viernes, 12 de octubre de 2018

REFLEXIONES ABRAHÁMICAS

REFLEXIONES ABRAHÁMICAS

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Uno de los más grandes disparates que vivimos en esta época de tiempos terminales (la ONU le da al planeta apenas 12 años de vida) es el de andar vociferando, ante el espectáculo lamentable que brinda el mundo moderno, que nos encontramos en este estado y situación porque el Occidente ha sido invadido sucesivamente por tres diferentes expresiones de religión abrahámica: primero vinieron los veterotestamentarios judíos, luego el cristianismo, bautizado por algunos como el bolchevismo de la antigüedad, y finalmente el último aluvión de tal tenor representado por el Islam. reputado por tales vociferadores como el peor de los enemigos, los tres obedeciendo a un tronco común y semítico. A todo esto una serie de eruditos y pensadores de moda, muchos de ellos inspirados en el peor Nietzsche, nos han dado testimonios ostensibles de tal situación. Por ejemplo se ha dicho que en tanto los abrahámicos desprecian el mundo pues lo consideran un valle de lágrimas ante el hipotético paraíso por venir, por lo tanto serían el fundamento último por el cual hoy la naturaleza es destruida pues se la considera una cosa sin valor alguno, carente de dioses y como un simple escenario que debe subordinarse coercitivamente a las necesidades del hombre. Sin embargo se soslaya maliciosamente el hecho de que justamente en tanto tales formas religiosas deprecian la esfera de lo inmanente y consideran la existencia como un simple tránsito hacia el más allá, de ninguna manera pueden ser reputados como la causa de la fiebre consumista que nos inunda.
Más bien lo que diremos en esta primera reflexión es que a nuestro entender más que presenciar actualmente la irrupción del abrahamismo, lo que tenemos en cambio es un retorno a lo peor del paganismo. El mundo actual es decadente justamente porque ha dejado de ser cristiano, judío o musulmán para convertirse lisa y llanamente en pagano.
Partamos aquí de la evidencia respecto de aquello que diferencia a estas dos formas religiosas antitéticas. El Dios del abrahamismo (Jeovah, Jesús y Allah) es persona, no así la Divinidad suprema del paganismo que es de carácter impersonal. Ante la posible refutación de nuestro argumento de que los dioses indoeuropeos son también personas, digamos que Zeus o Wotan no tienen ninguna relación con el Dios personal antes mentado. El Dios abrahámico, en tanto persona arquetípica, es absolutamente libre, no está limitado por leyes pues él es la ley, los dioses paganos en cambio carecen de tal libertad pues están sometidos a un determinismo, en este caso el que rige a la naturaleza y a la historia (realidades éstas que son asimiladas en el paganismo). Un ejemplo característico de esto lo tenemos en la circunstancia relatada por Homero de la guerra de Troya. A pesar de que la mayoría de los dioses y aun el mismo Zeus simpatizaban con Troya, éstos no pueden decidir quién habrá de ganar la guerra sino que tal cosa es resuelta por una fuerza superior e impersonal que es el Destino o Moira. Zeus solamente puede interpretar cómo saldrán las cosas auscultando el destino, pero no puede decidir lo que sucederá. De la misma manera en Platón el demiurgo creador del universo no lo hace desde la nada, es decir con absoluta libertad para crear, sino a partir de una materia previa y preexistente e inspirándose en la Idea, entidad impersonal que es la verdadera deidad. Es justamente este fatalismo, este sometimiento a una fuerza impersonal ante la cual debemos doblegarnos y reconocer su justicia como sucede por ejemplo en la tragedia griega, la máxima que rige en nuestros tiempos. El mundo y la naturaleza, las verdaderas deidades son fatalmente y no pueden desaparecer, lo que en apariencias son destrucciones, como la anticipada recientemente por la Onu, representan simplemente etapas necesarias de un proceso en donde las diferentes partes, utilizando categorías del gran filósofo pagano Hegel, son mediaciones de una idea universal que hace marchar todo por un buen camino. Cuando Trump se despreocupa de los acuerdos de París sobre el clima es porque está convencido de que la realidad se conduce por sí sola y que como en el Edipo de Sófocles, aunque el destino sea cruel e implacable, en el fondo es justo y brega por el bien de todos. Del mismo modo esto explica a las diferentes ideologías modernas. Hay fuerzas impersonales que determinan el accionar de los seres humanos reducidos a la simple condición de individuo. El individuo es parte condicionada de un todo que se le sobrepone. Y estas deidades reciben nombres distintos como diferentes expresiones de la Moira que resolvía quien ganaba las guerras. Éstos pueden ser la Historia, la Economía, el Sexo, la especie, etc en donde cada individuo realiza su ser brillando como una lamparilla efímera conducida hacia un determinado fin. Todo esto tiene que ver con el paganismo y no con las religiones abrahámicas.

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