martes, 15 de diciembre de 2015

ELECCIONES ARGENTINAS EL TRIUNFO DEL LIKUD


ELECCIONES ARGENTINASEL TRIUNFO DEL LIKUD


Tal como explicamos en anteriores notas el proceso conocido como 'elecciones democráticas argentinas' no ha sido otra cosa que una puja en la cual las dos tendencias que hoy se disputan la hegemonía en el Estado de Israel dirimen sus diferencias principales en esta etapa crucial de guerra de civilizaciones.
El dilema que ha contrastado a estas dos fuerzas, el Likud, mal conocida como la derecha, y el Laborismo, la izquierda progresista, consiste en lo siguiente: ¿Cómo hacer para que nuestro enemigo, el mundo musulmán fundamentalista, pueda ser derrotado y por lo tanto obtener el fin tan preciado que es que el Estado de Israel pueda seguir existiendo en un universo de pequeñas republiquetas inofensivas? Al respecto las dos fuerzas proponen puntos de vista diferentes. El Laborismo, representado principalmente en nuestro país por el anterior ministro de Relaciones Exteriores Timmermann, sostiene que hay que dividir a las fuerzas fundamentalistas 'pues si éstas se unen nos terminarán aplastando por ser una gran mayoría'. Por eso propone aceptar la creación del Estado palestino y principalmente concordar con Irán en un gran frente en contra del Isis y de Al Qaeda. El Likud, que lo tiene entre otros al rabino y ministro de medio ambiente actual Bergman, al intelectual Kovadloff y ahora también al ministro de la Suprema Corte Rosenkranz como sus principales exponentes, opina lo contrario. 'Si hacemos esto', dice, daremos signos de debilidad frente a un enemigo que finge estar dividido para exigirnos siempre más. La mejor forma es mostrarnos intransigentes y no aceptar ningún tipo de acuerdo con éste'. Así pues tras el triunfo del Likud en las recientes elecciones las inmediatas medidas tomadas han sido las siguientes. Primero: romper cualquier acuerdo con Irán en relación a la investigación del atentado de la Amia. Segundo: reputar sin más a la muerte del fiscal Nisman no como un suicidio, tal como se venía sosteniendo hasta ahora en la justicia, sino como un asesinato cometido por Irán en contra de un miembro del Likud para poder obtener la constitución del gran frente en contra del Estado Islámico. Es de destacar que éstas han sido las primeras medidas adoptadas y con urgencia a pocas horas de haber asumido el nuevo gobierno.

lunes, 14 de diciembre de 2015

RAMÍREZ: EL VALOR DE LA VIDA

   EL  VALOR  DE  LA  VIDA


          Los acontecimientos se precipitan. Cumpliendo con una ley cíclica los últimos tiempos de una era se aceleran y se transforman en una caída libre.  Se trata de la desintegración de la modernidad. Antes era crisis, después fue decadencia, ahora el edificio se derrumba. Las acciones de guerra llevadas a cabo en París el 13-11 por el Estado Islámico se enmarcan en esta aceleración de los tiempos. Un grupo de ocho heroicos yihadistas conmovió las bases del mundo moderno y llenó de pánico no solamente a París sino también a una buena parte de Europa y de EE.UU.. La orgullosa y opulenta Ciudad Luz, madre del iluminismo y de la revolución francesa, se cubrió de tinieblas. Los medios de comunicación y las redes sociales se llenaron de parlanchines que trataban de dar una explicación de estos sucesos, pero era inútil: no daban con la tecla. Las mentes modernas están tan encerradas en toda clase de ideologías y sometidas a concepciones tan materiales que les impiden toda perspectiva superior, y no advierten que en estos hechos hay un factor religioso, que hay un vínculo con lo sobrenatural, con una realidad que el hombre moderno ha perdido.
     Se suceden los lamentos y los lloros. Desde Obama a Francisco es un coro que clama por las vidas perdidas, puesto que el mundo moderno ha erigido a la vida como el valor máximo, cuando por el contrario, para las doctrinas tradicionales, metafísicas y religiosas la vida en esta tierra es un tránsito para ganarse la inmortalidad en el “post mortem”. En consecuencia la vida carece de  valor si no está orientaba hacia lo sobrenatural y se tiene presente a Dios en todos los actos de la cotidianeidad. No lamentamos pues para nada a los muertos en esas acciones de guerra, que en forma despectiva y peyorativa los modernos califican de “atentados terroristas”. Y en última instancia no son más que legítimas respuestas a los salvajes bombardeos que las potencias mundiales llevan a cabo contra el EI.
     En el comunicado del Estado Islámico está claramente presente el espíritu religioso que animó a los heroicos jóvenes, que, dice el comunicado, “se apartaron de la vida mundana en apoyo de su religión” e hicieron temblar a París, “capital de la prostitución y del vicio”.
     Dice también el comunicado que atacaron el teatro Bataclán donde centenares de paganos asistían a un concierto de “prostitución y vicio” a cargo de una banda yanqui de “heavy metal”.
     Del comunicado del Estado Islámico rescatamos dos apreciaciones de orden militar y estratégico que pueden ser muy útiles en la actual guerra de civilizaciones. Una se refiere al hecho de llevar la guerra al territorio enemigo. Las agresiones de los imperialismos modernos se han basado en agredir en tierras ajenas sin que la población propia sufra la guerra y se mantenga ajena a los campos de batalla. La caída de las Torres Gemelas, Atocha, el subterráneo de Londres y ahora París nos indican la importancia que tiene luchar en la propia casa del enemigo con el consiguiente temor y miedo de la población local. Ello constituye una importante arma psicológica que sin duda alguna debilita, máxime en poblaciones carentes de toda concepción superior del mundo y de la vida.
     La otra apreciación de orden estratégico es la mención que hace el comunicado de la inutilidad de la aviación en las calles y callejones de las grandes ciudades con población propia como es el caso de París.
     Finalmente hagamos una crítica al documento. Se refiere a la mención que se hace de Francia como “conductora principal de la Cruz en Europa”. Desde hace siglos Francia no conduce ninguna Cruz. Por el contrario es fundadora del mundo moderno y enemiga del catolicismo gibelino que sostenemos. Esto de ningún modo invalida la acción heroica llevada a cabo por los ocho yihadistas a quienes rendimos nuestro homenaje y que se han ganado la inmortalidad.

San Carlos de Bariloche, 16 de noviembre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ



RAMÍREZ: ACLARANDO LAS PALABRAS

ACLARANDO  LAS  PALABRAS


     Alguien ha dicho que las palabras sirven para engañar, y algo de verdad encierra esta afirmación. Las más profundas realidades no se pueden expresar con palabras, para ello es necesaria una facultad superior que está más allá de la razón y del discurso, se trata de la intuición intelectual, la “intelectuallis intuitio” de las doctrinas tradicionales.
     Un clásico también ha dicho “que de la confusión de las palabras nació la confusión en la ciudad”. En el mundo moderno el significado de las palabras se ve constantemente transformado y cada día con mayor aceleración. El simbolismo de la torre de Babel se repite, aquella vez para humillar la soberbia de los hombres, ahora para distraerlos del final catastrófico del Kaliyuga.
     Pese a todo ello la palabra sigue siendo un medio de comunicación necesario para expresarnos con nuestros semejantes, pero para ello tiene que haber un acuerdo en su significado. Hoy día escuchamos expresiones tales como la palabra “fascismo” para referirse a todo aquello que contradice a las concepciones modernas.
     Hemos escuchado usar las palabras “islamofascismo” y “nazislamismo” para referirse en general a los movimientos fundamentalistas islámicos con lo cual aumenta la confusión, El punto de vista    tradicional no parte de consideraciones relativas a tiempo y lugar, es un punto  de entre vista metahistórico porque así es la tradición. El islamismo se ha desarrollado a partir de determinada circunstancia de tiempo y lugar por lo cual es totalmente inapropiado vincularlo con los fascismos europeos que se desarrollaron entre las dos guerras mundiales. No negamos la existencia de correspondencias entre ambas corrientes porque en ellas existen y existieron indudables aspectos tradicionales, pero la vinculación de los fascismos con la tradición es distinta a la del fundamentalismo islámico, especialmente en  lo que respecta a la religión. Los fascismos ya pasaron, su restauración es imposible y quedan librados a los nostálgicos, sus limitaciones los llevaron a la derrota. Distinto es el caso del fundamentalismo islámico que pone  en primer  lugar a la religión y cuya lucha se encuentra vigente y presente, pese a sus limitaciones.
     El que esto escribe es hombre de montaña. Ha practicado desde su juventud el andinismo – lo que los europeos llaman alpinismo -, y la montaña le ha enseñado que más importante que llegar a la cumbre es luchar por hacerlo, esa lucha es la que nos transforma y nos transfigura.
     La lucha de los yihadistas cualquiera sea su futuro ya es victoriosa, porque como dice el “Baghavad Gita”, “si triunfas ganarás la tierra, si eres derrotado ganarás el cielo, es decir,  que de todas maneras triunfarás.”
     No somos musulmanes somos cristianos, y más allá de ello Tradicionalistas Evolianos, pero rescatamos lo que de tradicional tiene la yihad, que es la única manifestación actual y visible, aunque sea en forma parcial, de la Tradición Eterna.
     Muchas otras palabras deben ser aclaradas, tales como “derecha”, “reaccionario”, “retrógrado”, “medieval”, “obscurantista” y otras por el estilo que los modernos marxistas y progresistas aplican a todos los enfrentamos sin concesiones al mundo moderno, pero la brevedad de la nota nos obliga para dejar la cuestión para futuras oportunidades,

San Carlos de Bariloche, 7 de diciembre del 2015.


JULIÁN  RAMÍREZ 

RAMÍREZ: EL EJÉRCITO DE FRANCISCO

 EL  EJÉRCITO  DE  FRANCISCO


     Los papas modernos nos tienen acostumbrados a una retórica fundada en el pacifismo, la caridad, el amor al prójimo, en medio de lamentaciones y deseos. Pero todo esto es una máscara, detrás de ella se oculta el verdadero rostro que nos revela toda una maquiavélica diplomacia a la que debemos desenmascarar.
     Esta introducción viene a cuento de ciertos movimientos de Francisco en el plano internacional y que vamos a analizar a través de informaciones de diversos medios a lo largo de los últimos años, y que nos revelan un Papa preparando una guerra, una guerra de las peores, destinada a sostener el mundo moderno y apoyando a las potencias que preparan un gobierno mundial. Veamos entonces como ha ido actuando la diplomacia vaticana y de a poco insinuando y preparando el terreno para una guerra mundial, con el clásico método de no ir de frente sino en forma oblicua y torcida.
     El 2-9-13 Francisco publicó un documento titulado “Nunca más a la guerra”, con las consabidas frases retóricas y abstractas. En noviembre del mismo año Putin viajó al Vaticano y agradeció al Papa por sus deseos de conseguir una solución pacífica al conflicto en Siria.
     El 8-11-14 el arzobispo Silvano Tomasi, representante del Vaticano ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en declaraciones por Radio Vaticana y refiriéndose al medio oriente, dijo que “una acción militar en este momento quizá sea necesaria” (ver Libertad Digital).  Aquí ya se nota un cambio en la política internacional de Francisco. Por boca de un subordinado comienza una vuelta de tuerca y se sondea el ambiente.
     A continuación el 16-3-15 la agencia Europa Press publica una información titulada “El Vaticano se muestra partidario de una intervención militar contra el Estado Islámico”. El ya citado arzobispo Silvano Tomasi presentó ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU una declaración elaborada en forma conjunta con Rusia y el Líbano, proponiendo una coalición militar contra el ISIS, ya que si no es posible una solución pacífica “entonces será necesario usar la fuerza”. Tal coalición deberá incluir países musulmanes ya que de lo contrario aparecería como una pura iniciativa de los occidentales y ello sería contraproducente. Concede una entrevista al periódico católico “Cruz” en donde expresa que “a las Naciones Unidas y sus estados miembros, especialmente el Consejo de Seguridad, les corresponde determinar la forma exacta de la intervención”. Agrega que la declaración fue una iniciativa de Rusia y que la petición se basa “en los comentarios de Francisco que consideran que el uso de la fuerza es legítimo para detener a un agresor injusto.” La misma información trae “Infocatólica” y la agencia informativa TELAM de la Argentina. Otra vuelta de tuerca, ahora más definida, que Francisco adelanta a través de un subordinado.
     El fundamento de esta política es la doctrina de la guerra justa elaborada por la Iglesia Católica y la filosofía escolástica desde hace siglos, pero esa doctrina tenía fundamentos en la Tradición y estaba orientada hacia la defensa de lo sobrenatural y lo superior. En la actualidad Francisco en una inversión copernicana y totalmente contraria a lo que fue la doctrina tradicional, la vuelca para la defensa del mundo moderno y para combatir a la única manifestación de Tradición hoy visible y presente en el fundamentalismo islámico. Una verdadera estafa doctrinal y con el pretexto de defender a los cristianos perseguidos por los malvados. Se olvida que esos cristianos, si es que son perseguidos, no lo son por su religión, sino en la medida en que son correa de transmisión de la decadente y corrompida aculturación de la modernidad.
     La tendencia que se avisora y que lleva adelante Francisco sería convertir al Vaticano en una especie de factor aglutinante y pseudo-espiritualista del mundo moderno.  Que los católicos abran los ojos: el verdadero enemigo no es el Islam sino el mundo moderno.

San Carlos de Bariloche, 30 de noviembre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ


RAMÍREZ: HIJOS PARA LA GUERRA

HIJOS  PARA  LA  GUERRA


     Navegando en la Internet en busca de informaciones acerca de los acontecimientos relativos a la guerra de civilizaciones, algunas valederas, otras no tanto, hemos encontrado un artículo titulado “Las mujeres ganan peso en el engranaje yihadista” (Madrid 18-9-15, Edizioness).
     El articulista cita varios casos de mujeres que participan en la yihad, pero nos hemos detenido en el caso de mujeres que el autor de la nota relata así: “Hay casos de madres que influyen de manera directa sobre sus hijos a la hora de tomar la decisión de irse a combatir a Siria.” Y agrega, que se trata de un “fenómeno en alza”. Menciona el caso de una mujer que ya ha perdido un hijo en Siria y está dispuesta a enviar a otros dos.
     Nos encontramos aquí con hechos que revelan en toda su profundidad la naturaleza femenina: parir hijos y educarlos para que sean guerreros, pero no cualquier guerrero, sino yihadistas, es decir, guerreros de Dios.
     Habría que remontarse a la antigüedad, a Roma y a Esparta, sociedades tradicionales, para encontrar algo análogo. Recordamos el caso del joven guerrero espartano a quién su madre le entrega una espada. El joven se queja diciendo: “Madre, esta espada es muy corta”.La madre le contesta, diciendo: “da un paso más adelante”.
     Hechos de esta naturaleza superan en mucho el vínculo natural entre la madre y el hijo y nos encontramos ya en un plano sobrenatural, nada menos que parir hijos para la guerra.
     El mundo moderno ha hecho de la defensa y exaltación de la vida terrestre y física un pseudo valor supremo. A una cosa finita y perecedera se la valora como el bien más preciado, y hay que usarla para gozarla, pasarla bien y consumir. El ejemplo que brindan esas madres musulmanas es todo lo contrario: la vida que crean la destinan a un fin superior, a un guerrero dispuesto a combatir y a inmolarse llegado el caso, y lograr así la inmortalidad que es también la inmortalidad de ella.
     El mundo moderno nos presenta situaciones que son totalmente opuestas. El Che Guevara decía que los hijos de los revolucionarios debían ser educados en las mismas condiciones que los trabajadores, pensamiento netamente marxista y que toma como ejemplo a la casta inferior. Otro caso es el que ofrecen en nuestro país, la Argentina, asociaciones tales como las Madres de Plaza de Mayo y otras similares, que reivindican el accionar de sus hijos muertos o desaparecidos en la guerra revolucionaria marxista en la que fueron derrotados por las FF.AA. argentinas. Habría que investigar hasta qué punto esa juventud equivocada fue educada en familias que habían perdido toda visión de lo superior y sobrenatural. Estos dos ejemplos son todo lo contrario de las madres que crían a sus hijos para la guerra santa.
     Otro ejemplo de la decadencia moderna lo constituye el sentimentaloide y comercial “día de la madre”, festejo totalmente naturalista alejado de toda consideración superior.
     En la sociedad moderna se cría y se “educa” a los hijos para las más variadas actividades, por lo general, conformes al espíritu burgués. Se los “educa” para tener no para ser, y a ello contribuye todo lo que en el actual mundo se llama educación.
     Por el contrario, el ejemplo que brindan esas madres musulmanas contiene una concepción del mundo y de la vida de signo totalmente opuesto.
     La destrucción a que ha sido sometida la familia en la actual civilización occidental excristiana conspira contra la formación de héroes, de santos y de mártires, ya no hay un sostén para una vida que aspire a lo superior y a lo sagrado. Por lo tanto reviste suma importancia el ejemplo de esas mujeres.
     Nietzsche dijo que el hombre debe ser educado para la guerra y la mujer para el reposo del guerrero. Creemos que este concepto debe ser ampliado de la siguiente forma: el hombre educado para la guerra y la mujer para parir y criar guerreros.
     Mientras existan esas mujeres y cualquiera sea el futuro de esta yihad, habrá guerreros santos hasta el fin de los tiempos, y esos guerreros serán imbatibles.

San Carlos de Bariloche, 23 de noviembre del 2015.


JULIÁN  RAMÍREZ 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

EL ESTADO ISLÁMICO ES EL MOVIMIENTO MÁS EUROPEO DE TODOS

EL ESTADO ISLÁMICO ES EL MOVIMIENTO MÁS EUROPEO DE TODOS


Los grupos identitarios fanáticos que dicen preocuparse por la integridad de Europa en realidad son todos hipócritas y son los que más favorecen el actual proceso de disolución de su continente. La única fuerza que hoy sostiene abiertamente que se tiene que terminar con la inmigración de musulmanes a Europa es el Estado Islámico quien no sólo invita a los musulmanes a no irse a vivir a dicho continente, sino que además a los que allí están los estimula a emigrar al Estado Islámico y por lo tanto preservar así la raza europea que tanto preocupa a los identitarios. Pero resulta ser que éstos son europeos tan sólo de palabra. Mientras que el EI sostiene terminar con la inmigración en forma radical tales grupos, con Le Pen a la cabeza, invitan a 'regularizarla', es decir que siga habiendo inmigrantes que puedan participar más plenamente del proceso productivo, es decir con menos concesiones de las que les brinda la progresía y que además no vayan a rezar a las mezquitas, es decir que no haya templos religiosos en coherencia ello con el proceso laico que hoy vive el propio continente y que ello promueven. Y además por si fuera poco sostienen que hay que destruir el lugar hacia donde podrían ir esos musulmanes pues argumentan que el califato es medieval y oscurantista y dicen que lo hacen para defender a las mujeres orientales para que se vistan de la manera que a ellos les gusta y de practicar la moral que les es propia. Agreguemos además que la pretendida derecha europea (que en el fondo es una izquierda más jacobina) sostiene que no sólo no hay que dejar irse a los musulmanes de Francia, sino que además de elloshay que retenerlos por la fuerza e incluso con tobillera en el propio país para que no se escapen.
Yo que he nacido en Europa sostengo que hay que favorecer la existencia de un territorio adonde puedan ir los musulmanes. Que no podemos ser tan sectarios de querer obligarlos a vivir por la fuerza en nuestro continente o imponerles en el propio el sistema laico y democrático que se ha implantado en el nuestro. Si Marine,Sarkozy, De benoist, Berlusconi quieren cantar la Marsellesa no pueden obligarnos a todos a hacerlo. Practiquemos el verdadero pluralismo cultural. El que quiere vivir tradiciones que no sean las que rigen en el occidente degradado que tenga donde ir y que allí acudan los que lo deseen, semitas, europeos, asíaticos, del mismo modo si a alguien le gusta la democracia y no la sharia bueno que pueda irse a una Europa sin mezquitas y que cante la Marsellesa si así lo desea. ¿Pero por qué obligar a todos a vivir de la misma manera?

viernes, 20 de noviembre de 2015

A PROPÓSITO DE LAS ELECCIONES EN LA ARGENTINA

A PROPÓSITO DE LAS ELECCIONES EN LA ARGENTINA


No es un tema que nos preocupe mayormente pues no somos democráticos. Sin embargo ello no nos impide efectuar un análisis del evento desde otra perspectiva diferente de la habitual.
Está claro a todas luces que éste es un país en donde, de manera más evidente que en cualquier otro, el sionismo representa la fuerza metapolítica principal, con una influencia moral que ni siquiera poseía hasta hace poco la iglesia católica (salvo en estos momentos en que tenemos un papa argentino). Recordemos al respecto que mientras que Bergoglio era reprendido públicamente cuando insinuaba críticas al kirchnerismo, el sionismo en cambio, incluso hasta ahora mismo, puede retar hasta a la misma Cristina sin que ésta se atreva a contestarle.
Debido a esta impresionante influencia, el ballotage por lo tanto se resume en una interna entre las dos principales corrientes del sionismo. El Likud, que lo tiene al rabino Bergman, a Kovadloff y a otros por un lado y por el otro el Partido Laborista, con Spolzky, Kiciloff, Timmerman, etc. La diferencia entre ambos sectores es respecto de la manera como resolver el problema internacional y en última instancia la política interna de Israel. El dilema se resume así en lo siguiente: ¿Qué es lo que conviene hacer para que dicho Estado siga existiendo rodeado por todas partes de enemigos? La primera respuesta es que tratemos de dividirlos pues lo peor es tenerlos a todos en contra al mismo tiempo. Por eso se acuerda con Irán y se pone en la mira solamente al Isis y a Al Qaeda. El Likud ante este mismo problema piensa en cambio que si hacemos tal cosa estamos dando signos de debilidad y alentamos a nuestro enemigo a dar un paso más. Por ello no acepta la existencia de los dos Estados (el palestino y el judío) pues 'si les damos una manga pedirán luego la camisa'. De allí la gran pugna existente por el caso Amia, los acuerdos con Irán y la muerte del fiscal Nisman. Ante este problema esencial, la Iglesia de Bergoglio (el papa peronista) se ha volcado abiertamente del lado del kirchnerismo y tácitamente también lo hacen los laderos 'nacionalistas' güelfos que hoy se encuentran, de la misma manera que tal movimiento, en connubio con Irán y con Moscú. Todo lo demás es show mediático, promesas de ocasión que nunca se habrán de cumplir, en fin nada que interese mayormente. Cualquiera que gane será lo peor. Se reiterará el dicho de Irazusta de que el mal de la política argentina es que todo gobierno nuevo será peor que el anterior.

jueves, 19 de noviembre de 2015

DUPESSY: LA MÁQUINA Y LA MUERTE DEL ALMA

LA MÁQUINA Y LA MUERTE DEL ALMA



El maquinismo es aquí objeto esencial de consideración. Se diría que los dioses nos estén incitando a la decisión y que dentro de poco ello será demasiado tarde. Posiblemente ellos tengan aun la balanza suspendida dando el tiempo necesario para que los hombres vean con claridad. Pero lamentablemente pareciera que ya la suerte ha sido echada…
Sucede que hasta hace poco solamente la máquina se encontraba al margen de nuestra vida. Es cierto estaban los ferrocarriles, las oficinas, algún que otro automóvil: pero después de la guerra (la primera guerra mundial) henos aquí que ha conquistado la totalidad del planeta, ha invadido ya todos los campos ha penetrado hasta en lo más íntimo de nuestra vida privada. Se habla ya de someterlo todo a la máquina, de organizar todo a la manera de la máquina. Es tan sólo ahora que por doquier nosotros vayamos que nos encontramos cara a cara  con este enigma hecho de metal que contiene la totalidad de nuestros destinos.
¿Qué es para nosotros la máquina? ¿Una amiga? ¿Una enemiga? Hace apenas unos quince años cuando nos encontrábamos con ella, con sus mecanismos de muerte, ella nos producía escozor, pero luego de la guerra se piensa que los delitos de la máquina se terminen sólo allí. Luego ha habido muchos que se han reconciliado con ella. Aunque algunos la reputen como la causa de las catástrofes económicas o aun del monstruoso derroche de las energías naturales que la misma exige. Es cierto se trata de elementos visibles y negativos, pero que sin embargo no son los que tenemos que temer más.
Es tan sólo cuando la máquina parece que está trabajando para nuestro bien que se vuelve sobre todo peligrosa. Puesto que entonces sus males permanecen escondidos, salvo que un análisis atento no los ponga al descubierto. Todos los servicios que nos presta tienen esto en común: son especiales. Los logros tecnológicos en apariencias más felices, nos resultan finalmente funestos en un cierto sentido. Ellos no son sino atentados de una variedad infinita en contra de nuestro cuerpo: nos dispensan de todo servicio físico, envenenan el aire de las ciudades, sobreexcitan nuestro sistema nervioso, adulteran las alimentaciones, entristecen a las personas de la ciudad que por otro lado la máquina recluta entre los hombres del campo.
¿Este bienestar falaz tiene por lo menos la ventaja de favorecer la cultura íntima, el progreso moral, el despliegue de la personalidad humana? De ninguna manera: el mismo es artificial y material. Por sí solo no sabría orientarnos hacia preocupaciones de un orden diferente.
Por el contrario, y es aquí en donde ella perjudica de la manera más insidiosa, la máquina está en contra del espíritu. No existe un punto intermedio: hay que optar, y el espíritu no tiene un enemigo mayor que esta criatura suya, respecto de la cual él se muestra orgulloso. La máquina ha nacido del espíritu, pero no es sino una caricatura, un residuo del espíritu. Ella es para el mismo tan deletérea como por ejemplo el ácido úrico lo es para los nervios que sin embargo han tenido una parte capital en la producción del mismo.
Yo no pretendo defender los intereses de la clase ‘intelectual’ y ni siquiera al espíritu en cuanto monopolio de ésta… quiero hablar del espíritu en general, en la forma común a todos.
Empecemos primero con el señor de la máquina: el ‘técnico’. ¡Qué ameno ‘señor’! ¿Qué es lo que hace con su cerebro? Es verdad que en un cierto sentido la misma le reserva a la inteligencia el mejor lugar. Pero tan sólo a aquella inteligencia que, con su forma, es compatible con la máquina misma y que consiente de trabajar a su manera. Ella mecaniza las inteligencias que se le entregan, las obliga a no ejercitarse más que sobre cantidades o sobre cualidades que son ellas mismas cantidades. O bien, si se lo prefiere, ella no se sirve sino de inteligencias mecanizadas. Y puesto que por su naturaleza la máquina tiende a ser todo, de esta manera nosotros corremos hacia una época en la cual el espíritu será condenado a no ser más nada si no acepta ser todo entero para la máquina.
El obrero, ya sabemos demasiado bien a lo que se encuentra reducido. Que no se nos diga que la misma tiene siempre necesidad de obreros calificados, más instruidos, quizás, que los antiguos artesanos. ¡Qué maravilloso sofisma! ¿Cuántos son estos especialistas? Antes quien trabajaba con las propias manos beneficiaba a aquella especie de cultura que por sí misma era un oficio. Ahora una horda de parias asiste estúpidamente a mecanismos de los cuales uno solo –aquel que los repara – conoce sus secretos. En el simple operario la inteligencia, en razón de una inversión vindicativa de la materia a la que se creía que se sujetaba, ha decaído al rango de un esclavo de la máquina. Es entonces cómo, incluso en lo relativo al operario calificado, la especialización a ultranza la que restringe el campo del espíritu y limita las cosas en las cuales él se interesa. Técnica es hoy en día lo opuesto de cultura. La especialización cierra el acceso a lo universal, a lo humano. El que se convierte en técnico hoy en día deja de ser hombre.
En lo relativo a todos los demás que sin crear ni servir a la máquina se sirven tan sólo  de ella, digamos que ésta convierte en inútiles vastos estudios. ¿Con cuál fin hay que aprender a escribir, a calcular, a pintar, a cantar, a tocar el violín? Muy pronto la radiofonía, con su diario hablado y sus conferencias, nos dispensará quizás de saber leer… mejor que nosotros, he aquí una insidia fatal para el espíritu. Desde el punto de vista externo todo está a favor del técnico y es necesario tener la idea y el coraje de ir hasta el fondo de las cosas para desengañarse. Ahora bien, son muy pocos y cada vez menos, los que entienden las virtudes fecundadoras del esfuerzo, aun si infructífero… La máquina sólo invita a tener en cuenta los resultados.
Cada día que pasa el espíritu humano abdica a favor de las cosas una de sus propias atribuciones; cada nuevo día mecaniza uno de sus actos específicos. Es así como dulcemente entra en un estado de inercia, llevado por el exceso de sus empresas. Algún especialista bastará para edificar auxiliares de pensamiento que pensarán en lugar de nosotros y el resto de la masa volverá  a descender hacia la abyección primitiva. Perfección de las máquinas es sinónimo de inercia de los cerebros: los dos términos se equilibran.
Además, se desconoce que la perfección técnica expulsa al divino impulso de la mano dirigida por el espíritu y a toda la parte humana que en una obra representa el arte. Pero el técnico se preocupa muy poco de lo bello. Él lo ignora, y por lo tanto lo mata no sólo en su corazón, sino también –dado que él posee la potencia para ello– en las mismas cosas. La fábrica es fea y lo embrutece todo a su alrededor. En aquello que ella produce el factor estético es lo último en lo que se piensa. Y el ingeniero no hesita nunca en destruir, saquear, anegar un paisaje, un resto del pasado, un poco de verdor, para instalar fábricas, canteras, ferrocarriles, diques. Su producción estéril y enloquecida no tiene otro fin que ella misma: ésta no sabe contribuir al verdadero bienestar del hombre, el que no sabría existir sin la alegría de las cosas del arte y de la naturaleza.
La máquina todo lo que toca lo desmoraliza. Aun el más simple y vulgar automóvil hace de quien lo conduce otro hombre. A éste, le bastan unos buenos movimientos reflejos, y sus actos precisos no se acompañan para nada con ningún movimiento del corazón. Él no se siente más como perteneciente a la misma raza de quien va a pie. El motor y su dueño constituyen una asociación, una simbiosis ebria de velocidad, celosa del espacio.
El técnico no tiene alma. Para él cuenta sólo aquello que puede ser contado. En primer lugar el dinero, factor esencial en sus cálculos. El dinero y por lo tanto la fuerza. Su inmoralismo lo convierte en cómplice de las cajas fuertes. El es su furriel. Su sueño se traduce siempre en última instancia en términos de lucro y de dominio.
Y la máquina afecta también a nuestra personalidad, a nuestra autonomía. Más ella satisface nuestras necesidades, más éstas se desarrollan en número y en intensidad. Cada nuevo invento, luego de la gratificación, que dura poco, no nos deja sino la incapacidad de hacer a menos de la misma. Nuestra vida se encuentra empantanada en los escombros de la tecnicidad malsana y tiránica. La máquina, al servirnos, nos hace a su vez siervos. Ella aturde nuestro querer, nuestra agilidad de decisión, nuestra desenvoltura ante lo imprevisto. Brindándonos un exceso de productos sin duración que debemos renovar continuamente, ella nos arrastra hacia la disipación y la inestabilidad mental, y nos hace perder aquel respeto hacia las cosas que no se encuentra alejado del respeto por los seres.
Para decirlo de manera sintética: la máquina mata en nosotros aquello que es propiamente el hombre. De una manera doble: con los servicios que ella reclama y con los que la misma otorga, ella con una acción constante e insensible nos modela a su imagen. Ella crea a imagen suya a su creador: un autómata sin corazón, sin individualidad, sin vida interior. Con ella, todo acontece como si nosotros no tuviésemos para nada un alma: ¿este atributo no concluirá quizás con la desaparición del mismo modo que de todo órgano que ya no sirve más?
Yo escucho que se me pregunta: “Y entonces ¿qué solución propone?”. Es un problema pueril. Es como si se le dijese a un predicador de la concordia ante dos naciones que se encuentran en lucha: “¿Qué espera Ud. para separarlas?”.
‘Solución’: la cosa es demasiado absoluta, demasiado radical, para un hecho tan formidable, complejo y confuso como es ahora el maquinismo. ¿Cambiar el estado social, la estructura económica? ¿Hacer saltar por el aire las fábricas y los ferrocarriles? Una ‘solución’ en el sentido propio del término sólo podría acontecer con una revolución. ¿Quién querrá emprender tal aventura? ¿Y hacia dónde nos conduciría? Ningún acto de fuerza y también ningún texto de ley podría constituir el remedio.
Desde cualquier punto que se lo mire el problema es moral: la solución no puede ser sino moral. ¿Qué es aquello que determinó la suerte del maquinismo? No es una fatalidad incluida en la materia o caída de los cielos. Nosotros mismos, nuestra pereza (pereza en quien sirve a la máquina así como en aquel que de ella se sirve), nuestro deseo de goce, son la causa. No se busque pues la defensa por afuera de nosotros mismos.
¿Es cosa de la máquina ser desmoralizadora y embrutecedora? Por cierto no. Esta masa de metal penetra en nosotros sólo porque nuestra personalidad no es suficientemente compacta. Nada le impediría a un hombre usarla con moderación para la satisfacción de las verdaderas necesidades.
Es necesaria mucha sabiduría y una disciplina personal. Dominar la técnica no aceptarla sino despreciándola. De tiempo en tiempo probar una vida desnuda y vaciada lo más posible para garantizarse que las complicaciones materiales no nos han tomado bajo su sujeción. Poner en su lugar a este brujo nouveau style, y mirar sus manejos con suma desconfianza como con curiosidad. Rechazar las anteojeras del especialismo y dirigir la mirada sobre todas las cosas humanas. Cultivar lo imponderable que la máquina nos puede dar. En suma, afirmarse ante ésta.
¿Quién sabe? Esta resistencia individual ante la opresión, esta acción de la personalidad en contra de la máquina arribaría quizás a limitar el mal. Pero antes  habría que mostrarle al mundo lo opuesto de la máquina. ¿Pero el mundo lo querrá ver? Aquella otra cara está oscura, resulta difícil de descifrar, es huidiza. Y el ambiente moderno es demasiado iluminado, sonriente, demasiado fácil porque se consienta en separar del mismo las miradas. Y no hablo luego de todos aquellos que por interés inmediato o por segundo fin político nunca aceptarían invertir el orden de las cosas…
Lucien Duplessy
(La Torre, Nº 6, 15 de abril de 1930)


lunes, 16 de noviembre de 2015

RAMÍREZ: ¿QUÉ HACER?

   ¿QUÉ  HACER?


          Hoy trataremos un tema que si bien no se vincula directamente con la guerra de civilizaciones tiene implicancia en ella puesto que se refiere, nada más ni nada menos, con lo que podemos y debemos hacer los íbero-americanos, a partir de nuestra realidad religiosa, cultural, histórica y geopolítica, para contribuir a lo que los heroicos guerreros del fundamentalismo islámico están haciendo en los campos de batalla en lejanos lugares. La guerra contra el mundo moderno debe ser universal de manera que no es cuestión de ser simples observadores y pasivos contempladores.
     Como ya hemos expresado en otras oportunidades nuestros esfuerzos deben ir encaminados a la formación de una Orden heroica, viril y guerrera, que nada tiene que ver con un partido político o con una simple organización. La Orden debe sostenerse sobre principios de la Tradición que nada tiene que ver con cierto tradicionalismo vago y licuado propio del tradicionalismo católico, que como bien lo dijo el maestro Julius Evola es un tradicionalismo a medias.
     Esto nos lleva en primer lugar a la cuestión religiosa, o sea, ¿cuál debe ser la religión de la Orden? El catolicismo ha sido a lo largo de los siglos la religión que ha configurado nuestro contexto social, político, usos y costumbres y vida cotidiana. Pero ¿cuál catolicismo? Y aquí viene una cuestión decisiva sobre la cual hay que tomar partido desde el comienzo, de lo contrario el árbol crecerá torcido. Desde el Medioevo se diferenciaron dos catolicismos: el güelfo encabezado por la Iglesia Católica, y el gibelino cuya cabeza fue el Sacro Imperio Romano Germánico. Triunfó el güelfo que así escindió la autoridad espiritual del poder político y pretendió subordinarlo al Papado. Este es el catolicismo que sigue vigente a través de la Iglesia y que ya ha caído en un culto femíneo, llorón, pacifista y cobarde dedicado a la mera asistencia social y cada vez más compenetrado con el mundo moderno y el nuevo orden que se pretende imponer.
     La Iglesia Católica ya no se va a reformar cuando tuvo muchos ocasiones de hacerlo y en mejores condiciones. No se visualizan en los grupos integristas y sedevacantistas posibilidad alguna puesto que siguen siendo güelfos. Menos aún se trate de crear una iglesia nueva que desembocaría en una nueva casta sacerdotal; de lo que se trata es  que no haya casta sacerdotal; que la Orden asuma el catolicismo gibelino con sus monjes guerreros al frente y abandonar a su suerte a la Iglesia Católica y a sus Papas y sacerdotes. Pero no arrojemos el agua sucia de la bañera junto con el niño: rescatemos y mantengamos en alto los dogmas doctrinarios de la religión católica tales como el de la Santísima Trinidad hoy olvidado, y que constituye la piedra angular de nuestra religión y el que nos diferencia de las otras religiones abrahámicas por su concepción de Dios.
     Para muchos resultará difícil concebir una religión sin iglesia y sin jerarquías sacerdotales pero es cuestión de liberarse de ataduras que se transforman en una cárcel sin barrotes que nos hacemos nosotros mismos.
     Los nacionalistas católicos deberían meditar sobre esta cuestión que es una de las que los limitan junto con su adoración al estado-nación, y aventemos toda mala interpretación: no se trata de atacar a la religión sino de expulsar sus excrecencias que desde los conflictos medievales han venido corroyendo lo más glorioso de la civilización occidental que alguna vez fue cristiana. En ese sentido la Iglesia Católica fue la que abrió las puertas a la modernidad. No se puede pues combatir al mundo moderno sin un ajuste de cuentas con esa institución.
     La Orden de monjes guerreros que sostendrá el catolicismo gibelino, heroico y viril será la que debe dar el tono a la restauración de la sociedad, y será el puente entre el Cielo y la Tierra. Íberoamericanos, a la tarea.

San Carlos de Bariloche, 9 de noviembre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ     

RAMÍREZ: AUMENTA EL MIEDO

AUMENTA  EL  MIEDO


     El 23 de febrero de 1998 se dio a conocer un documento al que los medios dieron poca importancia y muy pocas personas se ocuparon de él. Se trataba nada menos que de una declaración de guerra contra los “cruzados y los judíos” y firmado por Osama Ben Laden, Anwar Al Zawahiri y varios otros dignatarios y jefes islámicos. Se trataba de una “fetua”, es decir, de una declaración de guerra santa obligatoria para todos los musulmanes. En el Islam es obligatorio declarar la guerra antes de comenzarla siguiendo normas caballerescas y tradicionales que ya no se cumplen. Los primeros en comportarse en forma plebeya e hipócrita han sido los estados occidentales. En el mismo año ocurrieron las acciones de guerra – así las llamamos y no con el término despectivo de “atentados”- contra las embajadas yanquis en Kenia y Tanzania. Algunos comenzaron  a preocuparse, pero fueron muchos los que lo hicieron  tras lo ocurrido el 11-9-01 con la acción de guerra contra las Torres Gemelas.
Hoy día, tras casi 18 años de aquella declaración, las guerras se siguen multiplicando, aunque muchos ignorantes e hipócritas las siguen calificando de “conflictos” por esa tendencia moderna a alterar el recto sentido de las palabras. Las guerras en curso o en incipiente desarrollo se extienden en un cinturón terrestre desde las costas norafricanas del océano Atlántico hasta las tierras asiáticas de Filipinas sobre el océano Pacífico. Desde el Turquestán Oriental – el Sinkiang chino- hasta el África negra. Han sido destruidas las bases de la geopolítica nacionalista e imperialista a la que tantos defensores de la modernidad continúan siendo adeptos. Por sobre todos los condicionamientos y determinismos geográficos, políticos y económicos ha aparecido un factor olvidado en los últimos siglos: el religioso, y esta vez la Tradición se manifiesta, aunque sea parcialmente, a través del Islam.
     Esa creciente preocupación del mundo moderno está llegando al miedo. Los medios de comunicación masiva cada día se ocupan  más de estos acontecimientos aunque lo hacen en forma distorsionada y falseando la información. A los fundamentalistas se les atribuye todo tipo de atrocidades y salvajadas para así aterrorizar a las masas robotizadas del mundo moderno; al Estado Islámico se lo califica de “grupo de delincuentes pagados por la CIA”, y se montan todo tipo de mentiras y conspiraciones. Pero la verdad es que el miedo está empezando a apoderarse de los modernos. Veamos al respecto algunas informaciones.
     “Rusia teme una posible expansión del EI…aumenta el riesgo de que los terroristas invadan Asia central…Han puesto al mundo al borde de un conflicto de civilizaciones”. (Declaraciones de Alexander Bortnikov director del FSB ruso – ex KGB, del 28-10-15 según Europa Press). Sí Sr. Bortnikov, tiene razón, La Agencia de Informaciones Kaliyuga y su radio hace años que está hablando de la guerra de civilizaciones.
     Por su parte el jefe del MI5 británico advierte que el terrorismo islamista es la mayor amenaza a la que tiene que hacer frente el Reino Unido en las últimas décadas y pide mayor capacidad de vigilancia digital.( Europa Press, 29-10-15).
Otra: “Los jefes de estados mayores de la U.E. ven con preocupación el auge del EI.” (Europa Press, 29-10-15).
     Y seguimos. Ban- Ki- Moon, Secretario General de esa pandilla que se llama Naciones Unidas, elogia las tareas de la coalición militar que lucha contra el EI…pero reconoce “que los medios militares pueden ser efectivos en un ámbito limitado” y se debería ir a las causas. Enumera varias pero se “olvida” del factor religioso. ( Europa Press, 29-10-15).
     Y una más. Una encuesta de la universidad Chapman  de California, dice que el 44% de los yanquis teme ataques terroristas. Podemos citar muchas más informaciones al respecto, pero todo indica una tendencia al creciente temor de los modernos, y el sentir miedo debilita. Esperemos que así sea.

San Carlos de Bariloche, 2 de noviembre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ



RAMÍREZ: LOS GÜELFOS RUSÓFILOS

LOS  GÜELFOS  RUSÓFILOS

    
     En la nota anterior hemos advertido sobre el desarrollo en los últimos años de una tendencia a simpatizar con Rusia y con su dirigente Vladimir Putin y que se manifiesta a través de diversas expresiones de variado origen. Ahora vamos a considerar una de esas tendencias: la que se expresa a través del catolicismo güelfo y que influye sobre sectores nacionalistas y grupos integristas. Como se sabe, el catolicismo güelfo se desarrolló en la alta Edad Media como una escisión entre la autoridad religiosa y el poder político, y en contra del catolicismo gibelino, que por el contrario sostenía la unidad de ambos, presidida por la idea de Imperio sagrado y la supremacía del Emperador. La ruptura de esa unidad metafísica llevó a la Iglesia Católica a apoyarse en las comunas burguesas del norte de Italia y en el nefasto rey francés Felipe el Hermoso. El triunfo del catolicismo güelfo fue un golpe decisivo para el desarrollo de la modernidad.
     Hoy día el catolicismo güelfo no tiene estado en quién apoyarse. El estado moderno es laico y agnóstico cuando no es lisa y llanamente  ateo. Ante esa orfandad en muchos católicos ha surgido la idea de apoyarse en Rusia y mirar con simpatía a Vladimir Putin considerándolo como el que inicia el retorno de Rusia a su tradición milenaria y cristiana. Así lo sostiene en nuestro medio el sacerdote jesuita Alfredo Sáenz en una conferencia en el Colegio de Abogados de Buenos Aires reproducida en un texto titulado “Vladimir Putin, un estadista singular”. También ha desarrollada esa posición en el canal TLV1 que agrupa a católicos nacionalistas y güelfos que simpatizan con esas ideas. Considera que Putin es un personaje valioso que puede romper con su pasado comunista- pese a que fue un coronel de la siniestra KGB-, y que haya sido posible su conversión al cristianismo, alegando en prueba de ello el apoyo que da a la Iglesia Cristiana Ortodoxa Rusa oficial y a su lucha contra la homosexualidad. Digamos de paso que la Iglesia Ortodoxa Rusa oficial  ha bendecido las armas de los combatientes rusos que actúan en medio oriente.  Que no rompa en forma drástica con el comunismo el padre Sáenz lo justifica en que Putin debe actuar con prudencia y en forma gradual, y hay que tener corazón para recordar a la Unión Soviética. Agrega que Putin rechaza totalmente al Islam y que hay que tener cuidado con los musulmanes. Fiel a su formación güelfa el padre Sáenz dice que Putin rechaza la confusión entre iglesia y estado y que la primera debe distinguir entre ambos.
    Podríamos agregar muchas otras cosas, pero para muestra ya es suficiente. Sobre lo que queremos advertir es sobre la peligrosa   pendiente a lo que se están integrando algunos sectores del nacionalismo católico. Su rechazo a muchos aspectos del mundo moderno los lleva a buscar un apoyo en una potencia imperialista que también forma parte de la modernidad y la estrechez de su nacionalismo les impide una visión universal de la situación actual. Su creencia de que el catolicismo es la única religión verdadera les ciega la perspectiva de ver que todas las religiones superiores participan de una Tradición primordial, de la cual cada religión participa en forma parcial conforme al tiempo y lugar en que se desarrollaron.
     Tanto el padre Sáenz como estos nacionalistas cierran los ojos frente a la guerra declarada por Rusia contra el fundamentalismo islámico con sus bárbaros bombardeos en Siria , en alianza con  las otras potencias imperialistas de Occidente. El padre Sáenz y estos nacionalistas creen que Rusia puede ser la restauradora de la cristiandad, cuando lo que está haciendo Rusia es combatir a la única resistencia tradicional que hay hoy día, en forma visible, en parte alguna del mundo.
     Por eso nosotros, los católicos tradicionalistas gibelinos hemos constituido con fieles de otras religiones el Frente Cristiano Islámico. Nuestro enemigo es el mundo moderno en el cual Rusia está incluida.

San Carlos de Bariloche, 26 de octubre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ




jueves, 12 de noviembre de 2015

EVOLA: LA IGLESIA Y LA CIENCIA MODERNA

LA IGLESIA Y LA CIENCIA MODERNA
                                         Profanaciones que vienen de lejos.

Los progresos de la ciencia no conocen ya límites y ha sido así que, en este período de cuaresma de la nuevamente católica Roma, nos ha sucedido tener que asistir a una muy edificante conferencia en donde se nos hizo ver al cuerpo de Jesucristo sobre la tétrica mesa anatómica de una morgue.
Ni más ni menos: tal la conferencia dictada por un tal profesor La Cava efectuada (y esto es ya el colmo) en los locales parroquiales de una iglesia romana sobre La pasión y la muerte de Jesucristo. Por supuesto que en el prólogo de la misma se difundió una prudente advertencia, la de que se estaba considerando tan sólo el aspecto perfectamente humano de Jesús; pero luego de ello, nos encontramos con la carga a fondo de los rutilantes esclarecimientos efectuados por la medicina legal y por los disecadores de cadáveres. El origen anatómico fisiológico del sudor y de la sangre esparcida en el Getsemaní nos resultó sumamente claro; del mismo modo que todo aquello que mecánicamente ha acontecido en la estática y en la dinámica de los órganos internos y en las funciones de los principales órganos corporales durante la crucifixión. Nos enteramos así que Jesús murió muy rápidamente a causa de un notorio estado de insuficiencia cardíaca. El orador luego se detuvo en una brillante exposición respecto de la emisión de sangre y agua del cuerpo del crucificado: no, eso no se debió a… una pleuritis que lo habría afectado a Jesús: se trató en cambio de la penetración de la lanza en la tercera costilla derecha que produjo una tensión torácica por la dilatación del mismo espacio bajo el estado de una respiración forzada: en el espesor de la pared la lanza tropezó con la cavidad pléurica dando lugar al ‘hidrotórax: continuo exivit sanguis et acqua’. Como corolario de tales soberanas estupideces el auditorio estalló en un vibrante aplauso.
Este muy sagrado modo de tratar temas de tal tipo no nos parece que obligue a un comentario ulterior. Sirve solamente como barómetro de los tiempos y de la ‘evolución’. Podría ser que en un mañana, remitiendo el ‘mecanismo’ de la pasión y de la muerte de Jesús no meramente al del primer cuerpo humano que nos caiga entre manos, sino incluso  al de una bestia, se pueda llegar a saber algo aun más ‘positivo’ y ‘edificante’.
Un comentario tan sólo. Il Messagiero (8 de abril 1930) refiere un amplio resumen elogioso de la conferencia del ‘ilustre profesor’. Nos consta por lo demás que este diario, apenas escucha el nombre de nuestro director se hace la señal de la cruz y evita de cualquier manera citarlo aun críticamente. Ahora bien, esto nos parece un ejemplo adecuado para resaltar cómo Evola, por más pagano que sea, podría enseñar de manera abundante a tales fervientes católicos, la actitud diferente que debería imponerse ante tales profanaciones de la propia religión.

Julius Evola, La Torre Nº 6, Abril de 1930.

martes, 10 de noviembre de 2015

GHIO: LA SECESIÓN DE CATALUÑA Y LOS 'ALTERNATIVOS'

LA SECESIÓN DE CATALUÑA Y LOS 'ALTERNATIVOS'



Un tema que debería no pasar desapercibido, en especial ahora que Cataluña ha declarado su independencia respecto de España, es el hecho de que muchas personas que se han reputado a sí mismas como herederas del nacional socialismo han al mismo tiempo adherido a posturas secesionistas con respecto a las regiones en las cuales viven. Tal el caso notorio del catalán Ramón Bau quien funge desde hace tiempo como uno de los principales ideólogos de tal postura en España. Al respecto queremos transcribir aquí un texto en donde tratamos este tema como parte de un debate que tuviéramos con un grupo de personas de tal ideología que criticaban el pensamiento de Evola en curiosa coincidencia con sectores católicos güelfos uno de cuyos textos críticos hacia tal autor ellos reproducían. Quien quera ver la totalidad del debate puede ingresar al siguiente sitio  http://www.juliusevola.com.ar/El_Fortin/31_5.htm


Ramón Bau y el verdulero de Hegel


Luego de estas inverosímiles notas nos tropezamos seguidamente con el escrito “brillante” que, según los aludidos anónimos, nos eximiría de los adefesios anteriores. Acá afortunadamente no nos topamos con un pseudónimo sino con un catalán dicharachero y simpático que conociéramos personalmente en Barcelona en una conferencia nuestra. El mismo nos escribe ahora un largo texto en el que, sin citarnos, entrecomilla en forma abundante pasajes de una ponencia que diéramos el pasado año titulada La superación del racismo: Evola y Günther y aprovecha la misma para achacarnos una serie de cosas que nunca nos manifestó en nuestra conversación.
Para aquellos muchos que no saben quién es Bau expliquémoslo a partir de lo que él mismo nos manifiesta en su escrito aludido. En su firma él se nos califica como un “ex CEDADE”. Efectivamente recordemos que tal grupo fue una importante expresión del nacional socialismo español de fines del pasado siglo y con ramificaciones en la Argentina. Ahora bien, alguno pensará que el aditamento “ex” fue puesto porque se trata de un nucleamiento que ya no existe más. De ninguna manera ello es así. Lo que ha pasado es que Bau es “ex” en tanto dejó de pertenecer al mismo en la década del ochenta por sostener una postura anti-española y catalanista por la que defendía abiertamente la independencia de su región, Cataluña, con la incorporación de otras aledañas como la de Valencia. Es decir ostentaba una actitud de secesionismo muy semejante a la que sostiene la ETA en relación a los provincias vascongadas, lo cual en manera alguna podía ser compartido por un grupo de personas que se calificaran como nacionalistas. Es interesante recordar este hecho porque las razones que Bau nos da para sostener la independencia respecto de España son muy parecidas a las que nos esgrime en el texto aludido para negar la existencia de una raza del espíritu y por lo tanto para expresar su adhesión incondicional al nazismo biológico. En ambos casos, España y la realidad espiritual, se trata para él de fetiches que existen exclusivamente en la imaginación y cuya entidad debe ser sin más descartada para ser suplantada por las “realidades demostrables”, las que, en el caso aquí mencionado, serían las regiones, las cuales deberían confederarse entre sí en una unidad más comprensiva que la de la convencional y arbitraria España. La actual Comunidad Europea sería según Bau la nueva entidad que confirmaría su proyecto, por ello los sectores afines a él han llamado a votar a favor de su Constitución en las últimas elecciones (ya vimos cómo les fue). Su argumento para rechazar la realidad de entidades metafísicas, es decir de entidades que están por encima de la mera inmanencia, representada en su caso por las regiones, es parecido al que nos daba el verdulero que discutía con Hegel cuando le negaba al filósofo que existiera la fruta pues en sus mostradores sólo había peras, manzanas, etc., pero no un estante con “fruta”. Así pues cuando Bau observa el mapa de España inmediatamente nos dice, del mismo modo que el verdulero de Hegel, que tal entelequia no existe, sino sólo Cataluña, Galicia, Castilla, etc, pero no un lugar que se llame España. A lo que el filósofo le hubiera contestado de la misma manera que a su verdulero amigo que, si fuera coherente con la argumentación, tampoco podría decir que existen las peras o las manzanas, sino simplemente estas peras y estas manzanas; del mismo modo que si se lo fuera hasta el final con el relativismo de Bau habría que decir que tampoco Cataluña existe, sino las comunidades que la componen y si seguimos descendiendo llegaríamos a las unidades más inferiores de todas que son los individuos singulares, los únicos verdaderamente “demostrables” en su entidad. Es curioso que Bau, un verdadero relativista y por lo tanto individualista que niega la existencia de realidades universales, como España y el espíritu, nos califique en cambio a nosotros como tales, demostrando hacer él lo mismo que sus anónimos amigos cuando atribuían a Evola lo que ellos en realidad eran. En verdad el verdadero individualista es él. Por supuesto que su relativismo, del mismo modo que el del simpático verdulero, no es absoluto, pues en vez de descender en su reflexión hasta el mero individuo se detiene en un género superior que son las comunidades (no nacionales, sino regionales como la de Cataluña), y ello es hecho en detrimento de su coherencia. Si su razonamiento llegara hasta las últimas consecuencias vería que no está muy lejos ni del liberalismo ni del marxismo que son dos maneras también de relativismo como la suya. Por lo tanto no es casual que de la misma manera que ellos él considere, y lo expresa textualmente, que, en tanto no existen realidades universales superiores a la relativa por él aceptada como instancia última y verdadera, el Estado debe estar subordinado a la comunidad. Es decir que él también cree en la democracia y en el dogma de la soberanía popular, lo mismo que las dos ideologías modernas antes mentadas. Es el pueblo, representado por su comunidad, lo que para él implica la instancia última de lo verdadero. En cuanto a su pretendida manifestación en contrario de que rechaza el dogma de la igualdad y que sostiene el desigualitarismo, ello tampoco es así totalmente. Porque si bien manifiesta que las comunidades son desiguales entre sí racial y culturalmente, en el seno de las mismas él en cambio acepta el principio de la igualdad. Es justamente en su concepción democrática de un Estado que se subordina a una determinada comunidad en donde se encuentra su adhesión al igualitarismo. No existen para él jerarquías, no hay aristocracias que deban mandar en razón de una superioridad espiritual que así lo determine, ya que como veremos para él el espíritu no existe, sino que todos los integrantes “sanos” de la comunidad terminan formando el Estado y poseyendo así los mismos derechos. Claro que alguno podrá decir  que la idea de nación-Estado es moderna y que en la Edad Media no existieron naciones como España superpuestas a las diferentes nacionalidades. Ello es cierto pero tan sólo porque había una entidad superpuesta, más espiritual, metafísica, que estaba por encima de las nacionalidades, que era el Imperio. Institución en nada aceptada por Bau, pues de la misma manera que nuestros demócratas republicanos (uno de sus movimientos afines casualmente lleva ese nombre) sostienen un mero acuerdo entre diferentes comunidades, el que puede ser disuelto en cualquier momento, no siendo en nada diferente en el fondo del contrato social rousseauniano, lo único que lo distingue es que la palabra individuo queda aquí suplantada por otros particulares que son las diferentes comunidades, las que por una especie de milagrosa armonía preestablecida se autogobernarían a sí mismas. Es decir se sostiene aquí un federalismo sin Imperio y por lo tanto sin Estado, muy similar al que intenta implantarse actualmente en Europa. Resulta además curioso que él nos achaque estar con el sistema porque nos declaramos en contra de la democracia. Su argumento es infantil al respecto. Nos dice que porque hoy en día la verdadera democracia no existe deberíamos estar contentos y hallarnos afines con el sistema vigente. Más bien lo contrario es lo verdadero. La democracia no existe no porque no quiera aplicarse, sino simplemente porque es una utopía tan irrealizable como la del fracasado comunismo.
Bau en su larga exposición, si bien nos dice que rechaza la metafísica, ello sin embargo no le impide efectuar una serie de disquisiciones sobre la existencia de la realidad, lo cual es también de alguna manera hacer metafísica. Al respecto digamos que en el contexto de la misma él adhiere a una escuela determinada que es la del realismo vulgar que consiste en sostener que la única realidad “demostrable” es la que captan nuestros sentidos externos, esto es la perteneciente a la dimensión espacio temporal. Por lo tanto la forma de conocimiento válida es la que posee el común de las personas, demostrando también en esto su adhesión a los postulados democráticos propios de la ciencia moderna que sostiene que son válidos únicamente aquellos conocimientos a los cuales todo el mundo puede llegar. Digamos al respecto que esta forma de conocer la realidad ha existido siempre porque en todo momento ha habido personas cuyas posibilidades estaban enmarcadas exclusivamente en la esfera sensitiva y carecían, como en cambio era factible que aconteciese en modo eminente tan sólo en algunos, de la posibilidad de elevarse hacia una dimensión superior de carácter espiritual. Era justamente esta diferencia entre seres que podían conocer las causas a través de los efectos y aquellos que en cambio podían conocer los efectos a través de las causas lo que explicaba la existencia del Estado y por lo tanto el verdadero principio de la desigualdad que es en cambio ignorado olímpicamente por Bau. Aquel que expresaba tal superioridad espiritual tenía no solamente el derecho, sino principalmente el deber de gobernar y orientar a aquellos que eran carentes e imperfectos debido a tal tipo de forma de conocimiento inferior. Por lo tanto debía ser el Estado, compuesto por una verdadera aristocracia espiritual, el encargado de gobernar y ejercer la soberanía y ello era una necesidad expresada y reconocida principalmente por quienes eran inferiores. La anomalía moderna ha consistido en cambio en considerar que esta forma más baja de conocimiento, que está presente en las mayorías, y que era lo que justificaba por parte del que era inferior una necesidad de ser conducido, que ahora en cambio se la repute como el estado normal y propio de todo el mundo, negándose así cualquier jerarquía, y queriendo en cambio imponerle en forma intolerante a todos, y en especial al que es superior, esta forma inferior de conocimiento: esto es propiamente la esencia de la democracia.
Esta misma actitud invasiva y prepotente la vemos con las actitudes que asume Bau cuando se refiere a quienes tienen intuiciones metafísicas, esto es que captan realidades superiores inespaciales, a-temporales y universales, es decir diferentes a las que tenía el verdulero de Hegel. Respecto de ellos él nos dice socarronamente que se trata de enfermos que duplican esquizofrénicamente la realidad imaginando mundos en los cuales necesariamente el bien triunfa sobre el mal fabricándose utopías y quimeras que les permitirían de esta manera apoltronarse y “no hacer nada” sin “ponerse la pistola en el cinto”, etc. Digámosle al respecto que él comete una gran confusión. A diferencia de lo que acontece en el ámbito de la naturaleza física, lo que es propio del espíritu es la libertad y no la necesidad, por lo que queda siempre indeterminado saber si es el bien o el mal lo que habrá de triunfar con independencia de lo que uno haga. Y por tal razón, en la medida en que las cosas no se encuentran resueltas, de manera alguna como nos sugiere Bau, hacer triunfar la propia idea especialmente en un mundo que adhiere en lo esencial a los postulados democráticos que él también comparte, representa un enorme compromiso mucho mayor que el suyo.
A su vez acudiendo a las más burdas argumentaciones cientificistas propias del siglo XIX refuta la existencia de una raza espiritual simplemente porque el pequeño movimiento de una célula del cerebro o de un átomo travieso puede generar el colapso mental de una persona, lo que según él conllevaría también la desaparición del espíritu. Lo cual nos recuerda a ese cirujano entusiasta que orgullosamente exhibía el bisturí que nunca se había topado con un alma inmortal, o al cosmonauta Titov satisfecho por no haber visto ángeles en el cielo. Seguramente a Bau, quien debe estar tratando desde hace años de pesar el aire con la balanza de su cocina, sería bueno recordarle que cada cosa tiene su instrumento propio de conocimiento. No puede un ojo sensible, ni un instrumento material y extenso captar de manera directa una realidad espiritual y por lo tanto inespacial e inextensa. Se precisan para ello otros ojos, otros oídos, otras intuiciones diferentes de las de nuestra sensibilidad. Sucede que algunos las poseen y otros no. Pero no porque sean muchos los que no la tengan tenemos que decir que no existen. De lo contrario estamos de lleno en la democracia y el igualitarismo, su terreno propio, en donde sólo es válido lo que la mayoría hace o resuelve. Nosotros opinamos diferente.
Con respecto al racismo que le achaca a Evola demuestra una absoluta incomprensión, tan grande como la que manifiesta en relación a su pretendido nacionalsocialismo. No es verdad que nuestro autor haya rechazado la existencia de una raza del cuerpo. Basta leer los vastos capítulos que le dedica a tal tema en La raza del espíritu, traducida al castellano y al alcance de quien lo quiera. ¿Por qué no se toma el trabajo de leerlo, o es que le hace caso a Cretiné y a San Trece? Por otro lado no es verdad tampoco que manifieste que el espíritu en el hombre no se expresa a través del cuerpo y que por lo tanto es “como el sexo de los ángeles”. Con el perdón de la palabra ¡qué ejemplo más estúpido que nos ha dado! Es exactamente lo contrario, el cuerpo es el medio de expresión del espíritu. Pero así como la vestimenta que utilizamos no agota a nuestra persona, es falso reducirlo a la condición de mera manifestación corporal y negar por lo tanto su trascendencia como hace el nazismo biológico en concordancia con todo el movimiento cientificista del siglo XIX. Si bien no todos tienen la posibilidad de captarlo directamente, como los ascetas y los héroes, existen múltiples expresiones en el hombre, en especial las que son libres y no necesarias, que demuestran fehacientemente la existencia de tal realidad superior que la mayoría puede al menos captar en manera indirecta.
Volvemos así al ejemplo anterior: ¿cómo se expresa principalmente el judaísmo? No por cierto a través del cuerpo, aunque por supuesto existe un biotipo judaico, sino principalmente a través del espíritu, es decir por una libre decisión efectuada por uno mismo entre diferentes tendencias. Es un espíritu judaico reputar que el hombre se encuentra en un estado de pasividad y fatalismo ante la realidad, llámese ésta economía, sexo o raza como el caso específico de cierto racismo. Es judaico también el materialismo, considerar que sólo existe la realidad demostrable por los sentidos externos y el rechazo rebelde por aquello que “no se ve”, descartando que en cambio existan otros que puedan hacerlo. El espíritu ario es en cambio lo contrario: libertad, antideterminismo, antifatalismo.
Por último digamos que Bau, como buen demócrata y moderno que es, no solamente es regresivo en cuanto a su nacional socialismo en relación a su asunción fanática de una vertiente degradada del mismo, el nazismo biológico, sino también en el hecho que de manera necia rechaza la rectificación efectuada en 1934 con la tendencia nacional-comunista. Por lo que sabemos en la actualidad él adhiere también a tal corriente pro-rusa y esto nos explica mucho su diferencia con el líder de su movimiento. Pero lo más gracioso es que quiera reducir aquel conflicto que Hitler tuviera con las camisas pardas de las SA, no a una manera diferente de concebir la doctrina, no al hecho de que aquellas quisiesen sustituir al ejército por milicias populares como en Rusia, sino a una mera puja entre homo y heterosexuales. Esto, más allá de lo descabellado, nos permite establecer un vínculo nuevo con nuestros anteriores nazis anónimos. En verdad hay nuevamente aquí un fenómeno psicológico de transferencia. Lo que él le achaca a Evola de reducir el tema de la raza del espíritu a una cuestión sexual él lo hace en cambio en relación a su caracterización del nacional socialismo. Por más que se repute como antijudío en el fondo concuerda con el judío Freud al considerar que es el sexo lo que gobernaría a las personas.

                                                                                                           Marcos Ghio

lunes, 9 de noviembre de 2015

EVOLA: DEFENSA DE LA MUJER ISLÁMICA

DEFENSA DE LA MUJER ISLÁMICA



“¿Qué es lo que distingue a una mujer europea de una turca? En que las primeras tienen amantes y los maridos no lo ignoran y cierran los ojos, buscándose a su vez a otra. Las mujeres a su vez se exhiben medio desnudas. Una turca en cambio pertenece solamente a su marido y no le muestra su rostro a otro. Yo que conozco los dos tipos de vida, prefiero la turca”.
Estas palabras encierran la tesis que Claude Anet ha desarrollado en su libro La ribera del Asia, una obra interesante que, si bien tan sólo parcialmente, penetra en la esencia verdadera de la vida turca que la protagonista prefiere a la europea. En el mismo esta mujer es llevada a  habitar con el hombre que ama en el Asia, a un antiguo harem con las puertas de hierro y las ventanas enrejadas. Poco a poco la llama profunda de la espiritualidad asiática penetra en ella, y su amor se libera de los vínculos occidentales de los celos y del egoísmo. Que el hombre sea fiel esto a ella no le interesa más; ella, la mujer, debe ser igualmente fiel, en el modo más absoluto como la monja enclaustrada que se ha ofrendado a su dios. Nadie debe ver su rostro que pertenece, como también su alma y su cuerpo, a aquel solo hombre. Ella da sin solicitar nada en cambio, sabiendo de poder dar en forma inagotable. Muy pronto no le importará más si él la ame o no, ella lo ama, y su llama no precisa de alimento exterior, arde y resplandece de su propia vida.
En este punto Anet ha por cierto comprendido el significado profundo y hasta diría sacro, que ha animado a la institución islámica del harem. Hay un sentido de ascesis y un sentido de grandeza llevado hasta la misma vida de los sentidos y de los sentimientos, que me hace sonreír si pienso en todo lo que los civilizadísimos europeos han dicho respecto de esta institución tan bárbara, reputada como cosa del pasado.
¡Cuánta libertad hay sin embargo en esta aparente esclavitud! ¡Cuánto dominio de sí en esta entrega! ¡Cuál superación en este sacrificio, en este aparente convertirse en una ‘cosa’ que nada solicita y que en cambio todo lo da, de manera simple, luminosa, desde el momento en que se ha despertado a la vida de mujer hasta su muerte!
Entre nosotros el hecho de que una mujer pueda entregar toda su vida a Dios, renunciando por Dios a la vida exterior, constituye absolutamente una excepción. En la concepción islámica esto es en cambio algo natural y tan sólo un hombre era suficiente para animarla a tal sacrificio, un hombre al cual no se le solicitaba ni siquiera el amor, que se amaba en modo tan vasto, de ser capaz de admitir que también otras pudiesen participar del mismo sentimiento y que le estuviesen unidas en el mismo vínculo y en el mismo sacrificio.
Es natural pues que se presente la comparación entre el Oriente y el Occidente, no sólo en los términos de la frase citada al comienzo. El amor que el Occidente ha elegido hasta ayer es aquel que no tolera al amado de no amar, que no tolera que aquel al cual una mujer se le ha entregado a su vez no se le entregue y no le pertenezca. Esta idea en la mujer occidental se ha convertido en algo así como un instinto. Quien ha sentido de manera más profunda la mordedura del celo también puede comprender que sólo una fuerza casi más que la de un ser humano sería capaz de superarla con la vastedad de un sentimiento y de una oferta que sin embargo se mantiene y hasta se exalta en la renuncia. No discuto la concepción europea del amor: sin duda ésta es más humana, más terrenal, más dulce, más orgullosa. Pero en el Islam la referencia se desplaza y lleva a las mujeres, de acuerdo a las posibilidades de su naturaleza, al mismo plano al que arribaba el asceta, del mismo modo que la regla del harem imita la de los conventos. La entrega integral de la antigua mujer turca expresa la más elevada posibilidad espiritual de la mujer. El amor se le convierte en el altar en el cual ella arde y se libera a sí misma.
En Occidente, quizás hasta ayer mismo había aun un residuo de esta posibilidad en el concepto tradicional de la familia a la cual se entregaba la joven luego de una vida de ensueños, de soledad y de espera. Pero la vida de hoy en día, puramente exterior, febril, caótica, disgregadora, que no permite ni siquiera un minuto de soledad, junto a los otros ideales ha hecho derrumbar también esto, y no ha venido en verdad nada a sustituirlo. No se habla más de amar sin condiciones, en modo tal de elevarse así por encima del hombre común; sino que la misma capacidad de consagrarse a un solo ser, y de amar propiamente está desapareciendo.
 Es necesario ya tener el coraje de mirar de frente a la realidad y de ser capaces de sentir hacia dónde estamos yendo.
Las mujeres hoy son inquietas, carentes de dirección, enfermas de una sensibilidad epiléptica y puramente cerebral, estandarizadas en los pensamientos, en las almas, en las palabras. La vida moderna está haciendo de ellas una cosa híbrida, asexual, algo que en casi todos los campos cada día se empobrece en su valor, en su significado y en su fascinación. Y esto porque, deseosas de ser libres y de recuperarse de siglos enteros de esclavitud, tienen necesidad de mostrar que también ellas son capaces de ganar dinero, de divertirse, etc., deseosas en suma de tener una ‘personalidad’, han creído de poder lograrlo imitando la de los hombres.
El error se encuentra aquí en forma plena. No es descendiendo en los mismos terrenos del varón, tales como el deporte, el despliegue físico, fumando, trabajando, que la mujer puede crearse una personalidad, y ni siquiera tomándose amantes por gusto o pasatiempo o para demostrase a sí mismas de haberse liberado de antiguos prejuicios. Sólo centralizándose en un único sentimiento la mujer puede dar un significado a la propia vida. (...)
Hoy por primera vez nos encontramos ante un tipo de mujer que se apropia de las virtudes y de los defectos de los hombres, es decir nos hallamos  ante esta nuestra mujer disoluta que tiene amantes sin dar demasiada importancia, por necesidad fisiológica, y en la cual todo lo que ella tenía de típicamente femenino desaparece. Así aquel espíritu de sacrificio, de verdadera entrega, y aquel vasto y profundo sentido de maternidad que podría transformar al amante desaparece totalmente. ¿Qué es lo que nos presenta la mujer moderna? Un mero maquillaje filosófico y literario, un cuerpo masculinizado, un alma ambigua, pequeña, pasiva, imitativa, privada sea de carnalidad como de espiritualidad.
“Y bien, nos dicen ellas, ¿qué nos importa la femineidad y otras cosas similares? Nosotras somos egoístas y queremos vivir para nosotras mismas y sobre todo vivir intensamente”. Está bien: pero vivir para sí mismas significa hacerlo de acuerdo a la propia naturaleza y vivir intensamente significa exaltar las propias fuerzas y no deformarlas. Y las mujeres modernas que no creen más en nada, ni siquiera en el amor, que conceden su cuerpo más fácilmente de lo que hace veinte años concedían un beso o hace cuarenta una sonrisa, ebrias de movimiento, mentirosas sin genialidad, bien vestidas pero sin elegancia, coquetas pero sin finura, las mujeres modernas no sólo destruyen aquello que de más personal, de exquisito, aun de pérfido y de peligroso, tenía en sí la femineidad, sino que ni siquiera llegan a vivir intensamente.
Podrá objetarse que todo esto ha surgido sólo después de la guerra, o bajo el peso de las necesidades exteriores sociales. Pero la guerra a nuestro juicio, no ha hecho otra cosa que acelerar y agudizar un fenómeno que desde hace tiempo maduraba en la sombra, y las verdaderas causas son interiores. De cualquier manera, las consecuencias ya son aceptadas con ligereza, Y los sexos se nivelan, las relaciones, degradadas, cuando no tienen por mira la exasperación artificial, más que de amantes, de compañeros casi castos, asociados a los mismos embrutecimientos de la vida del trabajo y de oficina, casi como si se tratase de un deporte, pero absolutamente privados de cualquier característica individual y de la grandeza arrolladora de aquellos sentimientos que hacen de toda una vida un solo sacrificio, que destruyen un alma y la transportan hacia más allá de ella misma.
Me parece que al tener presente un punto de referencia tan absoluto, como el del amor en el Islam, resulta bien notoria la causa profunda de tanta perversión. La mujer ha perdido totalmente el sentido de su vía, la cual no es aquella a través de la cual el hombre puede realizarse. La mujer se realiza a sí misma no viviendo para sí misma, sino en el querer ser toda para otro. Bajo este punto de vista la mujer es superior al hombre vulgar y, tal como he dicho, se acerca al místico y al asceta. El Oriente que comprendió esto de manera perfecta, además de la sólida base de una institución social, creó el tipo de una mujer verdaderamente mujer, desarrollada en todas las posibilidades de luz y de ardor de su naturaleza. El principio del mal aparece ya en la idea europea del amor que no es suficientemente fuerte si no tiene la necesidad de un exclusivismo. No es una paradoja que cuando la mujer ha pretendido a un hombre que con el alma y con el cuerpo fuese solamente suyo, ha degradado su grandeza y la pureza de su entrega, ha comenzado así a traicionar la esencia pura de la femineidad para tomar en préstamo un modo de ser propio de la naturaleza masculina. Luego vino lo demás y la imitación ha sido consciente, metódica y razonada. La mujer que quiere poseer a un hombre es natural que pretenda poseer más de un uno; y en un momento sucesivo, en razón de un aumento de egoísmo, ni siquiera serán más los hombres a interesarla, sino tan sólo aquello que éstos le podrán dar para su placer, y al final cuando ella ha tenido bastante con tal juego -y Norteamérica –ya lo hemos dicho- es un ejemplo palpable de ello-, ya ni siquiera el mismo placer llega a interesarla cuanto el hacerse saludable y bella para sí misma, el mostrase con vestidos o con la menor cantidad posible de vestidos, el practicar deporte, el bailar por el bailar, el tener dinero y así sucesivamente.
Un camino similar lo puede recorrer también el hombre, puesto que no creo que el centro del hombre caiga en el amor y en la entrega. Pero la mujer recorriéndolo, se ha desnaturalizado a sí misma. Ha querido su autonomía, y los hombres se lo permitieron y ella lo ha logrado. Convertida en libre de disponer de sí por haberse construido una ‘personalidad’ y un derecho a imitación del hombre, ha sido justamente ella, la mujer europea y no la turca, la que se ha convertido en una ‘cosa’. Deseaban tener una personalidad y llegaron justamente a lo opuesto a estar privadas de toda personalidad verdadera y de cualquier expresión superior.

Julius Evola (La Torre, Nº 8, 15 de mayo de 1930, escrito con la firma de Marcella D’Arle, una escritora de origen europeo que resolviera convertirse al Islam tradicional y pasar el resto de sus días en un harem),