lunes, 26 de septiembre de 2016

RAMÍREZ: LA PRIMERA RESISTENCIA ES INTERIOR

LA  PRIMERA  RESISTENCIA  ES  INTERIOR

     Queremos tratar una cuestión que es fundamental para el desarrollo de una alternativa  tradicional al mundo moderno. El hombre contemporáneo está totalmente volcado hacia el mundo exterior; actúa, hace, se mueve, en base a las imágenes que le suministran los sentidos. Están incluídos en esto aquellos que accionan en base a estudios científicos y técnicos, los profesionales, los intelectuales, los artistas, los docentes, los periodistas, los políticos o los militares. Todos ellos están educados en las ciencias profanas, en el racionalismo o en cualquier ideología moderna. La modernidad ha eliminado de la realidad toda enseñanza sobre lo que está por encima de la realidad material, física y biológica: ha pretendido borrar el plano de lo sobrenatural y lo trascendente.
     Por eso se reacciona contra una determinada política o sistema económico proponiendo otra política u otro plan económico, cuando la situación mundial está tan acotada que cualquier cambio posible en ese sentido es prácticamente inoperante. No se trata de novedades políticas, sociales o económicas, se trata de una actitud distinta frente a los hechos, y esa actitud debe comenzar por lo interior de cada uno.
     Es necesario asumir plenamente los principios tradicionales y despojarse de toda influencia de la modernidad, con el mundo moderno no hay transacción, espíritu tradicional y mundo moderno son absolutamente incompatibles. Vemos a diario a personas bienintencionadas, aunque con cierta confusión, que se esfuerzan por introducir modificaciones a la aplanadora que significa el avance de la subversión democrática y material, tanto en el orden mundial como en el local de cada país, y como esos esfuerzos fracasan, dejando una sensación de abatimiento y de renuncia a la acción positiva. En vez de buscar crear sobre cimientos sólidos han preferido buscar atajos edificando sobre arena, como dice la cita evangélica: vinieron el viento y la lluvia y todo se derrumbó.
     Esas personas han creído o creen en alguna forma de democracia o en golpes milagrosos a cargo de algún "salvador de la patria", o se remiten a una intervención divina olvidándose que Dios interviene pero a través de los hombres.
     Ya se han hecho numerosos ensayos y todos han fracasado por ser intentos vacíos de un contenido tradicional, y lo peor de todo es que ha esos fracasos ha sucedido el desaliento, la apatía y la inacción frente a un enemigo que no cesa en su avance y creyendo así que es imbatible, y de esa manera, terminan colaborando, por aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él".
     De manera que lo primero a vencer es el enemigo interior, lo que se llama la gran guerra santa. Esta es la más difícil y ardua, pero el triunfo en esa guerra nos hace imbatibles al encarar la pequeña guerra santa que es la que se libra en el exterior. Alguien nos ha preguntado, ¿ porqué tengo que seguir a la Tradición y nó al mundo moderno? La respuesta es sencilla: la Tradición nos conduce a la inmortalidad o a alguna forma de participación en ella en el "post-mortem", mientras que el mundo moderno nos lleva a la disolución y a la nada.
     Hoy día son unos pocos los que se preguntan: ¿ qué soy, qué es el mundo, qué es la vida, qué es el hombre? Puede haber varias respuestas, pero la peor de todas es mirar hacia otro lado y pensar que lo mejor es no pensar en ello como si fuera un mal sueño. Y dijimos que son unos pocos los que se formulan estos interrogantes. La inmensa mayoría de los contemporáneos ignora hacerse esas básicas preguntas existenciales, y rinden culto a la moderna "religión" de la vida como si fueran a ser eternos. No sospechan que de esa manera ya están  muertos.
     De manera que nada de contemplaciones con la modernidad, nada de lamentaciones, nada de tener lástima. Lo mejor que podemos hacer es transmitir nuestra fuerza al que tiene vocación por lo superior.
     La fortaleza interior nos lleva no solamente a combatir la apatía, la inacción, la angustia existencial, sino también el apuro y el frenesí propio del hombre moderno. Éste último quiere que sus deseos se cumplan en vida porque ese es el horizonte que tiene al carecer de una visión sobrenatural. Los tradicionales sabemos que esta vida es un estado transitorio del ser y lo que construimos debe ser muy sólido, debe serlo para la eternidad. Si no lo vemos en  esta vida terrenal servirá para los que vengan después. Por eso cada día pongamos una piedra, pero que esa piedra sea sólida y bien afirmada aunque lleve tiempo el hacerlo, valgan como imágenes aproximadas las monumentales obras de las más remotas sociedades tradicionales que tardaban generaciones en construirse y hoy nos siguen mirando, mientras que las obras del mundo moderno duran poco y son rápidamente reemplazadas.

San Carlos de Bariloche, 5 de septiembre del 2016.

JULIÁN  RAMÍREZ

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