lunes, 6 de junio de 2016

RAMÍREZ: CARLOMAGNO, MERKEL Y FRANCISCO

CARLOMAGNO,  MERKEL  Y  FRANCISCO


     En primer lugar digamos qué nos ha llevado a incluir en forma conjunta los tres nombres que encabezan el título de esta nota. Ocurre que el pasado 6 de mayo el Papa Francisco ha recibido de manos de Angela Merkel el premio Carlomagno que se otorga anualmente a quienes han hecho un gran aporte en favor de la paz, la libertad y la justicia en Europa, y por su autoridad moral sobresaliente como mediador. Todos estos calificativos corren por cuenta de las autoridades europeas que entregaron la distinción y responden a sus puntos de vista, aunque desde el punto de vista nuestro, que es el tradicional, todos son discutibles, y aún más, son contrarios a la verdad.
Recordemos un poco de historia. Carlomagno fué el fundador del Sacro Imperio Romano Germánico. En la Navidad del año 800 fué coronado por el Papa León III como "Imperator Romanorum" - Emperador de los Romanos - , y trás la coronación, León III se arrodilló ante él y lo adoró, reconociendo de esa manera su supremacía.
     De esa manera se restauraba la tradicional idea de Imperio, trás algunos siglos de  tiempos revueltos, transcurridos desde la caída de César Augústulo, último emperador romano, en el año 476.
     El Imperio tradicional, en el cual se unía en una misma persona  el poder político y la autoridad espiritual, volvía a tener vigencia en Europa. Nacía la civilización occidental y cristiana. El primitivo judeo-cristianismo de los orígenes, rectificado por el viejo paganismo romano, realizaba una formidable síntesis que dió así forma a una portentosa civilización. Quedaba así restablecida la unidad entre el Cielo y la Tierra siendo el Imperio tradicional el puente entre los dos, y su principal tarea, elevar las almas hacia lo trascendente.
     Este logro superior fué luego lentamente socavado por la Iglesia que a lo largo de los siglos promovió la desconsagración del Estado, especialmente en el período que se conoce como el "conflicto de las investiduras" de los siglos XII y XIII. Es el triunfo de la concepción católica güelfa sobre la tradición católica gibelina.
     Veamos ahora la situación actual. Un estado laico dedicado exclusivamente a los cuestiones temporales y una Iglesia convertida en una mera institución dedicada a la asistencia social y a la caridad pública y cada día más alejada de toda función sagrada, mientras llora y se lamenta de lo que ocurre en el mundo. ¡Qué lejos estamos de la encíclica "Quanta cura" - año 1864 -  del papa Pío IX, cuyo apéndice "Syllabus" condenaba los errores y desviaciones del mundo moderno, tales como el liberalismo,  el marxismo, el naturalismo y muchos más! Todo eso ha sido olvidado y hoy la Iglesia convive alegremente con la modernidad. Y no sólo eso: Francisco poco a poco va insinuando el futuro papel de la Iglesia que consistiría en ser una especie de pegamento pseudo-espiritual integrador de diversas fuerzas de la modernidad, en una especie de pseudo-religión propia de la decadencia y la disolución de la civilización occidental, que alguna vez fué cristiana. En la encíclica de Francisco "Laudato si" es fácil advertir esta tendencia y en algún momento nos ocuparemos de ella.
     Vemos entonces que otorgar al papa un premio llamado Carlomagno es mancillar la figura de ese Emperador que echó las bases de la civilización cristiana y que fué todo lo contrario de Francisco y de los últimos papas que, como Juan Pablo II, también recibió el premio. No en balde quién o quiénes otorgan el premio son altos representantes del mundo moderno y miembros conspicuos de la Unión Europea, entidad puramente economicista carente de toda instancia superior, y en sintonía con Francisco a juzgar por los discursos. Asistimos pues a una verdadera inversión de polaridad de orden contratradicional, a la que no vacilamos de calificar como luciférica.
     En lo que respecta al discurso del Papa en esa oportunidad, elogió el pasado de Europa, pero no de la tradicional sino de la humanista, de la del arte, la de los pintores,  escritores y músicos. También alabó a los "padres fundadores" de la Unión Europea que desde 1950 comenzaron a edificar ese ente moderno, materialista y  economicista. Tampoco dijo nada que Europa difundió por el mundo todas las subversiones modernas: racionalismo, humanismo, liberalismo, masonería, democracia, marxismo, evolucionismo, positivismo, imperialismos y muchos más "ismos", y hoy día combate a la única manifestación visible de la Tradición, como es el fundamentalismo islámico. ¡ Cómo iba a hacerlo, si lo que busca es conciliar con la modernidad !
     En conclusión: pera compensar tanta mentira, vaya nuestro homenaje a Carlomagno, "Imperator Romanorum".

JULIÁN  RAMÍREZ


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