viernes, 31 de mayo de 2013

HOMENAJE    A    MADINA    ALIEVA
 


En una información suministrada por la Agencia Informativa Kaliyuga hace pocos días, ha llamado nuestra atención un hecho ocurrido en el Emirato Islámico del Cáucaso, específicamente en Daguestán. El 25 de mayo pasado, una joven llamada Madina Alieva, de 25 años de edad, se inmoló voluntariamente haciendo estallar un cinturón que llevaba en torno a su cuerpo provocando así la muerte de 25 policías servidores de los ocupantes rusos y varios heridos graves de la misma calaña. Madina Alieva era viuda de un guerrero mujahideen que había caído en combate martirizado por los rusos.
En el mundo tradicional se pueden recabar muchos casos de mujeres que entregaron su vida por una causa superior.  El más notable y conocido es la “sati”,  la autocremación de la viuda en la India tradicional, en la misma pira funeraria en que ardía el cadáver de su esposo fallecido, rito que si bien fue abolido por las autoridades británicas en 1829, aún hoy día tiene sus manifestaciones. Los británicos, con su mentalidad europea y modernista, lo consideraban una costumbre bárbara, propia de salvajes. Ocurre que el mundo moderno ya no sabe de la naturaleza de la mujer, que se realiza a través de un darse, de una entrega a otro sin condiciones ni límites, siendo el varón su punto de referencia supremo. Pero todo esto viene a menos cuando ya es muy difícil encontrar varones auténticos en el más alto sentido tradicional; tema éste del que nos hemos ocupado en una nota anterior relativa a la feminización del mundo moderno.
     Ahora veamos que tiene que ver esto con Madina Alieva. Como mujer islámica tradicional su  esposo era su punto supremo de referencia en la vida, era su Señor al cual debía entrega total y absoluta y al morir él en combate Madina perdió el sentido de su vida, y la única manera de restablecer la unión, de volver a reunirse con su amado era ingresar en el Paraíso en que él se encontraba. Y la manera d hacerlo era sacrificar su vida eliminando enemigos que eran los mismos de su esposo y simultáneamente reunirse con él.
Madina jamás habría pensado en tomar las armas puesto que la guerra es ajena a la naturaleza de la mujer,  pero en ella había un móvil superior: la entrega total a su varón. En Madina se reveló en su plenitud la naturaleza de la mujer.
    Lo que estamos relatando jamás será comprendido por esos seres deformados que son las feministas y las manadas de hombrecitos que conforman la progresía moderna, pero valgan nuestras palabras como testimonio del pensamiento  tradicional.
     Nuestro homenaje a  Madina, sin tristeza, con  una calma alegría, porque la sangre de esta heroína abona el árbol de la Victoria.
 
San Carlos de Bariloche, 28 de mayo del 2013
 
JULIÁN  RAMÍREZ
 

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