IV- INICIACIÓN Y SUPERHUMANISMO
Los incesantes debates
que hemos debido sostener con la expresa finalidad de separar al pensamiento
evoliano de las distintas expresiones del nazismo, tal como ilícitamente se lo
ha venido haciendo durante tanto tiempo, nos remiten nuevamente a un tema ya
tratado en su momento cuando refutáramos a un autor de dicha vertiente,
autocalificada además como ‘esotérica’, el muy conocido escritor chileno Miguel
Serrano (1). En este caso retomamos la misma idea a través
de un texto de Evola aparecido en su obra El
Arco y la clava (pgs. 109-132) titulado Acerca
del concepto de iniciación en donde se dice lo siguiente:
“Etimológicamente
“iniciar” significa poner un nuevo comienzo…., el presupuesto fundamental de la
iniciación es que la condición humana, con los límites que definen la
individualidad común, puede ser superada. Se trata de un cambio de estado, del
pasaje de un modo de ser a otro modo de ser, en el sentido más objetivo. Por
esto en algunos testimonios la iniciación es descrita casi como un hecho
físico, del cual debe subrayarse su
carácter real, ontológico. Puede servir para esclarecer el concepto de
iniciación la oposición entre “superhombre” e “iniciado”, en tanto tipos
humanos. El superhombre se ha presentado como el extremo sobredimensionamiento
y problematización de la especie “hombre”. En vez, en el nivel de los
principios, el iniciado no pertenece más
a esta especie. Si se tiene en vista la alta iniciación, se puede decir que
el “superhombre” pertenece a un plano prometeico (el hombre permanece tal, pero
busca, en forma prevaricadora, hacer propia una dignidad y un poder
superiores), mientras que el iniciado en
sentido propio pertenece a un plano olímpico (tiene como naturaleza propia
una diferente y legítima dignidad).
La teoría de que el ser presenta estados múltiples,
de los cuales el humano es tan sólo uno particular, es pues la premisa del
concepto de iniciación. Deben ser sin embargo
considerados estados del ser no sólo superiores, sino también inferiores a lo
que se define como la común y normal personalidad humana. Así pues es
concebible una doble posibilidad de apertura de esta personalidad, hacia lo
alto y hacia lo bajo; en correspondencia con ello, una superación “ascendente”
(conforme al sentido etimológico riguroso del termino trascender = “ir
más allá elevándose”) debe ser bien distinguida de una salida de sí
“descendente” 1.
Por tal razón
es que poco antes hemos hablado específicamente de “alta iniciación” y la
distinción aquí mencionada remite también a lo que hemos dicho en otros
capítulos sobre los pueblos primitivos delimitando un dominio particular. En
las iniciaciones tribales de los primitivos y también en sus iniciaciones de
las denominadas “clases de edad” nos hallamos en general en la dirección descendente.
El sujeto se abre a la fuerza místico-vital de la propia estirpe, se integra en
ella, la convierte en vida de la propia vida. O bien la integración puede
referirse a las potencias profundas que actúan formativamente en el organismo
en los diferentes períodos de la existencia. Lo que puede resultar para el
sujeto es que las nuevas facultades que él puede adquirir así implican sin
embargo casi siempre algo de colectivo, de subpersonal. No nos detendremos en
este caso, El mismo se nos presenta en formas típicas, por ejemplo, en el
totemismo y en algunas variedades de los cultos primitivos de los muertos.”
Este texto resulta de vital importancia para
refutar a tales corrientes de origen moderno y positivista, como la antes
aludida de Serrano, expresadas en obras
tales como Manú el hombre que vendrá,
en donde sostiene abiertamente que la meta de su doctrina, el nazismo
esotérico, no es alcanzar la dimensión de la trascendencia, sino a un
superhombre comprendido como un hombre que ha desarrollado todas sus
potenciales físicas latentes. De la misma manera también podemos decir que otras
vertientes del nazismo, que con más modestia no asumen tales pretensiones de esoterismo,
niegan también la dimensión de la trascendencia incurriendo en el totemismo, es
decir en la idea de que el individuo debe abrir su yo y resolverlo en la fuerza
místico racial de la propia estirpe, lo que tales sectores identifican con el
concepto de ‘memoria de la sangre’ que es una dimensión subpersonal opuesta sin
más al concepto de la trascendencia.
Resulta una
cosa obvia entonces que, en tanto estos
sectores niegan la existencia de una tal dimensión suprapersonal, también deban
sostener un rechazo abierto y absoluto hacia el fenómeno religioso que tiene en
común con el esoterismo iniciático el hecho de considerar a la misma como la
meta hacia la cual el hombre debe dirigirse. Los falsificadores habituales del
pensamiento de Evola, alguno de los cuales con una desfachatez apabullante,
dicen que nuestro autor rechaza la religión y que la considera como ‘OPUESTA’
(sic) a la iniciación tal como sostenía entre otros el mismo Serrano en su negación
absoluta del cristianismo y demás vertientes ‘semíticas’. En cambio es esto lo
que dice Evola a tal respecto:
“En un sistema tradicional completo religión e
iniciación son dos grados jerárquicamente ordenados, la relación entre los mismos es la que en el campo doctrinal es
expresada por los términos esoterismo y
exoterismo, simple fe y gnosis, devoción y realización espiritual, plano de los
dogmas y de los mitos y plano de la metafísica.”
Es cierto sin embargo que desde expresiones pertenecientes
a las grandes religiones ha habido intentos de contrastar lo religioso con lo
metafísico o esotérico, tal como por otro lado hacen los mismos
pseudoevolianos, sin embargo ello no ha abarcado a todos los casos pues “el islamismo conoce una tradición esotérica e
iniciática en el marco de la Sh’ya y como sufismo; el judaísmo tiene también
una tradición correspondiente en la Kabbala” y en otros textos formula
también tal posibilidad en el mismo catolicismo, en especial en su veta
gibelina. Es decir que no es verdad que haya habido un rechazo y oposición
recíproca entre el esoterismo y el exoterismo, sino en todo caso ha existido
una tensión dialéctica en tanto de lo que se trata es de una gran religión para
la cual desde un punto de vista exotérico es lícito que se formule un
exclusivismo fideísta, pero tal cosa se encuentra recompensada por la presencia
de expresiones esotéricas en lo alto.
Pero cuál es la diferencia entre lo esotérico y lo
exotérico, es decir entre la iniciación y la simple religión? Y en qué sentido
ambas dimensiones, lejos de oponerse, se
solicitan entres sí? Dice Evola:
“Podemos fijar sintéticamente el carácter
específico del horizonte propiamente religioso con respecto al iniciático
diciendo que el primero tiene como centro la concepción de la divinidad como
persona (= teísmo) y se encuentra definido por una distancia esencial,
ontológica, entre este Dios-persona y el hombre, en segundo lugar, en
consecuencia, por una trascendencia tal de admitir sólo relaciones de
dependencia, de devoción, cuanto más de transporte o éxtasis místico, quedando
firme el límite correspondiente a la relación Yo humano-Tú divino. La
iniciación tiene en vez como premisa la removibilidad
de este límite y el denominado principio de la “identidad suprema” cuya
contrapartida es una concepción suprapersonal del Principio Primero. Más allá
de Dios como persona se encuentra lo Incondicionado como una realidad superior
sea al ser como al no-ser y a cualquier imagen específicamente religiosa”. Es decir que la diferencia entre la religión y
la iniciación, o entre la fe y la gnosis, se encuentra en que en la primera se
mantiene el límite entre lo humano y lo divino, en la segunda en cambio el
mismo es superado en tanto el hombre alcanza plenamente el plano de la
trascendencia, pero en ambos casos, el esotérico y el exotérico, se acepta la existencia de tal dimensión
superior, cosa en cambio que no sucede con los superhumanistas.
Seguidamente luego de
analizar la obra de Eckart, un notorio místico cristiano esotérico, que no se encontraba
en oposición con el plano exotérico de su propia religión, llega a la siguiente
conclusión:
“La distinción esencial aquí indicada entre
horizonte religioso y horizonte iniciático, parecería sin embargo estar
afectada por el hecho de que también en
las religiones de salvación el fin parece ser la superación de la naturaleza
mortal y caduca.” Es decir que se trata de una distinción entre ambos planos y no de una oposición, a diferencia de lo que acontece con los superhumanistas del estilo antes
mencionado cuya meta es alcanzar y lograr un tipo de hombre superior, para la
religión en cambio (se entiende por supuesto gran religión), lo mismo que para el pensamiento iniciático la
meta común es la de superar la condición
humana mortal y caduca.
¿Pero cuál es el sentido de la relación entre lo
esotérico y lo exotérico? Veamos lo que nos dice el autor al respecto.
“La relación
entre iniciación y moral (lo cual se podría también
equiparar a la religión) desde el punto de vista
iniciático hace que en cada tradición debe distinguirse una parte que posee un
valor exclusivamente social y mundano, sirviendo como factor para refrenar al
animal humano, y una parte que está dirigida verdaderamente hacia lo alto,
hacia la trascendencia. La relatividad de los preceptos morales resulta en ambos sectores. En
efecto, en el primer caso los preceptos morales padecen, en las varias
tradiciones, concidionalidades étnicas e históricas que convierten en imposible
encontrar alguna cosa verdaderamente constante e invariable, por ende
intrínsecamente válida, en la múltiple variedad de las normas prescritas de
acuerdo a los tiempos y a los lugares.” Es decir que lo iniciático no es una
dimensión separada de lo exotérico sino que ambos planos se solicitan
recíprocamente con esta peculiaridad: que el plano exotérico, que incluye
religión y moral, en razón de las multiplicidades étnicas e históricas, es
mutable y variable de acuerdo a las mismas, en cambio el esotérico es uno, de
allí la famosa doctrina de la unidad trascendente e iniciática entre las
grandes religiones.
Y al respecto es una vez más contundente:
“A nivel iniciático vale aquello que un exponente
moderno de la corriente tradicionalista ha denominado “la unidad trascendente
de las religiones”, si bien a tal respecto el término “religión” tenga un
carácter demasiado restrictivo. Símbolos,
mitos, ritos, dogmas y enseñanzas varias revelan contenidos constantes, según
una identidad que no deriva de un proceso extrínseco de toma en préstamo y de
transmisión histórica, sino esencialmente de un común contenido metafísico y
acrónico. Siendo el punto de partida, en el caso del esoterismo, la
percepción directa, experimental de este contenido, las correspondencias que
pueden ser hechas resultar aquí revisten un carácter particular de evidencia
que las distingue netamente de acercamientos exteriores, de base, por decirlo
así, cuantitativa, que pueden encontrarse en las exposiciones de la ciencia
comparada de las religiones. El que tenga
una adecuada sensibilidad, no puede no darse cuenta de la diferencia.
Como contrapartida de esta penetración intuitiva de
los contenidos constantes más allá de la múltiple variedad de las formas
históricas y exotéricas es considerada, en general, como una característica del
verdadero iniciado lo que ha sido denominado el “don de las lenguas” (se ha querido ver una referencia alegórica y
exotérica al mismo en el conocido episodio del Nuevo Testamento). Así como el
que conoce muchas lenguas sabe exponer un mismo concepto con las palabras de
una u otra de éstas, de la misma manera es concebida la capacidad de exponer en
los términos de la una o de la otra tradición un mismo contenido partiendo del
plano anterior y superior a la multiplicidad de tales tradiciones. Hay que
considerar sin embargo que no todo lenguaje tiene las mismas posibilidades
expresivas y un vocabulario igualmente completo.”
M. G.