lunes, 17 de febrero de 2014

LA CRISIS ARGENTINA
MONJES O POLÍTICOS


Cristina Kirchner, en un reciente discurso, ha dicho que el problema de la Argentina sigue siendo y será siempre el conflicto entre quienes, como ella, sostienen el rol principal del Estado en la economía y los liberales individualistas que reivindican en cambio la soberanía del mercado. No hizo por supuesto alusión a las costumbres pues, a pesar de tal discrepancia, en el plano político y cultural, todos, gobierno y oposición, están de acuerdo además que en la democracia, en que el despliegue de los libertinajes con que nos convidan los medios masivos de comunicación dará lugar sin más al bienestar entre los habitantes. Al respecto digamos que este disco rayado con el cual hemos sido condenados a vivir en la Argentina y podría decirse también que en el resto del mundo ya lo hemos escuchado hasta el cansancio y de la misma manera que en un vodeville en donde los actores van y vienen por el escenario con maquillajes y disfraces cambiados, pero siendo siempre en el fondo los mismos, hemos visto en forma sucesiva a un peronismo liberal y a otro socialista repitiendo cada uno sus sucesivos libretos en tiempos distintos y en reiterativos fracasos.
Como estamos afuera de toda esta monótona comparsa de gobierno y ‘oposición’, vayamos a lo que es cambio lo importante. Al respecto digamos que para poder comprender nuestra realidad habría que remontarse a los principios fundadores de nuestra nación forjada a partir de la concepción moderna que tomara a los EEUU como su modelo formativo. Fue Juan Bautista Alberdi quien, en su obra Las Bases, que fuera el sustento doctrinario de nuestra misma Constitución, criticando nuestro pasado hispano y medieval, manifestó que para que el país progresara nuestra meta debería ser tener muchos más ingenieros y economistas que monjes; es decir, más personas entregadas a lo práctico que a la contemplación de las cosas espirituales. Y esto no fue más que poner por escrito lo que antes hicieran otros que lo precedieran, como Rivadavia, con su famosa reforma religiosa por la cual fueron expulsadas de nuestra patria varias órdenes monacales con la excusa de ser excesivamente onerosas y contemplativas, como el caso de los cartujos, hoy inexistentes en nuestro suelo. Se pensaba y se decía que para obtener una gran nación había que dar prioridad a las profesiones técnicas que tuviesen que ver directamente con el desarrollo de la economía y apartarnos de los ocios espirituales que no sirven para llenar el estómago de las personas y que se encuentran muy lejos de proporcionarnos el bienestar europeo.
Hoy, habiéndose cumplido los postulados de Alberdi y Rivadavia y transitando ya en la fase crepuscular de los Kirchner tras casi dos siglos de modernidad en sus formas diferentes y ya encontrándonos casi sin conventos, no podemos menos que recordarlo a Dostoievky cuando dijera que el grado de decadencia de un Estado dependía del número de monjes que allí hubiesen, puesto que éstos resultan esenciales e indispensables para el sostén de una nación. A diferencia de nuestros políticos, en sus variables sea liberales como marxistas, es decir los dos bandos falsamente antagónicos de nuestra economía, los monjes son personas absolutamente desapegadas de las cosas materiales, en tanto que tal dimensión no es la meta del hombre que formulan. No se trata para éste de tener, sino de ser. En el universo del monje la economía no representa el destino y es por lo tanto un mundo no depredado, sin desórdenes ecológicos, en donde ni los que tienen desean acumular bienes hasta el infinito, ni el que no tiene vive atrapado por un deseo desaforado por poseer. Un monje vive con escasez de bienes, nada más que con lo imprescindible, a diferencia de los K. y ello no porque haya nacido necesariamente pobre, sino porque no tiene internalizada en sí la necesidad de acumular y ostentar. Por el contrario para ser monje hay que renunciar absolutamente a todo en función de tal vocación superior. El Budda dejó un reino próspero, una familia, una vida exitosa en función de la oración. Ningún político en cambio ha renunciado nunca a nada para llegar a la función pública, sino por el contrario la misma le ha servido para multiplicar sus bienes. Alberdi y sus sucesores no han comprendido nunca que no es ni un partido, ni una cofradía de técnicos, sino una orden lo indispensable para construir una nación perdurable que también puede llegar a ser próspera.
Puesto que no todos pueden pertenecer a una orden es imposible una sociedad compuesta solamente de monjes pues el hombre es desigual y no todos participan del mismo grado de perfección y renuncia, pero el monje es como un pararrayos del orden social. Es aquel que por su ejemplo paradigmático de renuncia ilimitada refrena los apetitos por la economía, del mismo modo que su castidad oficia de límite para un mundo que ha hecho del sexo el otro destino solidario del hombre moderno. No es de extrañar al respecto que tanto Marx como Freud, quienes atenazaran el futuro del hombre sea a la economía como a la sexualidad desenfrenada, despreciaran a los monjes.
A diferencia exacta de lo formulado por nuestros fundadores de este gran error que ha sido la Argentina liberal y marxista, los monjes son indispensables para el futuro del país. Precisamos con urgencia que se construyan muchos conventos y menos bingos, boliches, shoppings, prostíbulos, comités y unidades básicas; por supuesto ello si es que queremos la auténtica revolución, el cambio verdadero, que solamente será moral y religioso, más que político y económico.
¿Cuándo llegará el momento en que en vez de entristecernos porque ha disminuido el producto bruto nos alegremos en cambio por ello si significa que se produce menos y por lo tanto también se consume menos pues se dedica tiempo a la oración, que nos hemos vuelto frugales y queremos que la producción sirva para la vida y no nuestra vida para la producción y el consumo?


Marcos Ghio

1 comentario:

Gustavo R. Carante dijo...

Gracias por sus reflexiones siempre profundas y elevadas, Sr. Marcos Ghío. Completamente de acuerdo que la sociedad podría encontrar en una Orden de místicos (y en la presencia de místicos verdaderos, no importa tanto qué corriente tradicional sigan) un baluarte espiritual para los terrible males que la amenazan así como una fuente de inspiración, tan necesaria hoy en día en el aciago páramo espiritual que es el mundo moderno.

Reciba un saludo cordial.

Gustavo R. Carante