lunes, 7 de abril de 2014

EVOLÍTICAS IV

COMENTARIO DE UN TEXTO DE TERRACIANO, Evola en el tercer Milenio

 Continuamos aquí con la tarea emprendida en este medio con la finalidad de refutar las distintas deformaciones que se han efectuado de la obra de Julius Evola, autor el cual,  a pesar de la claridad con la cual ha expuesto su pensamiento, ha dado lugar a distintas distorsiones, varias de ellas formuladas bajo la intención capciosa de ‘actualizarlo’.

En tanto que de este espacio participan representantes del pensamiento evoliano sea europeo como americano, propongo aquí un debate a llevar a cabo sobre lo sostenido en un texto de Carlo Terraciano titulado Evola en el Tercer Milenio, el cual fuera difundido tiempo atrás por el Centro de Estudios Euroasiáticos.
En primer lugar, para los no lo posean, paso a transcribir el texto marcando en azul las partes del mismo que me resultan significativas y seguidamente a ello analizaré lo que me parece de mayor importancia.
 EVOLA EN EL
TERCER MILENIO
Carlo Terracciano
(Nota de la Redacción: este artículo se escribió en el verano de 2005 con motivo del
60 aniversario de la victoria aliada de 1945)
“Hacer bien visibles los valores de la verdad, de la realidad y de la Tradición a quien,
hoy, no quiere “esto” y confusamente busca “lo otro” significa contribuir a que no en
todos prevalezca la gran tentación, allí donde la materia parece ser ya más fuerte que el
espíritu”.
“En todo caso sólo podría salvar a occidente un retorno al espíritu tradicional, en una
nueva consciencia unitaria europea...Esta es la verdadera cuestión”.
Julius Evola, Rebelión contra el mundo moderno.
Tiempo de aniversarios, tiempo de conmemoraciones.
Pero entonces también tiempo de consultas y de propósitos para este tercer
milenio d.C. ya comenzado con la guerra y con la sangre, entre invasiones, torturas y
atentados que anuncian choques epocales de pueblos y continentes.
El 11 de Junio de 1974 Julius Evola, presagiando el fin inminente, hizo que le
llevaran de la cama a su escritorio; aquel escritorio que durante años se había convertido
en su trinchera, la línea del frente, desde que quedara paralizado en Viena en 1945,
resurgiendo de los escombros de los bombardeos aliados.
30 años han pasado y los invasores de entonces están todavía en acción: en
Afganistán, en Irak, en Oriente Medio, en toda Eurasia y por todo el planeta.
En este Junio tiene lugar también el aniversario del desembarco de Normandía,
el sesenta aniversario, así como el de la ocupación de Roma por parte de los
angloamericanos, fechas celebradas por los vencedores y por los gobiernos
colaboracionistas.
Entonces fue toda Europa la que perdió, también esos franceses e ingleses que
hoy “festejan la liberación”. La guerra civil europea además de millones y millones de
muertos, de la destrucción material, de la pérdida de los imperios coloniales y de la
centralidad de Europa en la política mundial, ha determinado la ocupación permanente
del continente, ¡que se perpetúa desde hace más de medio siglo!
Y con el derrumbamiento de la URSS y la victoria estadounidense en la
Tercera Guerra Mundial, la llamada “guerra fría”, hoy es la misma Rusia la que se ve
amenazada en sus fronteras y en su misma integridad territorial, después de haber
perdido el imperio.
Los “liberadores” se han quedado, ya no se han ido, han implantado sus bases
militares en los países europeos, los partidos colaboracionistas del ocupante en los
parlamentos nacionales y en el de la Unión Europea.
Más bien, pese al fin de la división europea de Yalta y la disolución del Pacto
de Varsovia, la OTAN no sólo no se ha disuelto a su vez, sino que ha extendido su
presencia al este y hasta las repúblicas bálticas de la ex-URSS.
11 de Junio-11 de Septiembre.
Dentro de tres meses, otra repetición, otras celebraciones.
El ataque a los símbolos económicos y militares del imperialismo americano,
con independencia de cómo se hayan llevado a cabo verdaderamente los hechos y de lo
que haya sucedido entre bastidores, ha representado para la administración Bush el
pretexto para atacar impunemente países inermes, con la sustancial indiferencia del
mundo entero, cuando no incluso haciendo fila ante el vencedor en el papel de
mercenarios serviles y sobre la base de cálculos tan cínicos como errados. El caso
italiano es emblemático al respecto.
Pero en este 2004 también tiene lugar una ulterior repetición, ligada esta a la
figura del gran pensador de la Tradición.
Han pasado 70 años exactos desde la publicación de su obra fundamental, la
suma de su pensamiento sobre el “mundo de la Tradición” y el “mundo moderno”:
precisamente "REBELIÓN CONTRA EL MUNDO MODERNO”.
Un texto que ha tenido numerosas reediciones y muchas vidas: en el sentido de
que varias generaciones de lectores lo han descubierto y redescubierto, en los años
treinta, en los años cincuenta y después del tristemente célebre 68.
Y todavía hoy, en los albores del nuevo milenio, ante los trágicos
acontecimientos de nuestros días redescubrimos en él por enésima vez toda su validez y
actualidad a la hora de dar un sentido a los acontecimientos, una respuesta y una guía
también política ante el aparente triunfo del Mundialismo, de la globalización, del
capitalismo, del imperialismo americano, del sionismo.
Y no sólo.
Porque “Rebelión...” no es un libro de ayer o de hoy, sino de siempre, al
menos en los aspectos tradicionales y sapienciales, en su morfología de la historia, en el
análisis de las Civilizaciones, en la visión metafísica de conjunto.
En este sentido la visión tradicional en la interpretación de Evola representa un
“Mito capacitante”, es decir, una Realidad superior “capaz” de indicar a cada uno (al
menos a quienes ya tienen dentro de sí mismos las cualidades requeridas) las vías de
realización tanto personal como política.
Para algunos este libro representó algo mucho más profundo y duradero que
una ocasional lectura, aun siendo erudita y veraz.
Fue para muchos, hablando al respecto, un momento catártico, un cambio total
de perspectivas, un acontecimiento destinado a marcar las elecciones de toda una vida.
Mientras uno lo leía se abrían horizontes inexplorados, iluminados por la luz
de un mediodía inmóvil y sin tiempo. Un auténtico “fulgor”.
Y te decías a ti mismo: “He aquí: esto es lo que siempre he sentido, lo que ya
estaba dentro de mí, aunque hasta ahora no tenía una percepción de ello tan clara, neta,
esencial. Yo SOY esto, pertenezco a esta Visión, en ella me reconozco y me conozco
nuevamente”.
El destino queda marcado.
Quien ha recibido a fondo la lección que Evola expresa en “Rebelión...” y en
todos los demás escritos del Maestro de la Tradición, aplicará intuitivamente sus
enseñanzas a la realidad en que se encuentra viviendo y actuando. El pensamiento
evoliano es como una brújula que permite mantener la ruta en la tempestead más furiosa
como también en los momentos de calma.
Ciertamente desde los tiempos en que apareció Rebelión contra el mundo
moderno, los escenarios han cambiado completamente. El “mundo moderno” de hoy
parece que esté no a 70 años de distancia sino a 70 siglos de aquel en el que vivió y
operó Evola; un hombre, no hay que olvidarlo nunca, que además de la actividad
intelectual supo proceder de modo práctico tanto a niveles superiores de Conocimiento
como en la política de su propio tiempo.
Y sin embargo, su análisis sigue siendo verdaderamente actual: más que
nunca.
Porque Evola, intérprete de una visión cíclica de la historia que caracteriza a
todas las civilizaciones tradicionales, de todo tiempo y lugar, conocía las líneas de
tendencia general involutiva de esta última fase del ciclo occidental.
Si, por ejemplo, las páginas dedicadas al comunismo marxista, a la URSS, al
internacionalismo proletario, han sido superadas por los acontecimientos del final del
siglo XX, las mismas , por el contrario, se pueden adaptar perfectamente a la
globalización contemporánea, al proyecto mundialista en los campos más dispares; y,
sobre todo, a América, al american way of life, al cual Evola ya había reservado
palabras de fuego.
Se trata por tanto solamente (por decirlo de algún modo...) de “actualizar”, de
reestablecer en estos, nuestros años tumultuosos, lo que Evola nos ha enseñado desde
hace 70 o 30 años más o menos.
Es todo lo que hemos intentado hacer, por ejemplo, en las páginas de Rebelión
contra el mundialismo moderno, que ya en el título quiere expresar no sólo un homenaje
al “Barón mágico” , sino que tiene la finalidad consciente y voluntaria de seguir sus
enseñanzas políticas como única respuesta posible a los desafíos de este nuevo siglo y
milenio.
Con mayor razón, ahora que tenemos ante nuestros ojos una nueva prueba de
lo proféticas que fueron aquellas páginas sobre el mundo moderno y sus últimos
destellos.
Ciertamente cada uno tiene su propia opción personal. Sus propios intereses y
su propia idiosincrasia.
Cuántos evolianos o “evolamaniacos” han justificado su falta de compromiso,
el retirarse del mundo, en nombre de un fatalismo involutivo de fin de ciclo, que es
exactamente lo contrario del compromiso impersonal y activo propio de los espíritus
guerreros.
Mejor ir a escalar montañas que vivir como... alpinistas de la cotidianeidad.
Otros, por el contrario, han creído que “cabalgaban el tigre” del mundo
moderno desatando libremente una instintividad anteriormente reprimida que ha
acabado por devorarles, precisamente lo que el propio Evola había previsto para la
amplísima mayoría de aquellos jóvenes que decían que se reconocían en su pensamiento
y que actuaban en su nombre.
Tal y como están las cosas, se puede decir que, desde el punto de vista
político, la situación hoy se ha simplificado y ha quedado netamente clara. Los frentes
están perfectamente delineados, las fuerzas en el campo están tomando posición. En
toda la masa continental euroasiática y africana, pero también en América Latina,
hombres, pueblos, gobiernos concretos, instituciones religiosas y sociales, han tomado
conciencia de la crisis irrefrenable del mundo moderno, de la caída crecientemente
acelerada de todo el planeta hacia la catástrofe final.
Y no sólo por la guerra en curso, primeras escaramuzas de la guerra global que
se avecina.
El equilibrio ecológico, la explosión demográfica, la pauperización creciente
del Sur del mundo, cuyos efectos están implicando a las masas trabajadoras tambiém
del Norte más rico pero con un “crecimiento 0”, un mercado mundial ya sin frenos, la
deuda mundial... la lista sin fin de los problemas de una Tierra globalizada son las tantas
sirenas de alarma de aquella crisis prevista y descrita por Evola y por otros pensadores
con, por lo menos, un siglo de anticipación.
Pero lo que Evola nos ha ofrecido además, con respecto a los otros vates
desventurados, es precisamente la REVUELTA contra la crisis del mundo moderno.
La posibilidad, por tanto, de vivir y de actuar EN el devastado mundo
contemporáneo, permaneciendo en pie mientras todo se derrumba y se convierte en
polvo.
La única “REVUELTA” posible hoy, la verdadera “revolución” no puede ser
otra que la que se encuentra en la etimología misma del término: re-volver, un
RETORNO A LOS ORÍGINES, vincularse nuevamente a las raíces tradicionales de
Eurasia.
Pero en una concepción cíclica como la que Evola ha explicitado, esto es
posible únicamente yendo adelante, mirando al futuro y no al pasado, aceptando la
realidad, sin escapatorias (por otra parte, imposibles) hacia lo privado, cuando no
incluso hacia un vacuo espiritualismo pseudoesotérico o, en la lógica del “cuanto peor,
mejor...pues así llegará el final del Ciclo..”
Se encuentra implícita en el pensamiento evoliano, ayer como hoy, la
superación de falsas dicotomías como las de “derecha/izquierda”, fruto envenenado del
ideologismo de dos siglos exactos, desde la Revolución Francesa de 1789 al
derrumbamiento de la Unión Soviética, 1989-91.
Las ideologías del siglo veinte están muertas y enterradas.
El nostalgismo, tanto el negro como el rojo, NO representa su continuación
sino su negación, si no en las formas exteriores ciertamente sí en los contenidos.
Y precisamente por cuanto nostalgismo, es decir, sentimentalismo impotente y
castrante: este sí absolutamente incapacitante y utilizado ya como forma de
acaparamiento de consensos electorales de un espacio residual y marginal de votantes.
“Antifascismo” y “anticomunismo” con el reciente añadido del
“antislamismo” son sólo palabras vacías, términos propagandísticos usados todo lo más
por los vencedores imperialistas para dominar también mentalmente a los pueblos
sometidos de ayer y de hoy.
El campo de acción antimundialista, en cambio, es el del redescubrimiento de
los Valores tradicionales, de las grandes Ideas que han movido siempre los destinos de
los pueblos, sobre directivas, también geográficas, indicadas por la Geopolítica.
La respuesta a la globalización económico-política del siglo XXI de la Era
Vulgar no se encuentra en una contraglobalización que, mientras denuncia justamente
sus desmanes, sus errores y sus horrores, se refiere ideológica e idealmente a esos
mismos presupuestos dogmáticos.
Debemos apuntar a una visón política e histórica que sea exactamente lo
contrario de la Globalización y no una Globalización de signo contrario.
La solución, como en los imperios del pasado creadores de Civilización, reside
en una política de alcance continental, en el redescubrimiento de las grandes unidades
geopolíticamente homogéneas, autárquicas y armadas; que a nivel local se traduce en un
reencontrado solidarismo comunitario y a nivel continental en un retorno a formas
imperiales (por tanto, antiimperialistas) anagógicamente proyectadas hacia una
dimensión superior, “Mítica” en el sentido evoliano: de Mito como realidad más
auténtica respecto a la manifestación histórica.
Mito fundante y, por tanto, capacitante, para la movilización en la LUCHA
DE LIBERACIÓN: nacional, social, cultural.
Si la Tradición ES Revolucionaria, y no puede no serlo, la Revolución ES
Tradicional y no puede sino ser tal.
La Tradición debe “transmitir” valores eternos en el discurrir temporal, a no
ser que pretenda transformarse en un conservadurismo antihistórico y antitradicional,
que apunte solamente a prolongar en el tiempo fórmulas vacías e instituidas sólo de
fachada, pero abandonadas por todo espíritu vital.
Esta falsa “tradición/conservación” es la de los cementerios, la de las “tumbas
emblanquecidas”, que ocultan carnes putrefactas, huesos calcificados y polvo.
La Revolución debe “retornar al... futuro”, completar el ciclo; nada que
conservar sino todo por destruir de lo que son las formas residuales y vacías del pasado,
a menos que se busque llegar a una vacía rebeldía subversiva destinada a su vez a
calcificarse en nuevas formas político-sociales “modernistas” y por tanto conservadoras
del status quo, útiles sólo para dilatar, para retrasar todavía un poco el ineluctable
hundimiento del materialismo moderno bajo el peso mismo de su hipertrofia, de su
gigantismo.
Después de la fase “atlántica”, americanocéntrica del siglo pasado, el teatro de
choque se ha desplazado nuevamente más acá del Atlántico.
Sobre la masa continental euroasiática se jugará la partida final entre el viejo
sistema mundial materialista, mercantilista, marítimo y el porvenir bajo el signo del
Suelo, la Sangre y el Espíritu.
Geopolítica y Geografía sacra, uniéndose a la lucha de Liberación continental
forman un arma potente, invencible dirigida contra el agonizante imperialismo
talasocrático.
El cual será derrotado no tanto por las armas materiales como, sobre todo,
por su propia incapacidad intrínseca de ser creador de Civilización, después de haber
sido destructor de pueblos y países.
Un ciclo se cierra, el del materialismo, el de la cantidad, el del número, el del
cientificismo, el del progresismo, el de la concepción lineal-evolucionista de la historia,
el del igualitarismo formal que se traduce en la esclavitud sustancial de hombres y
pueblos a las órdenes de una élite invertida de poquísimos banqueros y politicastros
mundialistas.
Un ciclo nuevo se abre, el del Espíritu, introducido por una “raza primordial”,
simiente de una nueva generación. El ciclo bajo el signo de la cualidad, de la jerarquía,
del carácter cíclico de la historia, de la armonía entre hombres y tierra, de la equidad
social y de la liberación continental.
No hay tradición religiosa y sagrada que no prevea en sus propios textos
canónicos el cumplimiento del ciclo con el retorno visible de una Presencia que al final
se re-manifiesta activamente en la Historia, para sellarla, cerrar un tiempo y abrir uno
Nuevo.
Y no podemos concluir más que con las palabras que Julius Evola puso como
sello de su Rebelión contra el mundo moderno, inspirándose en la tradición arya del
Vishnu-purâna:
“Cuando los ritos enseñados por los textos tradicionales y las instituciones de
la ley vayan a cesar y el término de la edad oscura se encuentre cerca, una parte del ser
divino existente por su propia naturaleza espiritual según el carácter de Brama, que es el
principio y el Fin... descenderá sobre la tierra... Sobre la tierra, restablecerá la justicia: y
las mentes de aquellos que estén vivos al final de la edad oscura serán despertadas y
lograrán una transparencia cristalina.”
Los hombres así transmutados en virtud de tal época especial constituirán casi
una simiente de seres humanos (nuevos) y darán nacimiento a una raza que seguirá las
leyes de la edad primordial (krta-yuga).
En el nombre de Evola y con el signo de la Tradición comienza la redención
de Eurasia, la lucha de Liberación del continente, de la Tierra de los Ancestros, de todos
los pueblos en todo el planeta.

COMENTARIO

En sí mismo el artículo de Terraciano a nuestro entender tiene escaso valor doctrinario, sin embargo ha tenido importante resonancia en los medios europeos y por tal razón lo reproducimos. Representa un intento de querer hacer coincidir casi con un fórceps las ideas de Evola con la doctrina geopolítica euroasiática de Dugin y otros que, por lo que hemos resaltado en otras oportunidades, tienen muy poco de evoliano.
1º Aparte de que Evola jamás ha hablado de Eurasia, su concepto de Tradición (con mayúscula) no es geopolítico puesto que no se asocia con un determinado espacio geográfico y cultural, sino que es de orden metafísico, por lo que es independiente de cualquier nacionalismo, llámese particular o continental, como el que nos propone Terraciano.
2º Es en tal sentido que nos parece objetable el pasaje en el cual sostiene, siguiendo en esto también la perspectiva de la Nueva Derecha, contrastar el ‘globalismo’ actualmente vigente, representado paradigmáticamente por los EEUU, con el pluralismo cultural o continental. Y esto aparece cuando nos afirma que a una globalización no la debemos contrastar con otra. Casualmente fue entre nosotros Julián Ramírez quien había acuñado la expresión contraria cuando manifestara casi textualmente. “A una globalización fundada en valores físicos y materiales debemos contrastar con otra basada en caracteres metafísicos y espirituales”. Si por globalización comprendemos un término sustituto de lo que en Evola era la ‘concepción del mundo’ y que a nivel histórico se plasmaba en un tipo determinado de civilización (que no debe confundirse en manera alguna con cultura) aquí habría que decir que existen solamente dos tipos de concepciones globales posibles: o la moderna, que hoy es representada paradigmáticamente por los EEUU, pero de la que también participan Europa, Rusia y China entre otros, o la tradicional, la cual solamente se expresa hoy en día a través de personas y grupos desparramados por el mundo en diferentes lugares y etnías.
3º Si bien Terraciano no desarrolla el tema, comparte en su nota la crítica que Dugin le efectuara a Evola en el sentido de que se había equivocado al considerar que el comunismo era la última etapa de este ciclo histórico. Nosotros en otros escritos, que obviamente nunca pudieron ser refutados, hemos demostrado que esto era un error garrafal en un doble sentido. En primer lugar que Evola no se refirió al comunismo bolchevique, el cuarto Estado, como la última etapa del ciclo histórico, sino que habló de un quinto Estado, caracterizado por nosotros como Era del Paria. En segundo lugar que también hemos demostrado que es mentira que el comunismo bolchevique, es decir la nomenklatura mafiosa que se hiciera del poder en Rusia en 1917 y se expandiera también en China, haya caído, sino que lo que ha sucedido en 1989 es que la misma se readaptó y, si bien disminuida en sus capacidades operativas, sigue estando en el poder, pues tal como proféticamente dijera Evola, refutado en cambio por sus pretendidos ‘seguidores’, tal estructura mafiosa no iba a tener escrúpulo alguno en utilizar principios ideológicos contrarios a los que sostuviera al comienzo de su ‘revolución’ con tal de perpetuarse en el poder. Así pues hemos visto como la misma pasó del internacionalismo proletario, al nacionalismo soviético en la segunda guerra, a reputar a la religión como opio de los pueblos a resaltar el componente religioso de la propia nación y actualmente, en continuidad con tal orientación staliniana, al mito euroasiático que lo tiene como ideólogos principales a Dugin y a ciertos pretendidos ‘evolianos’ como el aludido Terraciano.
4º Dejo sin desarrollar los otros puntos políticos citados por el autor de la nota para referirme sólo al principal. Terraciano, luego de haber criticado a ciertos ‘evolómanos’ por haberse recluido en la propia interioridad considerando que ya no habría más nada que hacer en la historia, la que se les habría presentado como una realidad tan lejana y trascendente para ellos por lo que lo único que cabría sería recluirse vanamente a la contemplación guenoniana de la fatalidad de los ciclos históricos, sin embargo se contradice notoriamente al juzgar lo acontecido el glorioso 11S. Sin darse cuenta él considera también, de la misma manera que los antes criticados, que el sujeto humano no puede producir nada en la historia por afuera de los grandes espacios geopolíticos que lo terminarían comprendiendo en su accionar. Por lo cual, del mismo modo que esa falange de montajistas que hemos conocido por los medios masivos de difusión desprestigiando el accionar de Al Qaeda, opina que en última instancia tal acción representó una ‘excusa’ para que el poder globalizador norteamericano llevara adelante la empresa de invadir Eurasia. No podemos dejar de acotar que ello no solamente fue rebatido en su momento por nosotros, sino que la misma realidad se ha encargado de desmentir a tales ‘analistas’. Las personas que en aquel entonces sostenían un disparate semejante (el texto fue escrito en 2005 y en Argentina hay varios que lo decían) manifestaban que EEUU había invadido Afganistán con la finalidad de establecer una base operativa para luego poder dirigirse en contra de Rusia e Irán, países a los cuales convocaban a defender y subordinarse… desde sus cómodos escritorios. Tales sujetos, sumamente deshonestos por lo demás, no han jamás reconocido el error cometido dejando sin explicar por qué casualmente hoy en día, cuando Obama quiere retirarse de tal país invadido, es justamente el Sr. Putin el que le solicita encarecidamente que no lo haga en tanto que no lo ha ‘normalizado’ aun. ¿Pero cómo, no debería estar contento con que se vayan los EEUU que lo pensaban invadir? Y ni qué decir de las estrechas colaboraciones de Irán, país que ha traicionado la herencia del Ayatollah, con las invasiones a Irak y Afganistán y ahora también en Siria. Por supuesto que no le pidamos a los difusores de circos mediáticos como los Salbuchi y Cia que nos den algún tipo de explicación, estando ahora muy entretenidos brindándonos noticias sensacionalistas sobre el avión malayo. Tengamos en claro una vez más que todas estas campañas son orquestadas especialmente para mantener a la opinión pública dormida y asombrada ante el impresionante poder de los norteamericanos, rusos y sionistas, es decir seguir manteniendo tal como reclama el sistema conductas contemplativas casualmente como las de los evolómanos antes mentados. De todos modos acotemos que de esto último no lo podemos criticar a Terraciano pues hemos sabido que ha fallecido hace unos años y capaz que de haber estado todavía vivo habría tenido la honestidad de autocriticarse.
5º Queremos agregar finalmente unas palabras respecto del carácter ‘incapacitante’ del pensamiento evoliano, tesis sostenida simultáneamente por Tarchi y por Benoist, al que calificaban así en tanto que, desde una perspectiva postmoderna y geopolítica como la que ellos plantean, no presentaba ninguna alternativa viable para la acción, no considerándose de este modo evolianos. En tal cosa en cambio Terraciano discrepa en tanto que lo considera afín a una perspectiva postmoderna, sea eurasiática o de nueva derecha y por lo tanto ‘capacitante’, aunque diga que para ello hay que ‘actualizarlo’, es decir deformarlo. Diremos que en el fondo Tarchi tenía razón demostrando en esto haberlo comprendido mejor a Evola que Terraciano. Tenía razón al afirmar que Julius, en tanto pensador antimoderno era incompatible con posturas postmodernas como las que todos ellos practican; era pues ‘incapacitante’ para el que quisiese llevarlas a cabo y nos parece extraordinario que ello haya sido así. Terraciano cree en lo contrario, pero para ello, insistimos, tiene que construirse un Evola a su medida. Un Evola inventado, como el que nos cita Dugin, o como en otro contexto los laboriosos Franz y Fritz no se cansan de construirnos en forma cotidiana.


Marcos Ghio

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