martes, 6 de septiembre de 2011

ARGENTINA

ELECCIONES Y TIEMPOS ÚLTIMOS

En realidad este comentario que realizamos respecto de las últimas elecciones de la Argentina que dieran un arrollador triunfo a Cristina Kirchner lo podríamos haber efectuado un par de semanas antes de tal hecho cuando esa misma población, en la ciudad de Buenos Aires, le diera también un triunfo contundente a su rival ‘de derecha’ y por lo tanto opuesto políticamente a la actual presidente, el empresario Macri. Pero antes de cualquier análisis, anticipémonos a decir que este vuelco repentino de apenas escasos días de un extremo a otro del espectro ideológico por parte del electorado se debe principalmente a que vivimos tiempos terminales, en tanto que nos hallamos en la etapa conocida como de la postmodernidad, la cual se caracteriza por ser una época que, si bien volcada como la anterior al mero logro de la economía y el bienestar como destino, en la misma ya no hay ideologías, es decir determinadas perspectivas existenciales y metas que incluso pueden trascender la misma vida individual o la de una determinada generación, sino solamente existen los intereses inmediatos de las personas representados por instantes placenteros, momentáneos, fugaces y por lo tanto volubles, en razón de los cuales es que se intenta vivir.
Quien mejor graficara esta situación especial ha sido justamente el que dirigiera la campaña electoral del triunfante intendente Macri y respecto del cual estuvimos a punto de redactar una nota en su momento, pero que pensamos que ahora, a la luz de los últimos acontecimientos que corroboran en abundancia lo que íbamos a decir, la misma adquiere un relieve mayor. De nacionalidad ecuatoriana, aunque asiduo habitante de nuestro país, el aludido director de campaña, de apellido Durán Barba, es un ex militante marxista leninista que, siguiendo las secuelas de su corriente ideológica originaria, ha mutado de acuerdo a los tiempos más recientes, adaptándose a vivir en la época postmoderna, es decir, la posterior a la caída del muro de Berlín. Nos explica así, en un largo reportaje publicado en la revista Noticias, que más que abocarse ahora, como lo hacía antes, a una triste y anodina existencia signada por una lucha por ideales inalcanzables (para él), lo que ha descubierto es que se trata en cambio de divertirse y de disfrutar del momento. Es decir vivir plenamente en los tiempos últimos de postmodernidad. Y al respecto su tarea es ahora la misma, aunque en situaciones muy distintas, que la que en la antigüedad tenían los sofistas, la de fortalecer a través de la erística y la retórica, los discursos más débiles, las posiciones más indefendibles, para convertirlas en 'brillantes' y con posibilidades de éxito; todo ello por supuesto sin importar la ideología de las personas que paguen por sus servicios, ni tampoco el horizonte intelectual o la simple honestidad personal que las mismas pudiesen poseer. Así pues son interesantes algunos de los consejos que el aludido Barba le ha dado a su empleador Macri para ganar las elecciones. En primer término, le sugiere mostrarse jovial, divertido, pasearse mucho con la esposa embarazada y panzona, para exhibirse así como familiero y al alcance de todo el mundo, como uno más de los tantos. Cortarse el bigote para aparecer como menos solemne y más juvenil y fachero. Bailar asiduamente y en público para así ser sonoro y rimbombante como los tiempos actuales en donde el ruido sincopado ha sustituido a la reflexión. Rehuir cualquier debate que agobie a las personas con pensamientos complicados, sustituir en cambio el discurso político ideologizado por la imagen y el color, y al respecto fue él el que le sugirió el uso del amarillo en tanto señal de sensualidad y paz vacuna. Acudir mucho a los globos, pues en un mundo en donde la razón ha sido suplantada por la imaginación, el concepto lo ha sido también por el símbolo y en el inconsciente colectivo, así como el amarillo genera confianza y sensualidad, el aire encerrado en el globo es señal de abundancia y de grandes proyectos y perspectivas, representando ello toda una definición. Pero lo principal, luego de haberle sugerido renunciar al debate y a la formulación de principios (pues bien sabemos que éstos no existen y si se formulan sólo sirven para atormentar al presente), mostrarse en cambio movedizo, peripatético. Esto es justamente lo que explica todos los despliegues físicos del candidato saltarín y corredor, que salta baches y que trata de exhibirse como siempre joven y deportivo. El resultado fue apabullante. Ganó por goleada. Tal es así que, siguiendo los consejos del ecuatoriano Barba, otro candidato del mismo partido, en Santa Fe, un cómico muy reputado, se presentó rápidamente como candidato a gobernador en donde apenas faltaban pocos días para votar. Cuando se le preguntó qué pensaba hacer, explicó que recién había aceptado el cargo y que iba a aprender a ser político si se lo permitía el voto de la gente, aunque tuvo un pensamiento muy sagaz y oportuno. ‘¿Si los políticos actuales, sin ser cómicos, nos hacen reír tanto, por qué no suponer que yo que soy cómico pueda actuar con seriedad?’. Casi gana.
Bueno y así llegamos a Cristina. También aquí un marxista adaptado a la postmodernidad, el ex discípulo de Abelardo Ramos, Ernesto Laclau, hoy `casualmente’ profesor universitario en Inglaterra, maestro a su vez de los principales intelectuales del grupo neomarxista Carta Abierta que brinda sustento ideológico y marketinero al actual gobierno, ha brindado los consejos adecuados para ganar. Un marxista hoy en día, en épocas de postmodernidad, no debe ser doctrinario, sino populista. De allí el título principal de su obra La razón populista que comentáramos en otra nota. El marxismo debe adaptarse pues a los tiempos actuales. Ya no más utopías, ni acumulación de capital por parte del Estado que quiere construir la sociedad sin clases del futuro. Sino en cambio acudir a compulsivas distribuciones y a demagogias que incrementen las emociones colectivas. Fútbol para todos, plasma para todos, notebooks para todos. Repartir pues para ganar elecciones, nunca exigir sacrificios, ni tampoco atesorar, sino distribuir siempre más para granjearse la voluntad del soberano. Y simultáneamente a ello acudir a lo que moviliza a la masa cual es el efecto sensiblero tan cultivado a su vez por la televisión idiotizadora.
El pensamiento postmoderno sólo piensa en el presente, en la próxima elección, en la acumulación de votos en vez que de capital para el futuro. Del mismo modo que el burgués hedonista para el cual después de su bienestar puede sobrevenir el diluvio, la razón populista dilapida bienes en función de sufragios. Y esto es ya un fenómeno colectivo, no se diferencia por ejemplo de aquel gobierno japonés o británico que, a pesar de todas las evidencias en contrario, no ha renunciado a construir nuevas centrales atómicas, pues si bien contaminan eso es algo que recién tendrá efectos nocivos para generaciones futuras que todavía no están. Y el futuro es un no ser, se trata de un ‘gran relato’, de una ideología que no existe, en donde sólo está el presente de la postmodernidad. El ciclo se cierra.

Marcos Ghio

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