miércoles, 17 de agosto de 2016

RAMÍREZ: ¡SEAMOS BÁRBAROS!

             ¡SEAMOS  BÁRBAROS!


Este título quizá confunda a algunos y parezca una invitación grosera y de mal gusto, pero permítasenos aclararlo y se verá que no es así.     Para la cultura moderna los bárbaros serían personas que actúan fuera de las normas de cultura. La barbarie sería una falta de educación y de instrucción, de pautas contrarias a las convenidas y aceptadas dentro de una comunidad. El filósofo Kant consideró a la barbarie como lo contrario de la filosofía de la Ilustración, en general, lo que para una cultura es bárbaro, para otra puede no serlo.
     Julius Evola nos dice que "a los griegos y a los mismos etruscos, los romanos se les aparecieron casi como bárbaros". A su turno los romanos del decadente Bajo Imperio calificaron de bárbaros a los pueblos germanos invasores, que junto con el cristianismo construyeron una nueva civilización.    También la "leyenda negra", que lo anglosajones construyeron en torno a la actuación de los españoles en América, calificó a éstos como bárbaros.  Lo mismo pensaron los decadentes griegos de la civilización cristiana ortodoxa de los integrantes de las Cruzadas.
    En nuestro país, la Argentina, en el siglo XIX, el político, escritor, liberal masón y considerado gran educador y que llegó a presidente de la república, Domingo F. Sarmiento, consideró en su libro "Facundo,  Civilización o Barbarie", que  los civilizados eran los que adherían a la cultura francesa y al liberalismo británico, y habitaban en las ciudades; por el contrario, los bárbaros eran la gente de los campos,  los gauchos, los apegados a las tradiciones heredadas del Imperio Hispánico y al catolicismo. Esa clase de gente lo único útil que tenían era la sangre. que servía de buen abono para la tierra.  Otro pensador e intelectual contemporáneo de Sarmiento, nos referimos a Juan Bautista Alberdi, expresó, que con la usurpación de las islas Malvinas por parte de los ingleses, la civilización comenzaba a acercarse a estas tierras.
     Y para no abundar en más ejemplos, en nuestros días, vemos como se califica al fundamentalismo islámico de bárbaro, en razón de ciertos hechos, usos y costumbres que no coinciden con los del mundo moderno, al que se considera como el portador de la civilización.
     Esta visión moderna de civilización o barbarie carece de toda profundidad, es banal y superficial y es incapaz de ir al fondo de las cosas.  Y es propio del hombre moderno ignorar lo esencial y entretenerse con lo contingente, con los fenómenos visibles, con lo que captan los sentidos, y no ver lo que hay detrás de ellos: una lucha entre concepciones opuestas del mundo y de la vida, lo que los tradicionalistas evolianos llamamos la guerra de civilizaciones, el enfrentamiento entre el espíritu tradicional y el mundo moderno.
     Lo que destaca a los ejemplos de bárbaros que hemos mencionado es su estilo, heroico, viril y trascendente de la vida. Por el contrario las civilizaciones en estado de decadencia, y la moderna en estado de desintegración, es su tendencia femínea, hedonista, consumista, servil y su inclinación hacia lo promiscuo a través de la democracia.
     Por eso el hombre calificado de bárbaro aparece como rudo, sin apego por las formalidades de la vida cotidiana, quizá algo grosero y brutal, pero portador de una visión superior del mundo y de la vida.  El hombre moderno se presenta como educado, amable, cuidadoso de su aspecto exterior, preocupado por su físico, por su belleza sin ahorrar el uso de cosméticos y perfumes. Todo esto nos indica claramente una tendencia femínea, puesto que están en la naturaleza de la mujer esas inclinaciones.
     Nos ha llamado la atención en estos días, mirando por TV algunos partido de fútbol de la Copa de América, los peinados y cortes más estrafalarios que usan muchos futbolistas, lo que debe llevarles tiempo y preocupaciones más propias de mujeres que de varones. Todo un signo de los tiempos.
     Frente a este panorama debemos preguntarnos si seremos civilizados o mejor, bárbaros. Nosotros ya elegimos.
San Carlos de Bariloche, 20 de junio del 2016.

JULIÁN  RAMÍREZ 

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