martes, 25 de diciembre de 2012


EL FORTÍN

Nº 66 (Noviembre-Diciembre 2012)

EDITORIAL

EL PENSAMIENTO EVOLIANO ANTE EL SEPARATISMO
Entre los meses de noviembre y diciembre, a raíz de los dramáticos acontecimientos que se viven hoy en día en España y en especial en la región de Cataluña, hoy a punto de segregarse del país, en el Foro Traditio et Revolutio, del que participan varios miembros de este Centro, se desarrolló un importante debate con nuestro habitual colaborador Eduard Alcántara, un evoliano español originario de tal región, en relación a tal problemática. Asimismo el tema se entreveró también con un prólogo a una obra de Julius Evola recientemente editada en nuestra lengua en la cual el aludido vertía conceptos como el siguiente. (SIGUE)

“HAY QUE DEMOCRATIZAR TAMBIÉN LA JUSTICIA”, (K.K.)
SECUELAS DEL COMUNISMO

REPORTES DE LA AGENCIA DE NOTICIAS KALI-YUGA (por Walter Preziosi)

DE LA VICTORIA DE OBAMA A LA DEFENESTRACIÓN DEL GRAL. PETRAEUS
¡ES LA GUERRA, ESTÚPIDO!

DOCTRINARIA
(Primera parte)
(en portugués) por Peyrot de Fortinbraso


lunes, 17 de diciembre de 2012


HAY QUE DEMOCRATIZAR TAMBIÉN LA JUSTICIA”, (K.K.)

LA DEMOCRACIA TOTAL



La reciente propaganda lanzada desde medios gubernamentales relativa a la necesidad de ‘democratizar la justicia’, tomándose como excusa para ello un fallo absolutorio de 13 presuntos proxenetas, merece algunas reflexiones. En primer lugar queremos decir que este acontecimiento recuerda lo sucedido tiempo atrás con la supresión del servicio militar obligatorio, lo cual fue efectuado tomándose también como excusa un hecho de gran connotación periodística como fuera el asesinato de un recluta para, a partir de ello y aprovechando el estado de conmoción pública obtenido, arribar a la conclusión de que el servicio militar era una cosa dañina para nuestra juventud. En ese entonces, como también ahora, dijimos que, si bien, desde el punto de vista de los principios, la función militar debe ser ejercida por un grupo de personas calificadas especialmente para ello y no debe ser una actividad al alcance de cualquiera, sin embargo en las situaciones excepcionales en que vivía y más todavía vive ahora la sociedad argentina, de total disolución y descomposición de valores, ante la lamentable vacancia de otras instituciones como la escuela, el cuartel podía aun brindar a los jóvenes la presencia de principios que hoy han dejado de vivirse totalmente en el resto de la sociedad.
Del mismo modo nos encontramos ahora con una circunstancia muy similar. La justicia argentina -y podemos decirlo con conocimiento de causa- dista enormemente de ser una institución ejemplar. Los jueces en su gran mayoría, lejos de ser personas intachables, impasibles ante los avatares de su tiempo y absolutamente objetivos en sus resoluciones, en cambio, cuando no son sujetos acomodaticios, pasibles de múltiples corrupciones *, son personas sin espina dorsal, fácilmente presionables por parte de la opinión pública y el poder político en modo tal que gran parte de sus sentencias, en especial cuando se roza a alguna persona con funciones de gobierno o con notorias influencias sociales, suelen representar verdaderos dislates y absurdos. De hecho ya se ha convertido en un lugar común la idea de que si algún funcionario público comete una tropelía -lo cual bien sabemos que representa una cosa sumamente habitual- puede ser condenado solamente el día en que su partido deje de gobernar o que el poder político le haya quitado alguno de sus resguardos mafiosos. Pero como por lo general los partidos suelen protegerse entre sí, de acuerdo al dicho de que ‘hoy a ti, mañana a mí’, prácticamente resulta hoy en día imposible que se condene a un dirigente político, y cuando por alguna circunstancia excepcional se hubiese llegado a una instancia judicial, casi nunca se ha pasado de la  relativa a la simple instrucción**.
Pero en este caso aquí aludido nos hemos encontrado con un hecho realmente excepcional, el de tres jueces que en la provincia de Tucumán se animaron a absolver a un grupo de imputados a los cuales todo el mundo, desde los medios de difusión en su totalidad hasta el mismo poder político, había condenado anticipadamente en absoluta unanimidad. Ante ello, sin descartar por supuesto la posibilidad de que estas personas hubiesen preferido renunciar a su fama y profesión a cambio de una importante suma económica que les hubiese resuelto sus problemas de por vida, sin embargo no queda para nada excluido lo contrario –y el hecho de que hayan sido tres los jueces que votaran en absoluta unanimidad abonaría dicha tesis-, de que hubiesen podido actuar en honestidad con los principios judiciales y que hubiesen querido hacer primar la justicia por encima de la propaganda y la popularidad.
Es de lamentar al respecto cómo en la sociedad argentina no se alzó una sola voz, no digamos de defensa ya que no se conocen aun los fundamentos del fallo, sino simplemente de duda respecto del accionar de estas personas que habrían podido llegar a significar un verdadero estado de excepción ante este clima de tanta mediocridad reinante. Pero lo más indignante de todo es que, en vez de suceder tal cosa, se quiera utilizar dicho acontecimiento para motorizar lo que la presidenta ha difundido a grandes voces como el proyecto de ‘democratizar la justicia’. Al respecto digámoslo una vez más: así como la democracia en cualquier esfera que se aplique representa una verdadera aberración, más lo es todavía en instituciones jerárquicas como la justicia en donde se deben aplicar principios esenciales para el buen funcionamiento del todo. Y esto lo es aquí en un doble sentido. En primer lugar porque suponer que un jurado compuesto por ciudadanos comunes -tal es justamente una de las principales consignas de la democratización- es una garantía mayor de justicia que en cambio un tribunal integrado por jueces especializados en la materia no resiste el menos análisis. Suelen decir al respecto los defensores de tal proyecto, pretendiendo manifestar con ello una cuota de ‘realismo’ en relación a la naturaleza humana, que, como la corrupción es la situación normal en una especie que amaría por sobre todas las cosas el dinero y los bienes materiales, va a ser mucho más difícil sobornar a 15 personas que forman un jurado que a tres jueces. Esto es sumamente absurdo desde cualquier punto que se lo mire. En primer lugar porque la especie humana no es un fenómeno cuantitativo como puede ser una manada o un panal, sino que tiene que ver con la calidad que poseen los individuos que la integran. Cuanto más elevada sea una persona, cuantos más principios posea, más difícil será ésta de corromper, aunque se trate de una sola, que una multitud entera sin principio superior alguno. Y al respecto es de suponer que aquel que ha estado durante toda su vida en contacto con la justicia y la ciencia del derecho se encuentra más en condiciones de juzgar que el ciudadano común que actúa habitualmente en función de sus emociones resultando así más presionable, en cualquier sentido que ello sea, que cualquier otro, por los efectos especiales producidos, sea por la prensa modeladora de la opinión pública como por algún que otro discurso brillante o impactante emitido por fiscales o abogados defensores con deseos de progresar en su carrera.
Pero dejando a un lado esta circunstancia a la que pareciera haberse reducido la problemática actual de la ‘democratización de la justicia’, existe otro problema de fondo mucho más importante que es la filosofía en que se funda la que sin lugar a dudas y ante todas las evidencias se ha convertido ya en la peor de todas las formas de gobierno posibles. Bien sabemos que el principio esencial en que se basa tal sistema es el de la igualdad y que por lo tanto para el mismo no existen diferencias esenciales de derecho entre aquellos que gobiernan y los que son gobernados. Que en consecuencia su ideal de político no es el aristócrata, aquel que por ser más se encuentra en una situación de superioridad y elevación con respecto al simple pueblo, sino al contrario alguien que se destaque por ser uno más del montón. Es decir que es una convicción esencial del demócrata, en función de su religiosa adhesión al principio de la igualdad, que el ser humano en su totalidad se encontraría en condiciones de gobernarse a sí mismo y que, si esto no sucede plenamente hoy en día, no es por una circunstancia de sentido común por la que una mera observación nos hace ver que hay seres que, en tanto determinados por sus pasiones, pertenecen a la condición de individuos masificados a diferencia de los que en cambio son personas que  están en condiciones de determinarse a sí mismas, sino que ello acontecería por una insuficiente aplicación de la democracia. Es decir que como en razón del principio de la igualdad la función del gobierno ha sido relegada a un plano subordinado, lo que debe en cambio tratar de asegurarse aquí es una adecuada e igualitaria representación que sería aquello que como consecuencia garantizaría la existencia de un buen gobierno.
La democratización de la justicia no es pues sino una fase necesaria del proceso de democratización de la sociedad en su conjunto.  Se opina así, de la misma manera que en el contexto social, que los males de la justicia no estribarían en que los jueces se dejan influir muy democráticamente por la opinión pública modelada por los grandes grupos de poder, sino al revés: que el mal es que habría todavía poca democracia; por lo tanto, en la medida que la misma por su propia esencia pretende ser total y absoluta, luego del juicio por jurados, el paso siguiente será que el pueblo elija a los jueces y fiscales, del mismo modo que en las escuelas, una vez que la democracia ha logrado constituir consejos resolutivos en los cuales su mayoría, en este caso los alumnos, ‘decide’, el paso siguiente de tal proceso de descomposición será que elija al director y a sus docentes.
Cuando se llegue finalmente a esto y el caos se haya instaurado en forma definitiva entonces se cerrará el ciclo, entonces se comprenderá que ante la democracia total el remedio no puede ser otro que la dictadura necesaria, que para suplantar el partido y a la corrupción consuetudinaria será indispensable cuanto antes constituir una orden de probos. El camino será largo y difícil, pero los demócratas, sin saberlo y en su afán por enriquecerse en dinero y poder, también ayudarán para la consumación de un rápido final.


* Días pasados los argentinos hemos sido testimonios del hecho inverosímil de que un notorio juez, al que se le imputan todo tipo de corrupciones, fue literalmente abucheado por la concurrencia a un partido de tenis obligándolo a huir despavorido del lugar. Ni qué pensar lo que hubiese sucedido de haber concurrido a un estadio de futbol del que con seguridad no habría salido vivo.
** El único caso conocido de un político que llegó a ser condenado en juicio oral fue el notorio de María Julia Alzogaray. Al parecer la aludida, que ocupara funciones importantes en el gobierno de Menem, en un único acto de dignidad y por fidelidad a su fallecido padre, un famoso dirigente liberal y ‘gorila’, no quiso afiliarse al partido peronista y ello le habría significado la pérdida de cualquier protección mafiosa una vez concluido su mandato.

Marcos Ghio
16/12/12

lunes, 10 de diciembre de 2012


SECUELAS DEL COMUNISMO

LA ENFERMERA DE LENIN


El por nosotros siempre valorado cineasta ruso, Aleksandr Sokhurov, en su nunca estrenada obra maestra, La agonía de Lenin, en donde nos describe el colapso físico irreversible del líder de la Revolución rusa afectado por un cáncer cerebral que iba socavando velozmente sus facultades mentales, nos indica también en muy condensadas imágenes lo que ha sido el comunismo. Tras habernos mostrado en sucesivas secuencias un inmenso edificio en donde se va desenvolviendo paulatinamente el lento colapso del líder bolchevique, el espectador termina percibiendo que el mismo a la postre resulta ser el antiguo palacio del zar; es en ese instante también cuando el aludido, en su irreversible estado de postración mental, al no alcanzar a explicarse las razones de todos los lujos que lo rodean, busca una respuesta a lo que le está sucediendo y entonces una de sus enfermeras le indica que ello era así porque todo había sido ‘expropiado’, palabra que, debido a la situación de colapso en que se encuentra y ante la necesidad de un lenguaje más llano, le resulta incomprensible, por lo que, de manera realista, la interlocutora le dice a Lenin más crudamente que ello era así ‘porque lo habían robado’. Ante lo cual despierta la ira furiosa del agonizante líder, memorioso aun de los principios morales heredados en su infancia.
Y bien, en las sintéticas palabras de la enfermera se encuentra expresado lo esencial: el comunismo fue y ha sido siempre un gran robo, una gran estafa. Un grupo de facinerosos que, en nombre de una ideología estentórea y aprovechando circunstancias conflictivas, efectuó ganancias espectaculares para lo cual no hesitó en acudir a procedimientos siniestros desde cárceles, torturas hasta llegar a verdaderas masacres y genocidios de todo tipo que, según los cálculos más optimistas y aproximativos, alcanzaron las 100 millones de víctimas en 70 años de existencia. Poco antes de su caída estrepitosa entre 1989 y 1991 una serie de obras escritas bajo dicha tiranía, que lograron surcar la espesa cortina de hierro que se había construido ex profeso, mostraron que en realidad lo que se ocultaba detrás de la misma no era el gobierno de los representantes de los intereses históricos del proletariado, ni siquiera una simple burocracia de ineptos incapaz de llevar a cabo ciertos principios, sino una vulgar nomenklatura de multimillonarios que, aprovechando la censura y la represión de un sistema sanguinario, escondía dentro de lo posible su profundo apetito de bienes materiales, demostrando así que en esto y no en otra cosa consistía en última instancia la raíz del tan mentado materialismo dialéctico.
Claro que, para subsistir durante tantos años, dicho régimen mafioso tuvo que acudir a dos tipos de procedimientos consistentes en el miedo y el engaño. El primero, en tanto muchas cosas no se podían ocultar, se aplicó en el orden interno, y consistió en el temor exacerbado hacia la omnipotencia de un sistema respecto del cual sólo se podía progresar si se acataban puntualmente  sus órdenes colaborando en la delación de los que eran sospechados de opositores. Pero en el plano externo la estratagema consistió en cambio en estructurar un movimiento internacional compuesto por personas a las que se convenció, gracias al sigilo proporcionado por la famosa ‘cortina’, que para poder llegar a alcanzar el paraíso comunista, es decir la sociedad que en tanto sin clases ni injusticias sociales sería por lo tanto proveedora de un estado de bonanza universal, ‘era imprescindible que la Unión Soviética triunfara doblegando a las fuerzas ‘imperialistas’ que la asediaban’. Así fue cómo se constituyó por varias décadas un cuerpo de revolucionarios profesionales fanatizados los cuales estuvieron siempre dispuestos a dar su vida por tal régimen en función del triunfo definitivo del comunismo en el mundo. Pero sin embargo esto entró en crisis cuando sucedió la derrota de la Unión Soviética en Afganistán y, como consecuencia de ello, la caída del muro de Berlín y de la famosa cortina de hierro protectora. Entonces ya no se pudo continuar más con la farsa, hubo que decir abiertamente, como la enfermera de Lenín, que todo se trató de un robo y una estafa. Pero luego de ello se perfilaron dos posibilidades: o que se terminara para siempre con el robo o que, en un mundo en donde todos roban, los antiguos comunistas legitimaran su condición de ladrones y pasaran a formar parte de una nomenklatura de mayores alcances universales. Es decir que pasaran a integrar de aquí en más ellos también de modo ostensible la casta capitalista. Se tuvieron que hacer entonces algunos cambios indispensables en la cosmetología. En algunos casos, de acuerdo al grado de irritabilidad suscitada en la población, se pasó a buscar chivos expiatorios, consistentes en denunciar y defenestrar a alguno al que acusaban como responsable de la totalidad de los males, pero dejando intacto el sistema; en otros hasta hubo que cambiar la misma denominación que asumía la banda de delincuentes. Así pues, mientras que en Rusia, país más sensibilizado por las purgas, el partido comunista pasó a llamarse Del pueblo ruso, en China en cambio se mantuvieron las mismas denominaciones y no hubo escrúpulo alguno en que el partido comunista pudiese funcionar con bolsa de comercio y atesoramiento de dólares en su economía. Claro que continuaron y continúan en ambos lados como nunca las represiones y genocidios. En China junto a la masacre de estudiantes en la plaza de Tianmem tenemos los cotidianos genocidios de tibetanos con la espantosa represión de sus monjes budistas, del mismo modo que en Uigur con sus musulmanes. En Rusia siguen en pié las matanzas en Chechenia y en la totalidad del Cáucaso musulmán.
¿Pero qué es lo que ha sucedido en el orden externo? Al haberse derrumbado la fantasía del comunismo ya no se pudo acudir más a la táctica del engaño, pero se ha ensayado en cambio con éxito con la solidaria del miedo. Por supuesto ya nadie va a dar más la vida por la ‘gloriosa Unión Soviética’, ya resulta difícil reclutar para ello a una izquierda fanatizada y utopista, pero en cambio una nueva militancia, esta vez no de izquierda sino de un movimiento conocido como la ‘nueva derecha’ y sostenedora de una ideología, también materialista como el marxismo, que es la geopolítica, se ha convertido en el mundo en la defensora a ultranza de los ‘ex estados comunistas’ de China y Rusia. Como aquí ya no puede regir más el engaño en tanto nadie ya puede ser atrapado con alguna utopía, entonces se acude lisa y llanamente a la táctica del miedo. Se dice que en el mundo, luego de la caída del comunismo, se ha constituido un imperialismo omnipotente que está en condiciones de gobernarlo absolutamente todo y se agrega que, para detenerlo en su expansión, la única alternativa posible es que Rusia y China volviesen a ser potencias para operar de contrapeso. Acotemos que en este caso lo que emparenta a la ideología geopolítica de la nueva derecha con el marxismo es que mientras que éste consideraba que son las clases sociales, a través de los Estados,  las que actúan en lugar de las personas, determinando sus acciones, aquí en cambio se dice también que son sólo éstos, en tanto expresión de grandes espacios geográficos, los verdaderos sujetos de la historia. En modo tal que si apareciese algún grupo de individuos aglutinados en función de una idea y que se formulasen actuar en contra del sistema, estos solamente podrían hacerlo favoreciendo los intereses de alguien. Así pues, reiterando una antigua costumbre, una red de ‘analistas internacionales’ y pensadores geopolíticos nos brindan explicaciones respecto de tales dogmas. Días pasados en la revista serbia Geopolítica, es decir aquella ideología heredera del comunismo que sostiene que son los espacios geográficos y no las personas los grandes sujetos de la historia, efectuó un significativo reportaje al conocido operador pro-ruso Thierry Meyssan el cual, al preguntársele respecto de lo acontecido el 11de septiembre del 2001, manifestó textualmente:
La idea de que un fanático, desde una cueva en Afganistán, y una veintena de individuos armados con cortapapeles hayan podido destruir el World Trade Center y asestar un golpe al Pentágono sin que el ejército más poderoso del mundo lograse evitarlo no es ni siquiera digna de un comic.
En este texto está sintetizado todo. Como EEUU tiene ‘el ejército más poderoso del mundo’ sería absurdo suponer que un grupo de personas independiente respecto de cualquier entidad geopolítica pudiese producirles algún tipo de daño. Por lo tanto como el hombre no existe como sujeto libre, ya que tal función es llevada a cabo por los Estados que se dirimirían el dominio del planeta, en caso de que resolviese insubordinarse ante tal fatalidad en realidad no estaría actuando por su cuenta, sino que sería simplemente un agente de otro, en este caso del imperialismo norteamericano que dicen combatir. Acotemos también que el comunismo opinó históricamente siempre igual respecto de aquellos grupos o sectores que, como los trotskystas, aun siendo contrarios a los EEUU no respondiesen abiertamente a sus intereses, a los que acusaba de ‘agentes a sueldo’ o mercenarios. Así pues, al referirse a Al Qaeda, éstas son las manifestaciones de Meyssan:
Al-Qaeda no era más que el nombre de una base de datos, del fichero informático donde figuraban los muyahidín árabes enviados a luchar contra los soviéticos en Afganistán.
Una vez más queda resaltada la idea de que de que si alguien quiere oponerse al sistema solamente puede hacerlo bajo la protección de Rusia, es decir obedeciendo órdenes de Moscú o de Pekín, pues de lo contrario se corre el riesgo de ser calificado como parte de una base de datos *.
Por supuesto que Meyssan no oculta de manera alguna cómo en forma impúdica sostiene que Rusia junto con China representa la gran disyuntiva ante el poder norteamericano. Así pues, refiriéndose a los últimos hechos que acontecen en Siria, manifiesta que si bien EEUU quería hacerse del poder en tal país:
Ese plan fracasó porque la Rusia de Vladimir Putin no es la Boris Yeltsin. Moscú y Pekín prohibieron la intervención de la OTAN y la situación se mantiene sin resolver.
Lo cual es además de todo falso. Es público y notorio que ni EEUU ni la OTAN han ayudado a los rebeldes sirios con arma alguna, ni que tampoco pusieron obstáculo alguno para que Rusia armara hasta los dientes al régimen de Assad a fin de que procediera a masacrar al pueblo sirio en tanto que con ello podía eliminar también a varios miembros de Al Qaeda, los que, según las definiciones de Meyssan serían agentes de la CIA. En tal caso le correspondería al analista explicarnos por qué los EEUU asesinarían a sus propios agentes. Es obvio al respecto que, como el miedo inculcado hacia la omnipotencia del poder norteamericano y sionista ha sido tan grande, sería en verdad imposible que un temeroso pudiese razonar con lógica.
Pero salgamos por último de este sembrador de temores y sigamos con el más afinado razonamiento de la enfermera de Lenin. El comunismo es un robo, tal ideología es la cobertura utilizada para justificarse a sí misma por parte de una mafia de delincuentes, pero para seguir estando necesita que esta actividad pueda ocultarse o al menos, ahora que se sabe, sea aceptada como una fatalidad irreversible. Primero se usó la palabra ‘expropiación’, luego se dijo que del éxito de los ladrones dependía que en el mundo se instaure la sociedad sin clases universal en donde reina la justicia. Cuando todas estas cosas se demostraron como falsas ahora se acude al viejo vicio del miedo tan usual en nuestra especie y denunciado una y otra vez por Nietzsche. Norteamérica e Israel son imperios muy poderosos y no podemos hacer nada por nuestra cuenta en su contra: si se nos ocurriese rebelarnos y no aceptáramos someternos a Estados poderosos como Rusia y China entonces no seríamos otra cosa que agentes de los primeros. Miedo pues en un doble sentido. Miedo ante la omnipotencia de esta especie de Jehová y miedo también de que al no querer someternos a la otra banda de delincuentes se nos termine señalando como agentes del sistema.

* Aparte de que es falso lo dicho por Meyssan en el sentido de que ése haya sido el significado originario de Al Qaeda (se usaba tal palabra en tanto se la concebía como una base de operaciones en contra de los enemigos del Islam) tales analistas tendrían que explicarnos cómo puede ser que haya agentes de inteligencia, es decir personas que hacen cosas a cambio de un salario, que se inmolen como mártires. O también que ¿si Bin Laden era un hombre de Bush cómo puede ser que lo hayan matado? Sería interesante una explicación de ellos al respecto salvo que quieran decirnos que la supresión de su cadáver no fue para evitar que se lo venere como a un mártir sino para ‘borrar rastros’. En todo caso para ello dependerá del libreto que hayan recibido de Moscú.

Marcos Ghio
10/12/12