lunes, 27 de julio de 2015

GHIO: UNA ANTÍTESIS NUEVA

UNA ANTÍTESIS NUEVA




No dejan de sorprendernos nunca los desenlaces cada vez más novedosos y sorprendentes que asume el proceso democrático en su fase terminal en la que nos toca vivir. Bien sabemos que en la Argentina, que es un país en múltiples aspectos arquetípicos para el mundo entero, en tanto ha dejado desde hace tiempo de ser un mero reflejo de lo que en otras partes pasa primero, ha existido históricamente  -durante los últimos cien años por lo menos- un embate desaforado y a veces incluso violento entre dos fuerzas que se presentaron como antitéticas, aunque en el fondo –y hoy se lo demuestra de manera notoria- nunca lo fueron en tanto que ambas en una manera u otra han aceptado por igual que la verdad es una cosa inmanente a algún tipo de factor sea social como histórico y han discrepado simplemente respecto de la entidad y amplitud que tenía el mismo. Una de estas dos fuerzas ha sido el liberalismo en la forma clásica, que surgiera a partir de la revolución francesa y la otra, también procreada por dicho acontecimiento, ha sido el populismo, al que podríamos calificar en el fondo también como un liberalismo, pero de carácter más urgente e inmediato; siendo por lo tanto éstos los dos modos en que se ha expresado siempre nuestra democracia. Tal antítesis dialéctica puede encontrarse en la obra esencial que representa la base de todo nuestro sistema político y filosófico que es el Dogma Socialista de Esteban Echeverría, texto escrito en la primera mitad del siglo XIX que sirviera de base filosófica a nuestra Constitución y que asigna al concepto de ‘socialista’ un significado diferente del que adquiriera posteriormente con el tiempo. En este caso la reflexión de Echeverría versa sobre la democracia y considera que, si bien la misma es el gobierno del pueblo, resulta indispensable distinguir entre este último y la masa. El primero es un conglomerado de seres educados racionalmente en el cual los instintos y caprichos se encuentran modelados por tal función superior, en cambio la masa es aquel conjunto de individuos que, en tanto no son racionales y carecen de educación, son fácilmente conducidos por tiranos o caudillos que los determinan a actuar de acuerdo a sus intereses. La solución de Echeverría era que la democracia no podía aplicarse con todo el mundo, sino que debía confundirse con el mismo proceso educativo en modo tal que con el tiempo las personas en su totalidad pudiesen llegar a practicarla en tanto hubiesen sido capaces de hacer primar en sí el factor racional por sobre el emocional e instintivo. Este sistema entró en crisis en el momento en el cual el populismo, con el radicalismo irigoyenista primero y con el peronismo más tarde en las diferentes variantes que hemos conocido a lo largo de la historia, alcanzó a hacerse con el gobierno. El populismo, del mismo modo que el liberalismo clásico, considera que es cierto que la verdad emana del pueblo en cuya voluntad deben depositarse todas las grandes decisiones del Estado, pero da un paso más y que consiste en considerar que no existe esa diferencia con la masa a la cual apuntaba Echeverría. Más aun esa verdad tiene más que ver con el instinto que con la razón pues en el pueblo existiría un impulso secreto hacia la justicia que en cambio no hallaríamos en los seres cultos e ilustrados. La famosa frase peronista ‘Alpargatas sí, libros no’ es una clara alusión a tal concepto.
Ahora bien, los liberales no se resignaron a tal dogma populista y durante mucho tiempo se le sublevaron, incluso con revoluciones sumamente violentas, habiendo sido la más cruda de todas la Libertadora, respecto de la cual se cumplirán en estos días 60 años de su realización. De acuerdo a las mismas existían ciertos principios que ellos denominaban democráticos que no podían se conculcados en manera alguna aun si se hubiese tratado de una mayoría electoral la que lo aceptase y que por lo tanto no podía identificarse la Democracia con el mero ejercicio electoral indiscriminado, pues sólo podían participar de la misma los que creyesen firmemente en éstos. Fue así como el populismo peronista fue proscripto por esa revolución. Pero en razón de la endeblez de tal postulado, en tanto que muchas veces los límites entre lo educado y aquello que aun no lo era resultaban difíciles de determinar, esta actitud no duró ni siquiera veinte años pues al poco tiempo se volvió a tal práctica antes prohibida y nuevamente dicha vertiente reconquistó el Estado. Es cierto que luego se intentó corregir tal error en 1976, pero finalmente todo concluyó con el retorno de tal sistema el cual fue incrementándose cada vez más hasta llegar a nuestros días en donde su victoria puede reputarse ya como absoluta.
Todo este prolegómeno lo decimos justamente porque días pasados no dejó de sorprendernos el hecho de que aquella fuerza que se presentaba como lo contrario del peronismo y como la ‘gorila’ o heredera de la revolución antiperonista ha terminado asumiendo sus mismas banderas populistas y ello no solamente en el hecho de que haya rescatado sus ‘logros’ de gobierno, sino porque ha asumido su misma concepción pragmática y oportunista de la existencia, es decir, tal como antes criticaba Echeverría, confundir la verdad con la mera cantidad. El principal ideólogo de tal fuerza ha manifestado textualmente que ‘Si el pueblo argentino dice que la virgen es una atorranta, entonces es una atorranta hasta que se demuestre y decida lo contrario’.  Es decir, de manera cruda y categórica, tenemos aquí la aceptación de la máxima populista de que la verdad es igual al número y que carece de cualquier valor que lo trascienda.

Habiendo concluido así la dialéctica existente entre liberales y populistas los cuales, tal como era de esperarse, han terminado poniéndose de acuerdo, de lo que se trata ahora es de volver a practicar la antítesis verdadera, es decir entre aquellos que creen en que la verdad es inmanente al pueblo, esto es la Democracia, o los otros que en cambio sostienen que lo trasciende, y que es Dios y no el pueblo la fuente de la misma. Que la soberanía sobre el pueblo se ejerce a través del Estado el cual forma a la nación y no a la inversa.
Hoy en el mundo esto último ha comenzado a ponerse en práctica en otra latitud y en el seno de otra religión a partir de la constitución del Estado Islámico cuya meta es la refundación del antiguo califato disuelto por la misma revolución moderna inspirada en los principios democráticos emanados de la revolución francesa. En estas tierras la alternativa al populismo liberal y moderno es el Estado católico cuya función es también reconstituir el antiguo imperio cristiano.

Marcos Ghio

27/07/15

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