sábado, 2 de enero de 2016

RAMÍREZ: SOMOS EVOLIANOS

SOMOS EVOLIANOS

De alguna manera tenemos que adoptar un sustantivo que nos identifique y, ante la confusión semántica que cada día más y más degrada a nuestro idioma, tenemos que llamarnos netamente evolianos, para así poder diferenciarnos de los otros.
Existen varias doctrinas, movimientos o ideologías con las cuales se nos pretende relacionar en virtud de planteos de algunos problemas que rozan con el pensamiento de Julius Evola, pero que lo hacen desde distintas perspectivas, las que en definitiva son opuestas a nuestra concepción del mundo y de la vida.

NO PODEMOS LLAMARNOS NACIONALISTAS:
Llamarse nacionalistas es cargar con una herencia que no nos pertenece, es como llevar una mochila llena de plomo. Llamarse nacionalistas y al mismo tiempo tener que diferenciarse de esas corrientes es una ardua tarea. Es más fácil llamarse evolianos y partir desde otro punto de vista totalmente crítico del nacionalismo en su conjunto. El nacionalismo argentino está agotado por razones fundamentales. Una de ellas es porque sostiene la idea del Estado-Nación, visión modernista y romántica que acompañó el ascenso del Tercer Estado –la burguesía- durante los siglos XIX y XX. Esta ideología del Estado-Nación está hoy en día en crisis totalmente terminal frente al brutal desarrollo de la mundialización material y economicista. Únicamente una concepción supranacional, con raíces metafísicas y espirituales podrá oponerse a la globalización hoy en marcha. Es decir, frente a la globalización, hay que sostener otra de signo opuesto. Se impone pues una inversión de 180º- El Estado-Nación está totalmente incapacitado para hacerlo. La creación de una Orden de carácter universal podrá agrupar a su alrededor a todos aquellos que profesen una idea supranacional.

NO PODEMOS LLAMARNOS TRADICIONALISTAS:
Porque es otro término equívoco que confunde especialmente con el tradicionalismo católico el que, según Evola y con razón, es tan sólo un tradicionalismo a media que se queda a mitad camino quedándose habitualmente tan sólo con la cáscara de lo que es la verdadera Tradición en su plenitud. Cada vez que pretendamos dar una explicación al contenido de tal término, tendremos inmediatamente que diferenciarnos de los tradicionalistas católicos con toda la herencia güelfa y moderna que ello conlleva.

NO PODEMOS LLAMARNOS DERECHISTAS:
Pues a pesar de reconocer el contenido superior de la palabra derecha, que no tiene nada que ver con su deformación y caricatura actual, la misma es también ambigua como la anterior, tradicionalista, estando hoy en día totalmente identificada con los sectores del privilegio económico, financiero y material.

NO PODEMOS LLAMARNOS CONSERVADORES:
Porque en esta sociedad en la que vivimos queda muy poco o nada que conservar. Lo que está en vías de destrucción no es ya lo tradicional, sino el mundo burgués ante el avance arrollador del Quinto Estado, es decir, el reino de los parias.

NO PODEMOS LLAMARNOS NACIONAL-SOCIALISTAS, FASCISTAS O FALANGISTAS:
Porque en estos movimientos pesaron aspectos modernistas que, en última instancia, los llevaron a la derrota: en algunos el güelfismo, en otros el racismo biológico, y en todos los casos el moderno nacionalismo.

NO PODEMOS LLAMARNOS REVOLUCIONARIOS:
 Porque, estrictamente hablando, la revolución en general es hoy en día confundida con el proceso subversivo que vive Occidente desde hace siglos y que ha invadido a todo el mundo.

NO PODEMOS LLAMARNOS REACCIONARIOS:
No porque nos asuste esta palabra, sino porque representa una posición de simple reacción en contra de algo que avanza, y lo que nos tiene que caracterizar no es solamente una reacción, sino sobre todo un accionar. Se trata de lo activo y no de lo pasivo.

SOMOS EVOLIANOS:

Porque nuestra acción se nutre en sus aspectos fundamentales en el pensamiento de Julius Evola, lo cual no significa santificarlo, dogmatizarlo o congelarlo, sino, dentro de sus lineamientos fundamentales, criticarlo si fuere menester y completarlo y ampliarlo cuando sea necesario.

Julián Ramírez
El Fortín Nº 18, Abril 2002

No hay comentarios: