sábado, 8 de agosto de 2015

GHIO: NO SOMOS ‘NACIONAL-SOCIALISTAS’

NO SOMOS ‘NACIONAL-SOCIALISTAS’

Emblema de la  corriente de izquierda suprimida en la purga de 1934

Esto que voy a decir ahora me trae los siguientes recuerdos. Hace unos 25 años, cuando escribía en la revistas Cabildo y Patria Argentina, expresiones del nacionalismo güelfo en nuestro suelo, se publicó un artículo mío titulado Nosotros los fundamentalistas en donde le contestábamos al Sr. Kissinger quien había dicho que el peligro principal para nuestra recién estrenada democracia era ser fundamentalista. Dijimos entonces que efectivamente lo éramos porque considerábamos que, frente al inmanentismo secular representado  por la democracia, había que exaltar, por contraste, de toda gran religión los fundamentos metafísicos que se encontraban en ella y que en ese entonces, como también ahora, era en el seno del Islam en donde tal proceso se estaba produciendo. Luego de este hecho sucedió que la dirección de esas publicaciones, posiblemente bajo la admonición del Vaticano que ejercía sobre ellas un severo control, se apresuró a efectuar las pertinentes aclaraciones. Una de ellas sostuvo que la palabra ‘fundamentalista’ allí empleada no podía ser tomada al pie de la letra pues era propia de grupos protestantes y no católicos y que el Islam visto en su profundidad era en el  fondo tan enemigo del catolicismo como el Sr. Kissinger. La otra, en una línea similar, bochó un artículo posterior que se titulaba ¡Salud Ayatollah!, en ese entonces dirigido a exaltar a la figura de Khomeini. Los tiempos pasaron y tuvimos que tomar distancias adecuadas de esas expresiones decadentes de güelfismo y reputarnos sin más como fundamentalistas, pues en nuestro caso, católicos gibelinos, nos encontrábamos en una cercanía con el Islam parecida a la que el emperador Federico II Hohenstaufen tuviera con el sultán Saladino y para espanto también en ese entonces de la iglesia güelfa.
Sin embargo el sistema no se quedó sólo con este mote para descalificarnos, quiso ampliarlo con denominaciones similares para convertirlo en más comprensivo para el vulgo. Así pues acudió a otros términos demonizadores tales como nazismo y fascismo, respecto de los cuales tampoco hemos tenido inconveniente alguno en asumir porque una vez más y sin quererlo habían dado con las palabras correctas. Fue el señor Bush quien primero calificó como fascismo islámico lo que Kissinger antes había definido como fundamentalismo y ante ello nosotros acotamos que nos parecía también adecuado ese término pues el fascismo, del mismo modo que el fundamentalismo islámico, niega la democracia y considera por igual que el Estado, en este caso representado por el Califa, forma a la nación y no a la inversa, tal como sostiene el pensamiento moderno. Por supuesto que, del mismo modo que lo que sucediera con el uso de la palabra fundamentalista, hubo ‘fascistas’ que protestaron y que dijeron que ello no podía ser porque en realidad se trataba de un fenómeno ario e indoeuropeo y no semita e inferior como en el caso aquí mentado, por lo cual su uso representaba algo abusivo, demostrando de este modo su escasa comprensión de la propia ideología. Pero el caso de enardecimiento mayor sucedió cuando se empezó a usar la para nosotros también apropiada palabra ‘nazi’, lo cual en muchos del espectro simpatizante de la figura de Hitler causó un verdadero escozor. Se dijo entonces que se trataba del término despectivo con el que el enemigo descalificaba a tal movimiento cuyo nombre verdadero era ‘nacional socialista’. Y esto me trajo también a colación otro recuerdo cuando asistiera a una mesa redonda en una universidad de los jesuitas entre un notorio adscripto y difusor de tal postura, el francés de Mahieu, y el trotskista Abelardo Ramos quien, a diferencia de sus pares en ideología como Moreno y Altamira (en realidad Bressano y Wermus), sostenía, basándose en una tesis de su mentor, el socialismo nacional*. Lo interesante a acotar de tal curioso debate fue que, lejos de haberse percibido una enemistad entre ambos,  se notó por el contrario cómo, luego de algún pequeño cruce verbal intrascendente, se terminaban apoyando recíprocamente, pues además de  resaltarse que los dos por igual eran peronistas, la diferencia parecía estar dada simplemente en la ubicación y prioridad que se otorgaba a las dos palabras, lo cual representaba en el fondo un detalle menor.
Yo quiero decir al respecto -y entrando de lleno al tema que me convoca- que como fundamentalista estoy en contra tanto del nacionalismo como de socialismo pues se trata de fenómenos modernos. En el primer caso porque es el culto por lo propio (nación = el lugar donde se nace) con independencia de cualquier principio y para un fundamentalista en cambio -y son palabras del mismo Evola- la patria no debe ser el espacio geográfico sino la idea que se sustente. Hoy en día por ejemplo nos sentimos más cerca del Mullah Omar o de Bagdadi, que son orientales y musulmanes, que de cualquiera de nuestros políticos con los cuales podemos compartir raza o religión. Menos todavía nos podemos reputar socialistas puesto que tal corriente representa un grado aun mayor de decadencia ya que si la nación puede ser concebida como una realidad histórica que trasciende la mera inmediatez, no pasa en cambio tal cosa con lo social que tiene que ver con los intereses minúsculos y gregarios de las personas muchas veces en contradicción  no solamente con los de la nación, sino aun con los del  mismo Estado concebido como ente de carácter superior y sacro. Desde una óptica tradicional y jerárquica la persona tiene primacía por sobre la sociedad y no a la inversa.
Ahora bien, es cierto que sea el fascismo como el nacismo tuvieron orígenes socialistas y nacionalistas, pero los mismos pudieron ser superados aunque no del todo durante el desarrollo de tales movimientos. En el caso del italiano es notorio cómo Mussolini evolucionó de un pensamiento socialista y democrático a uno jerárquico por el cual negaba el principio de que lo social, por el mero hecho de ser tal tuviese soberanía sobre el Estado personificado en le figura del Jefe o Duce, el individuo absoluto. El nacismo también evolucionó aunque más lentamente. Es de destacar que en sus orígenes tal movimiento fue clasista pues  el nombre originario del partido fue ‘Obrero’, término al cual se le agregó luego nacional socialista. Pero con el tiempo tales palabras fueron perdiendo su significado originario. La purga contra la corriente socialista aconteció en 1934 cuando, en  la que se conociera como la noche de los cuchillos largos, fue eliminado el sector izquierdista que aun usaba la antigua hoz y el martillo junto a la esvástica. Hubo sin embargo un repunte de tal falsa orientación en 1938 cuando, con la finalidad de dividirse Polonia, el régimen tuvo una cercanía con el comunismo de Stalin y en ese entonces hubo quienes hablaron también de la confluencia entre nacional socialismo y nacional comunismo. Pero afortunadamente tal desviación fue rápidamente rectificada. Lo más difícil de modificar fue en cambio el nacionalismo que en el nacismo tuvo un componente más esencial. La consigna ‘Alemania sobre todo’, ligada a la exaltación de la raza aria germánica como superior a las restantes  fue un elemento que finalmente le jugó en contra a tal movimiento, tal como se percibió justamente en la campaña de Rusia en donde, en razón de reputarse a la raza eslava (a la que incluso se hacía derivar de los esclavos) como enemiga, no se concibió la lucha en contra el comunismo como una cuestión de concepciones del mundo, por lo cual finalmente terminaron granjeándose la antipatía de la misma población que luego de haberlos visto en un principio como liberadores se volcó finalmente del lado de Stalin a pesar de odiar a tal régimen. Tan sólo finalizando la contienda bélica se pudo superar el estrecho nacionalismo germánico cuando los batallones SS se convirtieron en internacionales poniendo el acento en la guerra ideológica y no entre meras naciones.
Nosotros pues, en el contexto de tal evolución inconclusa, ante los calificativos que nos quiere atribuir el sistema, preferimos ser llamados sin más nazis antes que nacional socialistas.
·         En su exilio en América Trotsky exaltó el nacionalismo como un recurso dialéctico utilizable en los países en desarrollo, parecido a la doctrina de las naciones proletarias sustentado por cierto nacionalismo europeo, aunque inserto en la teoría de la revolución mundial.

Marcos Ghio

8/8/15

lunes, 3 de agosto de 2015

GHIO: ROCKEFELLER Y GREENPEACE

ROCKEFELLER Y GREENPEACE




A muchas personas les ha resultado sumamente extraño constatar que la empresa Rockefeller, dueña de una de las principales petroleras del planeta, haya invertido dinero con carácter de donación y en forma sumamente sustancial y pública en la institución ecologista Greenpeace, una de cuyas principales actividades es justamente combatir y denunciar la acción depredadora efectuada en el planeta por parte de esas mismas empresas.
Por supuesto que las mentes más superficiales, que tanto abundan lamentablemente, luego de efectuar tal constación, se convencen a sí mismas de que, como se trata de una empresa muy exitosa y practicante del sistema capitalista para el cual todo vale en función de la ganancia, ello estaría hecho con una finalidad chantajista y para favorecerla frente a una pretendida competencia llegando incluso más lejos. De acuerdo a la tradicional y novelesca literatura antijudía tan en boga en nuestros días y promovida muchas veces por los mismos judíos, al ser Rockefeller un apellido posiblemente de tal colectividad y al tener que ver los emprendimientos petroleros con la participación de ciertos Estados, como por ejemplo los de Chile y Argentina, tal cosa estaría vinculada entonces con el famoso Plan Andinia y por lo tanto la consecuencia que se recaba de todo ello es que la transnacional Greenpeace sería en verdad una punta de lanza del sionismo encargada de la disolución de las naciones y de la constitución de un nuevo Estado de Israel en Sudamérica.
Ahora bien a estos sectores simplistas no se les ocurre ni siquiera remotamente suponer lo contrario de lo que sostienen con tanta convición y énfasis. Por ejemplo, si es cierto lo que dicen ¿por cuál razón Rockefeller hace públicas sus donaciones ayudándolos así a sostener lo que ellos pretenden afirmar? ¿O no podría ser exactamente al revés? Que Rockefeller y los sectores sionistas en general tuvieran en verdad a la causa ecologista como un obstáculo severo para sus planes de expansión y enriquecimiento. Bien sabemos que si se pusiese coto a la explotación petrolera con la excusa de la contaminación del planeta, el sistema capitalista, que basa su existencia en el incremento cada vez mayor de la producción, se vería en severo riesgo al detenerse o al menos disminuirse la explotación de tal materia prima esencial. Pero justamente como no son tontos y saben que si se opusieran en forma ostensible a tal causa la terminarían ayudando en su expansión, hacen justamente lo contrario: apoyarla y en forma harto ostensible para obtener de este modo su desprestigio.
A su vez, la empresa Greenpeace, que con seguridad debe haber sopesado esta situación, debe haber hecho el siguiente cálculo. Si aceptamos los subsidios de Rockefeller vamos a tener una ganancia y una pérdida. La ganancia va a ser que tendremos fondos suficientes para llevar a cabo nuestras campañas ecologistas por el mundo entero y la pérdida será que una gran porción de la opinión pública que es modelada por la propaganda y reflexiona poco se lanzará en contra nuestro acusándonos de sionistas. Pero en cualquier caso habremos obtenido por lo menos que la causa ecologista sea conocida y formulada como problema en el mundo entero.
Vayamos al respecto a un ejemplo reciente. Días pasados en un medio como facebook, que mide con gran verosimilitud el estado de ánimo y la opinión de las personas, se difundió una acción reciente de Greenpeace. La misma consistió en un grupo de jóvenes que se colgaron de un puente en un puerto de los EEUU para impedir el paso de un buque petrolero de la empresa Shell de capital británico que iba dirigido al Ártico para efectuar tareas de exploración y perforación, poniendo así en riesgo una de las principales reservas de agua dulce del planeta. Por supuesto que con esto no impidieron que luego el buque se dirigiera a destino, pero la acción sirvió para que el mundo entero tomara conocimiento de ese hecho. Ahora bien, esa información suscitó todo tipo de comentarios y hubo hasta una persona que llegó a decir que todo había sido hecho para hacerle propaganda a dicha empresa imperialista, lo cual es notoriamente burdo y estúpido pues en todo caso se trataba de una propaganda en contra*. Lo increíble del caso fue constatar que este comentario tan infantil en pocos minutos recibió unos 300 ‘me gusta’ y en cambio quien le respondió poniendo en evidencia el dislate, tuvo apenas unos 70. Queda en claro entonces la finalidad que ha tenido Rockefeller con su donativo a Greenpeace: conseguir entre un vasto espectro de personas el desprestigio de la causa ecologista y de las acciones emprendidas por la misma.


Marcos Ghio

3/08/15

*  Se nos ha hecho notar, luego de haber editado esta nota, que en el año 2000 Greenpeace compró acciones de la petrolera Shell por lo cual se habría convertido en una de las 'propietarias' de tal empresa. Sin embargo cabe resaltar que tal compra fue casi simbólica y de escasa monta con la finalidad expresa de poder participar con ello de las reuniones de accionistas de tal compañía y de esta manera tratar de inducirla a rectificar su rumbo de buscar petróleo por el planeta entero por medios altamente contaminantes. Indudablemente no tuvo resultado alguno en tal intento y las acciones que está emprendiendo en la actualidad  no son en manera alguna para favorecer el accionar de tal empresa.

RAMÍREZ: AL RESCATE DEL IMPERIO

AL  RESCATE  DEL  IMPERIO



     Frente al creciente desarrollo de la guerra de civilizaciones y de la tercera guerra mundial, los hispanoamericanos tenemos que asumir una actitud no de mera contemplación y de simple actividad informativa, sino que a partir de nuestro ámbito religioso, cultural, histórico y geopolítico, desarrollar nuestra propia rebeldía contra el mundo moderno. Es la mejor manera de colaborar con quiénes, en otras latitudes, Estado Islámico y movimientos islamistas fundamentalistas, han emprendido el camino de la restauración tradicional.
    Para evitar todo equívoco, digamos que cuando decimos hispanoamericanos incluimos también a Brasil siguiendo al poeta portugués Luis de Camoens, que en la obra épica “As Lusiadas” calificó a los portugueses como “una raza fortísima de Hispania”.
      Aplicando a nuestra historia las enseñanzas de Julius Evola en su texto “Elección de las tradiciones” – capítulo VIII de “Los hombres y las ruinas”- encontramos como la mejor tradición histórica al Imperio Hispánico que  durante 300 años dio forma a nuestro acervo religioso, idiomático y cultural. El Imperio Hispánico fue una realidad respetada en todo el mundo y temida por sus enemigos, sin perjuicio de los aportes de los imperios precolombinos, incaico, azteca y maya, cuya herencia también rescatamos, en la medida en que rechazamos al moderno indigenismo de cuño neo-marxista y progresista.
    Hace 200 años el Imperio Hispánico fue desintegrado por lo que la falsa historiografía liberal y masónica  llama “emancipación de la colonias españolas”, y terminamos siendo una veintena de republiquitas dominadas por Inglaterra y los EE.UU., enemigos seculares de la hispanidad.
     Hoy día es fácil advertir como se multiplican las expresiones y las iniciativas en pos de la unidad latinoamericana, denominación esta última que consideramos equivocada. Pero esas tendencias están totalmente insertas en lo económico y lo material y buscan integrarse al mundo moderno, así tenemos Mercosur, Unasur, Celac, Alba, Pacto Andino, Parlasur y otras, siguiendo el mal ejemplo de la Unión Europea, unidad de carácter financiero y económico que no vacila en seguir expoliando a los pueblos como es el reciente caso de Grecia.
     Los tradicionalistas evolianos proponemos un camino distinto: En lugar de integrarse al mundo moderno oponerse a él, recreando la idea imperial, con fundamentos metafísicos, religiosos y tradicionales, que deben ser los que informen la realidad material, social y económica. Rebeldía contra el mundo moderno, contribuyendo así a su derrota que ya se ha iniciado en los campos de batalla de medio oriente y otros lugares.
     La idea de Imperio es una realidad trascendente, constituye el verdadero Estado, intermediario entre el cielo y la tierra.
     Pero para esto hay que dejar de lado todo lo que sea subversivo, es decir, democracia, partidos políticos, liberalismo, marxismo y progresismo y toda la pseudo-cultura que nos envilece.
     ¿Y quiénes iniciarán esa transformación? Y esta es la parte más difícil. Se trata de la conformación de una Orden que nada tiene que ver con partidos políticos ni con ningún tipo de organizaciones comunes. La Orden es supranacional, conformada por personas calificadas por su nivel espiritual, viril, guerrero y heroico, una verdadera y auténtica aristocracia. Nada de vago espiritualismo y de retórico intelectualismo; acción trascendente, con la inteligencia en el cielo y los pies en la tierra.
     En cada uno de nuestros países tiene que desarrollarse la Orden superando los estrechos límites de cada nacionalismo y combatiendo a las democracias, todas ellas verborrágicas e inútiles. Es la única alternativa que nos queda: el rescate de la idea de un Imperio Hispanoamericano.

San Carlos de Bariloche, 27 de julio del 2015.


JULIÁN  RAMÍREZ