miércoles, 7 de enero de 2015

RAMÍREZ: LA ESCALERA DESCENDENTE

LA  ESCALERA  DESCENDENTE

     

     Hoy día la palabra corrupción está en todas las bocas y en todos los niveles sociales. Se habla de corrupción en el gobierno, en las instituciones, en las empresas, en los sindicatos, en el deporte y en todas las actividades de la vida social. Nadie la defiende pero muchos la practican y se ha constituido en algo habitual en la vida diaria.
     Todos dicen que hay que combatirla pero no se dice cómo, más allá de invocar un vago moralismo o de aplicar el rigor de las leyes, y como no se conoce el origen y las causas profundas de la corrupción no se acierta en los remedios.
     Para precisar la cuestión diremos que la corrupción consiste en la entrega o la aceptación de dinero o regalos para obtener un trato favorable o beneficio, especialmente si es injusto o ilegal. También podemos decir que consiste en la degeneración de la moral o las costumbres y que se encuentra en acelerado aumento día a día, en una escalera descendente hacia niveles cada vez más bajos.
     Únicamente viendo la cuestión desde el punto de vista tradicional se pueden determinar las causas de la corrupción. En las sociedades tradicionales toda la actividad social estaba orientada hacia lo trascendente, lo sagrado, lo divino, hacia Dios. Lo superior impregnaba a toda la sociedad y la corrupción tenía entonces sus límites en una concepción metafísica y religiosa de la vida. Gobernaba la realeza sacra.
     Al aumentar la decadencia y establecerse el gobierno de las aristocracias guerreras todavía estaban vigentes valores de honor, de dignidad, de cumplimiento de la palabra empeñada, de sinceridad, de ir de frente, de valentía y coraje.
     Con el advenimiento del tercer estado, el de la burguesía, ya es necesario aplicar en forma creciente leyes represivas para tratar de combatir la corrupción. Es el reino del dinero y de la usura, del creciente materialismo y por lo tanto el terreno apto para la corrupción, junto con la pérdida de toda concepción trascendente y religiosa de la vida.
     Quedan todavía, por inercia, pautas morales y de costumbres que paulatinamente van perdiendo su eficacia, como también la pierden la religión, la familia y la educación.
     Finalmente nos encontramos en la época actual en donde ya se han roto todos los diques. El individualismo se enseñorea de la sociedad y se destruye todo el tejido social. Ahora nos encontramos en la época de los parias que se guían únicamente por sus apetitos materiales en todos los niveles en que se ubican: gobiernos, instituciones, empresas, educación, sindicatos, intelectualidad. Ya las leyes no sirven porque no se cumplen, puesto que se aplicación está en manos de ellos. Ahora sí reina la plena corrupción bajo el amparo de la sacrosanta democracia y los falsos derechos humanos en una sociedad que se orienta hacia el consumismo y el disfrute de la vida en sus aspectos más materiales.
     Esta escalera descendente es el caldo de cultivo de toda corrupción y ante ella son inútiles las quejas y lamentos por la corrupción imperante, máxime si se insiste al mismo tiempo en mantener la democracia, en la cual la necesidad de los políticos de obtener votos facilita toda compra de voluntades con el consiguiente tráfico de prebendas, subsidios, coimas y “tasas de retorno”.
     A diferencia de otros tiempos la corrupción ya se ha incorporado al hombre común como una segunda naturaleza. Por ello los tradicionalistas evolianos debemos concentrarnos en la búsqueda de los pocos que resisten de pie entre las ruinas. Únicamente una concepción tradicional de la vida y del mundo impuesta por una casta de guerreros podrá revertir la situación.

San Carlos de Bariloche, 15 de diciembre del 2014.

JULIÁN  RAMÍREZ   
    


No hay comentarios: