sábado, 7 de abril de 2012

EL DERRUMBE DE LOS IDENTITARIOS EUROPEOS


Franco Fieramosca era un joven y atlético agente de policía que, gracias a los jugosos aportes de su amante más que cincuentona, pudo comprarse en Suiza un diploma universitario y poder ser así nombrado asesor en el parlamento italiano. Rosy Mauro, la aludida benefactora y que incurría en éste y en otros jugosos gastos, era vicepresidente de un importante partido político que gobernara Italia hasta hace poco y al mismo tiempo cuñada de su líder y fundador. Renzo, el hijo predilecto de este último, llevaba una vida sumamente dispendiosa; dueño de un Porche, de un par de mansiones en distintos lagos del norte y amante también de la conocidísima soubrette bergamasca Franca Morali quien comentara vastamente las francachelas compartidas. Y se podría seguir con el relato y cita de varios nombres, acotando que gran parte del mismo ha podido conocerse puesto que se le intervino el teléfono a Francesco Belsito, un ex patovica de un cabaret de Génova, hasta hace poco tesorero de la Lega del Norte. En sucesivas conversaciones telefónicas manifestó que las cuentas de Umberto Bossi eran interminables y que ya no sabía cómo hacer para pintar las liquidaciones anuales del partido. Allanada su vivienda se encontró una carpeta con el sugestivo nombre The Family. Esto era porque Padania, el nombre del fantasioso país creado por tal movimiento político para separarse de Italia, quería diferenciarse en todo de su nación originaria, hasta en la lengua. De allí que sus principales líderes circularan con remeras que llevaban pintada la sigla desafiante de que ‘Padania is not Italy’. The Family contenía enumerados todos los gastos en que había incurrido la familia Bossi, tales como el mantenimiento de sus múltiples propiedades, los estudios y viajes de sus hijos, respecto de los cuales Belsito había manifestado que se les pagaba hasta el café que consumían en los bares, y además las importantes inversiones en países remotos, tales como Tanzania. Lo sugestivo era que el dinero empleado era de la Lega a través de los aportes de sus afiliados y del Estado Nacional en su reparto de los fondos electorales, es decir la famosa Roma Ladrona, tal como la bautizara Bossi, indudablemente en una proyección de su propia conducta. Pero el escándalo avanza minuto a minuto. Hasta ha llegado a saberse que Bossi recibía también dinero de la N’draghetta, es decir la mafia calabresa, cosa ésta ya más que paradojal pues una de las grandes banderas de su movimiento era la lucha en contra de la inmigración de los italianos del sur, despectivamente llamados terrones, los que, debido a su impureza racial y su escaso amor al trabajo, pervertían las costumbres de los padanos del norte de pura cepa.
Hasta ahora no se ha sabido todavía con certeza cómo fue que saltó todo este escándalo, respecto del cual nos hallamos sólo en los comienzos, pero que ya ha dado como primer paso la precipitada renuncia de todas sus funciones por parte del aludido Bossi y con seguridad la rápida disolución de su movimiento. Las principales sospechas versan sobre su estrechísimo colaborador Maroni, ex ministro del Interior, quien se habría sentido despechado por haber sido postergado en las nuevas listas de conducción del partido. Un grupo de incondicionales del renunciado caudillo le espetó al salir de una reunión: ‘Judas’, ‘traidor’, ‘te vendiste’…
Pero dejemos a un lado estos detalles escabrosos y recordemos lo que siempre hemos dicho en estas notas en varias de las cuales criticamos con dureza a la Lega e incluso refutamos un escrito del identitario catalán Ravello que exaltaba la figura de Bossi como un adalid de la lucha en contra de la globalización.
Una vez más con la Lega se cumplen distintas constantes históricas. Era Evola quien decía que una de las tácticas preferidas por la subversión era la confusión de los hombres con los principios que representaban. En efecto, Bossi y su movimiento surgen en un momento de profunda crisis del Estado italiano, crisis que se perpetúa en estos días y respecto del cual ellos han pasado a formar parte. En ese entonces se había desencadenado el escándalo de Tangentópolis por el cual se cuestionaba el accionar corrupto e inmoral de la casi totalidad de la clase política italiana que había dado lugar a situaciones de un tenor muy similar a lo recién relatado, dando ello lugar a la disolución de los partidos de ese entonces. Pero Bossi, lejos de señalar que el problema era esa clase política y el sistema corrupto en que había incurrido Italia especialmente luego de la guerra, consideró que el mal era en cambio esta última, es decir el principio y no los representantes, y que en realidad lo conveniente era disolver a tal nación en distintas republiquetas, pues el problema era Roma y el Meridión que se enriquecían a costa del trabajo del laborioso Norte. Confundió así una empresa histórica y espiritual que condujo a la unidad de un conjunto disperso de regiones, signadas todas ellas por una lucha caótica por los propios intereses, en un principio superior y trascendente, con una clase política decadente y circunstancial. Se tendría que haber señalado con énfasis en ese entonces que tales políticos, al actuar meramente en función de sus egoísmos personales, estaban traicionando el principio superior que representaban que era la Patria a la que debían servir. Ellos pues significaban un movimiento centrífugo y de disolución a lo que debía contraponerse lo contrario: el valor supremo de la Nación. Pero Bossi y la Lega, lejos de hacer todo esto profundizaban dicha corriente hacia el caos pregonando abiertamente la constitución de un nuevo Estado totalmente artificial, la Padania, pues el norte de Italia ni siquiera tiene una lengua propia, como en cambio puede suceder con los catalanes y vascos en España.
También hicimos notar que este federalismo materialista sustentado por un grupo de personas que brega simplemente por tener más beneficios, desinteresándose totalmente del resto del país, tenía un antecedente histórico incluso hasta en el nombre que habían elegido. En efecto fue la Lega de las provincias lombardas del norte la que en la Edad Media se sublevó contra la unidad del Imperio bregando nuevamente por la independencia basada en un deseo de no pagar impuestos en función de la mera defensa de sus intereses particulares. Tal movimiento subversivo se plasmará en la famosa batalla de Legnano en donde, en alianza estrecha con el clero güelfo, la burguesía del norte logró derrotar al emperador Federico Barbarroja. Casualmente el símbolo que hoy utiliza como emblema el partido de Bossi, el Carroccio, representa al altar tirado por bueyes que estuvo presente en plena batalla orándose por el triunfo de la burguesía norteña en contra del Emperador.
Así pues la Lega y Bossi significaron la reiteración de una tradición subversiva presente en la historia italiana, la tendencia hacia la disolución y el caos representada por un movimiento centrífugo, antes en contra de la unidad imperial y ahora, en un grado de mayor decadencia, en contra de la unidad nacional. Y en los dos casos es de señalar que contó con la colaboración de importantes sectores de la Iglesia pues si antes se competía con el Imperio, ahora se lo hacía con otra unidad menor en tanto el clero güelfo nunca pudo perdonarle al movimiento independentista italiano la disolución del Estado Pontificio que concluyera con la toma de Roma.
Para finalizar esta nota queremos señalar dos cosas. La primera de ellas es la indignación que nos causa leer por la prensa que se califique a la Lega como una corriente de derecha o de ultraderecha. Un movimiento que pregona la mera defensa de los intereses de parte por encima de un principio superior y trascendente no es de derecha, sino de izquierda. Sucede exactamente igual con su par francés, el Frente Nacional, que levanta como banderas principales el laicismo y la democracia, consignas claramente de izquierda y burguesas. Esto, lo hemos ya dicho varias veces, tiene que ver con la subversión que es también semántica.
Por último un detalle risueño. El escándalo de Bossi quien se llenaba la boca denostando a la Roma ladrona, apareciendo ahora claramente él como un ladrón y mafioso, ha dado lugar a muchas reflexiones, como la de llamar a su movimiento irónicamente como ‘la banda de los honestos’. Yo creo que lo que sucede es que en las etapas terminales los tiempos se aceleran. Es verdad que Roma es hoy en día ladrona, pero lo fue después de haberse constituido el Estado italiano que en sus orígenes estuvo cargado de idealismo. En cambo la malograda Padania ha querido serlo de entrada, de allí su estrepitoso fracaso.

Marcos Ghio

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Sr Ghio,

Muy esclarecedor artículo, como tantos otros, acerca de la situación de estos movimientos "alternativos" y de "derecha" que pretendían ser la salvación y la renovación de la partidocracia europea, pero que terminaros siendo más corruptos aún que quienes criticaban (no falló la `lógica de los conversos´). Por suerte en el Cono Sur, aún no surge este tipo de movimientos que al final y al cabo son meros opios para desviarnos de la meta principal de toda persona tradicional, que es la destrucción del mundo moderno y sus depravadas derivaciones. Comparto además su crítica hecha el día de hoy a Adinolfi, incluyendo que considerandose a sí mismo este como de "destra radicale", hacía una descarada apologética del asesino comunista sodomita "Che" Guevara.

Saludos cordiales!

Patricio Lara

Anónimo dijo...

Estimado prof. Ghio: desde hace un tiempo vengo leyendo a Évola y siguiendo sus artículos.
Disculpe que no corresponda a esta entrada, pero quisiera hacerle una pregunta: así como Évola apoyó con reparos al fascismo en su país, de haber estado en Argentina ¿no habría apoyado al peronismo?. Después de todo podría considerarse que éste, como el fascismo italiano, era una mezcla de elementos tradicionales y modernos.

Y una novedad que tal vez le interese: la editorial Dunken acaba de publicar "Juan Domingo Perón: el demiurgo del praxismo en la Argentina", de Carlos Lasa, un profesor de filosofía que quizá ud. llamaría "guelfo", pero su tesis es digna de analizarse. Afirma que el peronismo sería la versión argentina del actualismo gentiliano que propugna la revolución permanente; es decir, algo similar a lo que planteaba un periodista italiano (del que ud. brindó alguna noticia) respecto del hegelianismo de muchos fascistas que contraponía a la "filosofía de la libertad" de Évola.

centro evoliano de américa dijo...

Estimado Señor:
Respondo dentro del marco de la brevedad posible de este comentario sus inquietudes respecto del peronismo.
No creo que Evola hubiese apoyado al peronismo, en especial porque la figura de Perón carecía de los caracteres tradicionales y antidemocráticos que podían en cambio hallarse en Mussolini. Éste fue -y lo expuso con claridad en su Doctrina Fascista- un claro crítico de los principios de la Revolución Francesa que en cambio no hallamos en ningún texto de Perón.
Con respecto al actualismo gentiliano. Eso sí podría ser pues Gentile, de la msima manera que Perón en forma espontánea, era un historicista y representaba ese aspecto moderno del fascismo que Evola siempre combatió. Así que sin haber leído el libro de Lasa me parece correcto su enfoque. Cordiales saludos. Marcos Ghio