jueves, 7 de enero de 2016

GHIO: EL NACIONALISMO PROYANQUI

EL NACIONALISMO PROYANQUI


El nacionalismo católico argentino ha sido una corriente que ha influido en diferentes sectores de nuestra sociedad, si bien desde un punto de vista superficial y público no haya tenido una mayor participación directa en la vida pública. Ha actuado como corriente subterránea con importantes vínculos con sectores del clero y de las Fuerzas Armadas y a nivel político en especial en el seno del peronismo y de cierto sindicalismo. En esta nota, aparecida en el nº 17 de El Fortín en Diciembre de 2001, analizamos un importante aspecto de su evolución doctrinaria. Luego de una oscilación entre una postura alternativa y otra atlantista, a partir de los atentados de las Torres Gemelas tomó un rumbo abiertamente favorable a los EEUU de condena de los atentados. El mismo ya se había insinuado unos meses antes cuando algunas prominentes figuras del mismo manifestaron incluso públicamente su apoyo a la candidatura republicana de George Bush en contra del demócrata Al Gore. Hoy en día tal nacionalismo, ante la escasa fiabilidad representada por Obama, se ha manifestado a favor del ruso Putin quien expresaría esa misma postura conservadora y por lo tanto no tradicionalista y antievoliana. No sería de extrañar que se produjera una nueva voltereta ante la salida de escena del ruso en razón de sus ostensibles fracasos militares y políticos y la presencia de otro líder conservador en la figura de G. Trump. Tal como puede verse en esta primera nota, el nacionalismo en sus diferentes variantes es un fenómeno perteneciente al régimen moderno que se combate.


Hace unos dos años reapareció la revista Cabildo, publicación que fuera pionera del nacionalismo argentino. La misma, con diferentes altibajos, se había editado en su primera etapa desde la época de 1973 hasta bien adentrada la democracia de Alfonsín y Menem, habiendo cumplido en su momento con una importante función formativa de la conciencia de todas aquellas personas que rechazaban el sistema liberal partidocrático sin por ello caer en las críticas formuladas por la izquierda. Si algo positivo caracterizaba a tal publicación era que, a diferencia de otras, sabía hacer un distingo esencial entre el Occidente tradicional, representado por la civilización que tuviera su cuna en Grecia, en Roma y en el Catolicismo y que nos fuera transmitida por España y esa caricatura distorsionada que se manifiesta hoy en día arquetípicamente a través de los Estados Unidos. Lejos se estaba en ese entonces de sostener posturas conservadoras y conformistas que se redujeran meramente a aceptar hechos consumados y el pretendido ‘mal menor’, buscando el ‘amparo’ en alguno de los sectores del régimen, soslayando la existencia de profundas contradicciones con el mismo. Desde tal óptica se consideraba que los Estados Unidos no son en modo alguno la expresión contemporánea que asume el Occidente, sino que en tal territorio se ha fundado una nueva civilización la cual, debido a su especial singularidad, es además diametralmente opuesta no sólo a nuestra tradición, sino también a cualquier otra que funde sus principios en valores espirituales y no de carácter material y consumista, como es lo que sucede en cambio en Norteamérica.
Así pues tal revista, al referirse al pretendido antagonismo que en ese entonces dividía al planeta, por el que se contraponían la sociedad capitalista representada por los EEUU y la comunista por la Unión Soviética, pudo decir que ambas, USA y URSS, eran en el fondo metafísicamente iguales y que consecuentemente representaban una falsa disyuntiva y que, más aun, si había que calificar por grados a estas dos civilizaciones gemelas, en el fondo los EEUU eran peores. Se consideraba allí que, a pesar de tratarse en los dos casos de culturas materialistas y por lo tanto contrarias al principio último que informa a cualquier civilización sana y normal, la diferencia estribaba en que, mientras en el segundo el materialismo se imponía de manera coercitiva, con cárceles y checas, dando así cabida al menos a una oposición de catacumbas, en el primero en cambio el mismo terminaba brotando espontáneamente del alma del norteamericano por ser ésta una sociedad en la cual desde sus mismos orígenes y por generaciones enteras el culto del trabajo y del dinero se había adentrado tanto en las costumbres de tal pueblo que hacían por lo tanto prácticamente imposible una verdadera reacción en su seno. E decir que la diferencia esencial estribaba en que, mientras que la URSS representaba una anomalía y un desvío respecto de la civilización ruso bizantina originaria y de carácter tradicional, USA en cambio manifestaba una plena continuidad y coherencia en su devenir desde su misma constitución como confederación de Estados independientes (1), De la misma manera, en otro artículo salido en tal período se reivindicaba al fundamentalismo obviándose el hecho de que se hubiese manifestado en otra forma religiosa distinta de la nuestra y rescatándose de éste la circunstancia de que sostuviese una postura de ortodoxia y retorno a los principios raigales de la propia tradición, rechazando esa gran herejía que significaba el mundo moderno, del cual los EEUU eran su principal exponente. Se agregaba también que en nuestro país, si bien el fundamentalismo a formarse debía ser católico, en tanto manifestación reivindicatoria de nuestra tradición histórica y cultural, siendo la religión el alma de la misma, tenía sin embargo afinidades estrechas con otros que, a pesar de su pertenencia a culturas diferentes, coincidían con el nuestro en la reivindicación de valores espirituales y en su rechazo del materialismo de la sociedad moderna (2).
Es cierto sin embargo que en algunos casos la revista sostuvo una posición contraria. Por ejemplo en la declaración de principios del Movimiento Nacionalista de Restauración, un fallido intento de constituir una corriente política no partidista (posiblemente fracasado por las incoherencias que se verán a continuación), se sostenía un apoyo pleno y enfático a los Estados Unidos en su lucha en contra del comunismo, sin resaltarse en modo alguno que tal postura sólo podía tener significado si se la concebía como una simple táctica circunstancial elaborada  tan sólo en función de preservar la existencia física de quienes, con escasez de medios, luchaban por los valores de la Tradición en una época oscura ante un régimen totalitario que reprimía con gulags a quienes pensaban diferente, pero que ello no nos menoscababa en lo más mínimo respecto de nuestra posición esencialmente antinorteamericana. Esta indudable discrepancia podía también tener una explicación en el carácter contradictorio que poseía el director de tal revista, el finado Ricardo Curutchet, quien, a pesar de ciertas vetas de carácter conservador y regiminoso como la indicada, era capaz, a diferencia de alguno de sus colaboradores, de manifestar un espíritu más abierto, lo que se trasuntaba en su pluma en donde podían verse citados, además de conocidos clásicos del nacionalismo católico, a autores heterodoxo como un Cioran o un Jünger.
Pero tras la muerte del distinguido director y luego de la reaparición tardía de la revista hace un par de años, esas inflexiones del pensamiento han desaparecido totalmente dando cabida a la manifestación más cruda de tal tendencia negativa antes mentada. Es así como ahora nos hallamos abiertamente con un ‘nacionalismo’ pronorteamericano el que ha recrudecido hasta llegar a límites realmente inverosímiles que harían enrojecer de envidia hasta al mismo presidente Bush. Todo este verdadero deschave doctrinario ha podido desencadenarse gracias a los últimos acontecimientos conocidos como los atentados de las Torres Gemelas, los que entre otras cosas han tenido el gran valor de permitir poner, definitivamente y con neta claridad, ciertas cartas sobre la mesa. Aquí la revista Cabildo se declara abiertamente ‘en contra del terrorismo islámico’ (como si Norteamérica no fuera un Estado terrorista), ya que para ellos el Islam es un enemigo declarado que representa una terrible herejía que ha ocasionado varias víctimas a las naciones cristianas. Como si acaso no hubieran sido ‘cristianos’ aquellos libaneses que, en connivencia con el Estado de Israel, masacraron a miles de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila. Lo único que lamenta es que Norteamérica pretenda nuestro apoyo cuando no lo hizo como correspondía en la guerra que sostuvimos en contra de la subversión marxista; como si tal ideología y el fundamentalismo islámico fueran cosas similares. Ellos parecieran no percibir, en su sectarismo y cerrazón, las diferencias esenciales entre ambos ‘terrorismos’, resultándoles totalmente secundario el hecho de que el marxismo es un ateísmo y un materialismo, mientras que el Islam es en cambio una concepción teísta y espiritual, por lo tanto con más afinidades con la religión cristiana, en tanto que ambos sostienen un concepto de trascendencia que en cambio no es hallable por igual ni en el marxismo ni en Norteamérica. Y es ésta justamente la verdadera explicación respecto del por qué este país no nos apoyó en la lucha en contra de la subversión marxista, en tanto que, tal como se afirmaba con claridad en la primera etapa de la revista, ambas eran concepciones gemelas y bien le convenía y le convino a USA el triunfo de tal ideología, al menos en el plano cultura, tal como ha sucedido luego de la derrota de la Argentina en la guerra de Malvinas. Por último nos agregan que nuestro país no debería integrar una fuerza conjunta para castigar a los ejecutores de tan ‘condenable atentado’, tal como lo hiciera antes en la guerra del Golfo meramente porque nuestras Fuerzas Armadas se encuentran desintegradas y a los Estados Unidos con lo que tiene le alcanza y sobra (hasta en esto se equivocaron pues no les alcanzó ni les sobró con las guerras efectuadas en estos últimos 15 años alentadas por esta gente). Lo cual nos permitiría pensar que, si las circunstancias fuesen distintas, entonces sí habría que intervenir militarmente.
Pero no solamente Cabildo se ha enrolado en tal perspectiva sectaria y pronorteamericana. La otra publicación más modesta del nacionalismo católico güelfo, y también con menos pretensiones doctrinarias pero con mayor continuidad en sus ediciones, la en otras circunstancias por nosotros mencionada Patria Argentina, que ahora ha cambiado de director siendo hoy en día capitaneada por un ex teniente coronel carapintada, ha asumido una postura muy similar. En este caso lo hace aplicando el viejo método de la interpretación conspirativa de los acontecimientos, dando por sentado que fue Norteamérica misma la que se hizo estallar las Torres Gemelas, posiblemente para justificar la acciones punitivas que emprendería más tarde por todo el mundo, soslayando la desproporción existente en tal caso entre los fines y los medios empleados, como si para matar a una mosca (en este caso Afganistán) se necesitara un rayo láser. Digamos al respecto dos cosas. En primer lugar que resulta una vieja modalidad de tal publicación la de querer achacar cualquier atentado exitoso en contra del stablishment a las mismas víctimas que lo han padecido. Ello, a pesar del aparente tenor descalificatorio y incriminante que pretendería tener tal aseveración, lo cual puede confundir al incauto respecto del objetivo último que aquí se persigue, tiende por el contrario a beneficiar a tal poder pues lo cubre con un verdadero manto de inmunidad. Quien lee las explicaciones de Patria Argentina termina pensando que son tan poderosos los EEUU e Israel por lo que se haría inútil cualquier acción en su contra pues son capaces de capitalizar a su favor todo, aun lo que en apariencias los perjudicaría. Pero lo más risible del caso son las explicaciones que pretende dar el medio en relación a tal hecho con la finalidad de abonar su tesis. Lo que resulta para ellos ‘sospechoso’ del atentado sería que los ‘suicidas’ (sic) que participaron del mismo poseían un ‘nivel cultural, técnico e intelectual medio alto, muy difícil de reclutar’. Es decir, más allá de que la calificación de ‘suicidas’ efectuada contra los héroes que dieron su vida por una causa (la misma que nos da el sistema) resulta poco menos que canallesca y de lo cual nos ocuparemos luego (Cabildo tiene una expresión más infeliz, los llama despectivamente ‘estrelladores de aviones’), parece ser, de acuerdo a tal análisis, que sólo se inmolarían por una causa aquellos que se encuentran en la pobreza extrema y que por lo tanto no tienen nada que perder, por lo cual se termina así coincidiendo con el régimen en el sentido de que no son los ideales los que determinan la conducta de las personas, sino la economía. Más cómico aun resulta manifestar que es ‘poco explicable racionalmente el atentado’ porque es imposible pensar que tales ‘suicidas’ hayan decidido tomar esa resolución luego de haber vivido tanto tiempo en los Estados Unidos ‘eludiendo todas las tentaciones propias de la liberalidad norteamericana’. Es decir que, siempre en concordancia con tal perspectiva economicista típica de un yanqui, el hombre resultaría así ser una mera marioneta del confort y del consumo. Muy seguramente podríamos pensar, de acuerdo a este curioso criterio, que si al director de este medio lo mandaran por dos años a los Estados Unidos volvería masticando chicle y hablando y comportándose como un perfecto norteamericano, pues: ¿quién sería capaz de resistirse a las tentaciones que nos proporciona la gran metrópolis del progreso y de la Prosperity?
Pero lo que merece una ampliación de nuestra crítica a las dos expresiones gráficas del nacionalismo güelfo es la insistencia con que ambas despectivamente califican como ‘suicidas’ a quienes han dado su vida heroicamente para demoler en sus símbolos a la civilización norteamericana, representando tal término un atributo moral descalificatorio que se aplica a aquellas personas que se escapan cobardemente de esta vida negándose a asumir sus responsabilidades y a seguir estando en ella a pesar de todo… más aun con los conforts y bienestares que ésta nos puede llegar a proporcionar, según la óptica de Patria Argentina. Cuando en verdad quien se ofrenda por un ideal, aun a sabiendas de que perderá su vida, no es un suicida sino un mártir. Le preguntamos al respecto a los ‘católicos’ de la actual revista Cabildo, quienes además han hecho hincapié en el carácter pecaminoso de tal conducta, si desde su óptica también los  primeros cristianos que se inmolaban dejándose devorar por los leones eran suicidas.
Tales ‘católicas’ y papísticas descalificaciones morales y religiosas permiten hacernos recordar las recomendaciones que daba el papa Wojtyla a los soldados argentinos que luchaban en Malvinas para que ‘quiseran la paz’ con los ingleses y que por lo tanto no se ‘suicidaran’ pues de tal modo corrían el serio peligro de irse al infierno.
Por último nos preguntamos: ¿No habrá sido también el miedo a convertirse en ‘suicidas’ lo que hizo que los distintos exponentes del movimiento carapintada se rindieran sucesivamente en todas las sublevaciones fallidas, en algunas de ellas a las pocas horas de haber comenzado luego de que se tropezaran con una obvia resistencia? ¿Habrán también actuado así por sugerencias eclesiásticas? Al respecto recordemos que uno de los principales líderes de tal movimiento, luego de rendirse tres veces consecutivas, salvando sí su pellejo, a diferencia de los pecaminosos ‘estrelladores de aviones’, ingresó más tarde a la política a través de la cual logró hacer una gran fortuna tras haber previamente explicado a todos que su nacionalismo era de ‘amparo’ en el ‘mundo uno’, esto es, en los Estados Unidos, no habiendo pues precisado para convencerse de ello de una ‘larga convivencia’ con la sociedad norteamericana. Esto es lo que se llama ser previsores y conocer las leyes fatales de la historia.

Notas:
1-     Véase Usa y Urss, un falso antagonismo, en Cabildo Nº 119, Enero de 1988. Así finalizaba el artículo: ‘En la actualidad un movimiento auténticamente revolucionario debe ser capaz de enfrentar por igual a estas dos terribles anomalías históricas, causa y efecto ostensible de la decadencia del mundo moderno, Usa y Urss, metafísicamente iguales…’
2-     2- Véase Nosotros los Fundamentalistas, en Cabildo Nº114, agosto de 1987.


Marcos Ghio

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