martes, 28 de noviembre de 2017

EL CARTONERO PUTIN Y LOS MIÉRCOLES DEL PLACER

EL CARTONERO PUTIN Y LOS MIÉRCOLES DEL PLACER





La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires se ha hecho famosa por lo que suele acontecer en sus días miércoles en los cuales, de acuerdo a lo que reseñáramos en otra oportunidad, suelen efectuarse jornadas calificadas como del placer en donde grupos de lesbianas suelen introducirse en público determinados elementos físicos productores de tal circunstancia aquí aludida generando así un espectáculo realmente lamentable. Quizás no tan placenter
a en cambio haya sido la presencia del nacional bolchevique Dugin efectuando un homenaje, del mismo modo que nuestro Centro, pero en sentido opuesto, a la famosa revolución rusa de 1917.

Y a tal efecto hemos tomado conocimiento a través de un forista que dicha presentación fue precedida por una nota publicada por un tal Esteban (aparece en la foto a la derecha de Dugin), ex integrante de un grupo neonazi y que expresara en algún momento ciertas afinidades con la obra de Julius Evola aunque se resistiera a aceptar las diferencias con el racismo del autor Rosenberg que él aparentemente compartía. Ahora nos enteramos de que ha dado un gran vuelco en sus convicciones y que se ha convertido en un defensor incondicional de la obra de Dugin al cual llega a comparar con Aristóteles (?) y a su promovido, el multimillonario Putin, nada menos que con Alejandro Magno. Señal indubitable de que para algunos los tiempos cambian aunque lamentablemente para peor ingresando de lleno en el campo de la patología. Luego de proferir en un escrito una serie de disparates inverosímiles, posiblemente con la finalidad de ganarse alguna beca para Moscú, llega a hacernos una exaltación fanática del alma rusa llegando a límites extremos de comparar a Dostoievsky con Gengis Khan no haciendo las pertinentes precisiones y depuraciones, tal como las efectuara en su momento de mayor grandeza el zarismo quien supo discriminar y descartar en lo ruso y eslavo lo bueno de lo malo. Es de destacar también que en tal colección de afinidades electivas y desvíos no escapan unas fervorosas adhesiones a las figuras de Lenin y Stalin que habrían hecho lo que se tenía que hacer, en especial en sus muy justificables (para él) matanzas y genocidios de 100 millones de personas. El aval a tales figuras se funda en el que hiciera tiempo atrás el pensador maoísta, promotor del Heidegger de Ser y Tiempo y de Marx en nuestro medio académico, el argentino Carlos Astrada. Recordemos que el mismo rescató de tales pensadores su actitud claramente materialista consistente en la aceptación dogmática de todo lo que captan nuestros sentidos externos y el repudio fanático por cualquier tipo de realidad metafísica a la que reputaba como el producto de una abstracción enfermiza que había que combatir. Al respecto Astrada se sentía sumamente emocionado por los grandes progresos y éxitos políticos y militares alcanzados por la gloriosa Unión Soviética, país de su devoción hasta la aparición de la China de Mao, la que recogió luego sus preferencias. Se recuerdan del mismo varias gratificaciones por los servicios prestados por parte del Partido Comunista Argentino quien lo honró con su medalla al mérito, así como en su momento por la Academia de Ciencias de la URSS que lo promoviera como uno de sus más calificados miembros junto a su compatriota Norberto Ceresole. Pero Astrada tenía de qué admirarse pues indudablemente Stalin era un triunfador exitoso cosa que en cambio no se puede decir de Putin al que ante la ya no existencia de Astrada y en su exacta proporción debemos acotarnos a la figura de su nuevo exaltador argentino el aludido joven Esteban. Y al respecto digamos que Putin es en relación a Stalin lo que un cartonero a un empresario. Si Stalin podía constituir un imperio y acrecentarlo, Putin se conforma en cambio, como los cartoneros, con los desperdicios del sistema capitalista. Así pues si Stalin pudo crear el COMECON compuesto por la mitad de Europa y constituir distintas colonias por el mundo, Putin se remite a enviar hackers a Cataluña, comprarle bonos a Maduro para evitar que se hunda, recuperar Crimea luego de haber perdido Ucrania y acá en la Argentina enviarlo a Dugin, es decir el Aristóteles según Esteban, para que el sindicalista Moyano no termine en prisión por corrupto. Lo más gracioso es que, luego de sus exaltaciones del comunismo, tomando en auxilio algunos inverosímiles textos de Heidegger se la tome con Evola y con aquellos que según él seríamos sus dogmáticos seguidores. Veamos lo que nos dice:

“¿Qué tenemos para oponernos al tradicionalismo integral de Guenón y Evola? No otra cosa sino el hecho de que “describieron la sociedad tradicional como un ideal atemporal (Dugin 4TP, 114). Nosotros consideramos que la Idea siempre es histórica y se nutre de jugos telúricos y la tracción que le aporta la sangre y la energía de los hombres.”

Al respecto digámosle sencillamente que no tenemos la culpa de si él por impotencia sea un simple materialista que tenga la incapacidad de captar Ideas universales, es decir entes metafísicos que se perciben con otros ojos que no son los que se tienen en la cara. Que lo sagrado y trascendente no tiene por qué reducirse a lo temporal e histórico, del mismo modo que Dios no lo es a categorías y dimensiones espaciales. Queda claro entonces que en su involución ha pasado de un materialismo zoológico de corte nazista a uno histórico de carácter bolchevique.

Insistiendo en tal fastidioso dogmatismo y ceguera metafísica el joven critica la obra “Rebelión contra el mundo moderno, por haber legado a la posteridad trazos muy fáciles de convertir en dogma. Allí entiende en una mala repetición de Platón que la tradición es el mundo del Ser opuesto al mundo del Devenir, que al primero… lo espiritual, y al otro….lo material. Sin embargo esta es una descripción abstracta que ninguna Tradición histórica precisó ni precisará realizar…”. El émulo del Astrada neobolchevique no puede concebir no solamente que existan seres con capacidad de captar dimensiones metafísicas sino que tampoco hayan existido sociedades en las cuales lo material pueda haber sido una cosa subordinada tal como sucediera específicamente en la Edad Media cristiana y gibelina o en la India brahamánica o aun buddhista. Para Marx por supuesto era la materia, la economía lo que determinaba el destino de los hombres. Por último nos agrega tales perlas:

“Tenemos que decir, de todos modos, que dicha obra fue un fracaso genial, como todos los naufragios de la metafísica, pero un fracaso al fin, pues la Tradición no tiene otro lugar que el de la tierra y la comunidad que la habita ... Cuando ellos afirman que todo lo manifiesto es un mero símbolo de una realidad trascendente, espiritual, quedan por detrás de Hegel, quien … en el capítulo tres de la Fenomenología del Espíritu, mostró que la verdad de la manifestación, del mero fenómeno es ser mero fenómeno y nada más. Fenómeno e Idea no son dos cosas distintas sino para el que no tiene más remedio que divorciar la realidad en categorías lógicas abstractas por falta de arraigo real. Contra las supersticiones teoréticas ya se levantaba el gesto sarcástico de Heráclito, cuando ante otros dos fetichistas, pero de su tiempo, les espetó en la cara la dura y cruda realidad: aquí también habitan los Dioses, junto al fuego donde se cuecen las tiras asadas del festín y se chocan las copas del vino más embriagante, en el fragor de la batalla y en el taller del artesano, en los sueños del poeta y en la decisión del político. En boca de Tales: todo está lleno de dioses. El Espíritu no es patrimonio exclusivo de la casta sapiencial que los tradicionalistas creen encarnar.” Está claro entonces que el aludido no por nada hace apología de Perón y también exalta al Heráclito vulgar para el cual no nos podemos bañar dos veces en un mismo río pues todo cambia ya que ‘la realidad es la única verdad’. Suponemos que por extensión también debe reivindicar a los sindicalistas delincuentes. Es en el pueblo en donde según él se encuentra el depósito de la verdad y no en los que saben, tal como predica el populismo democrático que él ahora comparte. Se entiende entonces por cuál sustanciosa razón según él no puede separarse el espíritu de la materia o más bien cómo lo primero se resuelve en esto último. Y finaliza.

“Era esperable que su cerrazón redundara en un fracaso histórico, pues la recepción de Guenón y Evola no ha arrojado ningún saldo revolucionario, con una excepción, que viene -no casualmente- de Rusia. Se trata del neo-eurasianismo encabezado por Aleksandr Dugin, que se ha erigido como la más digna y original puesta en obra del tradicionalismo radical. Su recepción de todo lo valioso que contienen los aportes de los autores mencionados, se da imbuída de afectos caológicos, de espaldas a las pretensiones edificantes de la metafísica occidental, pues se articula en una tradición real y no en una configuración conceptual abstracta. Los dogmáticos que solo gravitan en torno a la letra muerta sin sacar las debidas consecuencias y decisiones de lo que el espíritu de la misma conlleva, asisten con asombro a las contorsiones conceptuales de Alexandr Dugin, quien enreda la pureza etérea de los tradicionalistas con la fe ortodoxa, el eurasismo, el nacional-bolchevismo, la filosofía heideggeriana y posmoderna, y otros plurales aportes.”

Por lo que vemos una contradicción absoluta explicable solamente dentro del marco de una facultad que realiza habitualmente espectáculos como los antes aludidos de las lesbianas que exteriorizan sus goces. En primer lugar que es falso que el tradicionalismo de Evola haya fracasado, sino al revés exacto. Hoy en día el resurgir del fundamentalismo islámico, aplicando procedimientos promovidos por Evola en su obra Cabalgar el tigre consistentes en destruir el mundo moderno utilizando los procedimientos por éste implementados, es una clara demostración de su importante éxito y vigencia. En cambio tal cosa no sucede con el propagandista de Putin que representa el crepúsculo del comunismo que cada día que pasa pierde alguna nueva posición y territorio como la reciente salida de Ucrania del imperio ruso. Por otro lado insistimos que solamente en el contexto de una facultad atolondrada por los miércoles del placer puede hacerle decir a alguien que ha recuperado la herencia de Evola dando la espalda a la metafísica. No sé qué clase de asunción de Evola puede ser ésa.

lunes, 20 de noviembre de 2017

SUBMARINO Y POSTVERDAD

SUBMARINO Y POSTVERDAD

                            Bruno Bimbi, ícono del movimiento gay

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Submarino desaparecido

En el día de hoy, 20 de noviembre de 2017, junto a la celebración de la efemérides de la soberanía nacional presenciamos dos hechos acontecidos casi en simultaneidad que a nuestro entender marcan un contraste notorio con la misma. El primero de ellos, por lo acuciante y dramático, se refiere a la reciente desaparición de un submarino con sus 44 tripulantes debido sin lugar a dudas a la falta de mantenimiento del mismo y al estado de indefensión y carencia presupuestaria en que se encuentran nuestras Fuerzas Armadas luego de que, tras la catastrófica derrota de la guerra de Malvinas, el país cayera en manos de la clase política depredadora y delincuencial que ha saqueado la totalidad de sus riquezas en complicidad de otras oligarquías, como la empresaria, financiera y sindical. Pero el segundo hecho no menos dramático que el primero se refiere al auge cada vez mayor que está teniendo en nuestro suelo el movimiento homosexual impregnado de esta nueva modalidad postmoderna y morbosa que es la ideología de género. El mismo se actualiza todos los años con una marcha carnavalesca que curiosamente se encuentra en cercanías de nuestro día de la Soberanía en donde los distintos grupos de dicho espectro exhiben su propia ‘diversidad’ y tal cosa recibe por parte del periodismo y los distintos intelectuales perturbadores una serie de exaltaciones que llegan incluso a reputarlo como un verdadera hazaña aun más importante y prodigiosa que la que efectuaran hace 167 años los heroicos combatientes argentinos que defendieran nuestro suelo de la invasión de los imperialismos inglés y francés coaligados. En este caso  el acto fue precedido por la presentación de un libro "El fin del armario", escrito especialmente por el activista gay Bruno Bimbi el que ha sido patrocinado por las autoridades de la ciudad de Buenos Aires y exaltado por la gran mayoría de nuestra prensa. Veamos al respecto lo que del mismo nos dice el periodista Ernesto Tennenbaum, perteneciente al mismo grupo que por lo irrebatiblemente hegemónico fuera denostado hace poco por una modelito a la cual echaron por poner en evidencia tal circunstancia mayoritaria. “Es un libro fantástico en el sentido periodístico del término porque..… describe tal vez la revolución más impresionante que se produjo en las últimas décadas en el pensamiento occidental: de repente, una gran mayoría comenzó a aceptar de manera natural que no existen sólo dos sexos. Es un giro más que copernicano. Hasta hace muy poco, la idea dominante sostenía que había solo varones y mujeres y, en todo caso, un tercer sexo de "desviados", "pervertidos", y "mariquitas". Ya no. El blanco/negro se transformó en un arco iris.” Pero veamos qué es aquello que al tal Bimbi le permite inferir que hay más de dos sexos.
“Bimbi desafía la noción tradicional hasta hacerla explotar por el aire al ironizar sobre una pregunta clásica: "En tu pareja, ¿quién hace de varón y quién hace de mujer?". Con esfuerzo didáctico, Bruno explica que esa pregunta responde a patrones perimidos. Se suponía que, en el acto sexual, el varón penetra a la mujer. De esa suposición, se desprende que, en una pareja homosexual, el que hace de varón penetra y el que hace de mujer es penetrado. Pero parece que hay muchas más variantes que esa, inclusive en las parejas heterosexuales. Pero no una, o dos o tres variantes, sino cientos de ellas. Ese acercamiento es tanto más humano que el anterior porque destruye imposiciones, límites y culpas. Cada uno puede ser lo que quiera. Así de simple”. 
Bimbi y Tenembaum nos recuerdan un hecho sintomático por su dramaticidad: la pérdida de nuestra soberanía nacional ha ido aparejada o ha estado precedida por nuestra pérdida primera y esencial de la percepción de una dimensión metafísica del ser. Lo cual podría reducirse al siguiente aserto: solamente existen las cosas que se ven por los ojos del cuerpo y no las que se puede percibir por el intelecto, como ser las ideas o las esencias universales. Los dos periodistas nos recuerdan a ese verdulero que lo quería rebatir a Hegel demostrándole, a través de sus sentidos, que era lo único que podía tener a mano, que no existía la fruta ni la verdura pues en ninguno de sus estantes había uno que los contuviese, sino en todo caso manzanas, peras o hinojos. A lo que el filósofo le contestaba que si nos basáramos solamente en sus sentidos externos tampoco habría tales cosas sino esas manzanas o esas peras, y no la manzana y la pera. Del mismo modo como las experiencias sexuales son en cada uno diferentes en tanto no existen dos seres iguales, lo erróneo sería recabar de allí que habría tantos sexos como personas en el planeta. Y el arco iris entonces no podría ni siquiera existir pues le resultaría imposible teñirse con todos los colores debido a su ilimitada numerosidad.
La metafísica es aquel saber que nos permite percibir ideas que son cosas absolutas y universales de las cuales se participa en grados diferentes. Ser hombre o mujer son dos modos distintos y antagónicos de existir. Denotan la función activa y la pasiva, el hecho de ser acto y señor de sí y el hecho de ser potencia  y por lo tanto ser conducido y dirigido; y en ambos casos se producen dos virtudes diferentes que se solidarizan en la unión. El que es activo es aquel capaz de ser fuente y dirección de los otros y el pasivo se caracteriza por poseer una obediencia y entrega absoluta hasta límites tales que pueden resultar inaceptables y ‘machistas’ para las actuales mujeres emancipadas que son lo opuesto y negación de la mujer verdadera y metafísica. No se es absolutamente hombre ni mujer: por eso las personas se diferencian de acuerdo al grado de participación que posean con tales paradigmas. De la misma manera que en una especie hay algún tipo de pera o fruta que cumple mejor que otra con su función.

Pero no concluye con la revolución sexual lo exaltado por el periodista. Nos agrega: “
El aporte de la lucha por los derechos de la comunidad LGBT es maravilloso no solo porque terminó, o va terminando, con una injusticia atroz, sino porque amplió los límites de la libertad de pensar y de la tolerancia hacia todos los puntos cardinales: si alguien es capaz de pensar que no solo hay dos sexos sino infinitas variantes, y que tal vez todas las verdades lo sean, o todos los relatos sean posibles. Es un camino de ida que recién comienza a recorrerse, que desafía a las mentes más esquemáticas y que tendrá evidentes consecuencias políticas.”
Es decir que la revolución sexual es el paso previo a la postverdad, a concebir que así como no existen sexos fijos sino mutables infinitamente, pasaría lo mismo en todos los demás planos en los cuales ya habría tantas verdades como seres. El caos se agranda. La pérdida de la soberanía nacional que ha traído entre otras cosas la tragedia del submarino ha sido precedida por la pérdida de la dimensión metafísica de nuestra patria.



EVOLA: EL SENTIDO TRADICIONAL DE LA GUERRA

EL SENTIDO TRADICIONAL DE LA GUERRA

Evola (primero a la derecha) en la Primera Guerra Mundial

El guerrero verdadero ve en la guerra el fin en tanto que ve en la misma la realización de su modo de ser, que lo hace digno de su propia casta, los demás ven en la guerra un medio. Cuando en cambio el fin se encuentra en otra parte y la guerra se convierte en un medio, entonces no se hable más de guerreros: habrá sí soldados, militares pero no guerreros, o bien tendremos a exaltados, a fanáticos que padecer. Nosotros no nos batimos por un pedazo de tierra, sino que nos batimos porque la guerra es un bien, de esta manera es como suena nuestra moral aristocrática. Que para hacer una guerra haya que producir un montaje esforzándose en ver en cualquier pequeño incidente una 'ofensa' y una 'provocación', dramatizando en forma conmovedora el 'grito de dolor de la tierra irredenta', vociferando con la palabra 'patria'. apegándose ad usum delphini a las ideas absolutamente democráticas del 'derecho' y de la 'justicia', todo esto nos parece francamente cosa de impotentes. Un verdadero guerrero tiene la fuerza suficiente como para prescindir de todo esto, para saber lo que quiere y para querer lo que quiere: y tiene la suficiente grandeza como para saber combatir sin odiar a su enemigo. Los hombres pequeños vendrán luego y les darán a los guerreros el 'reconocimiento de la patria'. Pero con tal 'reconocimiento' el guerrero no sabe qué hacer: lo deja para quien pueda vanagloriarse con el mismo, porque en cuanto a él sabe de haber hecho sólo lo que debía hacer; lo que 'debía' no en el sentido de un 'deber' de corte moderno, es decir como ofrenda a una cosa que se encuentra por encima o afuera de él, sino porque ésta es la vía de su naturaleza, porque éste, diría un Oriental, es su dharma. Y si en el fondo bien poco le importaba 'vencer' o 'perder', mucho más en cambio le importaba combatir.
Julius Evola, La Torre Nº 8.

lunes, 13 de noviembre de 2017

EL FORTÍN Nº 86

Nº 86 (Agosto-Noviembre 2017)

A 100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA

MEINVIELLE Y EVOLA: ANTICOMUNISMO GÜELFO O GIBELINO

Conferencia dictada en Buenos Aires el 10/11/17 en ocasión de presentarse la obra de Julius Evola, Escritos sobre el Comunismo.

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Esta charla versará sobre las relaciones existentes entre dos formas distintas de concebir el anticomunismo y por extensión las causas últimas que originaron el movimiento iniciado en Rusia con la Revolución de 1917, de la cual se cumplen en estos días los 100 años. La razón de esta diferencia esencial deriva de un conflicto originado en la alta Edad Media entre güelfos y gibelinos y en el que, de acuerdo a nuestro punto de vista, se encuentra la explicación última de la decadencia que hoy vivimos por lo que a partir de allí se abren aun en la actualidad dos perspectivas antagónicas. Por tal razón, en ocasión de presentar la obra de Julius Evola a nuestra lengua, Escritos sobre el comunismo, la pondremos en contraste con lo que otro autor de extracción güelfa a quien conociéramos en vida, el padre Julio Meinvielle, escribiera sobre el mismo tema.



jueves, 9 de noviembre de 2017

A 100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA Y DE LA DECLARACIÓN BALFOUR

A 100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA Y DE LA DECLARACIÓN BALFOUR


Se cumplen en el día de hoy dos fechas concurrentes y sumamente beneficiosas para la fuerza sionista: la Revolución Rusa de 1917 y la Declaración de viceministro británico Balfour por la cual se establecía que iba a constituirse el Estado de Israel. Que la revolución rusa fue un hecho sionista queda demostrado por una serie de datos esenciales. Además de la composición judeo ashkenazi mayoritaria del grupo dirigente de tal revolución hay dos acontecimientos a nuestro entender esenciales. La revolución de noviembre fue en realidad un golpe de Estado efectuado por la minoría bolchevique que, gracias a los oficios de Kerensky quien gobernara el país luego de la Revolución de Febrero de ese año, se hizo de un verdadero arsenal militar con la excusa de que tenía que detenerse el golpe de estado del mes de julio que debería haber efectuado el general zarista Kornilov, cosa que nunca sucedió. Pero los actos indicativos de tal orientación y que denotan el contenido último de tal revolución fueron el asesinato inmediato y fulminante del monje Prainatis en su propio monasterio por el grave delito de haber revelado textos secretos del Talmud y la ejecución efectuada pocos meses más tarde de la totalidad de la familia real en el exilio de los Urales en que se encontraba. Se recuerdan al respecto los siguientes hechos sintomáticos. Quien le leyó al zar Nicolás II la orden de ejecución (dos veces pues el zar no lo podía creer) y que procedió a organizarla fue el bolchevique Jacob Yurovsky quien actuó en tal hecho practicando una ceremonia de crimen ritual, práctica reconocida especialmente por el eminente estudioso judío de la Universidad e Haifa e hijo del rabino italiano Toaff. El mismo reconoció que la misma se efectuaba en ciertos comunidades de origen ashkenazi con la finalidad de producir hechos mágicos y propiciatorios. En este caso además de matarse a los 7 miembros de la familia (la pareja real y sus cinco hijos) se trató de componer el número once que bien sabemos tiene un carácter sagrado pues once fueron los discípulos que permanecieron fieles a Jesús luego de su crucificción. Para resolver tal inconveniente se incluyó en la lista de ejecutados al médico del zar y como faltaban aun tres para alcanzar la mágica cifra, se incluyeron a tres sirvientes en la lista, participando de tal ceremonia hasta un adolescente quien fue sacrificado para completar el fatídico número requerido. En julio de 1991 fueron encontrados 9 esqueletos y los dos restantes en 2007 hace 10 años por lo que quedó comprobado que efectivametne fueron 11 los ejecutados.
En la foto de abajo aparece una foto de Lenin sin barba ni bigote utilizada con la finalidad de ingresar clandestinamente a Rusia en circunstancias previas a la Revolución y favorecido por el ejército alemán.

viernes, 3 de noviembre de 2017

IZQUIERDA Y DERECHA EN SENTIDO TRADICIONAL

IZQUIERDA Y DERECHA EN SENTIDO TRADICIONAL

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La derecha y la izquierda siempre fueron caracterizadas como las vías adoptadas por las personas en los distintos ámbitos de la vida, aun en el político. En la antigua Roma quien por vez primera estableció con exactitud estas dos vías fue Menenio Agripa en el siglo V a.C. en donde, a través de un famoso discurso, desbarató una revuelta de la plebe que se había recluido en el monte Aventino (el primer paro general que conoce la historia) considerando que se encontraba en condiciones de gobernarse a sí misma sin la participación de los patricios. Ante lo cual formuló la recta via consistente en una concepción organicista del orden social en donde así como en un cuerpo el cerebro es el que ordena y no ejecuta, las otras partes en cambio son ordenadas y ejecutan. De este modo se formularon así dos vías distintas: la recta (derecha) via y la sinistra (izquierda) via que significaba un desvío respecto del orden natural.
Tuvieron que pasar 2300 años para que la plebe, que había sido convencida por un discurso que apelara al sentido común, volviese a la palestra con un reclamo similar al del monte Aventino. Luego de haber tomado por asalto la Bastilla liberando a violadores consuetudinarios como el marqués de Sade, efectuó una asamblea en donde aparecieron dos partidos: los Girondinos que se ubicaron a la derecha y los Jacobinos a la izquierda y en el centro los que no estaban decididos todavía. Los Girondinos querían una monarquía parlamentaria del estilo constitucional como la británica y los Jacobinos en cambio la República. Pero en ninguno de los dos casos se trató de una posición de derecha pues tal monarquía no era ni la absoluta y menos aun la tradicional. En la misma como ahora el rey reina pero no gobierna, sino en cambio lo hace el pueblo, es decir tanto en la pretendida izquierda y derecha rige aquí el principio democrático que es justamente lo que rechaza el fascismo. Pero la cosa no terminó allí. Más tarde tales categorías, tal como hoy sucede, pasaron a ser sinónimo de conservar o cambiar. Por derecha pasó a comprenderse el que defiende el statu quo y por izquierda el que quiere cambiarlo sin tener para nada en cuenta qué es aquello que se conserva y qué tipo de cambio se propone. Por tal razón hoy se ha llegado a la hipérbole de no sólo considerar como de derecha a los antiguos jacobinos liberales que antes representaban la izquierda sino incluso a los antiguos comunistas que se oponen a las reformas que se proponen. Por lo tanto si de lo que se trata es de repudiar al sentido relativista que la modernidad le ha dado a tales conceptos como a tantos otros, desde ya que estamos de acuerdo con hacerlo y en tal sentido no somos ni de izquierda ni de derecha en tanto que no nos reputamos ni girondinos ni jacobinos. En cambio si de lo que se trata es de considerar a ambos conceptos de acuerdo a su sentido original y verdadero, estamos sin más con la recta via que propusiera Menenio Agripa contrastando con la sinistra via de la plebe vuelta a exhumar con la nefasta Revolución Francesa.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

LENIN Y MUSSOLINI

LENIN Y MUSSOLINI

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En vísperas de conmemorarse el centenario de la revolución bolchevique de 1917 vale la pena aquí mostrar ciertas similitudes y diferencias que tuvieran dos significativos socialistas marxistas en circunstancias previas a tal evento que, como bien sabemos, estuvo determinado por esa gran tragedia histórica que fuera la Primera Guerra Mundial. Y a tal respecto puede acotarse aquí que ambos protagonistas tuvieron una actitud semejante respecto del análisis de dicha situación previa. Lenin y Mussolini fueron acusados ambos como ‘blanquistas’ y traidores del marxismo por parte de sus camaradas socialistas de la Segunda Internacional. La gran herejía estribaba en no haberse opuesto a la guerra en nombre de tal ideología que la consideraba como una epopeya de burguesías capitalistas en contra de los intereses históricos del proletariado. Ambos sostenían en cambio que lejos de significar un retroceso, la guerra iba a actuar como un factor acelerador del proceso revolucionario y por el contrario iba a debilitar a la burguesía sosteniendo por lo tanto la intervención de sus respectivos países en tal contienda oponiéndose así al pacifismo de sus antiguos camaradas de ruta.

Pero una vez arribados a este punto es donde comienzan las diferencias significativas entre los dos protagonistas históricos. Mientras que Mussolini, fiel a su postura, se enroló como voluntario en la guerra que pregonaba, Lenin en cambio tuvo una conducta en apariencias sorprendente. Se recluyó en un exilio ostentoso, hizo una pausa en su actividad política, acusó a los seguidores que pregonaban acciones de mayor protagonismo como ‘izquierdistas infantiles’ (de allí su famoso folleto, El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo) y para sorpresa de muchos, en vez de enrolarse en la contienda bélica, se puso a estudiar filosofía y específicamente se adentró en los análisis de las obras más filosóficas de Marx y Engels tratando de descifrar sus meandros, comprendiendo a las mismas como una clave para la praxis revolucionaria. Los nuevos filósofos, decía Marx, no debían remitirse a contemplar el mundo, sino abocarse a transformarlo. Y para ello el instrumento apropiado era la dialéctica, es decir aquella disciplina práctica por la cual se trata no solamente de descubrir los conflictos sociales sino de actuar sobre los mismos para estereotiparlos y convertirlos en irresolubles. Por lo tanto la táctica aquí consistía en que luego de haberla promovido desde sus escritos, mantenerse afuera de la guerra, preparar en secreto un ejército de revolucionarios profesionales adiestrados en las sutilezas de la praxis para que una vez que la burguesía y el zarismo hubiesen entrado en una crisis irresoluble, entrar en acción y dar el golpe de gracia para destruirlos, sin descuidar por otro lado de ser necesario de ponerse en servicio de la burguesía del país contra el cual había impetrado combatir. Esto es, utilizar todo lo que estaba a su alcance en función de tal meta última que era la conquista del Estado.

Lejos de tal maquiavelismo y en forma romántica y heroica Mussolini hizo en cambio el culto de la guerra. La misma fue concebida no como un medio sino como una instancia superior, metafísica, como un huracán que remueve las aguas turbias, justamente como una acción contraria al espíritu burgués economicista que busca la paz para saturarse de consumo y de materialismo. Y en tal aspecto consideró que sus antiguos camaradas socialistas eran, por tal rechazo hacia tal instancia superior, también ellos unos burgueses. La guerra fue para él una verdadera catarsis y si se quiere encontrar un punto de partida del fascismo como nuevo movimiento político debe acudirse justamente a tal instancia. Lanzado en lo más duro y áspero de la contienda Mussolini quedó herido de gravedad y estuvo agonizando por varios días en un hospital de campaña recuperándose de sus heridas. Y fue en tal instancia, tal como nos relata el padre Innocenti en su especial obra sobre el catolicismo de Mussolini, en donde se produjo su verdadero cambio y conversión en fascista. Durante su agonía física tuvo simultáneamente una serie de teofanías. Se le apareció la Cruz de Cristo y se sintió como llamado a una gran obra. Más tarde, una vez salido de tal embate trágico y tormentoso y tras el encuentro con Dios, todo en él cambió. Abandonó a su amante hebrea, se casó y por Iglesia con la mujer de su vida, Donna Rachele, constituyendo una familia y quien fuera un ateo agresivo que desafiaba a Dios por no haberlo fulminado como prueba de su inexistencia y habiendo sido además el autor de la novela Los amoríos del cardenal, ya en el poder firmó el Concordato con el Vaticano, puso al catolicismo como religión del Estado italiano y fue más lejos todavía, gracias a este cambio profundo producido por la guerra. Luego de haber sostenido el Estado proletario como ideal de juventud cuando dirigiera el socialista pasquín Avanti no apoyó como contraste el Estado burgués y democrático cayendo así en el juego dialéctico como su contemporáneo Lenin, sino el Imperio, es decir el retorno de Italia al antiguo ideal tradicional del Imperio Romano. Lo cual hizo suspirar al tradicionalista Julius Evola quien en su fundamental texto Sintesi della dottrina della razza (incluido por nosotros como capítulo de la versión castellana titulada La raza del espíritu) consideró que con Mussolini retornaba la antigua raza ario romana que calificaba ahora como la raza del hombre fascista.

El encuentro entre Evola y Mussolini presagiaba grandes proyectos, entre ellos el de dar un paso mayor superando el racismo biológico propio de la otra expresión del fascismo existente en Alemania y de este modo dar el último paso hacia la consumación del retorno a la Tradición. Lamentablemente las revelaciones recibidas por el Duce en el hospital de campaña no fueron suficientes –y esto por supuesto no es dicho por el padre Innocenti- como para percibir que lo sagrado suele manifestarse muchas veces acompañado de aquellos que lo confiscan para sí y distorsionan. Evola alertaba en Imperialismo pagano de lo errado que era subordinar tal instancia superior a la institución eclesiástica, la misma que ya en ese entonces había adherido al liberalismo y a la democracia. Fue justamente el influjo güelfo en el fascismo el que no solamente coartó tal evolución necesaria hacia un racismo espiritual y no biológico, saboteando así el influjo evoliano, mientras que entre bastidores acusaba al gran esoterista como un mago negro para separarlo así de la figura de Mussolini, sino que fue el mismo quien junto a otros sectores modernos impidiera que el Duce pudiese gobernar del mismo modo que un Emperador romano. Fue así como en septiembre de 1943 un Consejo Superior votó ‘democráticamente’ la destitución de su jefe. Nunca un Imperio hubiera admitido un procedimiento similar. El tradicionalismo fue pues a medias debido justamente al influjo güelfo, el movimiento deletéreo de Occidente encargado de desconsagrar al Estado convirtiéndolo en un ente de democracia.

La última etapa de la República Social resulta irrelevante desde el punto de vista de la doctrina. Aplicando ciertas tácticas inútiles como las de querer disputar a los comunistas la hegemonía sobre el movimiento obrero, fue elaborada una famosa Carta de Verona, la que nunca se llegó a aplicar por lo que no puede hablarse de un retorno al socialismo por parte del Duce ante sus fracasos con la burguesía y la Iglesia católica que le clavara el puñal por la espalda. Vale aquí solamente -y no es poco- el espíritu legionario expresado por aquellos que, continuando con el mismo espíritu del Mussolini guerrero, quisieron seguir combatiendo desde posiciones perdidas por el honor y la dignidad.

Mientras Mussolini yacía colgado como una res en una plaza de Milán la herencia de Lenin, quien muriera años antes de cáncer cerebral, seguía un impulso arrollador. Aplicando la dialéctica como procedimiento de acción Lenin, el filósofo, se dejó usar por los alemanes para lograr que Rusia fuese derrotada en la guerra siendo llevado de golpe desde el exilio para hacer la revolución comunista y obtener así el retiro de su país de la contienda. Ya en el poder por ‘táctica’ y aplicando una vez más la dialéctica abandonó el mismo comunismo para adherirse al capitalismo de Estado tal como sigue sucediendo ahora. Y no es casual enterarnos que los güelfos hoy hagan migas con los herederos de Lenin invitando a sus teóricos y ‘doctrinarios’ a dictar conferencias en centrales sindicales, pero eso es ya hablar de otro asunto.

Digamos para finalizar que si bien Lenin y Mussolini quisieron hacer una revolución a partir de una guerra, las mismas fueron radicalmente opuestas. El primero en tanto desdeñó comprometerse en la misma ratificó el espíritu burgués hundiéndolo hasta las miasmas más extremas del materialismo. Fue por lo tanto una revolución por lo bajo, por lo que es menos que la misma burguesía. El segundo, aun habiendo fracasado, fue un intento fallido por superar a la burguesía volviendo a la Tradición pero que sigue siendo válido para recordar y reivindicar.



Marcos Ghio


1/11/17