miércoles, 7 de diciembre de 2011

CENTRO EVOLIANO DE AMÉRICA

INFORMACIÓN GENERAL

Se informa que, luego de las exitosas visitas realizadas por el presidente de la organización, Lic. Marcos Ghio, a Brasil y a Europa entre los meses de Septiembre y Noviembre de 2011, se han producido las siguientes novedades.
1) Se ha constituido la sede brasileña de este Centro, la que estará a cargo del Sr. Valdemar Abrantes como secretario general de la misma.
2) Asimismo, debido a los importantes progresos obtenidos por dicha sede consistentes en haber podido efectuar dos jornadas evolianas en el pasado y presente año en diferentes localidades del Brasil, así como su proyecto de realizar una nueva en el siguiente, se ha dispuesto trasladar la secretaría general de la organización a dicho país.
3) En lo sucesivo las autoridades serán las siguientes:
Presidente: Lic. Marcos Ghio
Secretario General: Valdemar Abrantes (Brasil)
Secretario por la Argentina: Dr. Julián Ramírez.
4) Se establecen las siguientes direcciones de correo para todas aquellas personas que quieran establecer un contacto con este Centro:
Para el Brasil: valdemar.a@hotmail.com
Para la Argentina: jevola@ciudad.com.ar
5) Se informa que se encuentran encaminadas las tareas para constituir el Centro Evoliano de Europa, cuyas primeras sedes se encontrarán en España (Norte y Sur) y en Portugal (Oporto).
6) Asimismo, a partir de las distintas reuniones efectuadas con miembros de diferentes países, se ha convenido en la necesidad impostergable de bregar por la defensa incondicional de la pureza del pensamiento evoliano combatiendo todos los intentos impulsados por el sistema para bastardearlo, así como en la continuidad de la tarea de difusión de sus principales obras. En lo inmediato, y satisfaciendo una pluralidad de pedidos al respecto, se ha dispuesto la reedición revisada y en tres tomos de la fundamental obra La magia como ciencia del espíritu; asimismo se informa también de una próxima edición de un conjunto de textos de Julius Evola sobre tradiciones varias (Mithraísmo, Pitagorismo, Buddhismo Zen, etc.).
7) Se ha convenido también efectuar reuniones periódicas entre los miembros de la organización, las que se establecen como mínimo de una por año.

Buenos Aires, 7/12/11

martes, 29 de noviembre de 2011

CRÓNICAS EUROPEAS III


EL HOMBRE MÁS LIBRE DE EUROPA

por Marcos Ghio
Embajada de Israel indicando a la 'justicia' respecto de lo que los argentinos están autorizados a leer



Nuestro viaje a Europa concluye el día 5 de noviembre cuando, previamente a nuestra conferencia a la noche en la Librería Europa de Barcelona, por nosotros calificada como el templo de la libertad existente en tal continente, durante la mañana de ese día efectúo una visita al hombre más libre que allí habita, que es el amigo Pedro Varela quien se encuentra preso en la cárcel de Brian, sita en un suburbio de tal ciudad. Antes de ello, con mucha anticipación y mientras me encontraba aun en la Argentina, he debido enviar mis datos personales a fin de ser admitido para tal encuentro.
Partimos a la mañana temprano en compañía de uno de sus abogados y amigo personal quien lleva además unos bolsos para entregar al prisionero. Me indica que, si bien el encuentro está programado para las 11, debemos estar 3 horas antes para una serie de trámites previos a fin de ser admitidos al encuentro. Llegados al lugar, a los apuros pues, de acuerdo a lo que me comentaba mi acompañante, corríamos el riesgo de no ser admitidos en caso de demoras, debemos efectuar dos largas colas llenando una serie de papeles en razón de trámites burocráticos relativos a la seguridad de la institución. Nos hallamos en un lugar repleto de familiares de internados; en su mayoría son extranjeros por su aspecto y por las lenguas incomprensibles en que platican, hay entre ellos muchos magrebíes, ostensibles por el color oscuro de su piel, pero hay también sudamericanos. Casualmente un uruguayo al lado nuestro en la fila nos cuenta el drama de su hijo preso que sufre de trastorno bipolar y que se preocupaba por llegar a tiempo para entregarle la medicación.
Por fin, luego de pasar por varios cacheos y por la máquina que detecta metales peligrosos, podemos entrar al pabellón uno en donde se encuentra alojado nuestro amigo. Nuestro acompañante nos explica que hace poco tiempo fue llevado allí por razones de conducta y que se encontraba ahora sometido a un régimen más severo consistente en que esta vez las visitas no iban a ser al aire libre y sin interferencias de ningún tipo, sino en un salón cerrado y separados del preso por un grueso cristal comunicándonos, como en los cajeros de los bancos, a través de un metal con orificios. Se me dice también que este cambio había sido porque Varela no se había ‘educado’ convenientemente en la prisión. Seguía leyendo cosas inconvenientes y además su librería, el aludido templo de la libertad, continuaba brindando las conferencias de siempre aun con su dueño preso. Que ahora estaba en un pabellón con drogadictos en tanto se consideraba que él también consumía y difundía sustancias peligrosas para la salud de la gente. Su delito resulta pues difícil de clasificar en tanto no existe todavía un pabellón para los delincuentes de ideas.
Arribados pues al momento del encuentro se me indica que debo ser muy breve pues apenas contamos con 20 minutos y que la chicharra del final de la reunión no suele demorarse ni siquiera un segundo de más. Aparte en ese breve lapso mi acompañante debe hablarle de varias cosas relativas a los contenidos de los bultos que le ha entregado a la administración de la prisión.
Raudamente le explico al amigo preso en pocas palabras los argumentos que a mi entender podría esgrimir en su defensa. Dejen de lado eso de que Ud no ha reivindicado el holocausto simplemente por haber puesto en duda ciertas cifras del mismo, ni que tampoco por tal razón en vez de promover delito alguno, tal como se lo ha acusado con tanta frivolidad, se ha encargado de brindar una buena noticia con pruebas fehacientes recabadas no por Ud sino por otras personas. Manifestar que no murieron 6 millones, sino muchos menos, es lo mismo que a un enfermo al cual los médicos le hubiesen diagnosticado un cáncer se le apareciese otro que en cambio con pruebas al canto le hubiese dicho que se trataba solamente de una infección. Acá, amigo Varela, tenemos que renunciar al sentido común que se ha convertido en lo menos común de todo. Los jueces reciben órdenes y las tienen que cumplir. En este caso yo tengo en mi haber algo escrito por aquel que se las da, se trata de una nota del embajador de Israel presentada en la Argentina en una causa por la que se me procesó en el pasado siglo en donde, acompañado con el membrete del candelabro de la embajada aludida, se agrega al expediente judicial un documento de la Licenciada Gurevich de la Delegación israelita en el que se fijan pautas para perseguir a los libreros en caso de no cumplir con lo indicado. Allí se dice textualmente que vender textos como Mi Lucha o Los protocolos, por ejemplo, no representa delito alguno en tanto que se trata de documentos históricos. Sí lo sería si se lo hiciese en kioscos y a precios promocionales al alcance de todo el mundo y no de estudiosos y académicos. Por lo que sabía hasta ahora la Librería Europa no vendía libros baratos y todos los textos que allí se exhiben son importantes obras de investigación muy necesarias para todo aquel que quiera hacerse, junto a otras lecturas distintas, una composición de lugar adecuada y objetiva relativa a los hechos de la última gran guerra. Varela me escuchó con mucha atención y le dijo a su abogado que trate de ponerse al tanto de tal material; luego la conversación se derivó hacia las cuestiones relativas al contenido de los bolsos y otros asuntos personales. Ya estaba por sonar la chicharra y entonces alcancé a decirle lo último de todo. A Ud quizás lo haya asombrado estar preso por librero y editor de libros y que esta suerte no la hayan corrido en cambio otros colegas suyos que han cometido su mismo ‘delito’. Sepa, estimado amigo, que esto es apenas la excusa. Hay otra razón que nunca se la van a dar. Ud es además un importante investigador que ha puesto en duda uno de los pilares centrales en que se basa el actual sistema democrático en el que vivimos. El Holocausto, lo mismo que nuestros 30.000 desaparecidos en grado menor *, es el equivalente al infierno de los cristianos. De acuerdo a dicha religión no puede creerse en Dios sin hacerlo también con el infierno. Cuando niños, cada vez que nosotros vivíamos las injusticias de este mundo, el catecismo nos informaba siempre de algo mucho peor que podía acontecer en caso de rebelarnos contra el creador del mismo y por esta causa nosotros lo terminábamos aceptando con resignación. Sucede exactamente igual con nuestra democracia. Frente a los incesantes latrocinios e injusticias a los cuales somos sometidos por nuestra clase política al servicio de los usureros se nos recuerda siempre que en caso de no ser así pueden llegar a morir 6 millones o 30 mil según la importancia de los países. Y Ud Varela ha efectuado una incontestable investigación que pone en duda la existencia del infierno democrático. Cuando en su contundente informe nos demuestra, sin que haya sido hasta ahora rebatido, que el diario de Ana Frank, escrito entre 1943 y 1944, aparece hecho con bolígrafo cuando tal medio gráfico fue introducido en Europa recién a partir de 1947, Ud ha llegado hasta la médula misma del problema, hasta el propio sistema escolar del mundo democrático, pues ha puesto en evidencia que tal lectura obligatoria representa un verdadero fraude con el que se engaña a nuestros jóvenes. ¡Cuál otro castigo le podría haber cabido por parte de esta tiranía!
Ya la chicharra ha sonado pero he alcanzado a decirle lo fundamental.
Mientras regresamos a Barcelona con el auto y conversamos con el abogado respecto de la manera de cómo le puedo hacer llegar ese material del cual hablábamos no puedo esconder mi escepticismo. Los jueces que hoy existen sea en Argentina como en España, y Uds lo tienen nada menos que a Garzón, no son justos sino democráticos. Ellos más que satisfacer a la Justicia lo hacen con la voluntad del soberano, la cual bien sabemos que no es propia, sino de quienes la forman. Y en tanto éstos ya lo han condenado a Varela y a todos los que pensamos como él, su función es entonces la de sofistas, es decir se remiten a ser las personas encargadas de justificar con argumentos pretendidamente racionales lo que la voluntad del soberano, es decir de los banqueros, les indican. Sucede así que lo justo es suplantado por lo espectacular y llamativo. Resultan al respecto sumamente risueñas por lo insólitas e inverosímiles las actuales sentencias que se obtienen toda vez que por alguna razón hay que litigar con representantes de los principales lobbies que hoy controlan el planeta, como por ejemplo el lobbie sionista y el de los homosexuales que en nuestro país comparten una empresa común en contra de la ‘discriminación’. Pero afortunadamente, como nosotros, Varela no ha perdido la fe y sigue en pie luchando contra viento y marea. Esa misma noche en la Librería Europa habríamos de dar una nueva conferencia, pero no nos preocupamos por ello ya que después del pabellón nº 1 no hay otro peor.



* Ponemos el acento en el ‘grado menor’ pues tiempo atrás nuestra presidenta Cristina Kirchner cometió la gran imprudencia de decir que eran dos cosas asimilables el Holocausto judío con los 30.000 desaparecidos argentinos. Inmediatamente el Centro Simón Wiesenthal de nuestro país saltó como leche hervida y reprendió a la aludida por haber cometido una frivolidad semejante puesto que el Holocausto no tiene comparación alguna posible. Tal como era de imaginarse Kristina, que en cambio en otras circunstancias suele formular respuestas punzantes a sus críticos y objetores, esta vez, por tratarse de tal institución poderosa, hizo un reverendo silencio.

lunes, 21 de noviembre de 2011

CRÓNICAS EUROPEAS II

CABALGAR EL TIGRE EN 2011
LA DESCOMPOSICIÓN DE EUROPA
por Marcos Ghio


Identitario Salvini en feroz combate contra el velo islámico





I- INTRODUCCIÓN CONCEPTUAL




Tal como manifestáramos en la primera parte de esta conferencia, el hombre de la tradición, a diferencia del moderno, es aquel que, en tanto tiene por meta la trascendencia y lo que es más que mera vida, concibe su existencia como una lucha incesante y purificadora de doblegamiento de lo inferior de sí, el yo meramente psicológico, por parte de su dimensión más elevada, el yo espiritual, de lo que pertenece a la simple temporalidad y de aquello que cambia incesantemente, por el plano de lo eterno e inmutable.
Esta acción, que es esencialmente interior en tanto acontece en lo más profundo de sí, en sus grados más elevados y en función de un acto de superabundancia, se proyecta hacia afuera en tanto que, en la medida que se ha arribado a tal esfera más alta, desaparece allí la diferencia entre lo que es simplemente interno y externo. Y más aun, la lucha por doblegarse a sí mismo exige como paso necesario un acto de objetivación consistente en una acción exterior por la que el enemigo interno se hace una misma cosa con el externo en modo tal que acontece que no puede vencerse a uno si no se lo hace simultáneamente con el que se nos aparece como afuera de sí. Es aquello que en la religión islámica -aunque no exclusivamente en ésta- se formula como la diferencia existente entre la pequeña y la gran guerra santa. Esta última es la principal en tanto que es la lucha de lo superior contra lo inferior que acontece en lo más profundo de sí y está representada por el doblegamiento de lo que puede haber de moderno en nosotros, en tanto significa el olvido de lo esencial de sí mismo y de la elección trascendental efectuada antes de esta vida, para sumergirse en cambio en sus fenómenos efímeros y accidentales. La pequeña es la manifestación externa de esta gran guerra, representando su gran importancia por el hecho de que, al objetivarse tal antagonismo, ello permite así una clarificación mayor en tanto que la realidad externa llega a convertirse en un espejo de lo que está aconteciendo adentro de uno mismo.
Ambos combates resultan solidarios, por lo cual este antagonismo externo e irreversible es el fundamento propio de aquello que debe entenderse como la política tradicional expresada a través de la lucha incesante entre el hombre de la tradición, quien tiene por meta la trascendencia, y el moderno que se afinca en este mundo, a través del doblegamiento de este último, debiendo haber estado ello precedido y acompañado simultáneamente por el aniquilamiento de lo moderno que existe en el seno de sí mismo.
La política pues se encuentra aquí totalmente despojada de las peculiaridades propias de nuestro tiempo. No es concebida como el arte de lo posible, por el que con astucia y viveza se elige entre las oportunidades que se nos presentan para ‘triunfar’, sino como de lo necesario en tanto se dejan a un lado todas las posibilidades que nos ofrece la modernidad y solamente se la concibe como una extensión propia de la ascética interna. Vale aquí la expresión esencial de que se hace no lo posible en cuanto a las oportunidades de triunfo, sino ‘lo que se tiene que hacer’, con independencia de éxitos o fracasos, en tanto que en tal caso lo principal son los principios y aquella verdad de la que se es portador. Por supuesto que la vía de la acción exige también de la prudencia, eludiéndose cualquier actitud alocada e infantil tratando así de crear, por afuera de las posibilidades que se nos presentan, otras nuevas y para uso exclusivo de uno mismo.
Éste es pues el sentido que tiene Cabalgar el tigre. La idea consiste aquí en concebir al mundo moderno como un tigre enardecido que marcha alocado hacia su destrucción y que aniquila todo aquello que encuentra ante su paso en tanto que, en su carácter animal, no concibe ni percibe alguna realidad que trascienda el hecho de existir. Se trata aquí de terminar con él, aunque se tiene la certeza de que, si se lo hace de frente, con seguridad seremos arrastrados por tal corriente arrolladora y devorados por la misma. La idea expresada aquí es que aquello contra lo cual nada se puede no pueda en cambio nada en nuestra contra. Esto se lo puede graficar con las siguientes conductas esenciales.
1) Estar en este mundo, pero íntimamente ser totalmente ajeno a él estableciendo profundas distancias con todo lo que pasa, con sus quimeras y proyectos, con sus democracias, en modo tal de no ser afectado ni modificado por ningún acontecimiento. Ser así un convidado de piedra, totalmente ajeno a los entusiasmos y gustos que descontrolan al moderno.
2) Saber siempre que tal carrera alocada habrá de llegar en algún momento a su fin y que ante ello caben solamente dos posibilidades. O que con la destrucción del mundo moderno sobrevenga también la de todo tipo de mundo o por el contrario que del final del mismo pueda instaurarse una nueva edad áurea. En cualquiera de los dos casos es indispensable la presencia activa del hombre de la tradición ya que queda excluido totalmente el fatalismo de los ciclos históricos.
3) Constituyendo órdenes guerreras y sapienciales esperará éste con paciencia y en vigilia el momento de tal punto de disyunción. Ésta será pues la razón de constituir por el mundo entero centros evolianos, concibiendo una vez más tal término no como el seguimiento escolástico de un autor, sino la palabra precisa por la que al concepto de tradición se le otorga un significado adecuado que no pueda prestarse a confusión.

1ª PARTE: 1995




Arribados a este punto quiero hacer una breve alusión personal. Conocí la obra de Evola tarde, cuando orillaba los 40 años y entonces, frente a tal descubrimiento que otorgaba un sesgo preciso y conceptual a un tradicionalismo que solamente vivía de manera exotérica y por lo tanto parcial, me avine a dos tareas esenciales. Primeramente llenar una terrible laguna existente en nuestra lengua con la traducción de su obra principal, Rebelión contra el mundo moderno, y la segunda, no menos importante, defender y difundir tal legado poniéndome a total disposición de todos aquellos que compartiesen tales puntos de vista y que, en razón de una mayor cercanía en tiempo y espacio con el Maestro, pudiesen servirme de verdadera orientación.
Fue así cómo, luego de haber satisfecho mi primera misión, en el año 1995 efectué un viaje a Europa y específicamente a Italia con la intención de encontrarme con sus seguidores más directos y ponerme a disposición de ellos así como un soldado lo hace respecto de un conductor. Pero recordaba también, antes de embarcarme, las graves dificultades que Evola en vida tuviera no solamente con sus manifiestos enemigos modernos, sino aun con sus pretendidos seguidores y todas aquellas desviaciones que tuvo que combatir. Empezando por la deserción de quienes, al no poder soportar la soledad de la idea, transaron con alguna forma exotérica de ‘tradicionalismo’ ya que lo evoliano, según sus propias palabras, era un ‘helioterapia que los quemaba demasiado’, para seguir luego con formas más grotescas de nazi-maoísmo, más tarde expresadas bajo el mote de ‘nacional-comunismo’, las que con torpeza malinterpretaban la vía de la mano izquierda de Cabalgar el tigre y que fueran refutadas brillantemente en el texto ‘La tentación maoísta’, para terminar en un no menos torpe nacionalismo neonazi (indoeuropeo) expresado embrionalmente por su más directo discípulo, Adriano Romualdi, que se coartara en su momento en forma temprana tras la muerte repentina de su propulsor no permitiendo así sino réplicas más sesgadas, como en el recientemente publicado artículo La religiosidad indoeuropea, aunque refutadas en manera contundente en un capítulo especial de Los hombres y las ruinas.
Fue así como con tales prevenciones llegué a conocer a quienes en Italia fungían como los más cercanos a su pensamiento. Constaté así, no sin asombro, que ninguno de éstos se reputaba propiamente como evoliano, sino que simplemente sentían cuanto más un respeto hacia tal figura. Tanto Marcello Veneziani (1), como Marco Tarchi (2), graduados universitarios, que habían efectuado, especialmente este último, una importante difusión de sus ideas, criticaban las escasas posibilidades de éxito que brindaban las mismas para el que quisiese vivir en el mundo moderno. Así pues, mientras que el primero lo acusaba de solipsismo, habiendo sustituido, según sus propias palabras, su estudio y lectura por el de Heidegger y Arendt, el otro en cambio, más explícito todavía, lo acusaba de haber sostenido un ‘mito incapacitante’ por el que quedaban vedadas las posibilidades del éxito en su carrera profesional.
Más deprimente todavía me resultó saber que, además de no existir más en Italia un Centro Evoliano, la Fundación J. Evola, presidida por Gianfranco De Turris, que no tenía ni siquiera un local de funcionamiento ni tampoco ahora una simple página Web, era la extensión de una editorial encargada de cobrar derechos de autor por sus traducciones. De Turris estaba especialmente preocupado, aunque no forzosamente por las necesidades del aludido sello editorial, porque no se lo demonizara a Evola por los medios de prensa y universitarios. Su gran meta era que algún día pudiese convertirse en lectura obligatoria en algún importante centro académico. Por supuesto que más tarde rompió toda relación con nosotros cuando supo de nuestra adhesión a los famosos hechos del 11S y a la guerra consecuente guerra emprendida por el fundamentalismo islámico en contra de la modernidad; pero quiero decir que lo que pensé ya en ese entonces es que ojalá no llegue nunca ese día anhelado por el Sr. De Turris pues cuando esto pase deberemos rompernos la cabeza en buscar otro nombre para diferenciarnos del sistema. Y no quiero terminar mi análisis sin recordar el encuentro que tuviera con Pino Rauti, quien se reputara como seguidor y simpatizante de Evola y que en ese entonces, siendo diputado en la Unión Europea, capitaneaba un movimiento titulado la Fiamma Tricolore que pretendía adherir a un fascismo ortodoxo en contraposición al postfascismo implementado por Fini. Invitado a hablar en una sede en la ciudad de Milán sobre la situación en la Argentina pude constatar, en forma por demás traumática, que tal grupo adhería a posiciones de extrema izquierda. Simpatizaba con nuestros Montoneros y con el Che Guevara y competía con los grupos ortodoxos del marxismo leninismo respecto de quién defendía mejor a los trabajadores luego de la deserción del Partido Comunista. Yo ya en ese entonces le dije a Rauti que consideraba que un movimiento inspirado en ideales tradicionales debía tener como bandera no una mejor distribución de las riquezas, sino por el contrario sostener abiertamente una lucha en contra del consumismo y de la infatuación moderna por el factor económico y que por tales razones debía por igual estar alejado sea del capitalismo, sostenido por su ex socio Fini, como del comunismo que en cambio levantaba él ahora. Demás está decir que no solamente no se me hizo caso, sino que, como era de esperar en quien no es capaz de superar la modernidad, el antes aludido terminó más tarde votándolo con su partido a Berlusconi. Recordemos también que, en una tesitura izquierdista similar desde un plano de las ideas, Claudio Mutti lo acusaba a Evola de atlantista por haber sostenido en vida una lucha incondicional en contra del comunismo en tanto que lo reputaba como una falsa opción que colaboraba en el sostenimiento del rumbo de la decadencia moderna. Mutti, en un artículo que hemos criticado (3), le reprochaba a Evola por haberse declarado en contra de Nasser y a favor de la Hermandad Musulmana, la que según él, del mismo modo que le reprocha hoy a Al Qaeda, habría sido una agencia de los EEUU.
Tal como pudimos constatar en Italia no había evolianos (4), sino cuanto más personas interesadas en su pensamiento.


(1) Marcello Veneziani había hecho una interesante tesis doctoral sobre Evola en una universidad de Sicilia.
(2) El caso de Marco Tarchi me resultó más significativo. En un almuerzo que tuviéramos en Florencia me manifestó, con mucha sinceridad de su parte, que gracias a que había dejado de ser adepto a Evola -y en cambio ahora lo era de Alain de Benoist- lo habían invitado a hablar en varios centros culturales y televisivos y que se le publicaban artículos en importantes medios. Agreguemos también que, gracias a que en su revista aparecieran artículos elogiosos de la figura de Menem de cuando era presidente, fue invitado a hablar en la Argentina en donde tuvimos que escucharlo, también en un contexto abiertamente anti-evoliano, defender los logros de la ciencia moderna y de su tecnología así como condenar consecuentemente la invasión española en América por haber producido ‘un importante genocidio’. Yo que presencié esa conferencia en obligado silencio le quise siempre preguntar por qué, si fue así, los indios, a no ser que por masoquismo, se plegaron unánimemente a los realistas en las guerras de la independencia. Quizás hoy en día la clave de ello nos la haya brindado el presidente Chávez cuando, al desenterrar la salma de Bolívar para averiguar si murió envenenado, se encontró con la sorpresa de que estaba envuelta en una bandera británica.
(3) Esto puede verse en la segunda parte de nuestra conferencia brindada en la ciudad brasileña de Curitiba
(4) No queremos olvidar el caso de Renato del Ponte quien fuera estrecho colaborador de Evola en vida y que dispersara sus cenizas en el Monte Rosa. Años atrás había creado un Centro Evoliano en Génova, el cual ha dejado de existir. En la actualidad junto a la difusión de diferentes obras del Maestro ha concentrado sus esfuerzos en la difusión de un paganismo romano, respecto del cual oficiaría de Pontífice.


2ª PARTE: 2011, EL DESIERTO CRECE




Antes de lo que diré ahora para referirme a los últimos acontecimientos europeos quiero hacer aquí alusión a un hecho fundamental acontecido hace aproximadamente seis años. Gobernaba en ese entonces en Israel Ariel Sharon y, en tanto se encontraba al frente de la institución promotora y rectora de las diferentes expresiones de nuestra democracia occidental, a cuyos exponentes recibía para darles precisas indicaciones, produjo una fundamental reunión con el postfascista Gianfranco Fini, el aludido adversario de Rauti, luego reconciliado con éste en un voto compartido a Berlusconi. Fini que antes de poder ser admitido en tal encuentro tuvo que repudiar públicamente el Holocausto y a la figura de Mussolini, recordando a ese rey francés que, tras decir que ‘París bien vale una misa’, abjuró del protestantismo para hacerse católico, se presentó en público en tal encuentro con un kipá en su cabeza. Luego de la reunión a solas, esta vez en forma pública, Sharon le dijo, tal como nos relatara el Corriere Della Sera, que, para que su nueva conversión no admitiese ningún tipo de dudas, debía esmerarse sobremanera en terminar con la influencia de las ideas de Julius Evola en su movimiento. Sorprendido por la admonición, cuando quedó nuevamente a solas con el premier y, tras acariciarse confundido varias veces el kipá, le preguntó cómo tenía que hacer para cumplir con tal orden. A lo cual el sabio sionista, con gran condescendencia y ternura hacia su persona, le habría recordado lo expresado en un antiguo texto de su religión en el que se dice casi textualmente. ‘Si quieres terminar con una doctrina siembra en su seno a propósito ideas falsas sobre la misma, difunde verdades a medias, rodéate especialmente de intelectualoides vanidosos que en forma sofística se encarguen de confundir lo meramente accidental con lo esencial, manteniendo siempre en silencio esto último.”
Me he propuesto romper los planes del sionismo y por contraste efectuar la obra de difusión en el viejo continente y en el nuestro de las ideas esenciales del pensamiento evoliano denunciando una y otra vez las falsificaciones que por encargo expreso de aquél se vienen efectuando respecto de tal doctrina.
Pero antes de ello y en relación a esto último quiero decir unas palabras respecto de los dos fenómenos concurrentes vividos en tal viejo continente, que han sido en primer término la ‘prosperidad’ de estos últimos años, así como ahora su ‘crisis’, respecto de todo lo cual los aludidos falsificadores, tal como se verá, tienen mucho que ver.
Con respecto a lo primero queremos aprovechar para decir que hay una sola cosa en lo que le hemos dado siempre la razón a Carlos Marx. La fuente de riqueza del capitalismo no está fundada ni en el intercambio de bienes ni simplemente en el mero aumento del consumo de la población, sino principalmente en la plusvalía que se le quita al trabajador. Pero las circunstancias han cambiado sustancialmente desde la época en la cual se escribiera El Capital. Hoy tanto el trabajador como el capitalista europeo han estado disfrutando en grados diferentes de la prosperidad. Entonces ¿a quién es que se le ha venido sacando la plusvalía durante todos estos años? Sin ninguna duda que ha sido a un nuevo tipo humano que ha acudido aluvionalmente a Europa y lo sigue haciendo desde hace años en los EEUU especialmente desde América Central: el inmigrante, el cual es el equivalente al proletario del que nos hablaba Marx, así como al esclavo de los tiempos antiguos. Debido a los profundos desfasajes monetarios que existen en el planeta expresamente inducidos por el poder financiero internacional, hoy en día sucede que una persona que trabaja en negro cobrando la mitad de lo que lo haría un ciudadano europeo o norteamericano, viviendo en condiciones de suma indignidad, puede igualmente enviar una parte exigua de su salario a su país de origen, la cual, debido al aludido desfasaje, le sirve para mantener a una familia entera. Es por tal razón que acepta todo tipo de humillaciones. Se ha sabido en un informe reciente cómo, durante el anhelado trayecto para arribar a los EEUU, las mujeres son violadas sucesivamente en manera salvaje. Ni qué hablar de los sufrimientos, vejaciones de todo tipo que padecen aquellos que ingresan de manera ilegal para trabajar como esclavos en el nuevo país. A todo esto el Estado finge con querer expulsarlos con la clara finalidad de mantenerlos en una situación de miedo e inseguridad, pero, en tanto le conviene que existan, los deja igualmente realizar su trabajo en las condiciones antes aludidas y a cambio de ello impone impuestos altísimos a las personas que disfrutan de tales beneficios, pues con el dinero que obtiene, el que representa en realidad una parte de la plusvalía que se le quita al inmigrante, puede pagar subsidios de desocupación a los europeos sustituidos en tales menesteres que superan con creces lo que ganan los inmigrantes ilegales con su trabajo. Acotemos de todos modos que esto no pasa en todos los países de Europa de la misma forma. Hay como sabemos dos tipos de ‘velocidades’ en tal continente. En algunos una cierta sensiblería y ayuda mutua ha logrado atenuar un poco tal grado de opresión, pero henos aquí que, para contrarrestar tal situación, nos encontramos con la presencia de una cierta ‘derecha’, compuesta en algunos casos por ‘evolianos’ del estilo pretendido por Sharon que se preocupa porque tal situación de extremada bondad salga de sus carriles y que el Estado se ponga severo con la inmigración, por supuesto que no suprimiendo tal anomalía pues sus ganancias son espectaculares, sino ‘regularizándola’, es decir quitarle cualquier tipo de beneficio que se pueda haber obtenido, hacerla más expoliadora, tal como sucede en los países europeos de ‘primera velocidad’, los que gracias a ello pueden pagar tales subsidios.
Esta pretendida derecha que está compuesta por grupos tales como la Liga del Norte en Italia, el Frente Nacional en Francia y la Plataforma por Cataluña en tal región, entre otros, expresa su verdadera hipocresía en tanto se encuentra obsesionada solamente con un tipo de inmigración, la de origen islámico, alegando que la misma les modifica la cultura (ya veremos cuál), por lo cual llaman a combatirla. Israel no podría estar más de acuerdo con todo esto, en especial con las campañas en contra de las mezquitas y el velo islámico en las mujeres. Pero este sentimiento burgués está asociado a otros concurrentes. Con la excusa de la defensa de la propia singularidad, el pluralismo cultural del cual habla la Nueva Derecha, tales grupos en varios casos promueven abiertamente el secesionismo ya que en función de una motivación economicista, del estilo de los kuwaitianos en el Medio Oriente, proponen vivir con los propios recursos sin tener que mantener a zonas poco productivas del propio país. Es como si en una familia un padre considerara que mantener a un hijo o a un familiar enfermo le produjera pérdidas en sus ingresos. Esto lo vemos, entre los tantos ejemplos, en la sugestiva foto que aquí presentamos del secesionista Salvini de la Liga del Norte italiana, enamorado como vemos del inglés, idioma de la libertad y el comercio, y al mismo tiempo de Lamumba, la pulposa africana, una inmigrante sí, pero que se aviene a no usar el velo ni ir a la mezquita. Ésta es pues la inmigración que ellos nos proponen a fin de que no cambien las costumbres onanistas de los europeos. Berlusconi tiempo atrás había manifestado también su preferencia por la marroquí Ruby quien tampoco pertenece a esa odiosa inmigración castradora del velo y la mezquita que hay que eliminar.
En España no se va muy lejos en estos asuntos. Tiempo atrás, en un curioso homenaje a Julius Evola, con un sesgo muy sharoniano, Enrique Ravello, hoy prominente dirigente del aludido grupo regionalista catalán, manifestó que la España franquista era muy represiva sexualmente. Quizás haya sido por eso que los musulmanes lo apoyaron tanto al Caudillo y a su lucha incondicional en contra de los destapes, quizás se encuentre aquí también una manera de poder, en una orientación contraria de la pregonada por el ‘regionalista’, hallar un comienzo para un diálogo profundo entre Islam y Cristianismo en tanto tienen ante sí a un mismo enemigo, el mundo moderno y secular, materialista y pansexualista que ellos representan. Agreguemos también que esta nueva derecha defiende la democracia, el laicismo frente a los intentos islamistas de hacer confluir la religión con la política y que, para que Netanyahu y Obama los miren con más simpatía, manifiesta en su programa que lucha en contra del ‘terrorismo internacional’, por lo tanto avala la infame invasión española a Afganistán. En pocas palabras: no es que están para que se termine el fenómeno inmigratorio, no protestan ni atacan su causa principal, representada por el desfasaje monetario antes mentado, sino que quieren inmigrantes sumisas como Lamumba, que no usen velo ni burka, sino que se exhiban bien en pelotas como las europeas comunes, y que trabajen duro, sin rezar en sus mezquitas, pues ello interfiere con el ‘bienestar europeo’.
No le hubiéramos dedicado mayor espacio a todo esto a no ser que nos hemos enterado de que el Sr. Ravello, quien además funge de defensor de la raza blanca universal, a la que pertenecen también los cristiano sionistas de Norteamérica y los judíos ashkenazis, justamente cumpliendo con las mismas órdenes que un exponente de estos últimos le diera al también derechista Fini, ha manifestado su intención de crear un Centro Evoliano en España. Es de imaginar cuáles son los fines de tal engendro. Tal como vemos, el sionismo no está quieto, sabe dónde golpear y cuáles son sus verdaderos enemigos. Ha tenido la suerte de hallar a personeros encargados de terminar con la herencia de Evola en Europa. Pero, parafraseándolo a Franco: no pasarán.

lunes, 14 de noviembre de 2011

CRÓNICAS EUROPEAS

por Marcos Ghio


Invitado por distintos grupos afines europeos emprendimos entre mediados del pasado mes de octubre y los primeros días de noviembre una gira por España y Portugal en nuestra ya pregonada meta de difusión de los principios esenciales del pensamiento evoliano, concebido como alternativa válida ante el actual sistema en su etapa crepuscular. Fue así como hablamos primero en la zona vasca de España, luego lo hicimos en Oporto, Portugal, para concluir en lo que consideramos que representa la verdadera Meca para todo aquel que por tales fines visita el viejo continente, cual es la Librería Europa de Barcelona, a la que calificamos varias veces como el verdadero templo de la libertad que allí existe. Esta vez, a diferencia de nuestras anteriores visitas en 2007 y 2008, con la lamentable peculiaridad de que el dueño de tal centro cultural, Pedro Varela, se encontraba preso debido a los inconvenientes pensamientos (suyos y de otros) volcados al papel, lo cual es de reconocer que representaba un terrible peligro para un crepúsculo que se esfuerza vanamente por seguir estando a pesar de haber comenzado a correr ya, como veremos, su tiempo de descuento. Tuvimos así el gran privilegio de poder visitar, ya en la etapa final de nuestro viaje, al hombre más libre de toda Europa; de todo lo cual hablaremos en notas sucesivas.
Para ordenar nuestro trabajo lo dividiremos en tres partes. En la primera efectuaremos una síntesis de las ideas principales volcadas en las tres sucesivas conferencias brindadas. En la segunda efectuaremos una serie de reflexiones relativas a la situación que actualmente vive el continente europeo a partir de nuestras experiencias personales, en el contexto de la acción de Cabalgar el tigre en 2011 y en la tercera nos referiremos especialmente a nuestra visita y conversación con Pedro Varela en la prisión de Brian en las afueras de Barcelona.





I- LOS PUNTOS ESENCIALES DEL PENSAMIENTO EVOLIANO

Conferencia brindada en la ciudad de Oporto (Portugal)

a) La doctrina del dualismo de civilizaciones

Tal como hemos repetido en diferentes oportunidades, la doctrina elaborada por Julius Evola a través del casi centenar de libros editados no representa en modo alguno una novedad pergeñada con la finalidad de convertirse en una moda vistosa lista para ser asumida por un conjunto de vanidades empeñadas en destacarse y hacerse notar en un mundo caduco. Nuestro autor se ha abocado en cambio a formular, en un léxico acorde a sus tiempos, lo que son principios perennes pertenecientes a una humanidad que siempre ha existido y que por lo tanto ha hallado sus expositores distintos en épocas diferentes, pero que, al encontrarse especialmente viviendo en un mundo hostil y totalmente apartado de los mismos, ha precisado de una formulación nueva acompañada a su vez de un diagnóstico adecuado relativo a la manera cómo tales principios pueden llegar a plasmarse y de qué modo puede ser posible una rectificación oportuna de los acontecimientos.
Desde tal óptica la obra de Evola no es solamente importante por su carácter apologético, sino principalmente por haberse formulado en un momento de crisis, cuando la circunstancia de anomalía extrema, representada por el mundo moderno estaba comenzando a transitar ya en su proceso terminal. La obra esencial de nuestro autor, Rebelión contra el mundo moderno, tiene así una analogía estrecha con otra escrita 1500 años antes, la Ciudad de Dios de San Agustín.
En ambos casos, aunque en circunstancias y contextos culturales diferentes, se relata allí una fase terminal de la historia, un momento decisivo y con capacidades especiales de producir una gran instancia rectificadora, en este último caso se trataba del final del Imperio Romano mientras que en el que aquí nos aboca nos hallamos en cambio con el ocaso de la Modernidad, es decir de aquella sociedad constituida a partir de los principios de la Revolución Francesa. En las dos obras aparece formulado por igual un dualismo radical de civilizaciones o ciudades, tal como califica San Agustín a un mismo fenómeno. Existen dos tipos de ciudades, decía el filósofo cristiano: aquella que ha puesto su eje en valores puramente humanos y temporales, la Ciudad del hombre, y la que en cambio tiene por meta la trascendencia, la Ciudad de Dios. Y ambas fueron construidas a su vez por dos tipos de hombre o ciudadanos distintos aunque no necesariamente en cuanto a sus apariencias. Si bien los dos son físicamente similares y resulta imposible distinguirlos meramente por su fisonomía externa, representan a dos tipos de humanidades que habitan bajo un mismo pellejo, siendo sin embargo su modo de ser diametralmente opuesto. El primero ha echado raíces en este mundo en modo tal de no poder concebir ninguna otra realidad que se le superponga. El otro en cambio es un ‘peregrino del siglo’, se encuentra aquí de paso en función de una meta superior y trascendente. En razón de tal antagonismo radical ambos ciudadanos se combaten entre sí desde el mismo comienzo de la historia. San Agustín concibe tal antagonismo esencial en modo paradigmático en la primera de las parejas humanas, la de Caín y Abel, que representa la lucha entre dos principios antagónicos, el de lo sedentario y lo nomádico. El sedentarismo de Caín representa simbólicamente al individuo que se encuentra apegado a esta vida y a este mundo y que se asombra y repudia la posibilidad de otra forma de ser que no sea la propia, en cambio el nomadismo en el segundo caso expresa un estado de ansiedad y búsqueda por parte de un sujeto que no se halla satisfecho con lo que lo circunda y que se encuentra en cambio siempre en la actitud de búsqueda de algo superior, de allí su falta de arraigo en un lugar determinado. El hecho de que los dos nos sean presentados como hermanos, pertenecientes a una misma familia, pero sustancialmente diferentes en cuanto a lo interior y que su combate sea irreversible y absoluto, expresa pues esa idea de coexistencia de dos tipos de hombre diferentes bajo una misma forma externa.
Este dualismo radical aparece también en Evola en su esencial doctrina del dualismo de civilizaciones, aunque despojada, a diferencia del caso del filósofo africano, de un contexto teológico. Evola también considera que hay dos tipos de hombre contrapuestos desde los mismos orígenes de la humanidad. El moderno, que ha puesto como eje de su existencia todo lo que pertenece a la simple vida y al mundo del devenir y de lo que cambia incesantemente y el hombre de la tradición que ha centrado la misma en lo permanente, en el ser, en lo que es más que mera vida, en lo eterno en vez que en lo temporal. Cuando estos dos tipos de hombre se manifiestan constituyen civilizaciones diferentes. Moderna es pues una civilización fundada en el devenir y lo que cambia, tradicional en cambio es aquella que se basa en valores permanentes y eternos. Desde tal óptica lo moderno y tradicional no tienen que ver aquí con fenómenos históricos, sino con modalidades propias de ser que pueden aparecer en medidas diferentes en épocas distintas. Por ejemplo hombres modernos los ha habido también en abundancia en la Antigüedad greco-romana y, en tanto éstos llegaron a tomar la primacía y la informaron con valores puramente mundanos y efímeros, llevaron a la misma hacia el colapso, en tanto terminaron incluyéndola como una fase más de un largo proceso biológico de ‘evolución’ y ‘progreso’. Hombres tradicionales también los hay en estos tiempos en los cuales la civilización moderna pareciera haberse hecho omnicomprensiva y totalitaria en modo tal de no poder aceptar ni remotamente la existencia de otra forma posible de ser que no sea la propia.
Es dentro del contexto aquí mentado que podemos decir que la obra de Evola, Rebelión contra el mundo moderno, tiene muy poco que ver con otras similares aparecidas en la misma época que también nos hablaban de crisis y de final irreversible de una determinada civilización, como podría ser por ejemplo La Decadencia de Occidente de Spengler. Aquí habría que decir por contraste con esta última que, si bien nuestro autor afirma que nos encontramos en una situación de crisis terminal y en ‘decadencia’, no considera que éste sea un fenómeno reductible a un determinado espacio cultural, el ‘occidente’, ni menos aun el producto de una circunstancia normal de carácter meramente vital, tal como formulaba el pensador germánico. La civilización que se encuentra en crisis es solamente la moderna la cual ha sobrevenido en el momento en el cual el mundo de la tradición, a través de un acto voluntario por parte de sus élites, de carácter no fatal como en cambio acontece en el ámbito de la naturaleza física, ha dejado de sostener ciertos principios esenciales habiéndose producido por extensión y consecuencia un estado de oscurecimiento colectivo y dando lugar así al mundo moderno.

b) La doctrina de la preexistencia

Es ésta la segunda doctrina esencial que nos difunde Evola en su obra y en tal aspecto podemos decir que la misma se remonta a una tradición que está más lejos aun de San Agustín.
Y esto podría encontrar su explicación en que la circunstancia de crisis terminal en que se encuentra el mundo moderno en estos días podría ser comparada con esos estados de deshielo profundo que ponen al descubierto ciertas superficies que antes resultaban desconocidas aunque siempre hubiesen estado presentes. La caída del imperio romano de la cual había hablado San Agustín acertadamente como el resultado de la crisis de la modernidad (aunque no con tales términos), lejos de haber producido un verdadero proceso de rectificación, trajo sin embargo un estado aun mayor de oscurecimiento tras el triunfo de la cosmovisión judeo-cristiana, la cual nuestro autor diferencia en forma tajante de lo que fuera el catolicismo, al menos en sus virtualidades no consumadas totalmente bajo la forma del gibelinismo, el cual fuera una forma heroica de restauración de una sociedad tradicional asumiendo figuras propias de la religión triunfante. El judeo- cristianismo y en especial en su instancia más caduca, el güelfismo, lejos de haber significado la superación de la decadencia que había dado cabida al fin del Imperio Romano, ha representado en cambio la profundización de la misma con el retorno manifiesto de antiguas formas de religiosidad matriarcal y lunar, que habían sido superadas y vencidas en la antigua Roma con la derrota de las cosmovisiones etruscas que concebían al hombre como un ser absolutamente dependiente y sumiso respecto de una entidad superior a él mismo que lo explicaba y regía en su devenir. Así como el Jehová judaico se caracteriza por otorgar premios y castigos de acuerdo al grado de obediencia a sus designios, la iglesia güelfa, en su carácter autoproclamado de intermediaria de tal entidad superior, se atribuye su capacidad de salvar o condenar de acuerdo al grado de sumisión asumida por las diferentes ‘criaturas’ que le han otorgado su fe, hallándose así los fieles como los hijos en relación a una madre, no habiendo sido así una casualidad que la Iglesia se calificara a sí misma con tal término.
Es de acotar también que tal sello matriarcal y por lo tanto ‘materialista’ (de Mater=Madre) y fatalista, en tanto negador de la libertad esencial del hombre, no desaparecerá para nada luego con los diferentes procesos de secularización que sobrevendrán más tarde tras la decadencia de tal concepción religiosa. De la misma manera que el judeo-cristianismo no representó la superación de la crisis de la antigua romanidad decadente, sino por el contrario la profundización de la misma, las diferentes filosofías o ideologías elaboradas por el mundo occidental en función de una pretendida superación se remitieron tan sólo a suplantar la figura de un dios personal (Jehová o el dios Trino) por entidades impersonales pero asignadas de su misma función en tanto encargadas en todos los casos de ofrecer justificativos a los distintos sujetos para seguir estando vivos con la única condición de que aceptasen convertirse en partes de un proceso que los trascendía y comprendía. Así es como nos encontramos con la creación de diferentes fetiches nuevos y ‘secularizados’ tales como la Razón universal y astuta (Hegel), la Historia (los distintos relativismos geopolíticos y culturalistas), la Economía (liberalismo y marxismo más caducos), el Sexo (freudismo y sus consecuencias más terminales), la Raza (nazismo biológico, especialmente blanco y distintas secuelas del sionismo), etc.
A lo largo del tiempo, a cambio de su sometimiento a los mismos, se le fueron proponiendo al sujeto dos formas distintas de paraíso, diferentes en las apariencias aunque sustancialmente iguales, uno existente en el más allá otorgado por Jehová o por el dios güelfo a sus incondicionales seguidores. El otro surgido tras un largo proceso de duda, impaciencia y desesperanza, así como de falta de tangibilidad a través de sucesivas revoluciones lo terminó sustituyendo por otras formas más asequibles y ‘de este mundo’. La sociedad sin clases, el reino tecnológico de la paz universal y de los estómagos saciados en situación de abundancia y consumo infinito, la plenitud alcanzada por el sexo completo y total, la raza perfecta que lograba a regenerarse y ser inmortal gracias a los descubrimientos de nuevas ciencias y tecnologías, la democracia total y absoluta en donde gobernándose todos a sí mismos con independencia de horizonte y nivel se produce de manera espontánea un gran bienestar colectivo en razón de una sabia armonía preestablecida que con una mano invisible gobierna el universo convirtiendo a los egoísmos y violencias existentes en actos de profunda generosidad y bondad colectiva, etc.
Todas estas quimeras, que solicitaron a su vez de fervorosas fe y confianzas absolutas por parte de sus seguidores, comenzaron a entrar en crisis durante los períodos que dieron cabida a esas tremendas catástrofes universales que fueron las 2 grandes guerras mundiales. Fue especialmente en el interregno de las dos o apenas finalizada la segunda cuando, además de haberse escrito la aludida obra de Evola, fueron apareciendo ciertos movimientos alternativos sea al judeo cristianismo como a sus secuelas secularizadas, llámense historicismo, marxismo, liberalismo, etc. Esta protesta, de acuerdo a Evola, se manifestará en forma extrema con el existencialismo cuando por vez primera se formula juntamente al cuestionamiento radical respecto del por qué estamos aquí debiendo aceptar vivir subordinados a diferentes fetiches, se pregunta también respecto de quién fue el que nos consultó para venir a esta vida. He aquí pues según Evola cómo ha acontecido que tras las tremendas hecatombes padecidas en el mundo los hielos derretidos han dejado al descubierto una antigua doctrina presente en la tradición metafísica pre-cristiana, en Platón y Plotino especialmente, respecto de la preexistencia del hombre. Pero al respecto el existencialismo, lejos de haber profundizado en tal descubrimiento, no ha salido en modo alguno del pantano en el que se encontraba previamente, sino que por el contrario ha terminado profundizando sus mismas consecuencias. Lejos de concebir a la existencia como una decisión propia y trascendental por la que el yo ha decidido encarnarse en función de una meta a cumplir, el mismo sostiene que la misma ha sido en cambio recibida como una ‘condena’. ‘Estamos condenados a ser libres’ (Sartre) o ‘somos para la muerte’ (Heidegger) son sus consignas, concibiendo de este modo la mera finitud y temporalidad como algo que debe ser asumido fatalmente sin ninguna otra cosa que vaya más allá de ello y convirtiéndose así en el fundamento último de este pretendido movimiento de superación de la Modernidad que es la Postmodernidad.
Aquí es donde aparece la gran diferencia aportada por el pensamiento evoliano que es en tal aspecto una verdadera rebelión en contra del mundo moderno. Una vez aceptado que el yo ya era antes de esta existencia, quedarían por ver las razones por las cuales se ha resuelto estar aquí. Aceptar la idea de existencia como ‘condena’ no se aleja de la doctrina judeo-cristiana de la creatio ex nihilo por la cual sería una circunstancia ajena a nuestra voluntad el hecho de estar aquí. En tal aspecto tal concepción religiosa no se contrapone a la ciencia moderna cuando formula que somos simplemente el producto azaroso de un encuentro casual entre un óvulo y un espermatozoide. Haya sido Dios o el azar, en los dos casos nuestra voluntad no intervino para nada en el acto de existir.
Para hallar una explicación respecto de tal circunstancia es bueno retornar a los principios formulados por Platón y expresados en forma alegórica al común de las personas. Es indudable que el conocimiento respecto de la preexistencia del yo, del mismo modo que el de la post-existencia, aceptado también por el judeo-cristianismo, debe basarse esencialmente en un procedimiento no físico sino metafísico. Y al respecto en tal esfera superior lo meramente sensitivo opera como un símbolo y no como una simple intuición, tal como acontece en cambio en la primera. Aquí de lo que se trata en cambio es de otro tipo de intuición de carácter intelectual y no sensible, para nada asimilable a los procedimientos democráticos de la ciencia moderna, que es un fenómeno propio de masas y no de aristocracias. Los seres superiores que alcanzan tal forma de saber, que en tanto tal no se encuentra al alcance de todo el mundo, la formulan en forma alegórica para que pueda ser accesible al común de los mortales. Y a tal respecto el pensamiento tradicional, así como concibe la existencia de dos dimensiones diferentes, la física y la metafísica, también nos habla de dos formas distintas de ser, la temporal y la eterna, las que desde el punto de vista del sujeto se diferencian a través de la dicotomía que existe entre lo psíquico y lo espiritual. Mientras que lo propio de lo eterno es un presente que siempre es y nunca deviene, el tiempo se caracteriza en cambio por un estado de incesante devenir y fluencia, dividido en tres instancias sucesivas que son el pasado, el presente y el futuro, en donde lo único que verdaderamente es es el presente en tanto que las otras dos instancias no son en la medida que ya fueron o aun no han llegado a ser. San Agustín lo llamaba como una línea ideal entre dos momentos que no son, pasado y futuro, pues en el mismo instante que lo mencionamos como tal, ya ha dejado de ser. Pero el tiempo puede a su vez ser de dos tipos, infinito o finito. Este último representa un estado de fluencia limitado por la situación de muerte. En cambio el otro tipo de tiempo estaría representado por un tipo de humanidad que nunca llegase a morir en la medida que su estado de fluencia no tuviese nunca un punto final. Es de alguna manera lo que la ciencia moderna pretende obtener hoy en día a través de las técnicas de trasplantes de órganos, cuya finalidad sería no la de superar a la vida sino de prolongarla hasta lo infinito.
Acotemos además que el hombre moderno, infatuado como se encuentra de democracia, suele burlarse de la doctrina de la preexistencia alegando que no existen ‘pruebas’ respecto de la misma. Más allá de que la palabra ‘prueba’ ya indica la asunción dogmática de que solamente existe lo físico y no lo metafísico, podemos condescender lo mismo en demostrarle que, a pesar de todo, las hay y que las mismas se encuentran en el relato casi unánime brindado por las grandes religiones que nos hablan de la existencia de una humanidad adámica e inmortal que, tras una caída, ha ingresado al mundo de lo mortal y perecedero. Le quedaría entonces por explicar a la ciencia moderna las razones de tal unanimidad, existente en los contextos culturales más dispares, en haber concebido tal ‘superstición’ discrepante con la del evolucionismo que en cambio remonta el origen humano al mundo meramente animal.
Y bien, saliendo ahora del contexto simbólico que pueden significar tales relatos habría que recordar a Platón cuando decía que el alma humana decidía encarnarse en función de una meta determinada. En este caso de lo que se trataría sería la de superar la dimensión temporal con el fin de alcanzar la esfera eterna pasando para ello de un estado de infinitud e inmortalidad a uno de finitud y muerte. Y este pasaje abrupto y cambio de estado implica necesariamente una caída y por lo tanto un olvido respecto de las razones por las cuales se está aquí. Es en este punto en donde interviene en forma subsidiaria la doctrina de la reminiscencia que consiste en considerar que el conocimiento verdadero acontece a través del recuerdo de los motivos que indujeron a venir a esta vida a través de la presencia activa de signos y de maestros que así nos lo señalen. Si sobreviene el extravío el hombre queda reducido al mundo de la muerte y no puede alcanzar esa dimensión superior que es la eternidad, que representa el motivo verdadero por el que vino a este mundo.
Esto es lo que explica pues la existencia de dos humanidades diferentes, la de aquellos que en tanto sumidos en una situación de olvido se han sumergido en los fenómenos propios de esta vida y que por lo tanto nunca se preguntan respecto del por qué y el para qué, en tanto que se encuentran sumamente ocupados en los menesteres de este mundo, en sus éxitos, quimeras y ratings y los otros, los hombres de la tradición, quienes, en tanto han comprendido las razones de por qué están aquí, se aprestan a conquistar la inmortalidad verdadera que brinda la dimensión de lo eterno. Esto es lo que distingue también entre el que es meramente individuo, o ser masificado y como tal parte de un todo que lo trasciende y explica, y el que es en cambio persona, es decir un ente libre y autosuficiente.

(Continuará)

lunes, 26 de septiembre de 2011

AHMINAJEDAD Y CRISTINA:
COMPETENCIA DE VANIDADES


Es bien sabido que en las asambleas generales de la ONU no se resuelve absolutamente nada y que las mismas representan simples reuniones de políticos deseosos por cultivar su autoestima y vanidad y, a partir de allí, de acrecentar su rating, sea nacional como internacional. Dentro de los habitués podemos mencionarlo al comerciante en petróleo Chávez, hoy de asueto debido a un obligado tratamiento de quimioterapia, así como el persa Ahminajedad, habiéndosele agregado esta vez otros no tan rimbombantes como la plebiscitada Cristina Kirchner; respecto de los cuales diremos algunas palabras.
En relación al iraní una vez más hemos asistido a su circo de amenazas productoras de estentóreos retiros repentinos y precipitados de europeos, israelíes y yanquis, mezclando una vez más en su discurso cosas justas con falsedades que, a pesar de la gran alharaca suscitada, terminan sirviendo al mismo poder que dice combatir. Por ejemplo es muy noble y justa la causa de la denuncia que efectúa del Estado de Israel calificándolo como una verdadera impostura así como sus reclamos hechos a Europa respecto de que tendría que haber sido ella la encargada de brindarles un territorio a los judíos que se sentían disconformes con vivir en naciones que no fuesen la propia. Al fin y al cabo, como se trataba de personas con conflictos en tal continente, era allí donde se tendría que haber resuelto el problema y no haber avasallado por tantos años al pueblo palestino, comunidad que no solamente había permanecido ajena al mismo, sino que incluso había convivido pacíficamente por décadas enteras con los judíos existentes en su propio territorio. De la misma manera que es justa también la denuncia respecto del uso trivial y chantajista que se hace del drama del holocausto en función de tal consigna, cosa que el iraní se ha destacado sobremanera en denunciar en forma valiente quedando así dignificado por tal hecho. Pero lo que de ninguna manera le permite dicho acierto es la asunción burda que el mismo realiza, en función de disputas internas, respecto del desgastado dogma montajista en relación a los famosos hechos que se desencadenaron el 11S. Aquí hay que acotar que lo que lo ha determinado en sus posiciones ha sido la rivalidad pronunciada que existe entre el iraní de extracción chiíta y los grupos sunitas que han estado a la cabeza de tales hechos. Pero la misma no lo tendría que hacer incurrir en la confusión de causas con efectos, tal como han venido haciendo en forma por demás torpe y sistemática los diversos grupos montajistas. Por ejemplo, es verdad afirmar que la invasión a Afganistán tuvo como excusa los famosos atentados. Y esto ha sido incluso sostenido por los talibanes. Pero a partir de allí no deben forzarse los hechos y atribuirles tal acción a los mismos norteamericanos, por más ‘pruebas’ e ‘investigaciones’ que se quieran esgrimir. Respecto de estas últimas varias veces hemos hecho notar que sucede lo mismo que con la polémica entre evolucionistas e involucionistas en biología. Un mismo hecho puede servir para demostrar sea una cosa como su contraria. Y nos remitimos una vez más al famoso ejemplo del pasaporte intacto del mujaidin Atta hallado entre las ruinas de las Torres, respecto del cual no puede quedar duda alguna de que fue introducido en forma intencional. Pero el mismo puede haber sido puesto sea para poder ‘demostrar’ que se trató de un montaje preparado, como dicen los montajistas, o lo más probable que haya sido puesto a propósito para que se diga tal cosa y se pueda así obtener el objetivo principal que consiste en mostrar que no era posible haberles producido un daño tan grande con semejante escasez de medios.
Pero como aquí nos encontramos con personas reacias a cualquier debate y que saben aprovechar muy bien el gran espacio que el sistema les proporciona a fin de que efectúen libremente su tarea de corrosión de una causa justa y de una acción exitosa y heroica, vayamos a un ejemplo aun más sencillo. Que alguien pueda aprovechar la muerte de un familiar muy cercano a un ser querido para ir a visitarlo en tal ocasión y a lo mejor utilizar dicha circunstancia como excusa para retomar una relación perdida, ello no tiene por qué significar que haya sido él quien a propósito produjo la muerte de ese familiar. Y respecto de la guerra de Afganistán puede haber sido perfectamente factible que se haya tomado tal evento como excusa para invadir tal país, aunque con seguridad EEUU se debe estar arrepintiendo muchísimo por lo efectuado, de la misma manera que en el ejemplo anterior acontecería si tras la visita a ese ser querido se expulsara en forma intempestiva al que la realizó. De cualquier forma habría que preguntarse una vez más ¿qué es lo que le ha causado más daño a los norteamericanos, las peroratas de Ahminajedad o la misma guerra de Afganistán, luego Irak, Yemen, Somalia, Pakistán, etc. producidas todas por el ‘autogestionado’ atentado?

Es dentro de este estilo retórico que intenta sustituirse respecto de acciones eficaces y efectivas es que tenemos el singular discurso de Cristina (así la llamamos no por irreverencia sino porque es el apelativo que ha solicitado varias veces en relación a su persona) relativo a la causa de Malvinas. En ambos casos una vez más es la palabra la que suplanta a la acción. Así como Ahminajedad repudió los hechos del 11S, Cristina lo hizo explícitamente con la guerra de Malvinas en relación a la cual manifestó que fue efectuada por un régimen genocida, cuyos principales responsables están presos, por lo que terminó equiparándola así con la problemática conflictiva de los desaparecidos. Enfatizó en que como ahora se trata de un gobierno democrático y consecuentemente pacífico, Inglaterra no debería esgrimir una vez más como aquella vez la defensa de tales principios para continuar con su ocupación. Al respecto Cristina nos recordó que dentro de poco se cumplirán 180 años de la usurpación británica efectuada por vía militar y la subsiguiente expulsión de los pobladores argentinos que allí vivían. Pero quizás sin darse cuenta volvió a esgrimir en su diplomacia los mismos errores que condujeron a la derrota en aquella guerra. En 1982 la Argentina hizo lo que tendría que haber hecho 150 años antes, esto es recuperar un territorio que le había sido sustraído por la fuerza y ante lo cual habían fracasado todas las distintas acciones diplomáticas emprendidas. Pero uno de los tantos errores en que se incurrió en aquella guerra fue no haber hecho lo que correspondía, la expulsión lisa y llana de los usurpadores británicos que allí había a los que se llegó al absurdo de querer reconocérselos como argentinos y en el escaso período en que duró la ocupación se los intentó seducir brindándoseles beneficios de los que no disfrutaban antes, como por ejemplo la televisión. No se daban cuenta de que de esta forma se les estaba dando status de parte a los kelpers cuando en realidad los mismos integraban el imperio usurpador. Más tarde con Menem tal política de seducción llegó a absurdos extremos de sensiblería como el de llegar a regalarles ositos peluche para convertirlos en amigos y a fin de que, a través de tal acto bonachón, nos perdonaran por el gran daño ocasionado con la guerra. Lo que en tal imbecilidad no se decía era que gracias a los tratados de paz firmados por tal gobierno con el usurpador británico, en donde entre otras cosas se les concedió el uso de vastos espacios marítimos que antes no tenían, tal enclave kelper hoy se ha enriquecido notoriamente en razón de las ventas de permisos pesqueros por lo que debe estar tremendamente agradecido mucho más que por la entrega de tal juguete. (1)
Y ahora Cristina sigue con la misma política del peluche llevada a un terreno verbal amenazando con suspender los vuelos aéreos de seducción que con tal fin se venían efectuando hacia Malvinas desde nuestro territorio si es que no se acepta discutir sobre soberanía. A lo cual con sumo tino lo ingleses contestaron que, tal como ha hecho entender la Argentina a través de sus sucesivas acciones, todo depende de la voluntad de los kelpers en tanto quieran dejarse seducir, y éstos ni locos van a perder sus privilegios para pasar de colonia de los ingleses a serlo de la provincia de Santa Cruz, tal como le sucede hoy al resto de sus vecinos argentinos. Una vez más es la guerra y no la seducción lo que nos devolverá no sólo a Malvinas, sino a la Argentina en su totalidad. Una vez más ¡basta de peroratas inútiles y pajaronas!

(1) Como una muestra más del grado de repugnancia que demostrara tal régimen oportunista, no por casualidad hoy aliado al de su sucesor también peronista, recordemos que antes de llegar al poder no solamente no prometió tal imbecilidad, sino que dijo que ‘las Malvinas iban a ser recuperadas con sangre’. Lo grave del caso fue que algunos incautos terminaron creyéndole y votándolo.

Marcos Ghio

jueves, 15 de septiembre de 2011

EL FORTÍN
Nº 60 (Julio-Septiembre 2011)

INFORMACIÓN GENERAL: JORNADA EVOLIANA EN CURITIBA


Durante los pasados días 9 y 10 de septiembre, en la bella ciudad de Curitiba en Brasil, se efectuó una segunda jornada evoliana. La primera, como una preparación del lanzamiento de esta última, se había efectuado el pasado año en una ciudad del norte de tal país.
En un contexto de impetuoso entusiasmo juvenil que nutría mayoritariamente a la concurrencia estuvo presente el presidente del Centro Evoliano de América, Marcos Ghio, quien disertó sobre la importancia de ser evoliano en los tiempos actuales. Fue acompañado en su ponencia por otros dos panelistas, como el renombrado profesor y escritor brasileño Mateus Soares de Azevedo, experto internacional en sufismo y el joven profesional Ernesto de Souza quien prepara una tesis sobre Evola y Jünger en una universidad de Río de Janeiro.




Marcos Ghio reunido con varios jóvenes participantes del evento



EVOLA Y EL FIN DE LA MODERNIDAD
por Marcos Ghio




(TEXTO COMPLETO DE LA CONFERENCIA BRINDADA EN LA CIUDAD DE CURITIBA EN OCASIÓN DE CELEBRARSE LA SEGUNDA JORNADA EVOLIANA)
1. Evola y la doctrina de la preexistencia
2. Evola y Bin Laden




ARGENTINA
ELECCIONES Y TIEMPOS ÚLTIMOS




HITLER Y BIN LADEN




A PROPÓSITO DE LA MASACRE DE NORUEGA
(De pluma ajena)
La pesadilla es vuestra
Por Pietrangelo Buttafuoco




RELIGIOSIDAD INDOEUROPEA

por Julius Evola




REPORTES DE LA AGENCIA DE NOTICIAS KALI-YUGA (por Walter Preziosi)

EL CICLO SE CIERRA




CELEBRAMOS LA CAÍDA DE GHEDDAFI

DOCTRINARIA




EL HOMBRE DE LA TRADICIÓN (I): RAÍCES
Por Eduard Alcántara

martes, 6 de septiembre de 2011

ARGENTINA

ELECCIONES Y TIEMPOS ÚLTIMOS

En realidad este comentario que realizamos respecto de las últimas elecciones de la Argentina que dieran un arrollador triunfo a Cristina Kirchner lo podríamos haber efectuado un par de semanas antes de tal hecho cuando esa misma población, en la ciudad de Buenos Aires, le diera también un triunfo contundente a su rival ‘de derecha’ y por lo tanto opuesto políticamente a la actual presidente, el empresario Macri. Pero antes de cualquier análisis, anticipémonos a decir que este vuelco repentino de apenas escasos días de un extremo a otro del espectro ideológico por parte del electorado se debe principalmente a que vivimos tiempos terminales, en tanto que nos hallamos en la etapa conocida como de la postmodernidad, la cual se caracteriza por ser una época que, si bien volcada como la anterior al mero logro de la economía y el bienestar como destino, en la misma ya no hay ideologías, es decir determinadas perspectivas existenciales y metas que incluso pueden trascender la misma vida individual o la de una determinada generación, sino solamente existen los intereses inmediatos de las personas representados por instantes placenteros, momentáneos, fugaces y por lo tanto volubles, en razón de los cuales es que se intenta vivir.
Quien mejor graficara esta situación especial ha sido justamente el que dirigiera la campaña electoral del triunfante intendente Macri y respecto del cual estuvimos a punto de redactar una nota en su momento, pero que pensamos que ahora, a la luz de los últimos acontecimientos que corroboran en abundancia lo que íbamos a decir, la misma adquiere un relieve mayor. De nacionalidad ecuatoriana, aunque asiduo habitante de nuestro país, el aludido director de campaña, de apellido Durán Barba, es un ex militante marxista leninista que, siguiendo las secuelas de su corriente ideológica originaria, ha mutado de acuerdo a los tiempos más recientes, adaptándose a vivir en la época postmoderna, es decir, la posterior a la caída del muro de Berlín. Nos explica así, en un largo reportaje publicado en la revista Noticias, que más que abocarse ahora, como lo hacía antes, a una triste y anodina existencia signada por una lucha por ideales inalcanzables (para él), lo que ha descubierto es que se trata en cambio de divertirse y de disfrutar del momento. Es decir vivir plenamente en los tiempos últimos de postmodernidad. Y al respecto su tarea es ahora la misma, aunque en situaciones muy distintas, que la que en la antigüedad tenían los sofistas, la de fortalecer a través de la erística y la retórica, los discursos más débiles, las posiciones más indefendibles, para convertirlas en 'brillantes' y con posibilidades de éxito; todo ello por supuesto sin importar la ideología de las personas que paguen por sus servicios, ni tampoco el horizonte intelectual o la simple honestidad personal que las mismas pudiesen poseer. Así pues son interesantes algunos de los consejos que el aludido Barba le ha dado a su empleador Macri para ganar las elecciones. En primer término, le sugiere mostrarse jovial, divertido, pasearse mucho con la esposa embarazada y panzona, para exhibirse así como familiero y al alcance de todo el mundo, como uno más de los tantos. Cortarse el bigote para aparecer como menos solemne y más juvenil y fachero. Bailar asiduamente y en público para así ser sonoro y rimbombante como los tiempos actuales en donde el ruido sincopado ha sustituido a la reflexión. Rehuir cualquier debate que agobie a las personas con pensamientos complicados, sustituir en cambio el discurso político ideologizado por la imagen y el color, y al respecto fue él el que le sugirió el uso del amarillo en tanto señal de sensualidad y paz vacuna. Acudir mucho a los globos, pues en un mundo en donde la razón ha sido suplantada por la imaginación, el concepto lo ha sido también por el símbolo y en el inconsciente colectivo, así como el amarillo genera confianza y sensualidad, el aire encerrado en el globo es señal de abundancia y de grandes proyectos y perspectivas, representando ello toda una definición. Pero lo principal, luego de haberle sugerido renunciar al debate y a la formulación de principios (pues bien sabemos que éstos no existen y si se formulan sólo sirven para atormentar al presente), mostrarse en cambio movedizo, peripatético. Esto es justamente lo que explica todos los despliegues físicos del candidato saltarín y corredor, que salta baches y que trata de exhibirse como siempre joven y deportivo. El resultado fue apabullante. Ganó por goleada. Tal es así que, siguiendo los consejos del ecuatoriano Barba, otro candidato del mismo partido, en Santa Fe, un cómico muy reputado, se presentó rápidamente como candidato a gobernador en donde apenas faltaban pocos días para votar. Cuando se le preguntó qué pensaba hacer, explicó que recién había aceptado el cargo y que iba a aprender a ser político si se lo permitía el voto de la gente, aunque tuvo un pensamiento muy sagaz y oportuno. ‘¿Si los políticos actuales, sin ser cómicos, nos hacen reír tanto, por qué no suponer que yo que soy cómico pueda actuar con seriedad?’. Casi gana.
Bueno y así llegamos a Cristina. También aquí un marxista adaptado a la postmodernidad, el ex discípulo de Abelardo Ramos, Ernesto Laclau, hoy `casualmente’ profesor universitario en Inglaterra, maestro a su vez de los principales intelectuales del grupo neomarxista Carta Abierta que brinda sustento ideológico y marketinero al actual gobierno, ha brindado los consejos adecuados para ganar. Un marxista hoy en día, en épocas de postmodernidad, no debe ser doctrinario, sino populista. De allí el título principal de su obra La razón populista que comentáramos en otra nota. El marxismo debe adaptarse pues a los tiempos actuales. Ya no más utopías, ni acumulación de capital por parte del Estado que quiere construir la sociedad sin clases del futuro. Sino en cambio acudir a compulsivas distribuciones y a demagogias que incrementen las emociones colectivas. Fútbol para todos, plasma para todos, notebooks para todos. Repartir pues para ganar elecciones, nunca exigir sacrificios, ni tampoco atesorar, sino distribuir siempre más para granjearse la voluntad del soberano. Y simultáneamente a ello acudir a lo que moviliza a la masa cual es el efecto sensiblero tan cultivado a su vez por la televisión idiotizadora.
El pensamiento postmoderno sólo piensa en el presente, en la próxima elección, en la acumulación de votos en vez que de capital para el futuro. Del mismo modo que el burgués hedonista para el cual después de su bienestar puede sobrevenir el diluvio, la razón populista dilapida bienes en función de sufragios. Y esto es ya un fenómeno colectivo, no se diferencia por ejemplo de aquel gobierno japonés o británico que, a pesar de todas las evidencias en contrario, no ha renunciado a construir nuevas centrales atómicas, pues si bien contaminan eso es algo que recién tendrá efectos nocivos para generaciones futuras que todavía no están. Y el futuro es un no ser, se trata de un ‘gran relato’, de una ideología que no existe, en donde sólo está el presente de la postmodernidad. El ciclo se cierra.

Marcos Ghio

viernes, 19 de agosto de 2011

HITLER Y BIN LADEN


La censura inquisitorial y democrática en la que vivimos, así como las incesantes demonizaciones que ha recibido mi persona por parte de los medios sionistas con tanta influencia en nuestros sistema político, periodístico y judicial, obligan a una lamentable aclaración previa antes de escribir esta nota cuyo título reconocemos que en un medio como el nuestro no acostumbrado a la reflexión puede resultar al menos llamativo e impactante.
No somos nazis en tanto no somos racistas, no somos fundamentalistas islámicos en tanto continuamos siendo católicos. Pero no por esta situación de hecho estamos obligados a manejarnos con los lugares comunes establecidos por el sistema imperante. Somos personas libres por lo que consideramos que, aun si fuera cierto que se tratase en ambos casos de tremendos asesinos y genocidas, ello no representaría una razón suficiente como para privarnos de un análisis objetivo tratando de establecer las semejanzas y disonancias que existen entre ambas figuras sin tener tampoco que acudir a su vez a todas aquellas sagas que respecto de los mismos se han venido elaborando, en connivencia expresa o explícita con los censores, acerca de la no muerte eventual acontecida con ambos o su obediencia a otros intereses que no habrían sido los propios, todo ello con la finalidad manifiesta de disminuirlos en su importancia.
Hitler y Bin Laden por igual murieron luchando contra los mismos enemigos, los que podrían ser divididos en tres partes diferentes aunque solidarias: el capitalismo democrático yanqui-europeo, el comunismo ruso y el sionismo judío. Sin embargo las diferencias entre ambos han sido notorias. Si el alemán lo hizo originariamente desde una perspectiva nacionalista que incluyó también una variable racista, ya que en tanto heredero del romanticismo germánico consideraba a su raza como superior a las restantes (‘lo alemán es sinónimo de verdadero y justo’ (Fichte)), el árabe en cambio formuló tal conflicto a partir de una cosmovisión religiosa que abarcaba, a diferencia del nacionalismo, en tanto fenómeno originario del Occidente, a un conjunto variado de etnías y culturas sumamente diferenciadas por lo que su lucha puede ser encuadrada, más que por intereses propios de una determinada nación o grupo de éstas, como un conflicto entre concepciones del mundo antagónicas. El fundamentalismo islámico, así como otras expresiones afines existentes en otras religiones, representa un intento de retorno a la propia ortodoxia y rechaza al enemigo antes mentado no en tanto opresor, acaparador de riquezas o territorios, sino en tanto que la concepción del mundo en que el mismo se asienta es de carácter secular y materialista y por lo tanto contraria a su religión trascendente. Sin embargo convengamos también que, si bien el origen del conflicto suscitado por el nazismo en contra de esas fuerzas antagónicas estuvo determinado por una motivación nacionalista, con el transcuso del tiempo y ya adentrada la Segunda Guerra Mundial se fue transformando de a poco en una lucha por concepciones del mundo, tal como se pudo percibir por ejemplo en la evolución acontecida en la fuerza de las SS que terminaron asumiendo los caracteres propios de un conglomerado plurinacional y multiétnico agrupados en función de un conjunto de principios comunes.
Formuladas las semejanzas y diferencias esenciales existentes entre ambos, debemos acotar también que, si bien los dos tuvieron los mismos enemigos, la estrategia que formularon en contra de éstos fue sustancialmente diferente, así como también los resultados obtenidos. Si el nazismo, en tanto determinado por un influjo irracional y nacionalista cometió el error garrafal de enfrentar a los tres al mismo tiempo, dando ello por resultado imaginable una contundente derrota ante fuerzas inconmensurablemente superiores, el fundamentalismo islámico en cambio tuvo la gran sagacidad de ir combatiéndolos de a uno por vez y los resultados han sido por lo tanto sumamente diferentes. De acuerdo a una tesis propia también del tradicionalismo sustentado por Julius Evola el comunismo representa la última fase y más extrema de la decadencia materialista, de allí que si había que iniciar un proceso rectificador y correctivo había que comenzar luchando primero contra tal efecto último para ir remontándose luego hacia la causa final, concluyendo pues en aquello que es el origen último del problema. En la guerra de Afganistán, concluida en 1989 luego de casi 10 años de intensos combates, el fundamentalismo logró dar cuenta del comunismo ruso sucediendo así que tras ello dicho imperio se desmoronara raudamente.
Una vez terminada esa primera fase y a pesar de la manada de publicistas a sueldo o por simple vocación que manifestaron al unísono que en realidad los talibanes y Al Qaeda eran agentes de EEUU en tanto que habían eliminado a la URSS con la ayuda de la CIA, el paso siguiente fue dar cuenta de los mismos EEUU. Todo comenzó en Somalia en 1993 con una experiencia piloto que fuera el famoso operativo Halcón Negro en donde, tras derrotarse a una fuerza norteamericana de manera contundente, se logró hacerla salir de ese país, corroborándose así que se trataba de un tigre de papel al que se podía derrotar a pesar de toda la propaganda emitida en contrario. Para llegar finalmente a septiembre del 2001 fecha que puede sin más señalarse como un hito en la lucha de tal fuerza en contra de EEUU y la modernidad. Osama Bin Laden, que ha sido sin lugar a dudas un extraordinario estratega, tuvo por meta aplicar desde la perspectiva de su movimiento la misma estrategia que el Che Guevara sugería desde otro contexto: obligarlo a entrar en mil guerras para desgastarlo. Así fue como en octubre de ese mismo año lo hizo entrar en la guerra de Afganistán, luego dos años más tarde hizo lo propio con Irak y fue extendiendo los conflictos hacia otras regiones como el Magreb, Pakistán, Somalia, Yemen, etc. todos lugares en los cuales hay fuerzas norteamericanas operando por obligación. El resultado de todo ello ha sido un descalabro en todos los niveles que se percibe ya en nuestros mismos días. Antes del 2001 EEUU se reputaba como la superpotencia universal, ahora no sólo su economía crepita bajo la crisis galopante ocasionada por los inconmensurables gastos de una guerra de 10 años, sino que además se ha demostrado incapaz militarmente de acabar con una simple banda armada. Ya es una cosa admitida el fenómeno del ocaso del imperio norteamericano.
Pero faltaba el tercer enemigo, el que es reputado como la fuente de los dos anteriores: el sionismo judío *. Los múltiples intérpretes ‘geopolíticos’ y guitarreros que han abundando tanto en las filas de los pretendidamente alternativos y antiyanquis no se han cansado de señalarnos que el carácter regiminoso de la organización de Bin Laden habría quedado demostrado por el hecho de que nunca hubiese atacado a Israel, como en cambio lo habrían hecho otros regímenes como el de Saddam Hussein o el de Irán. Otro grave error de interpretación. Así como Bin Laden, a diferencia de Hitler, consideró que no había que atacar al poder norteamericano si previamente no se terminaba con el soviético, del mismo modo opinó que para vencer al sionismo era indispensable previamente dar cuenta de la estructura de poder que EEUU había armado en el Medio Oriente. Así pues una reciente revolución denominada como la ‘primavera democrática’ eliminó a dos de sus principales agentes, Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto. Especialmente este último le brindaba a Israel una ayuda indispensable para seguir existiendo. A nivel económico a través de los gasoductos que pasan por el Sinaí y desde el punto de vista militar con un estricto control en la frontera de Gaza, así como Asad lo sigue haciendo en la del Golán hasta que triunfe la revolución que ha estallado en su contra, para evitar que desde allí circule una fuerza fundamentalista capaz de cruzar la frontera e inaugurar en tal territorio la experiencia kamikaze que tanto éxito produjera en Afganistán e Irak. Es esto lo que ha acontecido en los últimos meses tras la caída de Mubarak. Primeramente fueron destruidos los principales tramos del gasoducto del Sinaí y en esta misma región ha comenzado a operar una nueva rama de Al Qaeda conocida como ‘Al Qaeda en el Sinaí’. Ha sido esta organización la que en el día de ayer produjo su primer ataque en contra del sionismo eliminando en un operativo comando a 14 soldados de tal nacionalidad que iban de vacaciones. De este modo el 18 de agosto de 2011 será importante pues habrá significado el comienzo de la tercera etapa de la guerra llevada a cabo por el fundamentalismo, esta vez directamente en contra del sionismo una vez que se ha dado cuenta con uno de sus principales sostenes.
Finalicemos esta nota diciendo que otra diferencia entre el líder del nazismo y el de Al Qaeda es la siguiente. Si bien los dos murieron luchando por su causa en forma heroica, sin embargo lo que podemos acotar es que si tras la muerte del primero también se extinguió su movimiento en cuanto a posibilidades de eficacia, la muerte de Bin Laden, lejos de haber significado la extinción de su organización, ha en cambio multiplicado su influjo y operatividad.

• Otra diferencia que tenemos con el nazismo es que no nos reputamos antijudíos, sino solamente antisionistas, que es la forma actualizada que ha tenido en judaísmo en su proceso de secularización. Que a diferencia también con Al Qaeda consideramos que debería existir un frente interreligioso antimoderno del cual puede participar también el sector religioso del judaísmo que se opone a Israel.

Marcos Ghio
19/08/11

martes, 9 de agosto de 2011

REPORTE DE LA AGENCIA DE NOTICIAS KALI-YUGA

EL CICLO SE CIERRA

Por Walter Preziosi

domingo, 31 de julio de 2011

A PROPÓSITO DE LA MASACRE DE NORUEGA

(De pluma ajena)
La pesadilla es vuestra
-Pietrangelo Buttafuoco- 26 de Julio de 2011

En Il Foglio publicación italiana anticonformista

Poneos de acuerdo con vuestras pesadillas, queridos liberales de Occidente. Un masón admirador de Churchill que mata a ochenta y cuatro chicos en Noruega –y estamos hablando de un loco que habla la lengua de quien teme a Eurabia, afortunado eslogan de la llorada Oriana Fallaci –es cosa bien distinta de Osama bin Laden o de Rudolph Hess, dos a los que habéis borrado la tumba justo para hacer todavía más poderosos sus fantasmas, para mayor ganancia del parque de horror que gestionáis.


No vale acercar las fotografías del jeque armado con su kalashnikov a las del rubio biónico igualmente armado. Las dos imágenes no son especulares. Debéis poneros de acuerdo sobre con qué asustar y de qué asustaros porque cada fobia tiene su catálogo, no una misma fenomenología y si os habéis quedado sin el nazi-islam por la evidencia del reo confeso (qué ridícula de hecho todo esa repetición de mullahs de los periódicos liberales, específicamente de derechas, mientras las agencias emitían las noticias de la matanza que se estaba consumando) si entonces no tenéis al musulmán con el cual preparar la persecución, no podéis ahora salir del paso con el nazi-killer porque la sustancia es otra.


Sólo para empezar, ese, el noruego, sus trabajos de logia se los fabrica –o más bien, se los techa – con la Biblia en la mano que es vuestro libro, ¿no? E incluso ese guiño al white power no es la nación aria del Walhalla, no se trata de Thule ni del Carro de Krsna, sino de una variante del KKK, es decir, el racismo biológico de derivación protestante que es cosa cristianísima (incluida la cruz en llamas), óptimo para el folclore americano pero que no tiene nada que ver –en cuestión de filología y de historia –con todas las figurillas de las Legiones SS evocadas sin cuento porque, estas legiones habrán sido incluso el Mal Absoluto, pero eran tropas de asalto de un ejército transnacional compuesto por bosnios, indios, árabes, obviamente alemanes pero también turcomanos, tayikos, chinos, italianos, belgas, españoles, rusos, magiares, rumanos, mongoles, chechenos e incluso chamanes, una unidad de los cuales estaba compuesta por pieles rojas, con los cuales probablemente se habría creado el infierno sobre la tierra pero difícilmente una “nación blanca”.


Poneos de acuerdo entonces, especialmente vosotros, queridos liberales de derivación derechosa, para competir con vuestros exorcismos y resignaos a un hecho evidente: a fuerza de evocar los fundamentalismos, especialmente los inventados artificialmente, os nacen en casa fundamentalismos auténticos. Y con raíces ideológicas generadas por abortos monstruosos como es, antes de nada, la xenofobia. La xenofobia de los viñetistas del Profeta, la de quienes queman el Santo Corán, la de los miserables negocios electorales a los que siempre dais una palmadita afectuosa también vosotros, colegas periodistas de la opinión liberalcapitalista, por el servicial encargo que os hacen quienes luego se convierten en diputados, ministros y administradores del resplandeciente occidente: el de tener lejos a los sarracenos con vuestras fiestas del odio. Era de manual el editorial de Magdi Allam en el Giornale. Explicaba que la culpa de la masacre acaecida tenía que buscarse en la extrema liberalidad de Noruega, demasiado tolerante con los musulmanes y, por tanto, terreno de cultivo de los inquietos incapaces de sostener tanta multietnicidad. ¡Cuando se habla del Abad Vella! (cfr. “Il Consiglio d’Egitto”, Leonardo Sciascia).


Y mientras os ponéis de acuerdo con vuestras propias pesadillas, sin embargo, una cosa: no os equivoquéis hablando, nos soltéis ligerezas como la de colorear la biografía de este loco armado con Odín, con las divinidades nórdicas en general, con el panteón sacrísimo de hielo y luz, porque, precisamente –unicuique suum –Anders Behing Breivik, de hecho, por su parte, había escogido para sí la Biblia. Aquí no se quiere hacer la raposería de pagar con la misma moneda pero que no se venga hablando de citas equivocadas del killer sólo porque no os encaja la pesadilla con el fantasma. Por lo que a nosotros respecta, aquí se trata de poner un freno en nombre de y por la Tradición: el caso de Odín y de las runas no puede por tanto ser considerado como el escroto, casi una cubierta útil para tapar el mal allí donde faltan los utilísimos musulmanes a quienes adjudicar un exterminio. La Tradición, en definitiva, no se plantea nunca el bíblico problema de enderezar la madera torcida de la humanidad. Eso es asunto vuestro. La Tradición, precisamente, no es bíblica y sobre todo no admira a Churchill. Más bien contempla el Sol. Y el Carro de Krsna.

viernes, 22 de julio de 2011

RELIGIOSIDAD INDOEUROPEA

por Julius Evola

INTRODUCCIÓN

Este texto que presentamos a continuación tiene un valor especial en tanto que Evola rechaza aquí lo sostenido por un conocido suyo, el joven y talentoso Adriano Romualdi, muerto tempranamente de manera trágica, y por extensión por el maestro de éste, el pensador alemán Hans Günther importante investigador sostenedor de un racismo biológico.
Lo que ambos autores sostienen es la adhesión a una herencia común a los europeos que trascendería los distintos nacionalismos particularistas, tal es lo que denominan como indoeuropeo y respecto de lo cual se encargan de darnos una serie de caracteres que según ellos serían propios de tal raza. Evola, si bien concuerda con gran parte del valor que se atribuye a los mismos, pone en claro en este texto que él no es racista y que tales valores, si bien pueden haber tenido su manifestación (incluso mejor que en otros casos) entre tales pueblos no son exclusivos de ninguna raza en particular sino que forman parte del patrimonio de toda la humanidad en su conjunto. Es decir que él no cree en la existencia de razas superiores y considera que el fenómeno de la decadencia no es de carácter racial, como el producto de determinados mestizajes, sino que forma parte del mal uso que pueden haber efectuado determinadas comunidades de su libertad.
Y en segundo lugar considera que el término raza solamente tiene valor positivo por su carácter selectivo presente en el seno de cualquier comunidad, representando aquella condición propia de determinadas élites que poseen naturalmente ciertos valores que en los demás en cambio deben ser adquiridos a través de un largo aprendizaje. No es pues una categoría propia y común de un determinado pueblo, en este caso el indoeuropeo, sino que es una cosa que aparece en forma excelente y paradigmática solamente en algunos.
El tercer valor de este texto es el rechazo de Evola hacia la idea de lo indoeuropeo concebido como fundamento doctrinario a utilizar por parte de los pueblos que constituyen una determinada comunidad de naciones, lo que hoy ha dado en llamarse como la Unión Europea. Evola desdeña de tal posibilidad y considera que no es detrás de un ideal racial de superioridad lo que puede darle una unidad a su continente, sino en cambio el rechazo pleno del ideal democrático, aun concebido bajo la forma racista, a fin de que los hombres de raza verdaderos, las élites, sean los que efectivamente gobiernen. Hoy la quiebra de la unidad europea, su inminente colapso monetario, entidad en la que ésta se funda, le está dando plena razón a su escepticismo formulado hace 41 años respecto del ideal de Europa una sostenido en su momento también por los indoeuropeistas. (M.G.)


En el período anterior se sostuvo por parte del movimiento que estuviera en el poder en la Europa central la exigencia justa de que una lucha política no puede ser completa si no se encuentra fundada en una concepción del mundo. El término que habría de convertirse en un estereotipo, Weltanshcaung, significaba la actitud general que el hombre debía asumir no sólo ante el mundo y la vida, sino también en relación a los valores éticos y espirituales, en modo tal de abarcar en una cierta manera los mismos problemas religiosos. Y para llevar a cabo esta lucha en un plano superior se pensó que la mejor fórmula fuese la del retorno a los orígenes, es decir la remisión a las ideas y a la manera de sentir que fueron conocidos antes de que manifestasen todo su poder aquellos factores que han dado forma a la civilización última conduciéndola hacia el spengleriano ‘ocaso’ (espiritual) ‘del Occidente’.
Muchas veces sin embargo la mencionada orientación tuvo un aspecto ‘racista’. Se habló de ‘arianidad’, de herencia nórdica-germánica y de cosas similares. El peligro de una limitación de los horizontes debida sea al racismo, como a una utilización unilateral y tendenciosa de las ideas en función simplemente germánica, resultó algo sumamente evidente. Esto se nos aparece de manera notoria en un libro que en el Tercer Reich tuvo una gran difusión, El mito del siglo XX, de Alfred Rosenberg, el cual en el fondo era apenas una compilación basada en materiales de tercera mano sumamente heterogéneos. Menores reservas en cambio se nos imponen respecto de las investigaciones de un especialista, el profesor Hans Günther, autor de numerosas obras sobre las razas y las civilizaciones antiguas, comprendidas las de Grecia y de Roma. Es digno de mención un ensayo suyo en el cual trató de definir la concepción fundamental del mundo y la religosidad de los pueblos indoeuropeos manteniéndose en un plano desapegado de las contingencias políticas. Este ensayo ha sido reeditado (en una sexta edición) aun después de la guerra y ahora ha aparecido en una traducción italiana (para las Ediciones Ar) a cargo de Adriano Romualdi y Carlo Minutoli. El título originario de la obra era Frömigkeit nordischer Artung, es decir ‘La religiosidad de tipo nórdico’; el italiano es en cambio Religiosidad indoeuropea, modificación esta última que nos parece oportuna y que permite obviar las diferentes reservas que, en razón del uso del término ‘nórdico’, habría que hacerle a las tesis del autor. ‘Indoeuropeo’ es un concepto sumamente más vasto en tanto que el mismo retoma diferentes estirpes y civilizaciones pertenecientes a la raza blanca, comprendidas sus manifestaciones asiáticas (los Indoeuropeos de Irán, de la India, etc.) que son también tenidas en consideración por Günther, aun si nos queda el inconveniente relativo a la tesis respecto de que el núcleo originario formativo de todas estas civilizaciones hubiese sido de origen ‘nórdico’. Aun concediendo que tal término debe ser entendido aquí en manera particular, con referencia a migraciones de pueblos primordiales, en modo tal de no aplicarse meramente a las poblaciones nórdico-escandinavas o germánicas-septentrionales de los tiempos más recientes, sin embargo no puede dejar de haber a tal respecto algunos equívocos.
Los mismos podrían ser favorecidos en parte por el amplio “Ensayo sobre el problema indoeuropeo” de Adriano Romualdi que aparece como introducción del texto de Günther y que en cuanto a su extensión es más del doble del mismo. Se trata de una monografía desarrollada muy seriamente, con una amplia y variada documentación que retoma todo aquello que a partir de investigaciones filológicas, antropológicas, étnicas, históricas y culturales se ha manifestado respecto de los orígenes indoeuropeos, manteniéndose sin embargo la tesis nórdica con un notorio acento racista.
Pero independientemente de ello nos parece apropiado atenerse a la extensión propia del concepto de ‘indoeuropeo’ y no sin relación por lo demás con aquello que ha impulsado a la actual traducción italiana del ensayo de Günther. Se trata a tal respecto de la actitud de retomar la exigencia de la ‘lucha por la concepción del mundo’ en un marco ya no más germánico-nacionalsocialista, sino europeo. Escribe al respecto Romualdi (p. 6):
“Todos nosotros, y en particular nosotros, los de la nueva generación, sentimos que nos encontramos en una encrucijada histórica. Las antiguas perspectivas nacionales, tal como fuimos educados, se quiebran a nuestro alrededor por todas partes. Una autosuficiencia de la patria italiana, o francesa o germánica, y con ésta la particular interpretación histórica sea italiana, francesa o germánica, no existe y no debe existir más. Nacionalistas sin nación, tradicionalistas sin tradición, nosotros buscamos reconocernos todos en una patria y en una tradición más vastas”.
A tal respecto vuelve a proponerse la idea indoeuropea sea como mito de los orígenes comunes, sea como idea capaz de otorgarle un sentido a una unidad europea u occidental que no se reduzca a un conglomerado informe. Pero es justamente por ello que la connotación ‘nórdica’, a pesar de cualquier precisión que se efectúe, aparece como una cosa equívoca. Puesto que la mayoría no puede ser llevada a alguna referencia concreta, entre otras cosas incluso se hace ostensible que son justamente los pueblos europeos nórdicos (comprendidos a esta altura lamentablemente los mismos Alemanes) aquellos que son en la actualidad los últimos en sentir exigencias de tal tipo y en encarnar este tipo de concepción del mundo.
Pero ya a esta altura es necesario decir algo respecto del ensayo de Günther. En general, hay que resaltar que hubiera sido oportuno atenerse sobre todo a una consideración de carácter morfológico reduciendo al máximo los factores raciales, es decir definir sólo una cierta forma de los valores y del modo de sentir y de comportarse, presentándolo sobre todo como un ‘ideal’. En efecto se le podría formular a Günther una muy fundada objeción metodológica, resaltando cómo él muchas veces se mueva en un círculo vicioso. En efecto, él reconoce que las fuentes de su investigación no pueden estar constituidas por el material aportado por los pueblos nórdicos en sentido propio, incluso las antiguas concepciones germánicas habrían sido alteradas por aportes extraños, célticos y ‘druídicos’, incluso la mitología nórdica por excelencia, la de los Edda, sería muy poco utilizable como verdadero documento del espíritu nórdico; Günther considera como fuentes mejores aquellas que se pueden recabar del antiguo mundo helénico, romano, iránico, y en parte también hindú, dentro de cuyo conjunto él sin embargo opera una cierta discriminación: aísla ciertos elementos de otros, que se encuentran presentes pero que no pueden ser remitidos a una idea en el fondo preconcebida en forma apriorística como ‘nórdica’ (o ‘aria’ o ‘indoeuropea’), él los refiere a influencias extrañas, a alteraciones raciales producidas por cruzas, etc.: procedimiento equivalente a aquello que en lógica se define como petición de principio. Tal objeción perdería parte de su fuerza en el caso de que se tratase de una impostación esencialmente ‘morfológica’. Luego las referencias de Günther se refieren esencialmente a élites, y aquí vale como un postulado que es en las élites en donde se habrían conservado los valores de la raza originaria portadora de una superior concepción del mundo. Es así como Günther dice (pg. 116):
“En verdad mucho de aquello que nos es descripto como formando parte de la religión indoeuropea no es otra cosa sino la expresión de castas inferiores que habían aprendido a expresarse en lengua indoeuropea”,
lo cual es una señal del mencionado procedimiento de discriminar a priori. No hay pues duda de que por parte del autor se ha idealizado y generalizado mucho, haciendo silencio respecto de todo aquello que no se conformaba con su tesis.
En cuanto a las características que según Günther no serían indoeuropeas, hallamos la concepción de un Dios trascendente al cual uno se aproxima servilmente y por miedo, así como la concepción del hombre como mera ‘creatura’.
“Puesto que no es el siervo de un Dios soberano, el Indoeuropeo no reza prostrado de rodillas, sino de pié, con los ojos hacia el cielo y los brazos extendidos hacia adelante”. (pg. 122)
Él tiene un sentimiento de vinculación y de familiaridad con lo divino, con los ‘dioses’. El mundo para él no es ‘creado’, sino eterno, ‘sin principio’ y sin fin. No conoce un dualismo entre ‘este mundo’ y el ‘otro mundo’, por lo menos aquel dualismo a través del cual el primero es devaluado respecto del segundo y sólo en el segundo concentra el espíritu. En parte como consecuencia, no es sentido ni siquiera un contraste “entre cuerpo perecedero y alma inmortal, entre la carne y el espíritu”. Carecería pues de la ‘redención’, como del pecado, de la salvación por obra de un ‘Salvador’ y no como una “autoredención del alma que se purifica y se sumerge en lo profundo del propio ser” (tal sería la orientación del misticismo indoeuropeo), como aquella superación de las pasiones en la cual consistiera la vía del primer buddhismo y también del estoicismo. En cuanto al ‘pecado’, en la manera de sentir indoeuropea se sustituiría el concepto de ‘culpa’ por el de responsabilidad que un ‘alma noble’ es capaz de asumir.
Por parte del Indoeuropeo el mundo habría sido concebido como orden y como kosmos, como un todo formado por una ratio superior. Pero esta característica nos parece que no concuerda demasiado con la otra, indicada por igual por Günther, relativa a una concepción ‘agonista’: el mundo como arena de una permanente lucha, en correspondencia con “la vocación hereditaria y congénita al combate” por parte del Ariano o Indoeuropeo. En efecto, esta segunda concepción presupone evidentemente un dualismo, no la existencia de un orden racional universal, sino también la presencia de alguna cosa antitética respecto del mismo, del kosmos, contra la cual combatir. Mayores reservas impone luego la idea, para nosotros errada, de que los Indoeuropeos “habrían tenido siempre la inclinación en ver en la fuerza del Destino una cosa superior a los mismos dioses, sobre todo los Hindúes, los Helenos y los Germanos” (pg. 129).
No vemos cómo pueda fundarse una idea semejante, la cual, en todo caso ha prevalecido en áreas no reputadas propiamente como indoeuropeas (como en la tardía civilización etrusca y en la pelásgica, no-helénica y justamente Bachofen pudo mostrar el origen pelásgico, no-helénico, que en cambio Günther denominaría ‘no-nórdico’, de aquello que en la antigua Grecia se resintió de aquella oscura idea fatalista). Günther en cambio la conserva pues le sirve para indicar, como ulterior característica del hombre indoeuropeo, la aceptación del destino o el mantenerse inquebrantable frente al mismo:
“orgullosa fiereza con la cual se acepta el Destino que incumbe a la propia existencia, que él hace frente de pié manteniéndose así fiel a sí mismo” (pg. 131).
Por lo demás Günther opera un grave menoscabo de la herencia de la espiritualidad indoeuropea al negar y desconocer aquella que podemos denominar como la “dimensión de la trascendencia” en el orden humano no menos que en el divino (en donde reinaría el Destino y no una suprema libertad), no teniendo en forma apriorística para nada en cuenta testimonios múltiples y unívocos en un sentido opuesto. Por suerte Günther no ha insistido en una tesis anterior, según la cual los Indoeuropeos ‘nórdicos’ tan sólo cuando emigraron al Asia y al haber hallado tierras insoportables por el clima y ambiente fueron determinados a invertir su originario impulso de ‘afirmación de la vida’ por uno en el fondo extraño a su raza (artfremd), el de liberarse de la vida, comprendida ahora como ‘dolor’. De hecho un ideal fundamental indoeuropeo ha sido el de la “Gran Liberación”, de la conquista de lo Incondicionado (por ejemplo en el buddhismo de los orígenes), de la salida del ‘ciclo de la generación’ (en la Hélade).
Y esto ha sido así porque en Günther han tenido primacía ciertas preocupaciones ‘racistas’ las cuales a pesar de todo lo que hemos recién mencionado no han podido evitar terminar dándole un carácter naturalista a sus interpretaciones. Así pues, por ejemplo, para él resulta inexistente el hecho de que justamente en la tradición indo-aria la ‘vía de los dioses’ (deva-yana) que conduce hacia lo Incondicionado fue contrapuesta a la ‘vía de los padres’ (pitri-yana) que es la de aquellos cuyo destino es el de perpetuarse en la vida de su estirpe de aquí abajo.
Aquí es donde se hacen sentir las consecuencias de la presunta inescindibilidad entre cuerpo y alma, la cual termina coartando toda superior concepción de la inmortalidad. En el fondo Günther termina reduciendo los horizontes espirituales a una ‘inmortalidad inmanente’ (efímera), que consiste en la perpetuación y continuidad en la estirpe y en la raza, respecto de la cual un sujeto forma siempre parte, lo cual “en el orden de las generaciones produce perennemente la vida” (pg. 147). Si bien con intentos de mitigación, Günther termina viendo en el panteísmo, que implica una negación de toda verdadera trascendencia, un rasgo fundamental de la religiosidad ‘ariana’ (hallamos en él la expresión “inspirado panteísmo naturalista”), lo cual equivale a degradarla arbitrariamente, así como sostener un sospechoso ‘culto a la vida’ como contraparte. Es bueno tener presente que no se debe confundir con el ‘panteísmo’ una concepción sacralizadora del mundo, que fue propia de los orígenes y que debe decirse tradicional en sentido general, y que de ninguna manera debe sostenerse como una prerrogativa únicamente ‘aria’ o indoeuropea.
Es en el campo de la ética que en parte las caracterizaciones de Günther tienen un valor más convincente. Él habla de los ideales de la firmeza y de la grandeza de ánimo, de un natural dominio de sí mismo, de un también natural sentimiento de las distancias y de no promiscuidad, de la desconfianza por todo abandono del alma y por lo tanto hacia un desordenado, anhelante misticismo. Además, el sentimiento del honor, la disposición a la fidelidad y a la lealtad, una medida, consciente dignidad y la humanitas en la acepción clásica, el amor por la verdad y la repugnancia por toda mentira. La libertad es un ideal, sin embargo en la perspectiva indicada por el dicho de Goethe:
“Todo aquello que libera a nuestro espíritu sin elevarnos a un mayor señorío sobre nosotros mismos, nos corrompe”.
La ética que se articula en tales valores, para Günther sería ‘natural’ en el Indoeuropeo, no ligada a preceptos exteriores (así como la religiosidad indoeuropea sería ‘natural’ y no determinada por ‘revelaciones’).
En esto se puede estar de acuerdo tan sólo en parte, pero con referencia a una concepción no-racista de la raza. El ser ‘de raza’ en un sentido superior encuentra justamente como una cosa natural actuar y comportarse de una determinada manera, sin referencias externas. Pero aquí no es el caso de hablar de algo que sea propio de la ‘raza’ indoeuropea. Tales cualidades éticas naturales del ‘hombre de raza’, para dar un ejemplo, están también presentes entre otros pueblos (bastará tan sólo la referencia a la nobleza tradicional del Japón) y la mención a lo ‘tradicional’ no es una cosa extrínseca, a tal respecto se puede considerar también aquello que se convierte en congénito en base a una rigurosa tradición. En cuanto a la ‘nobleza’, resaltémoslo de pasada, es bastante curioso el hecho de que Günther hable frecuentemente del espíritu y de la noble ética de una “aristocracia campesina” (en todo caso, habría que hablar de una aristocracia feudal). Aquí nos parece percibir el eco de un slogan ‘racial’ del hitlerismo, ‘sangre y tierra’, por el cual en nombre de un determinado ‘arraigo’ y de una cierta política era liquidado el precedente mito de las razas arias originarias como las de los cazadores y conquistadores emigrantes ávidos de grandes distancias y de lejanos horizontes.
Se ha ya hecho mención al hecho de que para aislar los elementos ‘nórdicos’ Günther ha debido poner sistemáticamente a cargo de postuladas contaminaciones raciales debidas a cruzas y a influjos exógenos desnaturalizadores todo aquello que en las sociedades indoeuropeas, aun siéndoles cosas presentes de hecho, no correspondería a los mismos valores y comportamientos. Nuevamente esto delata la subyacencia del racismo biológico el cual tiene muy poco en cuenta el hecho de que las mezclas no son el único factor de alteración puesto que son posibles procesos de involución, de decadencia y de colapso en el contexto del mantenimiento de una suficiente integridad originaria de sangre. Ya al comienzo hemos notado que justamente los actuales pueblos mayormente ‘nórdicos’, que se han mantenido tales más que los otros, son particularmente insensibles a los ideales ‘nórdicos’ tal como Günther los define. En el contexto histórico bastará tan sólo recordar este ejemplo. Günther considera justamente como extraño a la línea ‘aria’ el espíritu de la Reforma protestante en razón de su exasperación de los conceptos del pecado y de la naturaleza irremediablemente corrompida del hombre, del confiarse a la sola fe, a la necesidad de la gracia gratuitamente acordada por Dios, de la servidumbre humana (de servo arbitrio- Lutero). Bien, la Reforma hizo pié sobre todo entre los pueblos alemanes y nórdicos, mientras que los pueblos más al sur o al occidente, a los que se reputa como alterados en mayor medida por cruzas, permanecieron refractarios a la misma.
Hacia el final de su ensayo (pg. 172) Günther escribe:
“Con el siglo XX los Indoeuropeos comenzaron a eclipsarse en el mundo de la espiritualidad y de la historia. Hoy en día todo aquello que en la música, el arte, la literatura (se debería agregar: la moral y las formas políticas predominantes) del ‘Occidente libre’ es reputado como particularmente ‘progresivo’ no refleja más una espiritualidad indoeuropea”.
Esto nos parece justo, pero tan sólo si somos capaces tal como dijimos de definir aquello que es indoeuropeo en términos esencialmente morfológicos y generales, sin estrictas referencias étnico-raciales. En cuanto luego a la capacidad de conjunto de los valores ‘indoeuropeos’ (también con el fin de superar alteraciones, unilateralidades o evidentes idealizaciones del tipo de las precedentemente mencionadas) de poder operar como una nueva solidaridad y unidad supranacional occidental, dados los tiempos actuales por los que transitamos, a diferencia de lo que dice Romualdi, somos sumamente escépticos: no creemos para nada que pueda visualizarse algún suelo apto de resonancia y cristalización.
Por lo demás, un análogo sentimiento parece manifestarse en el mismo Günther cuando en el prefacio de la última edición de su interesante ensayo (pgs. 105-106), al referirse “a nuestros tiempos, en la era del ocaso del Occidente Spengler dice: ‘Aun si aquello que permanece en el mundo europeo occidental tuviese que perecer por la carencia de verdaderos Indoeuropeos de raza, es decir de verdaderos Occidentales, permanecerá de todos modos un sentimiento arraigado en la tradicional espiritualidad indoeuropea, aquel sentimiento que fuera ya de los últimos Romanos, Romanorum ultimi, en un imperio ya no más ‘romano’ el sentimiento del carácter inquebrantable ante el destino… por lo cual ya Horacio exhortaba: Quocirca vivite fortes, - fortiaque adversis opponite pectora rebus!”
Una instancia de tal tipo, por lo demás recabable tan sólo por parte de pocos y quizás a ser modulada mayormente en el sentido de una desapegada impasibilidad, nos parece más realista que cualquier optimismo de trasfondo ‘nostálgico’ (en el sentido negativo dado a este término en relación a un cierto aspecto de ciertas orientaciones políticas italianas), con la correspondiente nueva evocación de los orígenes nórdicos.

Il Conciliatore, agosto 1970.