lunes, 18 de agosto de 2014

RAMÍREZ: FRANCISCO MENTIROSO

           FRANCISCO  MENTIROSO



    
    En su alocución del domingo último el papa Francisco dijo una gran mentira. Expresó que “no se hace la guerra en nombre de Dios” refiriéndose al Califato del Estado Islámico en particular y a las guerras del fundamentalismo islámico en general.
     Por su calidad de sacerdote y de obispo Francisco no puede ignorar la historia de la iglesia y los textos sagrados, En el Antiguo Testamento, primera parte de la Biblia, leemos cómo el pueblo judío conquistó la tierra prometida a sangre y fuego exterminando a sus enemigos incluyendo mujeres, niños y animales, e invocando al Señor Rey de los Ejércitos. La actividad guerrera estaba presidida por Dios, cosa muy distinta a la que hoy día hacen los judíos sionistas que guerrean por motivaciones puramente materiales. A éstos el Papa los incluye entre nuestros “hermanos mayores”, frase esta última ya expresada por papas anteriores.
     Francisco tampoco puede ignorar que la iglesia sostuvo la guerra santa en numerosas ocasiones. Recordemos sin más la prédica a favor de las Cruzadas, una de cuyas consignas era “Dios lo quiere y el Papa lo manda”.
     Citemos también a las órdenes de caballería medievales aprobadas por la iglesia y que sostenían un catolicismo heroico, viril y guerrero
     El inspirador de la orden de los Templarios, institución aprobada por la iglesia, San Bernardo de Claraval, escribía: “La muerte de los santos será siempre preciosa delante de Dios; mas la que ocurre en la guerra es tanto más preciosa cuanto mayor es la gloria que la acompaña.”
     Esto ocurría durante los tiempos en que el catolicismo gibelino, heroico, viril y guerrero ejercía influencia en el occidente cristiano, pero desde entonces la iglesia cayó paulatinamente en la degradación güelfa por causas muy profundas que no podemos ahora analizar “in extenso”. Pero lo cierto es que el Papa no puede ignorar todo esto y mucho más, por lo cual no vacilamos en calificarlo de mentiroso e hipócrita por no decir canalla.
     Está totalmente aliado con las fuerzas que mandan en el mundo moderno y se muestra “consternado” porque hay quienes hacen la guerra en nombre de Dios, en una guerra santa que es la mejor de las guerras.
     Por todo esto, contradiciendo a Francisco, es necesario que la guerra santa se extienda a otras religiones. Rescatando lo mejor de nuestras tradiciones católicas se podría avanzar en el derrumbe del mundo moderno, y esto es muy  importante en nuestro continente hispano-luso-americano en donde el catolicismo forma parte de nuestra herencia cultural.
     El pacifismo de Francisco está al servicio de lo peor de la modernidad y su verdadero objetivo es desarmar toda rebeldía para así someternos a la degradación en todo sentido que hay manda en el mundo occidental.

San Carlos de Bariloche, 12 de agosto del 2014, en el 208ªº aniversario de la Reconquista de Buenos Aires de manos de los invasores ingleses.

JULIÁN  RAMÍREZ


     

lunes, 11 de agosto de 2014

RAMÍREZ: ¿CLASES SOCIALES O CASTAS?

  ¿CLASES  SOCIALES  O CASTAS?


     En tiempos en que la economía y sus problemas es la reina absoluta de las preocupaciones humanas, en que se cumple aquello que dijo Lenin cuando afirmó que “la economía es nuestro destino”, es útil y refrescante un poco de aire fresco para tratar de aventar tanta atmósfera asfixiante.
     No negamos la existencia de los problemas económicos y de la mayor o menor importancia que puedan tener, máxime en la actualidad, en que la dictadura del poder usurero (que así debe llamarse y no financiero) se ha apoderado de los controles de la economía mundial desplazando a lo que antes fue la preponderancia del capitalismo comercial e industrial. Hoy nuestros gobernantes latinoamericanos y no pocos europeos se preocupan sobre manera en conseguir inversiones de capital extranjero y darles garantías de todo orden, en buscar financiamiento externo pagando los correspondientes intereses con la consecuencia de hacer crecer una deuda pública de colosal magnitud y arrojando a los pueblos a la miseria, salvo alguna minoría interna necesaria para el funcionamiento del sistema.
     Como todo esto se mueve en el marco de la democracia con su dogma falso de la igualdad no es de extrañar que aumenten las tensiones sociales, y los enfrentamientos en el seno de cada comunidad nacional, exacerbándose las disputas en la puja por el reparto.
     Toda esta excrecencia no tendrá solución en el marco de la sociedad moderna dominada por ideas tales como lucha de clases, falsa justicia social, populismos, demagogia, individualismo,  consumismo y dogma de la soberanía del pueblo a través de elecciones y partidos políticos.
     Es necesario reflexionar, remontar vuelo y desde la altura que nos da la Tradición recuperar pautas de un saber superior que los hombres modernos han perdido.
     Y entre las nociones que hay que recuperar está la idea de las castas en oposición a la de clases sociales.  El concepto de clase social tiene un fundamento económico y material, Se tiene en cuenta a las personas por sus bienes materiales y ello es la piedra de toque para la organización social. En oposición se encuentra la idea tradicional de castas. La casta se basa en consideraciones espirituales, es ajena al dogma moderno de la igualdad ya que no todos somos iguales y la desigualdad lo es por naturaleza como lo indica el sentido común totalmente dejado de lado ante la alienación colectiva actual.
     No habrá solución a la problemática económica y social pretendiendo soluciones meramente economicistas frente a las vigentes.
     Por eso es que rescatamos la ida de las castas, puesto que únicamente la restauración de la casta de los guerreros podrá dar soluciones a la falsa dicotomía entre estatismo y libre cambio, entre liberalismo y marxismo.
     Desde ya se pueden adelantar algunas pautas a seguir. Entre ellas “vivir con lo nuestro” como algunos economistas en forma aislada han propuesto aunque dentro de los márgenes de la modernidad. A ello habría que agregar la austeridad ante el consumismo inútil y la defensa de la naturaleza hoy en proceso de destrucción hasta límites indecibles. Pero un programa tal es imposible de cumplir mientras las actuales dirigencias estén al frente de los pueblos. Únicamente la casta de los guerreros puede hacerlo.

San Carlos de Bariloche, 5 de Agosto del 2014.

JULIÁN  RAMÍREZ
      



lunes, 4 de agosto de 2014

RAMÍREZ: PÉRDIDA DE LA CAPACIDAD BÉLICA DEL HOMBRE MODERNO

PÉRDIDA  DE  LA  CAPACIDAD  BÉLICA  DEL  HOMBRE  MODERNO


     La aptitud del hombre frente a una circunstancia límite como es la guerra tiene diversos tipos de reacciones. Es muy distinto el comportamiento del hombre tradicional que el del hombre moderno. Este último está dominado por las sugestiones del mundo moderno que lo llevan a comportarse en forma material, corporal y física. Ello se observa recorriendo las guerras que se sucedieron a lo largo de la historia en los tiempos modernos, y así notamos que hoy día no encontraremos a nadie que esté dispuesto a dar su vida por la constitución, por las leyes o por la democracia.
     El espíritu burgués hoy reinante lleva al hombre moderno a considerar a la vida como el bien más preciado. Hay que gozarla, buscar el placer corporal, consumir y pasarla bien. Se trata de no hablar de la muerte y cuando alguien se refiere a ella se mira hacia otro lado y se sigue en la misma senda. Ya no hay una reflexión religiosa o existencial sobre ella y el más allá no existe.
     Toda una prédica pacifista invade el mundo. Los llamados a la paz se multiplican. Gobernantes, políticos, intelectuales, docentes, periodistas, medios de comunicación, jefes religiosos como el Papa, coinciden en esto: paz, paz y paz. No se les cae otra palabra de la boca.
     Pero como la realidad se impone,  las guerras son como las brujas: no creo en ellas, pero que las hay las hay.
     Frente a este panorama, ¿qué hace nuestro buen burgués? Cuenta con las fuerzas armadas profesionales de su país, con mercenarios bien pagos y con una descomunal tecnología bélica en todo lo que confía puesto que él no está dispuesto a jugarse el pellejo. Para eso están los drones y los misiles y los grupos de comandos especializados, y que la guerra se haga en otros países, Con estas condiciones nuestro buen burgués duerme tranquilo, goza de la vida, consume y la guerra transcurre en otro planeta, considerándola como algo ajeno a su vida. O sea que confía totalmente en fuerzas materiales conformes al espíritu burgués que guía sus acciones.
     En oposición a este tipo humano se alza el guerrero heroico y tradicional, que considera que hay cosas por las cuales vale la pena vivir y morir. Que sabe que esta vida es un tránsito a lo que es más que vida, y entonces la acción bélica adquiere una dimensión trascendente en la cual lo espiritual se sobrepone a lo material. Frente a este tipo de guerrero heroico nada tiene que hacer el hombre moderno.
     Nietzsche decía con razón que las guerras religiosas son las más importantes porque demuestran que los pueblos todavía creen en causas superiores.
     Hoy tenemos el privilegio de asistir a guerras con fundamento religioso por una de las partes, mientras que sus opositores solamente cuentan con un sustento material y tecnológico. Las grandes masas de hombres modernos no sospechan lo que puede venir.

San Carlos de Bariloche, 29 de julio del 2014.

JULIÁN  RAMÍREZ


GHIO: PLATÓN Y EL DEFAULT ARGENTINO

PLATÓN Y EL DEFAULT ARGENTINO 



En estos días, sea en la Argentina como en el mundo entero, ha pasado a estar en las primera planas el tema relativo a un inminente default de nuestra economía con concomitancias parecidas al que se produjera en el 2002, haciendo recordar ello también los famosos acontecimientos del corralito y los motines callejeros que terminaron raudamente con un gobierno constitucional. Y ante tal circunstancia, sea entonces como ahora, las cosas parecieran no haber cambiado en cuanto a las explicaciones que se intentan dar de los hechos pareciéndose una vez más a aquello que se narraba en la famosa alegoría de la caverna platónica en donde los prisioneros que se encontraban encadenados, no pudiendo ver lo que acontecía por detrás de los bastidores, se dedicaban a formular conjeturas y pronósticos respecto de un mundo de apariencias sin alcanzar a debatir por lo tanto sobre lo esencial que era la realidad verdadera que se ocultaba detrás de un concierto de sombras.
Una vez más lo que aquí se discute es respecto de si es o no justa la sentencia que nos condena a pagar, no poniéndose por lo demás en discusión la existencia del débito, y no en cambio lo esencial de todo que significa averiguar por cuáles razones fue que contrajimos una deuda tan grande, o más simplemente todavía: ¿por qué un país que abunda en todo tipo de riquezas tiene necesidad de endeudarse? o también y más crudamente:  ¿en qué se gastaron tantos miles de millones de dólares? Estas cuestiones esenciales, que escapan por supuesto a nuestros economistas, que son como los antes aludidos prisioneros que se destacan por los diagnósticos ingeniosos que formulan respecto de las cuestiones accidentales, pero que se evaden como siempre de lo esencial a pesar de que, a diferencia de los que se encontraban encerrados en una caverna, ellos carecen de una cadena, al menos visible, que les tenga sujetado el cuello y le impida darse vuelta.
En diciembre del 2001, en vísperas de lo que iba a ser el gran default, que comenzó primero con las personas comunes a las cuales se les expropiaron sus ahorros, el sentido común supo dar en la tecla respecto de dónde se encontraba el gran problema económico argentino que tenía que resolverse en forma irreversible. Detrás de la consigna: ‘¡que se vayan todos!’ se hallaba la gran receta necesaria para terminar con los males que afectan al país y por lo tanto a nuestra economía. Desde los mismos orígenes de nuestra democracia en 1983 una legión interminable de empleados públicos incrementó hasta límites inenarrables nuestro Estado, o más bien lo convirtió en una verdadera caricatura, en un receptáculo de ñoquis y de acomodados, de lo que suele llamarse la clientela electoral. Para ganar las elecciones y granjearse la simpatía del soberano, los políticos se dedicaron a repartir canonjías entre sus votantes, tales como cargos públicos, viviendas, planes trabajar, subsidios especiales, jubilaciones sin aportes y aparte ellos mismos, en tanto parte privilegiada de este sistema, se premiaban a sí mismos con grandes riquezas tales como las famosas jubilaciones de privilegio que se obtenían no por antigüedad en el trabajo de funcionario público o diputado, sino por el mero hecho de haberlo desempeñado en algún momento. Se dieron así casos inverosímiles entre los cuales podemos acordarnos del siguiente. Debiendo un diputado resignar su cargo por haber sido nombrado para otra función más alta y quedando solamente una sesión por hacerse antes de la conclusión de su mandato, se nombró lo mismo a su suplente para que de esta manera, por el hecho de haber asistido al menos una vez a su nuevo ‘trabajo’, pudiese recibir el privilegio de la jubilación, la que como bien sabemos no es de escasa importancia en su monto. Y podríamos abundar en los ejemplos, del mismo modo que además cabe señalar que tal deuda se ha incrementado con los grandes negociados que han permitido que de la nada surgiesen fortunas incalculables y que solamente se conocen cuando un grupo de poder entra en colisión con otro. De esta manera sucede en modo tal que, para lograr que el acusado ceda algo de sus privilegios, se lo ‘denuncia’ y hasta se lo puede hacer llegar a algún estrado de la justicia, pero prontamente, de acuerdo a los famosos ‘pactos de omertà’, las cosas no llegan hasta el final y logra detenerse todo luego de que se ha obtenido el efecto causado. Bien sabemos que no hay un solo político preso hoy en día y en caso de que ello hubiese sucedido porque no se pudo detener a tiempo la máquina de la justicia, las penas fueron raudamente morigeradas o anuladas acudiéndose para ello como siempre a los habituales tecnicismos jurídicos. Además, como en cualquier caso la clase política es siempre un paradigma para el resto, sus conductas han sido imitadas por gran parte de nuestra población. El esfuerzo y el sacrificio, la satisfacción por haberse podido ganar una posición a través de un trabajo digno ha sido sustituida en muchos casos por el facilismo y la viveza así como el atajo que permitiese renunciar a cualquier tipo de responsabilidad. Entre los tantos ejemplos vividos no puedo olvidar nunca el de un señor que conociera en la provincia de Santa Cruz, de donde es originaria la familia presidencial, y que era dueño de un campo de diez mil hectáreas quien, en vez de encontrarse en el mismo administrándolo, se desempeñaba como empleado público en un municipio, en un cargo por lo demás menor y al que había llegado gracias a su militancia en un partido que ganara las elecciones. Y tales casos, aun sin llegar a tales extremos, se pueden multiplicar hasta el cansancio.
Suelen decirnos como defensa, especialmente desde los funcionarios del gobierno actual, que dicha deuda a la que nos condenaron a pagar no fue contraída por este gobierno, sino por los anteriores. Pero este argumento es débil y falaz pues bien sabemos que dicha política de demagogia y de exacción de fondos públicos se ha continuado hasta en mayor medida que antes así como con el consecuente nuevo endeudamiento, en tanto que se ha seguido con el saqueo de los erarios públicos, asociado todo ello a las inverosímiles y agobiantes persecuciones que hoy la AFIP, el ente recaudador de impuestos, somete a las personas. No nos cabe duda alguna de que dentro de 10 años, si es que este país sigue existiendo todavía y si las cosas no han cambiado, el régimen que venga tendrá que ocuparse de saldar la deuda que esta vez no habremos contraído ni con EEUU o Europa, sino con China, Rusia o hasta Venezuela. Todo habrá entonces cambiado pero tan sólo en la superficie para que siga igual.
Para resolver las cosas la fórmula no es pues tener un buen negociador de la deuda, esto es un prisionero más de la caverna, sino terminar con las causas que producen nuestro colosal endeudamiento. Para ello es indispensable primero volver a la vieja consigna que se acuñara en el 2001, una vez más: “¡que se vayan todos!”, es decir los políticos y con ellos el sistema perverso y corrupto que nos rige. Será difícil encontrar pronto una solución alternativa, pero una vez más remitiéndonos a Platón, la máxima a seguir es que los que nos gobiernen deben ser personas alejadas del dinero no solamente porque no lo tienen, sino porque no sienten necesidad alguna por tenerlo. Es decir que la revolución deberá ser prioritariamente moral y religiosa antes que meramente política. Debe constituirse una verdadera elite de ascetas y de hombres libres respecto de cualquier tipo de cadena, a quienes les corresponderá la función de gobernar no solamente porque resuelvan asumirla, sino una vez más, tal como decía Platón, porque los mismos ciudadanos se lo solicitarán invirtiéndose así los roles habitualmente asumidos; no son los gobernantes los que deben solicitar a los gobernados que los elijan, sino que deben ser éstos los que pidan a los primeros que los gobiernen en función de reconocerles la capacidad de colmarles un vacío. En pocas palabras, como en cualquier profesión y siempre de acuerdo al sentido común, no es el médico el que va a buscar al paciente, sino que es éste el que lo hace con el médico.

Marcos Ghio

2/08/14