miércoles, 28 de octubre de 2015

EL FORTÍN Nº 78




http://juliusevola.com.ar/Fortin.htm

Nº 78 (Julio 2015-Octubre 2015)


EL ESTADO ISLÁMICO Y NOSOTROS


Nosotros desde nuestra óptica hispano-luso-americana tenemos también una meta similar a la del Estado Islámico que es la reconstitución en estas tierras del imperio, sea español como portugués, que fuera disuelto por las guerras de independencia, las que también como en el Medio Oriente fueron impulsadas por la masonería y que del mismo modo dieron como resultado la implosión en una veintena de republiquetas de carácter subordinado e insignificante. Y también en este continente y con la finalidad de ejercer una función de vigía el imperialismo sajón puso una colonia permanente en las islas Malvinas que es el equivalente a nuestro Estado de Israel. (SIGUE)


Alain de Bénoist apoya la intervención rusa en Siria


DERECHA Y TERCERA VÍA


PENSAMIENTO TRADICIONAL Y TERCERA POSICIÓN


NO SOMOS ‘NACIONAL-SOCIALISTAS’


ROCKEFELLER Y GREENPEACE


UNA ANTÍTESIS NUEVA


ULTRA ANNI SOLISQUE VIAS


DEL DOMINGO DE GLORIA AL ‘MIÉRCOLES DELPLACER’

A propósito de unas declaraciones recientes de Humberto Eco

LAS DIFERENCIAS HISTÓRICAS ENTRE EL FASCISMO EUROPEO Y EL ISLÁMICO


MARX Y HEIDEGGER






por Marcos Ghio

LA FALSA ALTERNATIVA DEL “RUSISMO”


LA INTOXICACIÓN DE LAS PALABRAS


LOS FALSOS PROFETAS DE LA DECADENCIA


OCCIDENTE: DE LA DECADENCIA A LA DESINTEGRACIÓN


SOMOS DE DERECHA


AL RESCATE DEL IMPERIO






por Julián Ramírez


A concepção de Estado em Julius Evola - ( 2ª parte)






por César Ranquetat





viernes, 23 de octubre de 2015

GHIO: Alain de Bénoist apoya la intervención rusa en Siria


Alain de Bénoist apoya la intervención rusa en Siria






Publicamos a continuación partes de un reportaje a aprecido el día de ayer en la publicación Boulevard Voltaire en donde el conocido representante de la derecha identitaria europea se proclama a favor de la intervención rusa de Putin en Siria. A continuación efectuaremos las pretinentes reflexiones.


En las últimas semanas, estamos siendo testigos de la reaparición de Rusia en la escena internacional. ¿Representa ello un paso hacia el mundo multipolar que vendrá?


La declaración de guerra de Rusia a Daech (es decir el fundamentalismo islámico) es un hecho de primera magnitud. Al imponerse a sí mismo como un actor clave en la cuestión siria, se tarda menos que los EE.UU. y sus aliados. Por su realismo, su sentido geopolítico, la inteligencia estratégica, Vladimir Putin confirma la condición de poder internacional de Rusia. Mejor aún: se está construyendo, con Irán, China y otros países emergentes, un bloque euroasiático que trastorna toda la situación geoestratégica. La OTAN debe ahora contar con la Organización de Cooperación de Shanghai. De hecho, es un paso hacia la emergencia de un mundo multipolar, es decir, un reequilibrio de las relaciones de poder en el mundo.


Veremos en las próximas semanas cómo evoluciona la situación sobre el terreno.Pero ahora vemos que si bien, a diferencia de Francia, que sólo efectúa ataques homeopáticos, y Estados Unidos, que hace la guerra sin intención de ganar, el Kremlin ha acudido a todos los medios necesarios. Putin, ha obtenido la aprobación de su parlamento y se aseguró el apoyo de veinte millones de musulmanes con que cuenta su país (olvida la resistencia del Islam fundamentalista que allí combate con relativo éxito). A diferencia de los estadounidenses y sus aliados, opera de conformidad con el derecho internacional, con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y a petición de los sirios. Y lo hace por varias razones. En primer lugar, porque es impensable para él impedir que los islamistas de Daech se apoden de Siria, el hogar de la única base de Tartus rusa en la región. En segundo lugar, porque es una gran oportunidad para él para eliminar en el lugar unos pocos miles de rusos de los yihadistas del Cáucaso. Por último, y sobre todo, porque con este procedimiento, que se encuentra justo delante del mundo como la gran potencia emergente con el que a tener en cuenta.


En el caso de Siria, hay quienes quieren acabar con Daech y aquellos para quienes la expulsión de Assad es la prioridad. ¿Es esto realmente cómo es el problema?


Pregunta en abstracto lo que es peor, una dictadura o una red terrorista como Daech, es una muy mala manera de plantear el problema. La "peor" es siempre relativa a una situación dada. La única pregunta es: ¿qué es lo más contrario a nuestros intereses? Si se trata de una dictadura, por lo que tiene que luchar contra la dictadura; si la red terrorista, entonces es lo que hay que afrontar. En el caso de Siria, la respuesta es simple. La barbarie islamista de Daech nos amenaza, mientras que el régimen de Bashar al-Assad nunca nos han amenazado. Contra el primero, debemos apoyar la segunda. Pero la conclusión es rusofobia. Para los Estados Unidos como en Francia, el objetivo número uno es principalmente para reducir la influencia rusa. Damasco es aliado de Moscú, la eliminación de Assad se convierte así en la prioridad.


Por lo tanto, acusa a los ataques rusos que se dirigen no sólo contra Daech sino contra los rebeldes sirios que luchan contra el régimen jurídico en Damasco. Pero ¿por qué no iban a hacerlo? Putin sabe que en el caso de Siria, no hay "moderados islamistas", sino sólo de los rebeldes armados, aliados objetivos de los terroristas, que las fuerzas armadas sirias son los únicos para combatir realmente el Estado islámico y que la eliminación del régimen alauita en Damasco abriría las puertas a Daech. Usted notará en la aprobación de la naturaleza grotesca de las reacciones escandalizadas fulminadas por los miembros europeos de la OTAN sobre la base de que aviones rusos han arañado la frontera Aérea de Turquía, así como estos mismos Estados aceptan que sus propias fronteras, los terrestres -No, son violadas cada día por miles de inmigrantes ilegales que llegaron principalmente de Turquía!






El francés Alain de Benoist, del cual ya nos hemos ocupado en varias oportunidades, es un autor que se califica a sí mismo como de derecha y pagano. Sin embargo es de notar que ni su derecha es tal, ni tampoco lo es su paganismo. No es de derecha en tanto es un ostensible defensor de la democracia como sistema, y si bien critica las aplicaciones actuales de la misma, comparte con la modernidad el concepto de soberanía del pueblo. Y en cuanto a su pretendido paganismo diremos que respecto de tal concepción religiosa y espiritual su papel ha sido parecido al que efectuaron otros autores respecto del cristianismo, tales como los franceses Mounier y Maritain, en la labor emprendida por secularizarlo y modernizarlo. Así pues su obra Cómo ser pagano, que fuera traducida a nuestra lengua, reduce tal postura, que produjera a figuras prominentes como Platón o Plotino, a un simple fenómeno cultural y político de tolerancia y pluralismo, hecho éste por otro lado inexistente en todo verdadero paganismo, soslayando en cambio su verdadera esencia consistente en haber sostenido la existencia de una dimensión metafísica de carácter real y universal, totalmente alejado ello del nominalismo y relativismo sustentado por el autor.

Justamente en tanto reduccionista de la realidad a la sola dimensión física y negador por lo tanto de una instancia superior de carácter trascendente AB comprende la política como una mera lucha por intereses entre pueblos diferentes y no en cambio a la manera tradicional y evoliana como un antagonismo entre principios y concepciones del mundo contrapuestas, en este caso Modernidad contra Tradición. Es decir la lucha entre quienes adhieren a una concepción unidimensional de la realidad, de carácter físico y material y de la cual él participa, contra los que en cambio consideran la existencia de una dimensión superior y trascendente ante la cual esta realidad física debe ordenarse.

Resulta curioso al respecto constatar la reciente conversión en euroasiático y rusófilo del Sr. Benoist quien indudablemente está convencido de que Rusia ha superado la fase del comunismo y representa el buen camino para su país, Francia y para Europa en su conjunto exaltando de manera por demás llamativa el liderazgo del notorio genocida Putin, quien forma parte notoria de la ex nomenklatura bolchevique. Parece ser que en Europa no han aprendido aun a dejar de servir a alguna potencia extranjera pues si antes lo hicieron con los EEUU ahora por sugerencia de AB se lo pretendería hacer con Rusia.

Resulta por lo demás infantil su análisis respecto de los pretendidos éxitos obtenidos por Putin en su intervención en Siria. Demasiado pronto para opinar. Por lo que hemos visto el Estado Islámico lejos de haber sido perjudicado, ha sido beneficiado enormemente por la acción de Rusia, pues al haber atacado a fuerzas rivales, como Al Qaeda, ha salido fortalecido en la lucha por el liderazgo en el seno del fundamentalismo y hoy lo percibimos en su victoriosa avanzada en la región de Aleppo en donde antes de la intervención rusa era apenas una fuerza menor.

Pero lo más lamentable es que AB, quien se preocupa por el aluvión de inmigrantes sirios a su país, soslaye el hecho de que el mismo es incrementado notoriamente por los bombardeos al boleo efectuados por la aviación de Putin que en muy corto tiempo ha producido la fuga masiva de otros 45.000 inmigrantes sirios hacia Europa.

En fin lamentamos profundamente el viraje operado por el Sr. Benoist así como su cercanía con Dugin, ya que lo sabíamos una persona preparada e inteligente a pesar de discrepar en muchas cosas con él.

M.G.

RAMÍREZ: LA FALSA ALTERNATIVA DEL “RUSISMO”

LA  FALSA  ALTERNATIVA  DEL  “RUSISMO”



     Frente a la creciente e indudable decadencia, involución y degradación del mundo moderno, los que de alguna manera quisieran reaccionar corren el peligro de verse envueltos en falsas salidas. Que se reaccione contra el mundo moderno es totalmente coherente frente a lo que ocurre todos los días ante nuestros ojos, pero no solamente hay que reaccionar, sino que hay que accionar, no solamente contra lo que no se quiere sino a favor de qué. Y si esto no se sabe, consciente o inconscientemente se estarán usando presupuestos culturales, políticos e ideológicos propios del mundo moderno. Con la moderna subversión no se transa; espíritu tradicional y modernidad son totalmente antitéticos y contradictorios, no se puede servir a dos señores al mismo tiempo como nos lo recuerda la cita evangélica.
     Todo esto viene a cuento por una tendencia que se ha venido desarrollando en los últimos años en distintos ambientes políticos que pretenden dar una salida al caos moderno. Calificaremos a dicha tendencia como “rusismo” o también “putinismo”, porque sus simpatías se encaminan hacia Rusia y a su dirigente Putin.
Comprende un arco variopinto de distintas ideologías, culturas y diversas corrientes políticas incluso enfrentadas entre sí, pero su rasgo común es lo que calificamos de “rusismo”. En mayor o menor medida son críticos con respecto a EE.UU., la Unión Europea, la OTAN, el atlantismo,  el FMI y otras entidades financieras internacionales, pero reiteramos, esto lo decimos en forma muy general; lo que nos interesa es el rasgo distintivo que es su simpatía e inclinación por Rusia y su dirigente Putin.
     La actual Rusia forma parte del mundo moderno. Si bien se ha despojado de lo que fue el comunismo, se presenta como una potencia imperialista que pretende recrear al imperialismo soviético en su extensión territorial. Asume la democracia, es decir la peor forma de gobierno, ha desarrollado una verdadera oligarquía financiera y considera a la geopolítica como instrumento de expansión como bien lo expresa el ideólogo Alexandre Dugin. Es enemiga de todos los movimientos fundamentalistas islámicos, como lo viene haciendo en su guerra en el Cáucaso, y ahora con su intervención en Siria. No pretende terminar con el mundo moderno sino ocupar un destacado lugar en él, conviviendo en un mundo multipolar junto a otras potencias. Uno de sus instrumentos es el BRICS para disputar espacios económicos y financieros, junto con su socio China, potencia en dónde el marxismo sigue vigente.
     Sin embargo este imperialismo ha atraído las simpatías de grupos nacionalistas, neomarxistas, progresistas, identitarios europeos,  neonazis,  antislamistas, sionistas, e incluso de religiosos católicos, protestantes y cristianos ortodoxos.
     El problema de toda esta gente es que han renunciado a buscar una alternativa superior, la que sería propia de una posición tradicional, viril, heroica y guerrera. En general sus propuestas son de naturaleza femínea, buscan alguien en quién apoyarse y que los defienda de los otros poderosos imperialismos. Han decidido moverse dentro del mundo moderno y por eso se sienten atraídos por Rusia como la mujer se siente atraída por el varón buscando protección y amparo. Se disculpan diciendo que se trata de una táctica circunstancial. Así lo hicieron los “próceres libertadores” de Hispanoamérica que para liberarse del Imperio Hispánico buscaron el apoyo inglés con las consecuencias conocidas. Muchos de estos contestatarios llegan en su búsqueda de un apoyo a defender los bombardeos rusos en Siria inventando la estupidez de decir que el fundamentalismo islámico es un invento de yanquis y sionistas.
     Nuestra propuesta es luchar por una alternativa de respuesta total a la modernidad y ella únicamente puede provenir de la Tradición, en su más amplio sentido, y a través de movimientos religiosos sin componendas con los poderes mundiales, como lo está haciendo el Estado Islámico y los otros movimientos fundamentalistas.

San Carlos de Bariloche, 19 de octubre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ 



RAMÍREZ: INSTANCIAS DECISIVAS

 INSTANCIAS  DECISIVAS



     En estos últimos días se está completando un hecho que era previsible: a los atacantes del Estado Islámico y de las otras fuerzas fundamentalistas islámicas, la coalición encabezada por EE.UU., se han sumado Rusia y China ya desde antes aliadas de Irán.
     Esto no significa que estén de acuerdo entre ellos; tienen divergencias tácticas como puede haber diferencias entre socios, pero todos ellos coinciden en lo esencial: el enemigo sin duda alguna es el Estado Islámico y demás movimientos fundamentalistas.
     Se ha formado la coalición militar más poderosa de la historia. Jamás los siglos han contemplado tanto poderío militar, tecnológico, material e informativo como el que se presenta ante nuestros ojos, y todo ello contra un estado que en el mejor de los casos no supera los 300.000 kms. cuadrados, con una población de algunos millones de habitantes.
     Ha habido en el pasado coaliciones y alianzas militares de envergadura, como por ejemplo durante la segunda guerra mundial contra los fascismos, pero con una diferencia fundamental: el factor religioso no estaba tan presente en el enfrentamiento; salvo el caso de la guerra civil española, el énfasis estaba puesto en el nacionalismo y en el caso alemán también en el racismo; estas limitaciones fueron decisivas para la derrota. Pero en el caso presente del fundamentalismo islámico surge en forma preponderante el factor religioso y supranacional, esto último, por lo menos, para el mundo islámico. Se trata entonces de una lucha entre dos concepciones antitéticas, el espíritu tradicional y el mundo moderno, sin posible acuerdo entre ambas.
     Hemos estado viendo videos de la agencia oficial rusa RT. Todos los videos dedicados a exponer el tremendo material bélico de Rusia, sus modernas aeronaves, sus tanques de última generación, sus ataques aéreos y una exultante propaganda victoriosa. Por parte de China hemos visto un gigantesco portaviones frente a las costas sirias con capacidad para transportar decenas de aeronaves. No le va en saga el despliegue militar de la coalición yanqui. No les resta más que ponerse de acuerdo con los rusos y los chinos para que los ataques sean coordinados y no se maten entre ellos.
     Todo esto nos trae a la memoria un pasaje del Apocalipsis de San Juan ( 20; 7,9) que reza así: “…Satanás será liberado de su “prisión saliendo a engañar a las naciones de “los cuatro extremos de la tierra…Los “juntará para la guerra y su número será “tan grande como las arenas de la orilla del “mar. Invadieron el país y cercaron el “campamento de los santos…En ese “momento bajo el fuego del cielo y los devoró.”
     Se trata de una profecía de un texto sagrado del cristianismo que al igual que los textos sagrados de otras tradiciones, según René Guénon, tienen una inspiración espiritual, al contrario de las vulgares predicciones que, a cargo de falsos profetas, tanto abundan en nuestros días.
     Se podrá objetar que el texto se aplica exclusivamente al cristianismo. Pero pensamos con Julius Evola, que depurado de alguna influencia obscura, en el cristianismo  el Apocalipsis ha sido “interpretado en un plano universalista, simbólico y teológico.” En consecuencia puede ser referido también a otras tradiciones como ser la islámica.
     Con esto no pretendemos decir que tal profecía debe inexorablemente aplicarse al caso que tratamos, pero no negamos que las profecías de origen sagrado contienen la visión de un futuro a cumplirse en un tiempo indeterminado sin plazo cierto. El conjunto de los signos de los tiempos nos están indicando cierta concordancia, ciertos mensajes y avisos que pueden ser captados por quiénes a través de la intuición intelectual avisoran el fin de un ciclo que se aproxima. En esta instancia decisiva nos encontramos y nuestra acción debe entonces concordar con  esa ley universal, cuando las fuerzas que se desarrollan en la tierra concuerden con las fuerzas de lo alto.

San Carlos de Bariloche, 12 de octubre del 2015, ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE NUESTRO IMPERIO.

JULIÁN  RAMÍREZ.










      


lunes, 12 de octubre de 2015

RAMÍREZ: LA INTOXICACIÓN DE LAS PALABRAS

LA  INTOXICACIÓN  DE  LAS  PALABRAS



     A medida que aumenta la decadencia y la degradación de la sociedad moderna crecen también sus efectos. Uno de ellos es el desborde incontrolable de las palabras. Estamos permanentemente sometidos al incesante bombardeo de discursos,  discusiones, polémicas, conversaciones, anuncios, publicidad, medios de comunicación escritos y audiovisuales, celulares y redes sociales, y día a día aumenta el ruido que se transforma en una insoportable cacofonía en donde todas las voces se confunden en una moderna Babel provocada por los hombres mismos.
     El incesante parloteo ha venido aumentando desde la aparición de la burguesía como clase socialmente dominante. Cuando una sociedad decae aparecen los demagogos, los tribunos de la plebe, los oradores y los retóricos en el peor sentido de la palabra. La palabra se transforme en un instrumento para dominar a las masas o para hacerles adquirir productos que no se necesitan o para engañar incautos.
     Políticos, periodistas, intelectualoides, filosofastros, publicistas, analistas, compiten entre ellos para engañar y mentir. En la sociedad burguesa brillan también los abogados cuyo uso de las palabras puede servir a las peores causas.
     Se usan palabras grandilocuentes que a poco que las analicemos vemos que se disuelven como el humo: humanidad, patria, justicia, derechos humanos, libertad, paz, amor, igualdad, autodeterminación de los pueblos, república, democracia, fraternidad, progreso, pueblo, independencia y muchas más que el lector sabrá encontrar sin mucho esfuerzo. Lenguaje abstracto que sirve a los más diversos fines, especialmente electorales, y así vemos como los más astutos y demagogos son encumbrados a los gobiernos por pueblos envilecidos. Y así nos lo decía el filósofo Plotino: “Los viles serán gobernados por los malvados.”
     Cuan distinta era la situación en las sociedades tradicionales como, por ejemplo, en la antigua Roma y en Esparta.
     Ambas se caracterizaban por un lenguaje, conciso, claro, sintético, severo, sin adornos ni barroquismos, con palabras para comunicarse y no para disimular y engañar. El mismo concepto expresaba Gracián con aquello de “lo bueno, si breve, dos veces bueno.”
     Pero la antigua Roma y Esparta eran sociedades tradicionales, viriles y guerreras en las cuales la palabra merecía fe y la empeñada valía más que un contrato firmado, y hasta no hace mucho tiempo, los contratos de palabra se cumplían. El exceso de palabras va ligado a la feminización de la sociedad. La locuacidad es más propia de la mujer que del varón, y la decadencia significa el desarrollo de lo femíneo en desmedro de lo viril.
     La decadencia de la Grecia tradicional tuvo como uno de sus efectos la aparición de los sofistas y por consiguiente el uso abusivo de la palabra y los oradores comenzaron a ejercer su influencia sobre las multitudes. Este abuso llevó a Demóstenes a decir que Atenas produjo muchos discursos y muchos decretos, pero pocas acciones decisivas.
De este reinado nefasto de la palabra debemos extraer algunas orientaciones para nuestra conducta.
     Debemos dar a la palabra su justa medida, la necesaria para nuestra formación y la de los cuadros de una Orden viril, heroica y guerrera, pero el objetivo debe ser el subordinarla a la Acción, acción y no trabajo, acción  desacondicionada y privada de intereses personales y materiales. Sin Acción las palabras serán inútiles.
     Por el mal uso de la libertad el hombre  produjo en sucesivas caídas el mundo moderno; por la Acción viril, heroica y guerrera se producirá su destrucción.

San Carlos de Bariloche, 5 de octubre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ. 






RAMÍREZ: LOS FALSOS PROFETAS DE LA DECADENCIA

LOS  FALSOS  PROFETAS  DE  LA  DECADENCIA



     En estos últimos tiempos  la Internet y  las redes sociales se han visto invadidas de un amplio despliegue de predicciones sobre el futuro inmediato de la humanidad con pronósticos catastróficos de diversa magnitud. Esto último ha arreciado en las últimas semanas pronosticando para este mes de septiembre del 2015 toda clase de desastres de orden cósmico, geológico, climático, financiero, económico, bélico, político y social. En primer lugar, tratemos de aclarar la cuestión diciendo que no se tratan de profecías sino de algo muy inferior, es decir de predicciones. Profecía es una palabra que debe reservarse exclusivamente para lo que en los textos sagrados de las diversas religiones se refiere a un futuro y son de  indudable origen espiritual. Nos encontramos entonces frente a vulgares predicciones de origen humano y sin ningún fundamento serio de orden superior, y están  a cargo de falsos profetas y charlatanes.
     Ahora bien ¿cuál es el origen de todo esto? En principio se relaciona con el estado de decadencia e involución en que se encuentra la mayor parte de la humanidad, masas humanas que han perdido todo sentido trascendente del mundo y de la vida, toda orientación religiosa y que viven aferradas a lo material y al hedonismo, campo fértil para los falsos profetas. Estos personajes pueden formar parte de organizaciones más o menos ocultas, cuya existencia no negamos, y cuyos fines son varios pero concluyendo todos ellos en la difusión  del caos total para luego reorganizar a la humanidad sobre bases tecnocráticas y en un estado universal en donde las personas serán simples robots carentes de toda libertad. Para ello el primer paso es atemorizar, infundir miedo y pánico, hacer creer que nos encontramos frente a fuerzas imbatibles y todopoderosas contra las cuales es inútil luchar, fuerzas que controlan todo lo que pasa en el mundo, que organizan conspiraciones y guerras dónde y cuando quieren. Su éxito se basa en que masas, carentes de toda voluntad de luchar por algo digno, pueden ser fácilmente sugestionadas por tales influencias provenientes de los bajos fondos de la irracionalidad y del inconsciente.
     De ningún modo negamos la posibilidad de la ocurrencia de hechos catastróficos que siempre existieron y seguirán existiendo, pero lo que queremos señalar es la insistencia en sugestionar a las personas con ellos, como si fueran algo que nos determina y a lo que no podemos enfrentar, en someternos a esa fatalidad y ser esclavos de ella.
     Los que difunden tales predicciones se basan en hechos de pura naturaleza humana, astronómica, numerológica, astrológica, palabras de alguna personalidad o invocando referencias más o menos religiosas pero carentes estas últimas de alguna superioridad espiritual. El resultado de todo esto favorece la lucha de orden metafísico del caos contra el orden, y en términos taoístas, del “yin”, principio femíneo, contra el “yang”, principio viril.
     Lo más lamentable es que personas que se manifiestan católicas y nacionalistas caen en la difusión de estas tonterías, como por ejemplo las que en la Argentina se agrupan en el programa de “TLV1”. Actúan como verdaderos falsos profetas que habiendo perdido el rumbo, y encerrados entre el catolicismo güelfo y el nacionalismo estrecho no avisoran una superación  que solo puede aportar la Tradición en su más amplia expresión, tal como nos lo ha recordado Julius Evola. Por eso se la pasan inventando conspiraciones como considerar al fundamentalismo islámico como una creación de los yanquis y los sionistas.
     El tradicionalista italiano Atilio Mordini en 1958, plena época de la guerra fría, nos decía que había que mirar el mundo con ojos de eternidad y rechazar cualquier convivencia con el terror nuclear aunque sean pocos los que se salven. No a otra cosa apunta el dicho de Laotsé cuando en el “Tao-te-king” dice que el hombre trascendente permanece impasible aunque el cielo se desplome a pedazos.

San Carlos de Bariloche, 28 de septiembre del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ




GHIO: NIETZSCHE Y EL JUDAÍSMO

NIETZSCHE Y EL JUDAÍSMO


Uno de los grandes dislates cometidos al estudiar la figura de Nietzsche ha sido la de haber pasado en un primer momento de calificarlo como un autor exponente y precursor del nazismo a la postura inversa, la de alguien que podría ser concebido casi como un defensor y admirador del judaísmo. Y  para abonar tal idea se ha insistido en su rechazo hacia ciertos exponentes del antisemitismo de su tiempo con los cuales tomara en sucesivas oportunidades grandes distancias. Pero en esto hay que hacer notar que propiamente él no es que se opusiera al judío ni que no lo reputara como el origen de la decadencia del mundo, sino que simplemente contrastaba contra las corrientes antisemitas de su tiempo, sea las seculares o paganizantes, ya insinuadas con el primer Wagner, como las católicas integristas, con las cuales discrepaba esencialmente en tanto que las consideraba como verdaderas usinas colaboradoras inconscientes del mismo judaísmo.
Este trabajo será dividido en dos partes: en la primera indicaremos los puntos de vista de N. sobre el tema judío y en la segunda lo pondremos en relación con una figura que ya se insinuara en su tiempo y que expresara con gran lucidez y coherencia, pero en sentido contrario,  los mismos principios que N. combatiera. Se trata del fundador del movimiento sionista, Teodoro Herzl, respecto del cual demostraremos cómo esas dos formas de antisemitismo denunciadas por nuestro autor como favorecedoras indirectamente del judaísmo como fuerza subversiva eran reconocidas como tales por tal figura esencial.

A)  EL JUDAÍSMO COMO FENÓMENO RELIGIOSO DE DECADENCIA

Con respecto al problema religioso  debemos tener en claro primeramente que Nietzsche no rechaza  toda idea de Dios o de divinidad, sino a un cierto tipo. No el Dios judío absolutamente ajeno al hombre y ante el cual sólo cabe sumisión y esclavitud, sino el Dios que es al mismo tiempo hombre. Pero por supuesto que no se trata de este hombre que nos rodea, el último hombre, sino de un tipo superior, quien se encuentra más allá del bien y del mal: el superhombre. Por ello ni humanismo ni teísmo, las dos formas en que se divide la modernidad, pero que coinciden ambas por igual en recluir a lo humano en la dimensión de las apariencias, sino superhumanismo.
Teísmo y humanismo son las manifestaciones propias de la modernidad y representan un desvío respecto del impulso originario del hombre hacia la divinización de sí mismo, lo que representa la proyección última de la voluntad de poder.
¿Cuál es la causa de tales desvíos? Aquí es interesante hallar un comienzo de la decadencia que es cuando se pasa de una religión heroica en la cual lo divino estaba vinculado a la figura regia, a lo que denomina como el dominio de los sacerdotes. Con dicha perspectiva Nietzsche se asocia claramente a la tesis del gibelinismo y éste es quizás uno de los senderos que lo acercan al mundo de la tradición. Su análisis parte de la historia del judaísmo, pueblo al cual atribuye causas profundas de la decadencia del Occidente. Él llega a decir que una civilización nueva podrá constituirse únicamente defenestrando al judío del dominio que allí ejerce, dominio no meramente económico, sino principalmente espiritual. ¿Pero a qué judaísmo él se refiere? Justamente acotemos aquí que uno de los caballitos de batalla de las actuales interpretaciones postmodernas es el de haber querido disminuir el antijudaísmo de Nietzsche resaltando sus diferencias con los antisemitas de su tiempo con los cuales él tenía severos distanciamientos. Por lo tanto no sería cierta la afirmación de un Nietzsche cercano al nazismo. Pero debe destacarse aquí que éstas acontecían no porque él no fuera antijudío, sino por el carácter peculiar de su antijudaísmo, el cual no era biológico, ni confesional. El judío representa para él la fuerza originaria de la decadencia, la cual se ha expandido luego en el Occidente a través del cristianismo. El problema del judío no era el de que se tratase de una subraza biológicamente imperfecta, tesis marcionita hoy sustentada por Miguel Serrano y el nazismo biológico, ni por haberlo crucificado a Jesús, tesis católico integrista, sino por haber sido aquel pueblo que ha asumido el espíritu de la decadencia en manera más abismal esparciéndolo por el mundo luego a través del judeo-cristianismo. Sin embargo, la decadencia no comienza propiamente con el surgimiento del pueblo judío, sino en un momento preciso de su acontecer histórico, el que corresponde al dominio de los sacerdotes. Antes, cuando eran los reyes los que ejercían el poder simultánemente político y religioso, Jeovah, su dios, no era en modo alguno ese dios celoso al que todos debían someterse tal como ahora lo conocemos, sino que representaba, como en cualquier otra religión de las existentes, la sublimación de las fuerzas espirituales de un pueblo expresadas temporalmente a través de la figura de sus reyes. Los reyes, en todas las grandes tradiciones, eran la representación de Dios en la tierra y su poder no podía ser nunca defenestrado por el sacerdocio. (Tal era por otra parte la tesis gibelina combatida por la Iglesia.). Dios era invocado ante cada conquista obtenida por el pueblo, desde una buena cosecha hasta el triunfo sobre el enemigo. Y la existencia plena de un rey era como la confirmación de todas las dichas y el testimonio de que el mismo se había alineado en la buena senda. Lo divino era pues la representación de todo lo fausto que le acontecía a un determinado pueblo y la vigencia y el dominio pleno del Rey era un testimonio ostensible de todo ello. Dios y Rey, como su manifestación visible en la tierra, eran a su vez las señales del triunfo de su poder de voluntad. Pero, cuando éste era vencido, desaparecían simultáneamente con la obediencia y veneración al Rey también la creencia en el Dios, y ambos eran sustituidos ante la derrota. Se reconocía la superioridad del otro al cual se trataba de integrarse. Así es como ha acontecido en la historia en donde los pueblos triunfadores fueron absorbiendo a los vencidos en su civilización. Fue así como fueron desaparecido los Caldeos, los Hititas, los mismos Romanos, etc.
Pero no fue esto lo que sucedió con el judío, y aquí se encuentra su especificidad que lo diferencia de los demás. Éste ante la sucesión de fracasos políticos y militares, seguidos de sometimientos a pueblos vecinos, se encontrará ante el serio dilema de ser o no ser y entonces –y éste es el momento de inicio de la decadencia–  elige ser a cualquier precio. ¿Y qué significa ese cualquier precio? Justamente invertir totalmente la idea tradicional de Dios, e ingresar así al espíritu moderno de la decadencia, del cual el judío se convertirá en el pueblo arquetípico y motor esencial de tal tendencia. Ello sobreviene con el dominio del sacerdocio. Aquí esa acción de agradecimiento y de reconocimiento por lo cual lo divino era el testimonio de un éxito en el despliegue de la fuerza de la vida, es sustituida por un acto de sometimiento a la voluntad omnímoda del dios, representada por el sacerdote. No se acepta que el abandono de un dios significa el haber concluido un ciclo en la vida, y por lo tanto la sustitución de ese dios por otro, del pueblo que ha vencido que, en tanto triunfador, no es sino la manifestación perenne de un mismo principio y al que se trata de reconocerle entonces su superioridad, sino que lo divino desciende aquí a un dualismo ético entre culpa y castigo y obediencia y premio. El hombre deja de ser el colaborador o el compañero de Dios, aquel que testimonia en el mundo su obra sublime, sino una criatura dependiente y carente. Si haces todo lo que Dios dice y anulas tu libertad, entonces te salvarás, si no, te condenarás: es la máxima del dominio de los sacerdotes. Y tal accionar obediente es hacia lo que dice el sacerdote. El Dios se convierte en tiránico y exige un cumplimiento ilimitado de preceptos y leyes para asegurar su señorío. Repleta está la religión judía de leyes y reglamentaciones. Surge así simultánemente con el legalismo moralista, la idea de pecado por la cual el hombre es concebido como un ser ineficiente que todo debe esperarlo de afuera, de un Dios que premia y castiga según sus antojos y ante el cual sólo cabe la más absoluta obediencia y subordinación. Puesto que el hombre está repleto de carencias, necesita pues de un innúmero de leyes para que lo saneen.
Y este dominio del sacerdocio concuerda con la decadencia de los pueblos. Surge así una religiosidad de esclavos, de seres carentes y temerosos, de náufragos, a los cuales les es dable tan sólo obedecer. Y ante ellos el sacerdote aparece como la contraparte de esta situación. Hay una gran semejanza, secularizada por supuesto, con el político de los tiempos actuales. Éste también acude simultánemente al miedo y a la adulación de la masa. Todos son iguales ante dios, dirá el sacerdote, todos valemos por igual un voto, manifestará a su vez el político, significando ello la supresión de toda jerarquía, de cualquier diferencia superior, de cualquier aristocracia. Las almas son todas inmortales por igual. Y más aun, llega a igualarse también en cuanto a la inmortalidad a los salvados y rechazados. ¿Y cómo puede alcanzarse el bien, la salvación, el paraíso, el cielo? Pues bien, haciendo lo que nos dicen los sacerdotes, obedeciéndoles ciegamente, del mismo modo que con la democracia «se come y se educa», pero con la condición de que todos seamos democráticos, es decir, que nos convirtamos a tal religión.
Además nos resalta el carácter plebeyo que tiene el ideal paradisíaco del judeo-cristianismo. El paraíso es la tierra sin conflicto y sin sufrimientos, que se encuentra afuera de ésta, es el rechazo por el dolor como un mal, cuando los espíritus superiores saben en cambio ver en los mismos una fuente creadora de energías. La vida cómoda del plebeyo, que, acotemos, no tiene nada que ver tal categoría con tener dinero y riquezas («Plebeyos arriba y plebeyos abajo, tal es el drama de nuestra época»), el pacifismo,  se traslada y sublima en el ideal de paraíso cristiano, asociado a su vez a una actitud de revancha y de resentimiento. Recuerda al respecto a Dante el cual imaginaba un infierno repleto de sus enemigos y un cielo con una mirilla a través de la cual los «salvados» se solazaban a través de la contemplación de los sufrimientos de los condenados. Para tal religión de los sacerdotes, los fuertes de hoy serán los condenados de mañana y los débiles en vez serán los triunfadores para la eternidad. «Los últimos serán los primeros».
Es interesante aquí acotar la solución que Nietzsche propone al problema judío. Indudablemente, de la misma manera que su contemporáneo, el músico R. Wagner, él concuerda en que el judío es la fuerza disolutoria de la civilización y que éste logrará sanearse únicamente extirpando de su seno la influencia judía. Pero las soluciones son diferentes. Mientras que Wagner sostiene que la resolución pasa por la conversión del judío, lo mismo que sostiene el cristianismo, Nietzsche desdeña de tal posibilidad. Pero aun así se opone al antisemitismo de su tiempo en tanto considera un severo error evitar la integración del judío a la sociedad germánica. Dicha sociedad ya se encuentra plagada suficientemente de virus moderno gracias principalmente al cristianismo, el cual en Alemania, con Lutero ha tenido justamente la variante más judaica del mismo y aun el pretendido paganismo inspirado en Wagner retoza por doquier de cristianismo. Ser antisemita pues al modo germánico, oponerse al ingreso del judío para mantener indemne a la sociedad cristiana tradicional sería el más grave error en el que podría incurrirse. Al contrario, siendo el judío la única de las razas que se ha mantenido pura, lo que se logrará de tal manera por reacción contraria es que la misma se organice y revitalice. Tal antisemitismo cerril no es sino la fuerza secreta  que saca el judío para perpetuarse y no desaparecer, tal como magistralmente demostraá Teodoro Herzl desde el lado del mismo judío. ¿No es lo que ha sucedido acaso tras las persecuciones del régimen hitlerista en Alemania? ¿Habría durado tanto el régimen judío de Israel sin la existencia previa de los campos de concentración y del Holocausto (más allá de lo relativo a la veracidad de sus cifras), los cuales han representado un verdadero justificativo para todas sus tropelías?
En esta solución vemos justamente un mentís para aquellos que han querido asimilar a Nietzsche con el nazismo. Puesto que él no ve posibilidades a la restauración del Occidente, piensa que la integración del judío en su seno facilitará por el contrario su etapa destructiva, para dar lugar a una nueva humanidad y civilización, la del superhombre. Y en esto quizás pueda hallarse una cierta semejanza con la postura de Evola respecto del problema judío. Según Evola no hay que detener lo que está destinado a perecer. Y a su vez, en materia de antisemitismo, Evola tampoco consideraba al judío como una raza biológica, sino como una raza del espíritu, constituida justamente a través de la diáspora, es decir el período del dominio de los sacerdotes. Y de la misma manera que Nietzsche no creía en las posibilidades de restauración del Occidente que pasaran por un retorno a la tradición cristiana o pagana, sino por el contrario pensaba que la Edad del hierro en la cual nos encontramos sólo iba concluir a través de un colapso, sólo luego del cual era posible instaurar una nueva Edad Áurea.
Y es justamente dentro de dicha situación de decadencia, antes reducida a un pueblo en particular, aunque con otros antecedentes históricos acontecidos en el Oriente (por ej. Egipto) que puede comprenderse en su magnitud el carácter de verdadero virus destructivo que según Nietzsche asumirá con el cristianismo el espíritu judío que invade el Occidente. ¿Y qué es lo que representa el cristianismo?
En  su obra El Anticristo aparece condensada su crítica al cristianismo; el mismo representa:
1)  El espíritu decadente. 2) La rebelión de los parias. 3) El goce por el sufrimiento, la autoflagelación, comprendido como depreciación y odio por todo lo que sea sano y vital. Así como una actitud de resentimiento interminable que dura épocas y generaciones enteras.
Mientras que el judío representa el modelo arquetípico de un pueblo que se rebela contra la vida y penetra en la decadencia, el cristianismo es la manifestación y expansión plena hacia el Occidente y el resto del mundo de este odio instintivo hacia la realidad. Si bien Jesús representa un conato de rebelión contra los sacerdotes, la misma ha sido tan sólo contra sus exponentes, no contra el espíritu de esta religión. Al contrario la ha universalizado con dos principios:
a)  El concepto del amor como miedo hacia el dolor y el sufrimiento. De este modo ha ensalzado al plebeyo que es el que busca la felicidad y el goce. El último hombre del que hablaba Zaratustra que ha inventado la felicidad.
b)  El concepto de igualdad de todos ante Dios en tanto pecadores y poseedores por igual de un alma inmortal.
El pecado es la categoría propia del judaísmo y retomada por el cristianismo en tanto Iglesia. Es un singular medio de opresión ejercido por el sacerdocio y que después será retomado por lo que es la secularización de estas religiones desviadas. El sacerdote promete a los hombres el cielo a cambio de la sumisión de éstos a su gobierno y nos enseña que, si no le obedecemos, corremos todos el peligro de caer en el infierno y la perdición. Y en esto también se parece al político democrático de nuestros días quien razona en forma secularizada del mismo modo que el sacerdote. Ambos especulan con el miedo hacia lo desconocido o hacia lo que se le ha contado a la gente que es lo desconocido y que ellos en cambio conocen. La democracia representa la gran panacea (se come, se educa, se cura), aunque la misma se halle siempre en un más allá. La diferencia se encuentra en que el más allá que nos propone el sacerdote pertenece a otro mundo allende esta vida, en cambio el paraíso democrático pertenecería a otro tiempo futuro, a otras generaciones que habrían sido capaces de incrementar hasta límites absolutos (cosa que nunca sería suficiente) el modo de vida democrático, las cuales se van alejando siempre en el tiempo hasta no hallar límite alguno. Y además, del mismo modo que afuera del orden instituido por los sacerdotes se encuentra el mal y el infierno, afuera de la democracia se encontraría la nada y la perdición. Por lo que cuando algo no sucede bien no es por un mal intrínseco de la democracia misma, sino por una insuficiencia de ésta en su realización, la que se resolverá luego en generaciones futuras, más maduras y por lo tanto más democráticas.
Si Jesús representó un conato fallido por desplazar al sacerdote, tal actitud cambia con el cristianismo que ha sido usurpado por Pablo, el que ha representado la reacción sacerdotal. Es el judío dos y hasta tres veces. Es el odio por las distancias y la absurda afirmación de la igualdad de derechos. «El cristianismo es la mayor desgracia que se ha abatido jamás sobre la humanidad».
MARCOS GHIO