DEL FÚTBOL PARA TODOS AL ABORTO PARA TODOS
Días pasados, en un impactante fallo en nuestro país, la Corte Suprema de Justicia acaba de dar un primer paso para institucionalizar el aborto como práctica legal. Alegando que en caso de violación el mismo resulta legítimo, ha abierto las puertas para establecer un sistema por el cual cualquier mujer, tras aproximarse a un hospital público y firmar una declaración jurada ante los médicos alegando que fue violada, puede ser sometida sin más trámite a tal operación. Y como por otra parte no se le exige ni que diga quién la violó ni que exhiba alguna denuncia policial al respecto, cualquier persona puede hoy en día abortar por lo que, en aras de un sinceramiento, sería lógico que se acelerasen los tiempos y se soslayase este trámite humillante y favorecedor de la mentira.
Todo esto nos permite hacer una serie de reflexiones. En nuestra sociedad, si bien se encuentran prohibidos, de hecho los abortos son practicados sin mayores inconvenientes y persecuciones sucediendo así que, en razón de los precios que suelen cobrarse por los mismos, por tratarse de operaciones ‘clandestinas’, éstos sean efectuados con personas de mayor poder adquisitivo las que a su vez, debido a su superior grado de instrucción son por otra parte las que son capaces de adoptar mayores medidas de contraconcepción. Por lo cual lo que acontece en la actualidad es que son los de menores recursos aquellos que además de tener más necesidad de acudir a los mismos, por no tener a su disposición los medios para hacerlo y por lo tanto no tener la posibilidad de abortar, los que consecuentemente más se reproducen. A esto por supuesto debe asociarse el hecho de que, debido a la profunda decadencia y descomposición en que se encuentra sumergido el orden social, la búsqueda extrema del placer, a través del sexo y de la droga, sean hoy cuestiones universalizadas y a la orden del día impulsadas y promovidas especialmente por los medios masivos de comunicación en los cuales la conductas más procaces y vulgares son permanentemente puestas como paradigma para las generaciones actuales para las cuales el sexo se ha convertido en una verdadera idea fija. Por lo cual resulta evidente hoy en día que si esta campaña promotora de la sexualidad en los sectores más instruidos, que tienen a su alcance medios en abundancia para evitar embarazos, en vez de producir nacimientos por el contrario los reduce, esto en cambio no sucede con los más carenciados los cuales de esta manera se reproducen vermicularmente generando así como consecuencia, y en razón de la decadencia antes mentada, grandes camadas de drogadictos y de delincuentes seriales respecto de los cuales, tras haberse cruzado con alguno de ellos por alguna mala experiencia, podría con seguridad llegar a lamentarse por qué no se le permitió a su madre abortar.
Es desde este punto de vista que consideramos como contraproducentes todas estas campañas que hoy existen en contra del aborto y en ‘defensa de la vida’ promovidas especialmente por sectores católicos y evangelistas, campañas destinadas en última instancia a mantener el statu quo, las cuales tienen gran semejanza con las que en su momento se efectuaron en contra del divorcio y el matrimonio gay. Así como respecto de esto último nos preguntamos en su momento qué sentido tenía combatir el divorcio allí donde la indisolubilidad conyugal y el matrimonio mismo habían perdido su carácter sagrado para ser sustituido por el mero concubinato o el apareamiento serial, de la misma manera nos preguntamos cuál es la ‘vida’ que debemos estar defendiendo a cualquier precio.
Para referirnos a ello una vez más nos queremos remitir a los clásicos. En la antigua Roma, que es la sociedad tradicional más cercana en el tiempo junto a algunos momentos de la Edad Media, así como existía la diferencia entre patricios y plebeyos, también la había entre los tipos de unión existente entre ambos, llamándose en un caso connubium y en el otro la confarreatio. Respecto de esta última se la solía calificar también como more ferarum, es decir como una unión que no era diferente sustancialmente de la que podía existir entre las bestias y a la cual le resultaban normales los cambios sucesivos de parejas. El connubium en cambio era una acción efectuada para siempre quedando absolutamente excluido en el mismo el divorcio, salvo en casos sumamente excepcionales y, en las experiencias más elevadas, no admitía la disolución ni siquiera en caso de la viudez pues el vínculo que se establecía, en tanto era de carácter sagrado, no podía ser disuelto ni siquiera por la muerte de uno de los cónyuges. Y desde este punto de vista la existencia de un patriciado oficiaba también en esto como una verdadera aristocracia que actuaba como un paradigma para el resto de la sociedad, la cual, a diferencia exacta de lo que sucede actualmente en donde tal función como dijéramos es ejercida por los medios masivos de comunicación, hacía en modo tal que los concubinatos plebeyos moderaran al máximo su promiscuidad y se aproximaran lo más posible a lo que significaba un verdadero matrimonio concebido como connubium.
Del mismo modo acontecía con los nacimientos producidos en el seno de las familias patricias los que eran concebidos, más que como simples manifestaciones de la vida que se reproduce infinitamente utilizando a los individuos como sus instrumentos, como la irrupción sagrada de un principio del que se era el portador. El que nacía, más que hacerlo con la vida biológica, perpetuaba una gens, es decir una raza que, en tanto de origen divino, atestiguaba a través de la descendencia su carácter superior y trascendente. Por lo que el haber nacido en el seno de una familia patricia no se reputaba en modo alguno como un hecho casual producto de un simple abrazo nocturno, sino como la decisión libre de un dios que se manifiesta en el seno de la inmanencia a través de sucesivos avatares. En tales casos en la selección que se efectuaba de los cónyuges de acuerdo a la ascendencia y a la estirpe se operaba como un verdadero contraste con las uniones casuales y producidas meramente por atracciones físicas y circunstanciales por las que es la Vida, comprendida como elemento impersonal, la que se reproduce y perpetúa a través de un juego de instintos ciegos y fugaces. Y este elemento intempestivo, casual y al mismo tiempo fatal acontece principalmente entre aquellos seres inferiores que son rebajados simplemente a la condición de instrumentos de la propia especie a través de la reproducción ilimitada. Defender ese tipo de vida y desconocer al mismo tiempo una dimensión superior a ella no es salir de la decadencia sino por el contrario perpetuarla sin darse cuenta de ello.
Ante la pregunta que se nos hiciera respecto de si estamos o no a favor del aborto, debemos contestar que ello depende de la circunstancia y situación. Desde un plano de los principios nos oponemos al mismo mientras se trate de una sociedad normal en donde la vida se encuentra ordenada hacia lo que es más que ella, en donde existe una aristocracia que acrecienta por su autoridad y prestigio a los que son menos. Pero allí donde esas cosas no existen ¿por qué nos debemos entrometer en los procesos de la decadencia retrasando el final de los mismos? La democracia debe pues agotar sus últimos cartuchos, que junto al fútbol para todos haya también aborto para todos. El ciclo se cierra.
Marcos Ghio
lunes, 19 de marzo de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Muy aclarador su artículo, Sr. Marcos Ghio; muchas gracias.
Desde una postura Gibelina, en un mundo decadente y desacralizado, no debemos tomar una postura de apoyo absoluto hacia alguna de las 2 posturas "contrastantes" en boga. Ni el guelfismo "provida" ni el laicismo libertino y progay, son posturas aceptables para un hombre de la tradición. La defensa de la vida tan cacareada por la iglesia, la promoción de vacunas que prolongan la vida de débiles y debilitan a los aptos, la promoción de trasplantes por doquier (y en el mercado), así como el lado "progre" reivindicando los "derechos" de las mujeres, de los desviados, en realidad no deberían ser banderas de lucha de la Tradición. Como bien explica en su artículo, términos como aborto, matrimonio, concubinato, han sido totalmente mezclados y deformados a través de una esquizofrenia linguística sin igual, y en realidad ni una ni la otra postura sabe qué es lo que realmente defienden o atacan; en realidad lo que priman son los meros intereses y la demagogia.
Atte. Patricio Lara
Publicar un comentario