jueves, 30 de abril de 2015

GHIO: EVOLA EN LOS EEUU

EVOLA EN LOS EEUU



Al parecer, por las noticias que hemos recabado, no solamente en América del Sur la doctrina evoliana ha florecido encontrando eco en diferentes países de nuestro medio, sino también lo ha hecho en América del Norte en donde desde hace un par de décadas Gianni Stucco, una persona de origen italiano, ha efectuado importantes traducciones de las principales obras de Evola en lengua inglesa permitiendo de este modo que su doctrina pudiese ser conocida también en tal región del planeta. Ahora bien, debemos destacar que gracias a tal tarea de difusión también en los EEUU se ha establecido un debate respecto de cuáles aspectos de la doctrina evoliana pueden representar un aporte para el medio de tal país. Y en dicho sentido es que podemos mencionar un reciente texto traducido a nuestra lengua escrito por el Sr. Michel Bell y que se titula El concepto de raza en Julius Evola y que ha aparecido en internet (http://www.counter-currents.com/2015/03/el-concepto-de-raza-de-julius-evola/).
El Sr. Bell parte en su artículo de la formulación del interrogante en relación a cuáles sectores pueden hacerse eco de la doctrina evoliana y al respecto resalta el hecho de que en los EEUU, del mismo modo que en la Alemania del nacional socialismo, período en el cual Evola escribió gran parte de su obra, existe un sector conservador que rinde culto a la raza blanca a la cual le asigna primacía sobre las restantes, apareciendo también en su medio, en especial entre grupos conocidos como el Ku-klux-klan, un notorio rechazo sea por los judíos como por la raza negra. Pero el defecto en que incurren tanto los racistas yanquis como en su momento sucediera entre los nazis, es el de haber reducido el fenómeno racial a un crudo determinismo de carácter biológico olvidando la existencia del elemento espiritual, el cual no sería el mero producto de aquel factor. Que así como es constatable que no todo individuo de raza blanca se convierte forzosamente en Mozart, podría también decirse que en tanto la corrupción de lo óptimo es lo pésimo, no estaría negada la posibilidad de que cuando la raza blanca decae tengamos que en la misma acontezcan expresiones de decadencia que ni siquiera son hallables entre las grupos más primitivos y atrasados. Se recuerda al respecto que gracias a la prédica evoliana el nacional socialismo alemán pudo evolucionar de un cerrado determinismo que hacía de lo germánico ario de pelo rubio y ojos azules la raza superior por excelencia, a una postura  en el cual en cambio fue la concepción del mundo el factor prioritario y esencial. Que el concepto de raza espiritual tiene que ver con aquella dimensión más profunda del hombre que es el espíritu en cuyo seno es en uno mismo y no en un determinado grupo racial en donde se produce la elección entre adherir a valores superiores y trascendentes o por el contrario hundirse en las miasmas más sórdidas de la modernidad, con independencia ello de la raza a la cual se pertenezca y al color de piel que se posea. Fue así como se tiene presente que movimientos como las SS lamentablemente tan sólo en los finales de la Segunda gran contienda, superando el crudo determinismo racista, aglutinaron a personas de todas las etnías en función de un orden superior.
En tal sentido se nota en el Sr. Bell un intento de reconducir a los sectores racialistas blancos de los EEUU a concepciones evolianas a fin de despojarlos de su crudo materialismo biologista y acercarlos así a valores espirituales, imitando de este modo la tarea efectuada en su momento por el maestro italiano en el medio alemán. A no ser que hallamos aquí dos impedimentos esenciales. El primero de ellos es el relativo al elemento racial que pretenden rescatar tales grupos y al respecto habría que decir que no han sido iguales los aportes dados por la raza blanca en Alemania que los brindados en cambio en los Estados Unidos. El blanco germánico se caracterizó por haber cultivado valores superiores de carácter netamente espiritual en disciplinas tales como el arte y la filosofía, cosa que no encontramos en la raza blanca norteamericana que en cambio se ha destacado por el cultivo del más crudo materialismo capitalista, reputando en forma calvinista al éxito en tal esfera como el verdadero signo de su superioridad.  A su vez el rechazo del blanco por el negro en los EEUU, ha hecho ver muy bien Evola, se ha debido más a una situación psicológica de amor y odio que a una verdadera y propia defensa de los valores estrictamente espirituales y autóctonos de la raza blanca occidental. Hizo notar muy bien el maestro italiano que, si bien el yanqui ha rechazado al negro al cual previamente esclavizó, tal actitud se ha mantenido meramente en la superficie porque en el fondo ha asumido su propia espiritualidad y modo de ser producto a su vez de una raza que fue desarraigada. En modo tal que por ejemplo si los ritmos musicales africanos pudieron tener en el medio en que se desenvolvieron inicialmente un sentido religioso de vinculación con lo sacro, tales cosas se fueron perdiendo totalmente en el cautiverio, esto es en el seno de la sociedad norteamericana en donde el blanco terminó asumiéndolas justamente en sus aspectos más exteriores y secundarios hasta convertirlos en su música y ritmo predilecto. Y podrían encontrarse otros ejemplos más proporcionados por Evola de un blanco negrificado propio del estado en que se encuentra el norteamericano que ha tomado del negro sus mismos caracteres espirituales producto a su vez de una situación de decadencia al haber sido arrancado del lugar en donde los mismos recababan algún sentido.
La otra cuestión es tener en claro que el racismo en Evola fue una cosa sumamente circunstancial y, tal como lo expresa en una de sus principales obras, El Camino del Cinabrio, resulta ‘absolutamente falto de sentido en la actualidad el querer asumirlo como problema’. Si Evola condescendió a formular el tema del racismo fue únicamente para lograr influir en el medio cultural en donde se desenvolvía en donde el mismo había tenido en ese entonces, estamos hablando del período prebélico, una cierta importancia, con la finalidad de poder rectificarlo respecto de la actitud particularista y moderna en que había incurrido. El sentido del concepto raza formulado en tal obra de ningún modo podría haber sido sostenido por Rosenberg o Günther, principales exponentes de la doctrina racista nazi. Raza en el sentido que le daba Evola en su debate con tal ideología representaba más bien una “concepción del mundo, un universal a priori, una idea platónica” que resulta en lo esencial independiente del grupo étnico al cual se pertenezca, aunque la misma pueda manifestarse en manera diferente de acuerdo a los mismos, por lo cual nada más lejos que el concepto de raza elegida propio del nazismo, que también es hallable en otro sentido en el sionismo más cerril. Pero una vez que el nazismo ha concluido con la derrota del 45 nuestro autor insiste en considerar que resulta absurdo y contraproducente seguir insistiendo en tal tema, en especial al tenerse en cuenta que los caracteres positivos o negativos que podían encontrarse en determinadas razas como la aria y la judía, ya están presentes en cualquier lado con independencia de la etnía a la que se pertenezca. Y no hay que ser excesivamente suspicaz para percibir que el actual alemán no tiene nada hoy en día del famoso ario creador de culturas superiores que podía aun reivindicarse en el seno del tercer Reich. Y más aun es hasta más hallable tal carácter superior en etnías que por no ser europeas o blancas, es decir por no haber sido aun contaminadas por la corrupción de lo óptimo, han en cambio mantenido su adhesión a valores superiores, como el caso de los africanos de Al Shabaab o los semitas del Estado Islámico y de Al Qaeda. Y reiteramos que esto se agravaría más aun si se quisiese aplicar principios de racismo espiritual prebélico entre los racistas blancos norteamericanos, tal como nos propone el Sr. Bell.
Por último no debe extrañarnos el habernos enterado que el Sr. Alcántara, notorio falsificador del pensamiento evoliano, y defensor del nacionalismo europeo de Marine Le Pen y otros, haya asumido con entusiasmo la nota del Sr. Bell en tanto nos insiste en decir que solamente los europeos como él pueden llegar a desarrollar la sustancia divina que mora escondida en su seno, cosa que en cambio le está vedada a semitas y negros. Indudablemente cada vez resulta más real y actual el dicho de que Dios ciega a quienes quiere perder.

Marcos Ghio

30/02/15

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