viernes, 31 de octubre de 2014

AFGHANI: ACERCA DEL WAHABISMO Y EL SALAFISMO

ACERCA DEL WAHABISMO Y EL SALAFISMO

por Mahdi Al Afghani

(El Fortín Nº 70, Julio-Agosto 2013)



Entre las múltiples modas asumidas por el occidente crepuscular nos encontramos hoy en día con una descalificación, generalizada y formulada en forma totalmente dogmática, respecto de dos importantes expresiones del Islam cuales son el wahabismo y el salafismo. Debemos decir al respecto que la opinión pública, que por lo general jamás ha leído nada en forma directa de tales doctrinas, todo lo que dice de las mismas es a través de las críticas que los distintos movimientos sufís, que se han expandido en el Occidente, han efectuado de ellas. Acotemos que dicho sufismo, muy popular especialmente en los EEUU, es un intento de presentarnos un Islam digerible y adecuable a la mentalidad del mundo moderno, de la misma manera de lo que ha sucedido respecto del hinduismo y buddhismo tradicional con diversas expresiones relajadas y potables de los mismos para los hombres de tal universo degradado, muchos de los cuales buscaban, a través de tales adaptaciones, cuanto más técnicas terapéuticas y medicinales para curarse de los stress producidos por el agitado mundo moderno de los negocios.
Digamos al respecto que el wahabismo es una doctrina originada en Arabia, habiendo sido fundada por Muhammad ibn 'Abdel Wahab, en el siglo XVIII mucho antes del surgimiento del victorianismo del que habitualmente se lo acusa y que surgiera en un momento de relajamiento de las costumbres propias del mundo islámico pregonando sin más un retorno a las antiguas reglas de dicha religión protegiéndola de distintas desviaciones modernas tales como el liberalismo, el materialismo y la democracia. El carácter piadoso de su prédica hace que se lo confunda muchas con el puritanismo y el protestantismo calvinista; sin embargo ésta es una visión sumamente superficial. Téngase al respecto presente el carácter profético del protestantismo anglosajón, de lo cual carece todo movimiento islámico, de la misma manera que el primero también se caracteriza por un carácter sexófobo que no está presente en cambio para nada en dicha religión por cuanto el Corán enseña que el sexo es bueno y que el placer que conlleva ha sido otorgado por Allah. Si bien hay normas que condenan la inconducta aun en tal terreno, es de recordar que el musulmán no es célibe, no practica el ascetismo, excepto los sufíes en algunos casos, que existe el matrimonio poligámico de hasta cuatro esposas y que se permiten también concubinas, todas las cuales son consideradas valiosas y como poseedoras de los mismos derechos. Lo que sí puede decirse es que el wahabismo, lo mismo que su par el salafismo, fueron movimientos reformistas en el seno de la propia religión, en tanto deben ser concebidos como intentos por retornar a las formas originarias del Islam que habían entrado en un período de relajamiento. Pero en modo alguno se lo puede reputar como protestante, si entendemos por tal cosa un movimiento puramente moralizador y desgajado de cualquier carácter sobrenatural y metafísico. Puede ser que no sea excesivamente especulativo en tal esfera, pero su carácter sumamente trascendente está vinculado estrechamente con el campo de la acción. El ejemplo más vivo de todo ello lo tenemos hoy en día en forma por demás multitudinaria en el gran despertar de amor y deseo de jihad o guerra santa que acontece en el seno de sus seguidores, lo que pertenece a su vez a lo mejor de la tradición católica medieval. La guerra santa implica la conquista del cielo por la vía heroica, cosa que obviamente está descartada totalmente en la posturas predestinacionistas del estilo de Lutero o Calvino para los cuales es en última instancia pecaminoso el deseo y el accionar por obtener la salvación o gracia de Dios, la que solamente sería una decisión soberana de éste, quedándole simplemente al hombre la posesión de una fe separada de prácticas religiosas y que, trasladada a la esfera de la acción, se encuentra totalmente apegada al trabajo y a la moral burguesa, habiendo de este modo sido la forma religiosa propia del capitalismo depredador y democrático. El wahabistmo y el salafismo son en cambio posturas guerreras y no burguesas, que se emparentan más con la tradición gibelina del catolicismo que con el protestantismo de los mercaderes, tal como dicen los desinformados y falsificadores de siempre.


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