domingo, 25 de marzo de 2012

MALVINAS.

LA CARILLA QUE FALTABA


Finalmente en esta semana acaba de darse a conocer el Informe Rattenbach en su versión oficial, respecto del cual –tal como se nos quería demostrar en un debate fallido con un representante güelfo - se decía que ya se había develado anteriormente en su totalidad. Pero henos aquí que, a pesar de que el mismo fuera difundido extraoficialmente en sus conclusiones, (ahora se sabe que por parte de uno de los miembros de la Comisión Investigadora en razón de ciertos fines políticos personales), lo que acaba de ponerse a consideración del público no son solamente éstas, sino también unos 17 tomos en donde están reseñadas la totalidad de las actuaciones acontecidas durante el proceso. Además ha resultado llamativo que, comparándose los dos textos de las conclusiones finales, el difundido extraoficialmente hace varios años y el actual, se ha comprobado que en el primero falta la totalidad de una carilla relativa a lo vertido respecto de la actuación del Gral. Menéndez, quien tuviera a su cargo la tarea militar de defensa de las islas ante el ataque británico y fuera finalmente quien firmara la vergonzosa rendición.
Al respecto frente a tal llamativa omisión, el periodista Daniel Gallo de La Nación, que también la ha comprobado, manifiesta ignorar las razones de la misma. En verdad, reseñando algunos de tales pasajes ‘olvidados’, salta a la vista enseguida el por qué de tal hecho. En realidad habría que decir que cuando el miembro de tal Comisión, el Gral. Bustamante, hizo conocer extraoficialmente el aludido texto, sus intenciones no eran muy distintas de las que posee actualmente la actual presidente Cristina Kirchner. En los dos casos se quería resaltar el carácter absurdo que había tenido la decisión de la guerra poniendo el acento en aquellas partes en las que se decía que no se habían agotado las instancias diplomáticas o que se había buscado entrar a la misma con la finalidad de levantar el prestigio perdido por el gobierno militar ante la población. Y en tal aspecto y dentro de la misma perspectiva la actual presidente quiere insistirnos en tal equivocación señalando que sólo la paz y el diálogo son la manera como recuperar las islas.
Nosotros, en anteriores escritos, hemos dicho que, en razón de discrepar con tales fines, como aquí no se trata de una tarea de apologética o descalificación, éste es el aspecto que no nos debe interesar de tal informe, sino en cambio aquel que pone el acento en los graves errores y faltas al honor militar cometidos durante la guerra.
Ya en la primera versión muchos de estos ‘errores’ se habían señalado oportunamente cuando por ejemplo se criticara al comandante de la Armada por haber dejado en puerto a la totalidad de la Flota con la infantil excusa de que el enemigo tenía submarinos atómicos, cuando, tal como se demuestra claramente, eso se sabía de antes de iniciar el conflicto. Del mismo modo que se ponía el acento en la conducta de aquellos militares que, como los capitanes Astiz y Trombetta, se rindieron sin pelear en las islas Georgias.
Pero ahora resulta significativo resaltar lo dicho, en aquella carilla que le faltaba a la versión extraoficial, respecto del accionar de quien fue el principal responsable del teatro de la guerra, el Gral. Menéndez. Aquí es donde aparecen varios puntos importantes que no estaban en la primera versión. Se dice textualmente que éste desde el mismo momento en que se ocuparon las islas transmitió a sus subordinados ‘una actitud de certeza respecto de la improbabilidad de un enfrentamiento armado con las fuerzas británicas, transmitiendo así a sus cuadros la falsa expectativa de una exitosa evolución pacífica del conflicto’ y que tal actitud ‘perturbó sensiblemente los preparativos para la defensa de las islas obligando a improvisar en forma precipitada y socavando así la moral de sus tropas”. Es decir que se pone de relieve que Menéndez fue a la guerra con la convicción de que no iba a haber combate alguno y esto es lo más contrario del espíritu militar.
Seguidamente, luego de poner en evidencia una serie de errores militares de gran envergadura que comprometieron severamente la resolución del conflicto, resalta la manera absurda y precipitada con la cual se arribó a la rendición comprometiendo en la misma aun a unidades que no habían participado del combate y que estaban en claras condiciones de seguir luchando. Esto se lo ve cuando se pregunta el porqué se tuvieron que rendir también aquellas unidades desplegadas en la Isla Gran Malvina que no había sido aun invadida.
También critica a otros subordinados del Gral. Menéndez como el general Parada que dirigía las operaciones por radio y que nunca concurrió al frente de Darwin, así como al coronel Marbrañaga que se rindió cuando aun tenía a su disposición los dos tercios de su munición de combate. Pero lo más grave que allí se resalta, incluso sin poder ocultar el asombro, es la precipitación con la que Menéndez se rindió a los británicos sin siquiera tomar previamente el recaudo de destruir el propio armamento, el cual pudo ser capturado intacto por el enemigo.
Es de destacar finalmente -y el periodista Rosendo Fraga en La Nación también lo pone en evidencia- que el mismo informe de ninguna manera soslaya el gran valor demostrado por varios subordinados que combatieron dignamente preservando así el honor de nuestra fuerza militar. Pero de cualquier modo ello lamentablemente no fue suficiente para poder recabar un juicio positivo respecto de nuestro accionar en la guerra, sino por el contrario sirve para corroborar una vez más cómo el espíritu burgués consistente en al especulación mezquina y la politiquería ya había cuajado en el seno de nuestras Fuerzas Armadas desde mucho antes de la llegada de la Democracia y que fue el mismo y no la superioridad militar de los ingleses lo que precipitó el rumbo infausto de la guerra.
En realidad habría que decir que, de acuerdo a lo relatado por el informe, en última instancia el Gral. Menéndez en el fondo coincidía más con Cristina que con el Gral. Rattenbach en el sentido de que él también consideraba que la guerra no iba a ser el camino para resolver el conflicto malvinense. Pero hay que reconocer que en un general ser pacifista es mucho más grave que en un burgués. Más lamentable todavía es observar, a la luz del embate que sufriera nuestro anterior artículo sobre tal informe, la coincidencia existente entre exponentes del güelfismo con la actual presidente, en considerar que el significado del mismo haya sido el de haber repudiado la guerra de Malvinas*. En realidad nosotros creemos que ha terminado dignificándola en la media que ha contribuido a darnos los elementos adecuados para poder superar los errores que condujeron a la derrota poniéndolos en evidencia.

* Es cada día más claro que los güelfos forman parte, como Cristina, del sistema, a pesar de que se suelan lanzar toda clase de insultos. Ellos defienden especialmente a sectores de la Iglesia y de las Fuerzas Armadas que tuvieron un compromiso directo en la rendición de Malvinas y luego en diferentes rendiciones a través del movimiento Carapintada que fuera un puntal de apoyo esencial del gobierno peronista de Menem. Ninguno de ellos jamás lo va a criticar en público al Papa por haber venido a pregonar la rendición en plena contienda pues deben guardar una sagrada disciplina de logia.

Marcos Ghio

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