lunes, 17 de diciembre de 2018

EL MATRIARCADO I

EL MATRIARCADO I

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El feminismo supremacista, que ha irrumpido en la sociedad civil de manera virulenta, nos satura diariamente con el anatema de que estaríamos viviendo en una sociedad patriarcal y 'machista' en donde las mujeres serían víctimas y esclavas de los hombres varones pintados como verdaderos depredadores sexuales. La realidad es por supuesto muy diferente de lo que plantea este nucleamiento que más que favorecer a la mujer, debido a sus profundas limitaciones conceptuales, termina por el contrario incrementando la idea falsa de que la mujer es inferior al hombre intelectualmente pues es incapaz de formular las cosas con precisión en tanto que se le encuentran vedadas las dimensiones superiores del ser.
Yendo precisamente a sus argumentaciones digamos que cada vez que se critica a la sociedad patriarcal se evade olímpicamente sostener por contraste aquel modelo antitético que es la sociedad matriarcal, que es en última instancia el que reivindica el actual feminismo.
Al respecto digamos primeramente lo siguiente: 1) que es falso que la actual sociedad sea patriarcal, sino que por el contrario estamos viviendo de lleno en un orden matriarcal. 2) que también es falso asimilar lo patriarcal con el machismo en tanto que son dos cosas muy diferentes una virilidad de carácter prioritariamente espiritual como el orden patriarcal de una puramente física y material que es el correlato necesario de una sociedad matriarcalista..
El maestro Evola, siguiendo en este punto a Bachofen, sostenía que dos cosas esenciales diferenciaban una sociedad patriarcal de una matriarcal, del mismo modo que a nivel metafísico se distinguía lo que es acto o forma de lo que es potencia o materia. Desde un punto de vista espiritual lo masculino tiene que ver con lo viril, que es un derivado del latín vis, que se refiere a la fuerza, pero no tomada en manera meramente material. Significa la capacidad de autodominio y de ser capaz de bastarse a sí mismo sin necesitar de otro para ser. Y como las personas no son iguales pues vivimos en un universo de jerarquías especialmente espirituales, hay grados de virilidad que van desde el acto puro o Dios, el que es ser hombre absolutamente, hasta el hombre masa en el cual la virilidad se expresa en forma mínima y elemental. Por tal razón los antiguos romanos diferenciaban entre vir, que era el hombre absoluto y libre, del homo que era aquel asimilable a la masa y a lo que se vinculaba más a lo femíneo. De la misma manera que sexualmente el acto se manifiesta en el hombre comprendido como vir, también la potencia se expresa de igual manera a través de la mujer que es aquel ser que manifiesta su perfección en la capacidad de ser conducida de manera absoluta. Así pues mientras que en el varón la virtud propia es el heroísmo y el imperio, en la mujer la misma se expresa en la fidelidad y entrega hacia quien emerge ante ella casi como un dios, es decir como un ser autosuficiente. En una sociedad patriarcal es más la mujer la que precisa del hombre que éste de la mujer y justamente en esta capacidad de autogobierno de las propias pasiones y en su posibilidad de establecer grandes distancias que es la mujer la que se siente atraída por el hombre, siendo así su gran virtud la de saber distinguir al hombre verdadero de aquel que es una simple caricatura de tal. Ello es por supuesto totalmente diferente de lo que se califica como 'machismo' es decir virilidad puramente material que como se verá es el correlato necesario de la sociedad matriarcal, en donde el hombre se ha hecho esclavo del cuerpo de la mujer y depende absolutamente de ésta a la inversa exacta de su naturaleza propia.
(Continuará)

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