lunes, 26 de septiembre de 2016

EL FORTÍN Nº 81

EL FORTÍN

Nº 81 (Julio-Septiembre 2016)
EVOLA Y LA TERCERA GUERRA MUNDIAL
 En estos días se han cumplido 15 años desde el momento en el cual 19 mártires se inmolaran en una acción por primera vez dirigida en su propio territorio contra aquella institución que, a la manera orwelliana, dirige el planeta y que en modo totalitario y virulento maneja la totalidad de nuestras vidas sin que jamás se lo hubiésemos requerido.
Esta acción de guerra, que comenzara un 11 de septiembre de 2001, se continuaría luego con diferentes bemoles en distintos países pero principalmente en regiones pertenecientes a lo que nosotros calificamos como el mundo islámico y cada día que pasa adquiere ribetes de siempre mayor dramatismo alcanzando ya niveles de violencia y de intensidad que nos recuerdan sin duda alguna lo acontecido en la segunda guerra mundial. Esta situación de evidencia indubitable ha hecho que hasta el mismo papa y otras figuras de relevancia reconocen hoy en día lo que nuestro Centro ha venido sosteniendo desde hace más de diez años: que nos hallamos de lleno en la tercera guerra mundial y que se trata de un conflicto inédito que confronta en forma tajante dos concepciones del mundo antagónicas e irresolubles la una en la otra. (
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Por Marcos Ghio
(Texto conferencia dictada en Buenos Aires el 21/09/16)

Por Julián Ramírez


RAMÍREZ: NO QUEDARSE EN EL PASADO SINO MIRAR PARA ARRIBA

NO  QUEDARSE  EN  EL  PASADO  SINO MIRAR  PARA  ARRIBA

     En la nota de la semana pasado nos hemos referido a las personas que se aproximarían a los principios tradicionales por sus creencias,  su ecuación personal, su vocación y su formación, pero son atrapadas por sugestiones del mundo moderno. La Orden Tradicional que hay que construir necesita agrupar a personas calificadas que por esa misma calificación superior son pocas, y por ese motivo nos referimos a ellas dejando de lado toda tentación democratista.
     Estas personas a las que nos referimos miran hacia el pasado, son nostálgicos de hechos de la historia que si bien fueron portadores de valores tradicionales fracasaron y se derrumbaron frente a los embates de la subversión moderna, y lo primero que tenemos que averiguar es el porqué de la derrota.
     Tenemos por ejemplo a los que todavía sostienen la posibilidad de que la Iglesia Católica sirva de punto de apoyo para un proceso de reconstrucción. Limitémonos a nuestra Íberoamérica en dónde la fe católica es mayoritaria, descartando desde ya a Europa en la cual el catolicismo es una parcialidad siendo las otras las iglesias protestantes y cristiano ortodoxas. Agreguemos a ello una creciente cantidad de ateos, agnósticos, neopaganos y de musulmanes producto de las inmigraciones. En estas condiciones es imposible que una Iglesia como la Católica que trás una irreversible caída ocurrida a lo largo de los siglos, desde la que se llama la "querella de las investiduras"en los siglos XII y XIII, y que en la actualidad ha asumido plenamente el mundo moderno, especialmente desde el Concilio Vaticano II, sirva de sostén para una restauración tradicional. René Guénon en la década de 1920 planteó esa posibilidad, pero habiendo transcurrido casi un siglo desde entonces y habiéndose agravado la caída y la desaparición de los vestigios tradicionales ya no  cabe hacerse ilusiones al respecto.
     En lo que respecta a Íberoamerica el catolicismo sigue teniendo una presencia mayor especialmente en la difusión continental de la devoción mariana, pero se trata de un culto con raíces femíneas y telúricas que conducido por la Iglesia Católica desemboca en el democratismo y en el pacifismo humanitarista. Toda tentativa para que el catolicismo sirva de sostén para una empresa de restauración tradicional es inútil dentro de estas pautas. La jerarquía eclesiástica dia a dia se sumerge más en el mundo moderno y basta para ello ver la conducta de los últimos pontífices. El papa Francisco mientras en forma abstracta predica la paz para nada condena en forma concreta los bárbaros bombardeos llevados a cabo por EE.UU., Rusia, Inglaterra, Francia y otros en las diversas guerras del mundo actual. La Iglesia Católica está reducida a una entidad de asistencia social que parece aspirar a ser una especie de rectora " pseudoespiritual" del nuevo orden mundial. Las personas que aún confian en la Iglesia Católica tendrían que comenzar  a diferenciar esa entidad de lo que es la religión propiamente dicha, apartándose de una jerarquía cada vez más comprometida con el orden  mundano. El camino estriba en recuperar el espíritu de lo mejor de nuestro medioevo: estamos hablando del catolicismo gibelino, heroico, viril y guerrero, sin nostalgias por una institución ya vacía de toda espiritualidad superior. Hay que aprender a arreglárselas sin Papa, sin obispos y sin curas.
     Otros de los nostálgicos son los nacionalistas que adhieren a formas históricas cada día más caducas. La idea de patria que se desarrolló durante los siglos XIX y XX como producto de la Revolución Francesa ya vacila totalmente frente a los embates del nuevo orden mundial. Tratando de sostener esa idea y viendo como cada día más se acota esa posibilidad, entran en una angustia existencial que los conduce a un pesimismo que los incapacita para una acción superior, y en última instancia se quejan, se lamentan y lloran. Deben comprender que frente al arrollador avance de la modernidad tras un nuevo orden  mundial, solo cabe oponer otro frente mundial de carácter superior, con sólidas raíces espirituales, tradicionales y guerreras. Nada pues de nostalgias por lo que no volverá. El nuevo orden mundial ofrece una ideología mundialista que pretende válida para todos y en todo lugar, y en esto lleva una ventaja a los patriotismos locales que actúan cada uno desde su estrecho punto de vista. Su debilidad es evidente frente a las descomunales fuerzas del enemigo. Frente a los imperialismos hay que rescatar la idea de Imperio Tradicional que tuvo sus manifestaciones en nuestra historia íberoamericana, sosteniendo la idea pero despojándola de lo que fué producto contingente del espacio y del tiempo, y que en última instancia condujo a su derrumbe.
     Junto con los nacionalistas están también los revisionistas históricos, típicos de la Argentina, que han cumplido una eficiente obra poniendo al descubierto la obra destructiva del liberalismo pero que se han quedado a mitad del camino. Frente a las ideas de "patria" y "nación" no han visto la profunda subversión de los procesos de independencia y emancipación de nuestros pueblos, y atados a esas concepciones y por cobardía intelectual, acabaron glorificando a los "próceres" que están en el bronce y fueron los conductores del desastre que destruyó lo que restaba de tradicional.
     Solo resta mirar a lo alto, es decir a los principios tradicionales y no entretenerse con vestigios de un pasado producto de formas históricas que no volverán.


San Carlos de Bariloche, 22 de agosto del 2016.  
JULIÁN  RAMÍREZ     

RAMÍREZ: ACLARANDO LAS COSAS

ACLARANDO  LAS  COSAS
     

     Desde hace varios años que el Centro Evoliano de América - antes Centro de Estudios Evolianos- la publicación "El Fortín" - ahora electrónica -, la Agencia de Informaciones Kaliyuga y Radio Agencia Kaliyuga, vienen hablando de la tercera guerra mundial y de la guerra de civilizaciones.
     Ante la evidencia irrefutable de los hechos que a escala mundial se han venido sucediendo se han sumado otras voces que también han comenzado a referirse al tema de la tercera guerra mundial. Antes que  nada digamos el porqué de tercera guerra mundial. Las tres tienen características que las hacen destacarse de cualquier otro tipo de guerra. Para no remontarnos mucho en el tiempo digamos que en estas últimas etapas de la modernidad hubo muchos tipos de guerra por causas geopolíticas, raciales, económicas o por disputas fronterizas o por el control de recursos naturales, guerra de guerrillas o enfrentamientos parciales entre el capitalismo y el marxismo, sin que ninguna de ellas adquiriera el nivel de mundial. Lo que caracteriza a las guerras mundiales es que en ellas está presente el enfrentamiento entre el espíritu tradicional y el mundo moderno; entre la civilización de la Tradición y la civilización de la modernidad, encarando cada una de ellas principios metafísicos que superan todo lo contingente y accidental.
     En la primera guerra mundial ( 1914/19) se enfrentaron potencias que todavía conservaban aspectos tradicionales contra las que representaban a la modernidad. Entre las primeras los imperios austro-húngaro, alemán y otomano, entre las segundas las democracias occidentales como Gran Bretaña, Francia, Italia y EE.UU. Fué una excepción  Rusia que participó del lado de las democracias arrastrada por su paneslavismo y que lo pagó muy caro al caer en el comunismo. En resumidas cuentas destrucción de cuatro imperios tradicionales. A ello habría que agregarle la destrucción del imperio chino a partir de 1912 que finalmente lo condujo al comunismo a partir de 1949.
     En la segunda guerra mundial (1939-1945), las cosas fueron más claras: el enfrentamiento entre los fascismos que de alguna manera representaban contenidos tradicionales contra el mundo moderno, democrático, liberal y marxista.
     En la tercera guerra mundial en curso, comenzada con el derribo de las Torres Gemelas el 11-9-2001 se enfrentan el espíritu tradicional representado por el fundamentalismo islámico en sus distintas variantes, y el mundo moderno a través de una formidable coalición  de más de 60 países encabezada por los EE.UU. a los cuales hay que agregar Rusia y otros.
     El espacio de esta nota no nos permite desarrollar más el tema,pero basta lo dicho para demostrar la superficialidad de muchos publicistas modernos con sus teorías geopolíticas en torno al enfrentamiento entre potencias marítimas y potencias continentales. En la primera guerra mundial se enfrentaron entre sí potencias continentales - Alemania, Francia, Rusia - ; en la segunda se vuelven a enfrentar potencias continentales con el agregado que también lo hacen entre sí potencias marítimas como lo son EE.UU. y Japón.
     Ahora, en la tercera guerra, se unen toda clase de países, tanto marítimos como continentales, para enfrentar al fundamentalismo islámico. Todo lo material contra la única manifestación actual de Tradición espiritual y religiosa. El mundo moderno y sus defensores viven en la irrealidad, han perdido toda noción de la realidad superior y trascendente y sus horizontes no superan lo contingente, lo accidental, lo geográfico y lo estrictamente material. Para ellos todo es cuestión de misiles, de bombardeos, de petróleo, de conspiraciones, de posiciones geopolíticas y de personas que hacen en el mundo lo que quieren. No admiten que hay una realidad superior a toda consideración económica, histórica, geográfica, política y social.
     Uno de los personajes que últimamente se ha dado en hablar de que estamos en guerra es el Papa Francisco, y sus palabras lo falsean todo. En su viaje a Polonia dijo: "¿ Alguno piensa en la guerra de religión? Nó, todas las religiones quieren la paz..." Y agrega: " Quiero aclarar una cosa: cuando hablo de guerra hablo en serio de eso, pero no hablo de guerra de religión."
     El Papa conoce la historia de la iglesia y miente cuando dice que todas las religiones quieren la paz. La Iglesia Católica alentó y participó en muchas guerras; basta referirnos a las Cruzadas, a la formación de las órdenes de caballería medievales, a los enfrentamientos con el Sacro Imperio Romano Germánico, la participación de los Estados Pontificios en numerosos conflictos, en la guerra civil española, etc.
     Lo que pretende el Papa es negar que en la actualidad las guerras del fundamentalismo islámico son guerras religiosas y con esto  quitarle a la guerra santa musulmana toda inspiración y fundamento superior y  así rebajarla a un conflicto inferior al  cual hay que combatir como se combate a la delincuencia.    Le recomendamos a Francisco releer la obrita de San Benardo de Claraval "Elogio de la Nueva Milicia" dirigida a la Orden de los Templarios. Y cuando dijo que "cuando hablo de guerra hablo en serio de eso pero no hablo de guerra de religión" acá revela una tremenda ignorancia, o algo peor, porque las únicas guerras legítimas y auténticas son precisamente las guerras de religión, porque en ellas se lucha por lo trascendente y por lo que es más que la vida terrestre y en las cuales se puede descubrir lo heroico, lo viril y lo guerrero, o sea lo que está ausente del mundo moderno pacifista, femíneo y cobarde. 
San Carlos de Bariloche, 29 de agosto del 2016. 

JULIÁN  RAMÍREZ 

RAMÍREZ: LA PRIMERA RESISTENCIA ES INTERIOR

LA  PRIMERA  RESISTENCIA  ES  INTERIOR

     Queremos tratar una cuestión que es fundamental para el desarrollo de una alternativa  tradicional al mundo moderno. El hombre contemporáneo está totalmente volcado hacia el mundo exterior; actúa, hace, se mueve, en base a las imágenes que le suministran los sentidos. Están incluídos en esto aquellos que accionan en base a estudios científicos y técnicos, los profesionales, los intelectuales, los artistas, los docentes, los periodistas, los políticos o los militares. Todos ellos están educados en las ciencias profanas, en el racionalismo o en cualquier ideología moderna. La modernidad ha eliminado de la realidad toda enseñanza sobre lo que está por encima de la realidad material, física y biológica: ha pretendido borrar el plano de lo sobrenatural y lo trascendente.
     Por eso se reacciona contra una determinada política o sistema económico proponiendo otra política u otro plan económico, cuando la situación mundial está tan acotada que cualquier cambio posible en ese sentido es prácticamente inoperante. No se trata de novedades políticas, sociales o económicas, se trata de una actitud distinta frente a los hechos, y esa actitud debe comenzar por lo interior de cada uno.
     Es necesario asumir plenamente los principios tradicionales y despojarse de toda influencia de la modernidad, con el mundo moderno no hay transacción, espíritu tradicional y mundo moderno son absolutamente incompatibles. Vemos a diario a personas bienintencionadas, aunque con cierta confusión, que se esfuerzan por introducir modificaciones a la aplanadora que significa el avance de la subversión democrática y material, tanto en el orden mundial como en el local de cada país, y como esos esfuerzos fracasan, dejando una sensación de abatimiento y de renuncia a la acción positiva. En vez de buscar crear sobre cimientos sólidos han preferido buscar atajos edificando sobre arena, como dice la cita evangélica: vinieron el viento y la lluvia y todo se derrumbó.
     Esas personas han creído o creen en alguna forma de democracia o en golpes milagrosos a cargo de algún "salvador de la patria", o se remiten a una intervención divina olvidándose que Dios interviene pero a través de los hombres.
     Ya se han hecho numerosos ensayos y todos han fracasado por ser intentos vacíos de un contenido tradicional, y lo peor de todo es que ha esos fracasos ha sucedido el desaliento, la apatía y la inacción frente a un enemigo que no cesa en su avance y creyendo así que es imbatible, y de esa manera, terminan colaborando, por aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él".
     De manera que lo primero a vencer es el enemigo interior, lo que se llama la gran guerra santa. Esta es la más difícil y ardua, pero el triunfo en esa guerra nos hace imbatibles al encarar la pequeña guerra santa que es la que se libra en el exterior. Alguien nos ha preguntado, ¿ porqué tengo que seguir a la Tradición y nó al mundo moderno? La respuesta es sencilla: la Tradición nos conduce a la inmortalidad o a alguna forma de participación en ella en el "post-mortem", mientras que el mundo moderno nos lleva a la disolución y a la nada.
     Hoy día son unos pocos los que se preguntan: ¿ qué soy, qué es el mundo, qué es la vida, qué es el hombre? Puede haber varias respuestas, pero la peor de todas es mirar hacia otro lado y pensar que lo mejor es no pensar en ello como si fuera un mal sueño. Y dijimos que son unos pocos los que se formulan estos interrogantes. La inmensa mayoría de los contemporáneos ignora hacerse esas básicas preguntas existenciales, y rinden culto a la moderna "religión" de la vida como si fueran a ser eternos. No sospechan que de esa manera ya están  muertos.
     De manera que nada de contemplaciones con la modernidad, nada de lamentaciones, nada de tener lástima. Lo mejor que podemos hacer es transmitir nuestra fuerza al que tiene vocación por lo superior.
     La fortaleza interior nos lleva no solamente a combatir la apatía, la inacción, la angustia existencial, sino también el apuro y el frenesí propio del hombre moderno. Éste último quiere que sus deseos se cumplan en vida porque ese es el horizonte que tiene al carecer de una visión sobrenatural. Los tradicionales sabemos que esta vida es un estado transitorio del ser y lo que construimos debe ser muy sólido, debe serlo para la eternidad. Si no lo vemos en  esta vida terrenal servirá para los que vengan después. Por eso cada día pongamos una piedra, pero que esa piedra sea sólida y bien afirmada aunque lleve tiempo el hacerlo, valgan como imágenes aproximadas las monumentales obras de las más remotas sociedades tradicionales que tardaban generaciones en construirse y hoy nos siguen mirando, mientras que las obras del mundo moderno duran poco y son rápidamente reemplazadas.

San Carlos de Bariloche, 5 de septiembre del 2016.

JULIÁN  RAMÍREZ

RAMÍREZ: LA ADORACIÓN DEL PODERÍO

     LA  ADORACIÓN  DEL  PODERÍO
     
     
       Una de las características del mundo moderno consiste en la admiración que provoca el poder material, no solamente en quiénes lo detentan, sino también en quiénes lo sufren y lo envidian.
     Por supuesto que nos referimos al poder material, es decir, al económico, militar y tecnológico y nó al poder espiritual totalmente ignorado por la modernidad.
     Desde el punto de vista de los dueños del poder material, toda su política y geopolítica se basa fundamentalmente en su fuerza económica, militar y tecnológica. Con ese bagaje pretenden las grandes potencias modernas imponer su dominio mundial. Es tanto el avance que se  ha llegado a una concepción totalmente material del mundo y de la vida, y hoy día prolifera una pseudociencia llamada geopolítica inventada a fines del siglo XIX por el sueco Kjellen y el alemán Ratzel y a partir del siglo XX por el inglés Mackinder. Les siguieron otros destacados exponentes como el norteamericano Spykman, los alemanes Haushofer - padre e hijo -  el español Vicent Vives y muchos más. En Íberoamerica podemos citar a los brasileños Mario Travassos y al general Golbery de Cuoto e Silva, en Chile al general Augusto Pinochet, en Argentina al coronel Atencio, al general Guglialmelli y al Instituto de Estudios Geopolíticos.
     Esta disciplina trata de fundamentarse en la influencia de los factores geográficos sobre la política de forma tal que acepta un determinismo de lo material buscando de aprovechar lo  beneficioso que ofrece la geografía y contrarrestar lo negativo, todo ello en vista de un desarrollo expansivo de los estados nacionales. Como es de suponer todo esto conduce a guerras por los recursos naturales, por posiciones estratégicas, por el espacio vital y por un nacionalismo que no conoce límites salvo los impuestos por el enemigo.
     Estas son las ideas que mueven la conducta de muchos estadistas de grandes potencias. No en balde se han actualizado las ideas que Mackinder esbozó en 1904 del enfrentamiento entre las potencias marítimas y las potencias terrestres. Decía Mackinder que el dueño del "corazón" de la tierra - una zona que no determinó que se ubicaría entre Rusia y el este de Europa - sería el dueño de la "isla mundial", como llamaba el conjunto de Asia y Europa, es decir Eurasia. El dueño de Eurasia sería el dueño del mundo. Esto tendría que ser contrarrestrado por las potencias marítimas poniendo un cerco alrededor.     Estas tendencias están claras hoy día en el nacionalismo ruso de Putin y Dugin, que plantea una  supremacía continental, y por otra parte la OTAN que da importancia al control de los mares.   Este descomunal poderío material atrae la atención de los países más débiles que no visualizan otra alternativa, y así vemos como muchos nacionalistas argentinos, por oposición a EE.UU. y al mundo financiero, se inclinan hacia una alianza con Rusia y con China. Todas estas personas caen en la trampa del materialismo geopolítico. Pese a su formación católica que supondría un interés por lo espiritual, en las cosas de la tierra no avisoran ningún vínculo con lo trascendente, de modo que su mensaje no supera en absoluto a las pautas vigentes en la modernidad.    Aquí vemos lo que llamamos adoración por el poder. Se piensa que adhiriendo a un gran conglomerado material, militar y tecnológico como sería el de Rusia, China y sus aliados ello nos ayudaría a despegarnos de las potencias marítimas. Craso error, con esto no saldremos del  estado de disolución y desintegración del mundo moderno y seguiremos siendo un peón más en el tablero de ajedrez y cuyo destino es ser sacrificado en aras de una victoria sobre el rey contrario.
     Esta adoración por el poderío alienta también en  las grandes multitudes de la modernidad y así vemos como se admira a los grandes millonarios y a los científicos, aunque muchos, por hipocresía, no lo confiesen y sufran también las consecuencias del accionar de plutócratas y técnicos.     Entre los católicos también  lo vemos en su respeto a las jerarquías eclesiásticas que hacen tiempo han conducido a la Iglesia Católica a ubicarse en el mundo moderno. Se trata de una obediencia servil y femínea buscando desesperadamente aferrarse a un madero en medio del naufragio. Cualquier frasecita de Francisco sirve de pretexto para elevarlo por las alturas sin observar hacia dónde conduce la nave de la Iglesia.     Solamente una visión desde el punto de vista tradicional serviría para superar todas estas contradicciones, encierros y limitaciones provenientes sea de la geopolítica, de la cultura moderna y burguesa o de un catolicismo güelfo, pacifista, humanista, mediocre, cobarde y femíneo.     Esa visión superior nos la brinda en nuestros días y desde hace quince años el fundamentalismo islámico pese a sus limitaciones y equívocos, pero ello no impide que en su accionar, sin  mucho esfuerzo para un ojo que quiere ver, se observe la presencia de elementos tradicionales en total confrontación con la modernidad: religión, concepción del estado, guerra santa, familia, economía, arte, correcta consideración de la naturaleza masculina y de la femenina; de todo ello se infiere una relación con lo trascendente.     La actual tercera guerra mundial actualmente en desarrollo no es el fruto de la geopolítica sino el enfrentamiento entre el espíritu tradicional que hoy se manifiesta en el fundamentalismo islámico, contra el conjunto de las potencia marítimas y las continentales, que pese a sus reyertas se unen contra la verdad.

San Carlos de Bariloche, 12 de septiembre del 2016.


JULIÁN  RAMÍREZ  

RAMÍREZ: HAY GUERRAS Y GUERRAS

     HAY     GUERRAS     Y     GUERRAS

     En esta nota queremos aclarar cierta confusión que se ha difundido en torno a una tercera guerra mundial. Hoy dia abundan los publicistas, ensayistas, intelectualistas y falsos profetas que se refieren en términos apocalípticos a la posibilidad que se desate una contienda bélica a escala universal. Incluso el Papa Francisco se refiere a una guerra, pero con el acostumbrado lenguaje abstracto, oblicuo e indefinido del clero católico, no dice nada en concreto, de manera que no sabemos a ciencia cierta a qué guerra se refiere.
     Desde hace 15 años el Centro Evoliano de América, Radio Agencia Kaliyuga y "El Fortín" han sido los primeros en referirse a una tercera guerra mundial enmarcada en una guerra de civilizaciones: la tradicional por un lado y la moderna por el otro. Pero en los últimos tiempos otras voces se han sumado pero no se refieren a una guerra entre lo tradicional y lo moderno sino que lo hacen tomando como fundamento de la tercera guerra mundial consideraciones de orden geopolítico, económico, financiero y de recursos naturales, es decir, que lo hacen desde un punto de vista totalmente ajeno al nuestro. Queremos entonces marcar la diferencia entre ambas posiciones.
     Desde nuestro punto de vista tradicional, la guerra para ser justa debe contener elementos tradicionales, metafísicos, religiosos y espirituales. Esa debe ser la esencia de una contienda en donde se luche por lo Superior y lo sagrado. Y esta es la guerra a la que estamos asistiendo en nuestros dias, la que llevan a cabo las diversas corrientes del fundamentalismo islámico contra el mundo moderno encabezado por la coalición de alrededor de 60 países organizada por los EE.UU. más Rusia y otros. Esta es la única y verdadera guerra, a la que calificamos de tercera guerra mundial y guerra de civilizaciones. La escolástica católica también elaboró una doctrina acerca de la guerra justa cuando en una contienda bélica estén en juego cuestiones de la tradición católica. Así se hizo por ejemplo en el medioevo durante las Cruzadas.
     Y no solamente desde el punto de vista tradicional se supo diferenciar una guerra justa de la que no lo es. Tenemos el ejemplo de Federico Nietzsche que escribió que la existencia de guerras religiosas revela que los pueblos todavía creen en cuestiones fundamentales.     Desde la finalización en 1945 de la segunda guerra mundial con la derrota de los fascismos, en los cuales había elementos tradicionales si bien disminuídos por influencias modernas, hubo varias guerras, pero todas ellas marcadas por falsas alternativas todas ellas dentro de los márgenes del mundo moderno. Las alternativas que se presentaban se referían a la lucha por el poder mundial entre el capitalismo y el socialismo, entre las ideologías liberal y marxista.Así tuvimos la guerra de Corea, las guerras de Vietnam, los enfrentamientos entre Israel y el nacionalismo árabe, las guerras entre India y Pakistán y diversas guerras en África. En Hispanoamérica el marxismo promovió movimientos guerrilleros a través de Cuba, el Che Guevara, con su teoría de crear varios Vietnam para implantar el comunismo en todo el mundo, y otros. Todas estas guerras y guerrillas tuvieron un impacto limitado y focalizado y estuvieron muy lejos de ser mundiales. Así ocurrió también con los conflictos derivados de la conquista de China por el comunismo y con la desintegración de Yugoeslavia.     Ninguno de todas las guerras sucedidas entre 1945 y 2000 pudo tener alcance mundial por la sencilla razón que las grandes potencias que se movían más o menos entre bastidores y clarobscuros, más allá de las diferencias, las ideologías y los intereses tenían mucho en común: coincidían en sostener al mundo moderno, en no destruirlo y no destruirse, una guerra nuclear hubiera sido fatal para todos, de manera que era más fácil repartirse el poder mundial y convivir. Así transcurrió lo que se llamó la "guerra fría". Muchas amenazas pero la sangre no llegó al río.
     Todo esto es lo que no tienen en cuenta los falsos profetas y augures de la tercera guerra mundial. No habrá enfrentamientos bélicos de orden mundial derivados de elucubraciones geopolíticas en torno a guerras entre potencias marítimas y potencias terrestres. La verdadera y auténtica guerra mundial ya empezó: es la que se desarrolla en los campos de batalla donde pelea el fundamentalismo islámico, porque ésta es una guerra decisiva entre el espíritu y la materia, y aquí las grandes potencias se ponen de acuerdo frente al enemigo común con el cual no hay transacción.
     Una prueba de ello lo vemos en la mentirosa información de estos dias acerca de una tregua en Siria entre EE.UU. y Rusia y los respectivos títeres de cada uno, se pretende hacer creer que la tregua es para todos, pero se oculta que los combatientes del fundamentalismo islámico de ninguna manera forman parte de esa tregua. La guerra santa continúa, porque es una guerra tradicional y religiosa y con el mundo moderno materialista, ateo, agnóstico y economicista no puede haber acuerdo.
     Incluso en el peor de los casos y se desencadenara una guerra nuclear de orden mundial, no hay nada que temer. Terminaría el Kaliyuga y los sobrevivientes tendrían la oportunidad de crear una nueva humanidad en una nueva edad de oro. Se mantendrían impasibles aunque el cielo se caiga a pedazos como dice Lao-tse en el Tao-te-King.
San Carlos de Bariloche, 19 de septiembre del 2016.

JULIÁN  RAMÍREZ    

lunes, 12 de septiembre de 2016

A 15 AÑOS DEL INICIO DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL

A 15 AÑOS DEL INICIO DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL


Ante un nuevo aniversario del hecho histórico más importante del siglo que ha comenzado el Centro Evoliano de América declara:

1º El 11 de septiembre de 2001 significó el inicio de la Tercera Guerra Mundial siendo el momento en el cual que las fuerzas enemigas de la democracia, calificadas alternativamente como fascismo, tradicionalismo o fundamentalismo, realizaron una acción bélica de represalia en el mismo territorio del enemigo moderno ante la sucesión de acciones invasivas y de genocidio efectuadas especialmente por la potencia norteamericana en el Medio Oriente imponiendo allí gobiernos coloniales a partir de su figura paradigmática representada por el Estado de Israel.
2º La presencia del colonialismo anglo-francés primero y yanqui-sionista luego, en una acción de continuidad histórica, había generado en tal región un verdadero y propio genocidio de pobladores y de pérdida de libertades esenciales de todo ser humano como la de poder elegir el tipo de religión, de moral, de costumbres y de gobierno propio.
3º La acción por eliminar el accionar imperialista de los EEUU, fuente principal de todas estas tropelías, se efectuaba en continuidad con la emprendida doce años antes cuando el mismo movimiento terminó con la otra anomalía gemela y solidaria representada por el comunismo soviético, otra de las formas asumida por la democracia, a la cual derrotó en manera contundente en la guerra de Afganistán originando así un proceso acelerado de descomposición de tal sistema nefasto.
4º Luego de la acción victoriosa del 11S, la potencia colonial sionista lanzó una serie de guerras que confirmaron de este modo el carácter mundial del conflicto. Vimos así la contienda extenderse a Afganistán, Irak, Siria, Libia, Pakistán, Somalia, Yemen, Malí, etc. no habiendo día en que una nueva nación no se sume a tal contienda.
5º Esta tercera guerra mundial representa un nuevo intento por terminar con la esclavitud democrática que asola al planeta. En la Primera fueron los imperios tradicionales los que resistieron vanamente los embates masónicos de la oligarquía financiera tratando de imponer al mundo su perverso sistema que reduce al hombre a la condición de animal de consumo, en la Segunda le tocó a los fascismos hacer frente a la democracia, aunque mezclando cuestiones económicas y materiales con principios espirituales y jerárquicos. Pero la Tercera se diferencia de las restantes por su carácter contundente y sin posibilidad de segundas intenciones. Esta vez se trata de una concepción del mundo espiritual y trascendente, en donde Dios es la forma de todo y la soberanía emana de éste y no de la entelequia fabricada por la propaganda a la que se llama pomposamente ‘pueblo’ representando el motivo por el cual se combate y no por espacios vitales, por tierra irredentas o demás consignas meramente nacionales y económicas. 
6º Si algo caracteriza a esta nueva contienda es que además de ser la más larga de todas, pues ya lleva 15 años de duración y no se vislumbra un desenlace, esta vez las cartas están echadas de manera clara. La Tradición no combate a la modernidad mediatizada por un conflicto por intereses geopolíticos u económicos. La guerra no es esta vez por espacios vitales y por materias primas, sino por concepciones del mundo. Es el combate entre los que creen que la vida es lo superior a todo o los que en cambio creen en lo que es más que ésta. O Dios o la Economía son hoy los dos grandes antagonistas.