecciones incorporadas por desenterrar complejidades más profundas en lugares donde sólo esperaba encontrar una brutal chatura” (p. 15). Desde ya, tal perspectiva no impide que los criterios axiológicos y los juicios ideológicos del investigador se filtren frecuentemente en la prosa, pero sí libera a las premisas de la sorna y burla que planean sobre otras aproximaciones.

Por otra parte, la importancia conferida a la observación conduce a otra fortaleza, como es la variedad –y, en algunos casos, también la calidad– de las entrevistas realizadas. En este sentido, la avasallante presencia de Bannon es un producto de las casi veinte horas de conversación entre el autor y el malogrado asesor de Donald Trump. Menos extensos y profundos son los intercambios con otros referentes de las extremas derechas como Dugin, Olavo y Jason Jorjani, ex editor del sello Arktos, aunque éstos también contribuyen a vertebrar la narración. Si no se puede desmerecer el corpus documental reunido por Teitelbaum, la savia de su pesquisa son sin lugar a dudas las entrevistas. Esto se debe, en no menor medida, a que los encuentros son relatados de forma apasionante, con descripciones y secuencias que oscilan entre la novela y el periodismo gonzo. Un giro quizás esperable, dado que la exploración involucró el diálogo directo con hombres excéntricos, recelosos y elusivos, con los cuales llegar a hablar fue en ocasiones una aventura tanto o más apasionante que la charla propiamente dicha.

La veta etnográfica también podría vincularse con el conocimiento que Teitelbaum, a diferencia de muchos colegas suyos, tiene del tradicionalismo. Esto se debe no sólo a la lectura de Guénon y Evola, sino a que su aproximación no fue superficial, cínica ni socarrona. Así, al definir lo que estos pensadores y sus seguidores buscaban, apuntó que

aspiraban a ser todo lo que la modernidad no es –unirse con todo lo que creen son estilos de vida y verdades trascendentales, eternas, antes que perseguir el “progreso”. Ciertos Tradicionalistas convierten sus valores en un sistema de pensamiento más allá del velo de lo que cuenta como la política moderna de izquierda o derecha: algunos incluso dicen que está más allá del fascismo. Consecuentemente, si ha tenido un influjo en el pensamiento de actores anti-inmigración, populistas y nacionalistas de derecha, lo ha hecho incómodamente (p. 17).

Puesto de otro modo, no habría una fusión simplista con el nazismo, sus seguidores de posguerra ni las “derechas radicales”, sino una explicitación de las asincronías y desencuentros. Es así que el estudioso define ajustadamente qué entienden estas corrientes por Tradición y describe con solvencia su visión de la Historia.

¿Y Evola? A juzgar por la portada de la edición de Penguin, que coloca una imagen del barón al mismo nivel que Guénon, Dugin y Bannon, su papel debería ser central. Sin embargo, War for Eternity le concede un lugar mucho más modesto: sería un “sucesor polémico” del autor de La crise du monde moderne, controversial por propugnar la restauración de una “Europa nativa” a la que asociaba con las poblaciones blancas y “arias”. En esta línea, las fases observadas por el metafísico francés se traducían para el aristócrata en un proceso de decadente homogeneización, tanto en el ámbito sociocultural como en el racial (pp. 20-1). De hecho, para Teitelbaum no sería accidental que “cuando el Tradicionalismo incursionó en política, casi siempre lo hizo en o cerca de la compañía de ideólogos raciales” (p. 233). Desde ya, podría plantearse que esta interpretación sólo es válida si se restringe la mirada a Imperialismo pagano (en especial, a la versión alemana de 1933) y a ciertas secciones de Rebelión contra el mundo moderno, ya que en textos aparecidos tanto antes como después de la Segunda Guerra Mundial pueden recabarse caracterizaciones positivas de persas, japoneses y comanches, entre otros –al decir de Oswald Spengler– “pueblos de color”. No obstante, el etnógrafo se muestra más sensible a los matices en otros puntos, como al precisar que el aristócrata romano “nunca se unió al Partido Fascista, y fue cuando mucho una influencia menor en su ideología” (p. 39). El movimiento liderado por Benito Mussolini podía ser un “comienzo prometedor”, pero también “demasiado populista, demasiado materialista […] y demasiado alineado con la Iglesia Católica” como para contar con el apoyo de Evola (p. 81).

Teitelbaum afirma que, reparos mediante, un cauto optimismo habría invadido al barón en el período de Entreguerras: quizás los regímenes guerreros que estaban emergiendo en Italia y Alemania podían revertir el curso de la Historia, retrotraer (o avanzar) la Edad Oscura a la Era de Oro. La estrepitosa derrota del Eje en 1945 habría dado por tierra con estas esperanzas, y convertido al Evola de posguerra en un fatalista empedernido. Reflejo de esta actitud sería la parábola asiática a la que aludía Cabalgar el tigre, detrás de la cual se hallaría la secreta esperanza de que los “hombres diferenciados” pudieran ver un nuevo amanecer. Aquí podría hallarse otra opinión basada en una lectura parcial del romano: si su pesimismo es insoslayable, no debería olvidarse que el libro aludido había sido publicado en 1961, pero compuesto –como han señalado Christophe Boutin, Paul Furlong y Francesco Cassata– en paralelo a Los hombres y las ruinas, donde se proponía una vía alternativa a la apoliteia. En efecto, los antimodernos también podían optar por constituir una orden, dedicada no sólo a preservar la Tradición en las tinieblas del Kali-Yuga, sino a gravitar sobre partidos políticos e instituciones estatales.

Más allá de las múltiples relaciones que establece, War for Eternity admite que el influjo de Evola sobre Bannon sería, en el mejor de los casos, débil: salvo algunas alusiones espaciadas, el estadounidense no habría podido precisar qué volúmenes había leído, ni qué había sacado en limpio de ellos (p. 39). De ahí que no sorprendiera la vaga definición que daba del Tradicionalismo: “el rechazo de la modernidad, el rechazo de la Ilustración, el rechazo del materialismo” (p. 70). Aun así, el viejo gerente ejecutivo de Breitbart News Network habría logrado desarrollar un “post-Tradicionalismo”, focalizado no en brahmanes y kshatriyas sino en los sudras. Mientras las castas superiores habrían traicionado sus principios, las clases trabajadoras y campesinas estadounidenses habrían devenido la reserva moral y la columna vertebral del país (pp. 69-70). A diferencia del italiano, el ascenso en la escala espiritual y axiológica –de lo material a lo espiritual– no quedaría circunscripto para Bannon a los estamentos superiores, sino que sería una vía abierta técnicamente a todos. Y, en las postrimerías del ciclo, el camino sería menos escabroso para las masas que para las elites: el dinero que les faltaba a las primeras le permitiría a las segundas hundirse en un hedonismo desenfrenado. Tanto ese desplazamiento social como la premisa de una “iniciación democrática” marcarían un corte profundo con Evola, cuyo pathos aristocráticos es una de las constantes que pueden hallarse a lo largo de su obra. No obstante, la voluntad de revertir las eras –uno de los sentidos ocultos del celebérrimo Make America great again– sería un elemento que Evola (antes de la guerra) y Bannon habrían compartido.

War for Eternity postula que estas elucubraciones heterodoxas no habrían sido fruto del estadounidense, sino de Olavo de Carvalho, cuya influencia sobre el gobierno brasileño se juzga mucho más fuerte que la alcanzada por el norteamericano aún en su apogeo. En efecto, este astrólogo –catapultado a la fama por las redes sociales– habría llegado a rechazar un cargo en la administración de Jair Bolsonaro, recomendando en cambio a un tradicionalista como Ernesto Araújo para encabezar el Ministerio de Relaciones Exteriores. Sin embargo, aquí tampoco sería fuerte la impronta evoliana: en una cena organizada por Bannon en Washington, Olavo le habría dicho a Teitelbaum que el italiano “estaba completamente loco. Quería derrocar a la Iglesia para así poder crear un nuevo paganismo europeo. ¡Ja! Pero es tan divertido de leer. Su libro sobre alquimia (¿La tradición hermética?) es genial. Todos ellos podían escribir bellamente. Ningún ateo puede escribir tan bellamente como ellos podían” (p. 146). De todas maneras, no deja de ser sugerente que haya arribado al frente de Itamaraty un académico capaz de discutir con fluidez el pensamiento de Guénon y sus discípulos.

Más firme sería el lazo con Dugin, quien habría al aristócrata en idioma original durante los años finales de la Unión Soviética, en las colecciones de la Biblioteca Estatal Vladimir I. Lenin de Moscú (p. 44). Habría empezado aquí un sinuoso camino hacia el poder, en tanto este intelectual habría fusionado el Tradicionalismo con otras corrientes como el “euroasiatismo”, respondiendo al interrogante sobre el lugar de la Rusia post-soviética con la propuesta de un “orden multipolar” que resistiera la ola igualadora proveniente de Estados Unidos. A través de sus textos y conferencias, Dugin habría difundido las doctrinas evolianas en Europa Oriental: de acuerdo con Teitelbaum, tanto el antiguo líder del partido húngaro Jobbik, Gábor Vona, como su eminencia gris, Tibor Baranyi, habrían cimentado su discurso antisemita, anti-gitano y nacionalista en el corpus evoliano. El ruso también habría estado en contacto con John Morgan, responsable de la traducción de algunas de las principales obras del barón al inglés a través de su sello editorial, Integral Tradition Publishing (luego absorbida por Arktos).

Ahora bien, compartir lecturas y hasta filosofías no habría implicado una asociación automática. Por el contrario, la obra está plagada de reyertas, desde una encendida discusión entre Dugin y Olavo en Internet hasta la suspicacia generada por “luminarias” de la alt-right como Richard Spencer. No sólo faltaría una “ortodoxia política”, sino que habría lugar incluso para ciertas miserias: según Teitelbaum, el principal obstáculo para una “alianza tradicionalista” entre el ruso y Bannon era la enemistad entre sus financistas, es decir el Partido Comunista Chino y el magnate anticomunista Guo Wengui, respectivamente.

Más allá de sus falencias, imprecisiones y exageraciones, no puede negarse que War for Eternity es el producto de una ardua e incisiva investigación, además de ser un libro bien escrito y, por momentos, atrapante. De todas maneras, su mayor aporte es otro: es el ensayo de un autor mainstream que no caricaturiza el Tradicionalismo, sino que intenta comprenderlo en sus propios términos. No deja de ser sugestivo que su “mundo ideal”, en vez de ser desestimado como un delirio de trasnochados, sea considerado un proyecto posible:

Es un mundo de escalas reducidas, de esferas políticas comprimidas, y de objetivos radicalmente diferentes. Sin imperios, sin entidades trasnacionales dominantes conspirando fuera de la vista y el control de la gente promedio. En su lugar, un mundo de naciones o civilizaciones; de enclaves limitados […] cada uno basado en algo que debería alinearse con sus fronteras robustas: su pueblo. ¿Y qué es un pueblo? Un pueblo es distinto de otros pueblos; un pueblo comparte un pasado así como un futuro, manteniendo alianzas con ambos. Ellos poseen una esencia, una forma espiritual y cultural de ser, que trasciende el tiempo (p. 234).



1 Benjamin Teitelbaum, Lions of the North. Sounds of the new Nordic Radical Nationalism, Nueva York, NY, Oxford University Press, 2017.


2 Reacciones críticas al libro pueden encontrarse en Luke Harding, “War for Eternity by Benjamin R. Teitelbaum review – Starstruck by Steve Bannon” en The Guardian, 5/6/2020, disponible en bit.ly/2PRSxqy y Andrew Moravcskik, “War for Eternity: Inside Bannon’s far-right circle of global power brokers” en Foreign Affairs Nº 5, Vol. 99, Septiembre-Octubre de 2020, disponible en fam.ag/31XBB4N.

INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA DE IMPERIALISMO PAGANO

En tiempo cercano se editará en España para el público de tal país una edición de Imperialismo pagano con nuestra traducción. Como anticipo de la misma publicamos aquí la nueva introducción aportada.

INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA DE IMPERIALISMO PAGANO




Hace 20 años exactamente se editaba por primera vez en nuestra lengua, en la República Argentina, la primera edición de Imperialismo Pagano, texto escrito por Evola en 1927. Hoy, a casi un siglo de su aparición, lo reeditamos, pero esta vez en España, gracias a un esfuerzo especial de Ediciones EAS que ha adquirido los derechos de traducción.

Habiendo transcurrido tanto tiempo desde nuestra primera Introducción y aprovechando este nuevo y fundamental evento, pasaré a reseñar la importancia esencial que vuelve a adquirir como nunca esta obra excepcional.

Imperialismo pagano es un texto clave para comprender la teoría política de corte tradicional. En el mismo se exalta la forma del Imperio como lo contrario exacto de la Democracia, régimen imperante en la modernidad, en donde el poder, en vez de emanar de lo alto como en el primer caso, proviene de lo bajo, del pueblo, y el que gobierna por tal situación se encuentra a su vez limitado en el ejercicio de su libertad y función.

Para la tradición el Estado no es simplemente el organismo que tiene por fin administrar a una nación, esto es, el encargado de asegurar que sus habitantes llenen adecuadamente su vientre y no colisionen entre sí en el contraste entre sus diferentes intereses, tal como concibe la modernidad, sino en cambio se trata de un ente pontifical cuya función es la de transformar al hombre de mero individuo en persona, esto es, de simple sujeto gregario, apegado a los fenómenos vitales y a la búsqueda de la felicidad vacuna, al de ente espiritual proyectado hacia lo que es más que mera vida, es decir propiamente hacia la dimensión metafísica. Se concibe así que la existencia del hombre no está reducida a la simple temporalidad y a la materia, sino que se dirige hacia lo eterno y espiritual, siendo el Estado, en la figura del Emperador, encarnación de lo divino en este mundo, el encargado de dirigirlo hacia tal fin. Por ello era inconcebible suponer que aquel que por su función es más que mero hombre tenga su poder limitado por otros quienes le indican o corrigen en lo que debe hacer, menoscabando así su función divina y celestial, es decir aquello que es propiamente gobernar.

Lamentablemente tal paradigma tradicional de gobierno que existiera en la antigua Roma y fuera recreado luego en el Medioevo con el Sacro Romano Imperio Germano Cristiano, por la decadencia moderna, cayó sucesivamente en una serie de deformaciones de tal idea cuales fueran y son las distintas formas aun vigentes de imperialismo (de allí que Evola se corregirá más tarde por haber elegido como título de esta obra a este último término) que significa el ejercicio de un poder absoluto e ilimitado, tal como aconteciera en el Imperio tradicional, pero desgajado de su fin esencial de pontífice, llegando incluso a tomar el elemento religioso en forma distorsionada y al servicio de apetitos personales de poder por parte de un tirano. Es decir se trata de un poder que del Imperio tan sólo conserva su vestigio exterior y formal pero que carece del carisma espiritual que tuviera en la forma tradicional, convirtiéndose en un modo estereotipado de dominio puramente material, tal la idea del Estado como el que ejerce el monopolio de la fuerza, pero limitada a una esfera puramente física.

El fracaso sucesivo del sistema democrático, tal como percibimos ahora en forma clara y nítida en medio de esta catastrófica pandemia, ha hecho que algunos por primera vez se fijaran en la obra de Julius Evola, como un autor verdaderamente alternativo, de allí la difusión lograda a través de la publicación de sus obras en los últimos tiempos en diferentes lenguas y en especial en la nuestra. Esta peligrosa irrupción, para el moderno y sus mentores, los ha obligado a tomar medidas de contención y defensa ante la posibilidad inminente de su disolución y ante el surgimiento y aceptación de la única doctrina alternativa existente al caos hoy vigente. Fue así que el premier israelí Ariel Sharon, ante la visita que le efectuara un ex lider fascista a fin de hacer las paces con el sionismo, le efectuó a éste la indicación perentoria de combatir con todos los medios a su alcance la herencia de Julius Evola y de su influjo doctrinario. Ante las precisiones solicitadas al respecto, habría indicado que lo esencial es acudir a un proceso de confusión e hibridez, es decir mezclar su doctrina con otras contrarias a fin de hacerla inofensiva y por lo tanto inutilizarla.

Presenciamos así en nuestros días, bajo este signo mentor, la aparición de Evola como filósofo inspirador de distintos movimientos imperialistas, es decir deformadores del ideal imperial y romano, como el del ideólogo Dugin que lo ensalza como inspirador del avance por el mundo del imperialismo ruso, representado hoy por Putin, olvidando así todas las indicaciones precisas que el maestro italiano formulara respecto de tal ideformación que se remontaba más allá del mismo comunismo. En el otro extremo el ideólogo Bannon, promotor a su vez del imperialista Trump en los Estados Unidos y que ha intentado hacer pié, exaltando a la figura de Evola, en territorio europeo y en ambientes mal calificados como de derecha pero que en el fondo no lo son.

Es de esperar que la publicación de esta obra fundamental de Julius Evola ayude a disipar todo intento distorsionador que ha querido hacerse en el afán constante de impedir el retorno del hombre a la normalidad, esto es, a la Tradición lisa y llana en donde quien gobierna es alguien casi como de otra naturaleza y los gobernados son seres capaces de sentir con su presencia el aliento del más allá.




Marcos Ghio


Buenos Aires, 15 de abril de 2021.




sábado, 10 de abril de 2021

EL FORTÍN Nº 99 (ENERO-MARZO 2021)





Nº 99 (Enero-Marzo 2021)


LA PANDEMIA Y LA DEFENSA DE LA DOCTRINA TRADICIONAL  
En sucesivas emisiones la Agencia Kaliyuga ha retornado a la palestra con el formato de video, cuyos links aquí reproducimos, sustentando la línea esencial que nos diferencia de otros nucleamientos y figuras mal llamados tradicionales o de derecha en relación al tema de la pandemia y a otros. Se sostiene aquí un contraste preciso con personas conocidas en nuestro medio intelectual como Dugin, Alcántara, Gonzalo Rodríguez, Slavko Zizek, así como se toma posición ante el debae libertario entre Gloria Alvarez y Agustín Laje.
https://www.youtube.com/watch?v=cSNQ_Y2UCfM
https://www.youtube.com/watch?v=y40_OVm6SIo
https://www.youtube.com/watch?v=sKocrb5Mji8
https://www.youtube.com/watch?v=C2UlDEVNEM0
https://www.youtube.com/watch?v=iTYCbgkFyKk


LA PARODIA DE QANON Y TRUMP
SOLUCIONES ANTE LA PRIMERA PANDEMIA UNIVERSAL
TRUMP Y GOLDWATER
EL VIAJE DE UN PAPA IMPOSTOR
UN VISIÓN DISTINTA DEL ISLAM DESDE EL ATEÍSMO


DE SECRETARIO A PRESIDENTE, O 35 AÑOS DE LIBERALISMO
EL PERONISTA PAPA
QUIEN ROBA A UN LADRÓN TIENE 100 AÑOS DE PERDÓN


El problema de las Conspiraciones
La Iglesia Romana y el Papado hacia el final del camino
por Francisco Galarza (México)
SÍNCOPE DE LA CIVILIZACIÓN POSMODERNA POR EL VIRUS PANDÉMICO
por JUAN CARLOS CASALINO ANTEZANA (Perú)