miércoles, 17 de agosto de 2016

RAMÍREZ: SIGNOS DE NACIONALIDAD

     SIGNOS  DE  NACIONALIDAD


La realidad sensible nos brinda a diario signos de los tiempos que vivimos. Así en esta época de decadencia, desintegración y disolución de toda presencia de valores tradicionales, de triunfo de la democracia, de los pseudo valores humanos, de mediocridad, de igualitarismo, de pensamiento único y de lo politícamente correcto, hemos presenciado un leve sismo, un ligero temblor de otros signos de significado diferente a los primeros.
     Ocurre que en nuestro país, la Argentina, se celebró el 200º aniversario de la independencia del 9 de Julio de 1816. Las autoridades de turno prepararon una serie de actos, desfiles y celebraciones del caso, en la forma burocrática acostumbrada. Nuestra posición con respecto a lo que de destructiva del Imperio Hispánico tuvo nuestra supuesta independencia, y que fue un proceso subversivo en contra de los valores tradicionales, ya es conocida por los oyentes de esta radio, y así lo hemos expuesto en nuestra nota de la audición del pasado 5/7. Pero en las celebraciones del 9 y 10 de Julio hemos observado ciertos aspectos que se aparten de los signos negativos que a diario nos abruman.
     En primer lugar hemos visto la manifiesta presencia de las fuerzas armadas en los desfiles, cosa que no ocurría con esa magnitud desde hace muchos años, durante los cuales los gobiernos de la progresía y de la democracia las despreciaron,  y las desvalorizaron, con la intención de destruirlas, con una política de desprestigio a través de los medios, de la partidocracia y del recorte substancial de los medios materiales, lo que pone al país en una incapacidad total para atender a lo más elemental de la defensa nacional.
     En segundo lugar, los desfiles  masivos de veteranos ex-combatientes de la guerra de Malvinas; acontecimientos de tal magnitud nunca vistos desde el restablecimiento de la perversidad democrática en 1983. Los ex-combatientes fueron reiteradamente tratados como que no existían, denigrados por la subversión neo-marxista y progresista, o tratados como pobres chicos víctimas de los militares.
En tercer lugar el desfile masivo e inacabable de jinetes gauchos, rememorando una tradición telúrica y patriótica de las antiguas montoneras, tan despreciadas y exterminadas por el régimen liberal triunfante luego de la batalla de Caseros de 1853.
     Lo notable del caso es que estos tres hechos fueron aclamados y victoreados en forma entusiasta por las multitudes asistentes a los desfiles, tanto en Tucumán como en Buenos Aires, lo que habrá sido una sorpresa tanto para las autoridades de turno, que a los siete meses de asumir están llegando a un nivel notable de desprestigio, como a progresistas, neo-marxistas y democráticos, tal como si avisoraran algún fantasma.
     Ahora cabe preguntarnos qué significan estos hechos vistos desde el punto de vista tradicional.
     El maestro Julius Evola ha enseñado la distinción que hay entre nacionalidad y nacionalismo. La nacionalidad es legítima y sana. Es la forma que tiene un pueblo para elevarse desde la abstracta humanidad, la indiferenciación, lo colectivo y lo promiscuo hacia un nivel superior que facilita la comprensión de principios tradicionales. El nacionalismo es la parte enferma, egoista y sectaria, producto de la modernidad y destructor de imperios tradicionales.
     La nacionalidad es cultura, entendiendo por cultura la adhesión a principios superiores, y es un nivel intermedio entre el universalismo, que es lo superior, y el colectivismo, que es lo inferior. El mundo moderno conduce hacia el colectivismo, hacia la manada y lo indiferenciado, nivela y destruye lo superior en beneficio de lo bajo. Los pueblos legítimamente tienen que defender su nacionalidad, su religión, su idioma, su arte,  su música, sus usos y costumbres para evitar caer en el amontonamiento colectivista y en la oscuridad en donde todos los gatos son negros.
     Somos contrarios a la mezcla de razas, de religiones, de culturas y de arte. Tenemos que saber guardar distancia y no caer en la promiscuidad, pero ello no quita coincidir en lo superior con otros pueblos; de ahí nuestro apoyo al fundamentalismo islámico, en el cual no defendemos lo musulmán sino lo que tiene de tradicional. Con respecto a los movimientos identitarios y nacionalistas europeos los  comprendemos, pero también vemos sus limitaciones en el hecho que no se avisora en ellos nada que conduzca ulteriormente a los tradicional, y se mueven totalmente en la modernidad sin alcanzar un nivel superior. La nacionalidad debe facilitar el acceso a la Tradición, de lo contrario fracasará.
     Las manifestaciones relatadas en el caso argentino tienen la posibilidad de facilitar un camino ulterior a algo superior, que sean algo más que un lejano eco y se transformen en un rumor de restauración.  San Carlos de Bariloche, 11 de Julio del 2016.

JULIÁN  RAMÍREZ 

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