sábado, 22 de mayo de 2021

«ORIENTE Y OCCIDENTE» Y LA PANDEMIA DEL VIRUS SARS COV-2, por Juan Carlos Casalino Antezana (Perú)

«ORIENTE Y OCCIDENTE» Y LA PANDEMIA DEL VIRUS SARS COV-2



Somos testigos de cómo esta pandemia global del nuevo coronavirus ha causado estragos y catástrofes en todos los niveles y estructuras de la civilización postmoderna (que es global también), pero que en Occidente es donde más impacto ha tenido y viene causando más estragos y exacerbado más las crisis insuperables que ya existían de antemano en las naciones occidentales, tanto europeas como americanas; y que en evidente contraste, en Oriente (India e Irán siendo excepciones) la pandemia ha tenido un impacto leve y no tan brutal como sí ocurrió y ocurre en Occidente sobre todo en Sudamérica. Y hemos sido testigos también de como en la mayor parte de los países asiáticos ha regido un espíritu de orden, ley, estabilidad, obediencia y sobre todo de Autoridad en las direcciones para el control y disminución de la pandemia; y más aún, principalmente del acatamiento y obediencia de los habitantes orientales a las leyes del Estado, para la reducción e inclusive erradicación de la aludida enfermedad. Facultades y aptitudes éstas que en Occidente han ideo declinando paulatinamente desde hace siglos, pero que en este siglo XXI han menguado y desaparecido abismalmente, llegando a ser puras formalidades vacías y sin ningún sentido e importancia por parte de las masas occidentales.

A pesar de que Oriente se modernizó y occidentalizó ampliamente en todos los niveles (hasta perder inclusive su espíritu tradicional oriental que antes manifestaba con todo esplendor, tal como fueron las grandes y milenarias civilizaciones tradicionales e imperiales de China y Japón), ha conservado sin embargo un cierto y profundo principio de Autoridad real, como también ha mantenido la primacía y eficacia del Estado, de un verdadero Estado centralizado, orgánico y articulado con todas sus partes funcionales. En Oriente todavía se vislumbra la presencia de un Estado realmente fuerte y sólido que hace sentir su presencia en provecho del bien público y en la coyuntura actual: en beneficio y preservación de la salud pública de todos los habitantes de una determinada nación. Esto a pesar de que varios países asiáticos que tuvieron éxito contra la pandemia son Estados abiertamente comunistas-socialistas en su política e ideología central como son el caso de la República Popular de China, Vietnam, Corea del Norte y Laos; pero también países abiertamente liberales y democráticos como Taiwán, Corea del Sur y Japón controlaron exitosamente la pandemia; y países republicanos fuertemente centralizados como Filipinas, Indonesia y Singapur lograron frenarla y disminuirla considerablemente. Y más aún países como Tailandia, Camboya, Birmania, Malasia, Brunéi que son monarquías, sultanatos y juntas militares, también han superado y frenado exitosamente la pandemia; siendo estos países que han preservado y continuado —a pesar de todos los cambios, transformaciones y “revoluciones” sociales, económicos y políticos en pro de sistemas democráticos, liberales y comunistas— formas y sistemas de gobierno-político tradicionales, y sobre todo mostraron la supervivencia de un Estado Tradicional donde la soberanía y la ley (divina) vienen de lo Alto hacia el monarca, el rey o sultán, pues todavía en dichos países sobrevive lo que en tiempos tradicionales era lo hegemónico, real y funcional: el reino, el rey, la aristocracia, el ejército sagrado, la ley divina, la jerarquía, la obediencia y el cosmos (el Orden).

Muchos de los países extremo orientales mencionados, cerraron de antemano sus fronteras terrestres y espacios aéreos nacionales con China (ya conociendo los primeros informes de una extraña enfermedad producida por un nuevo virus casi similar al SARS del 2002 al 2004 surgida también en China), mucho antes que la OMS emitiera una alarma de situación de riesgo internacional por una nueva “pandemia mundial”, así evitando que muchos connacionales que estuvieron en China regresaran infectados y propagaran la enfermedad en sus respectivos países. Siendo los casos más llamativos los países de Vietnam y Taiwán, que así evitaron desde un principio que el nuevo coronavirus pandémico se propagara rápidamente de manera ignota por sus territorios. Lo cual explica, el éxito de estos países en la erradicación temprana de la pandemia.

Todos los países asiáticos mencionados, han manejado y frenado con éxito la pandemia de manera extraordinaria, teniendo cifras extraordinariamente bajas en el número de fallecidos y contagiados, en donde sus sistemas de salud y hospitales jamás colapsaron y tampoco estuvieron a punto de colapsar. En gran contraste, con las altas cifras de mortandad y contagios en la inmensa mayoría de los países occidentales tanto en Europa como en América; en donde sus sistemas de salud y hospitales sí estuvieron a punto de colapsar (como en Inglaterra, EE.UU., Francia, Italia, España, Portugal, Bélgica etc.), y en algunos países de Sudamérica colapsaron desde el principio de la pandemia como en el caso de Perú; y en Brasil, que después colapsó su sistema sanitario por el inmenso número de contagiados y fallecidos que se dieron día tras día por la aparición de nuevas variantes y cepas del nuevo virus pandémico. Y también cabe acotar que con la invención y producción masiva de vacunas anti-Covid y con la aplicación masiva y eficiente de estas mismas hacia gran parte de la población de riesgo y población adulta, la mortandad de la pandemia se redujo considerablemente en países como EE.UU., Canadá, Reino Unido; pero en otros países como Brasil y la mayor parte de los países sudamericanos la pandemia sigue en aumento como en Colombia y Argentina. Inclusive en países europeos como Francia, Italia y España sigue habiendo un número considerable de nuevos contagios y fallecidos a pesar de la vacunación (paulatina a lenta). Esto es consecuencia de que los países mucho más ricos económicamente y con peso geopolítico han acaparado la inmensa parte de la producción de las vacunas anti-Covid de los respectivos laboratorios fabricantes. Y también, por la enorme y terrible ineficiencia e incapacidad de los gobiernos (o desgobiernos) democráticos latinoamericanos en la compra masiva de vacunas y de su rápida aplicación masiva a la mayoría de sus habitantes.

Y también no nos olvidemos que las naciones árabes, musulmanas e islámicas desde Marruecos hasta Pakistán, presentan indicadores bajos en la incidencia del virus en muertos y nuevos contagiados, lo cual indica que hasta ahora han tenido éxito en la disminución y control de la pandemia, lo cual también explica la cultura de higiene y de no aglomeración innecesaria por parte de las poblaciones locales. En cambio todo lo contrario sucede en Europa occidental como actualmente en España, en donde sus juventudes postmodernas salen a las vías públicas y plazas a agolparse en gentíos (sin mascarillas), vociferando y festejando el fin del ‘Estado de Alarma' decretado (por el gobierno español) por la crisis de la pandemia, cuando ésta no ha disminuido considerablemente ni desaparecido por completo. Ya el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, en su libro «El Anticristo», relata que cuando los cristianos católicos reconquistaron ciudades de la Península Ibérica poniendo fin a Al-Andalus, expulsando y derrotando a los moros musulmanes: la suciedad, el desorden, la insalubridad comenzó a imperar en los pueblos de la España reconquistada: “El cuerpo es despreciado, la higiene repudiada como sensualidad; La Iglesia se previene hasta contra la limpieza (la primera medida tomada por los cristianos en España después de la expulsión de los moriscos fue la clausura de los baños públicos, de los cuales sólo en Córdoba había unos doscientos setenta).” (1)

En el caso de Turquía, este país que cuenta con más de ochenta millones de habitantes y que es el puente entre Europa y Asia; a pesar de ello, tiene índices relativamente intermedios a bajos en letalidad y mortalidad por la pandemia. En cambio, en la República Islámica de Irán, la pandemia ha tenido un fuerte impacto desde que se inició el año pasado (2020), casi inmediatamente después de la crisis sanitaria por la epidemia del nuevo coronavirus (que en semanas se convertiría en una pandemia mundial) surgido en Wuhan, China. Y actualmente, la pandemia sigue siendo fuerte y constante en Irán, constituyendo una excepción de los países musulmanes que mejor controlaron (y siguen controlando) la pandemia.

Y otra excepción, sobre el buen control de la pandemia, es India. Este país que es el segundo más poblado del mundo y que en este mes ha presentado un alza descomunal en la cifra de nuevos contagiados y consecuentes fallecidos; porque previamente las poblaciones hindúes celebraron fiestas religiosas abrumadoramente multitudinarias y también congregaron mítines democráticos electorales, en donde se agolparon miles de simpatizantes por sus respectivos candidatos y partidos, entre ellos el mismo presidente actual de la India: Narendra Modi (nacionalista hindú) que convocó y fomentó que las masas se aglomeren masivamente para que participen en las celebraciones democráticas multitudinarias, clara muestra del fuerte influjo occidental de los valores liberales y democráticos deletéreos sobre este importante país oriental. Que en consecuencia, todo esto juntado, generó un tremendo repunte de nuevos casos y fallecidos por la pandemia, provocada más aún por una nueva cepa originada en ese mismo país. Y es de resaltar que anteriormente, este país, desde que comenzó la pandemia el año pasado (2020), logró sorprendentemente controlar y frenarla en consideración a su enorme población; pero en lo que va de este año el virus pandémico en la India está descontrolado y sin frenos en su propagación. Y es de mencionar brevemente, que países insulares como Australia y Nueva Zelanda, desde el inicio de la pandemia hasta ahora, frenaron y evitaron que la pandemia se extendiera por dichas islas, aprovechando los gobiernos la condición de islas de sus respectivos países. Aunque estos países sean de población occidental anglosajona en su mayoría y se encuentren en Oceanía, de todas maneras, se encuentran en el extremo Oriente. Y con respecto al continente africano, hay varios países africanos que han controlado y reducido significativamente el alcance mortal de la pandemia, aunque en otros la pandemia está con fuerte intensidad. Pero de todas maneras en contraste, sobre todo con Sudamérica, la intensidad de la pandemia es mucho mayor que en África.

Cabe resaltar un aspecto relevante que es importante mencionar, ¿por qué Oriente manejó y controló mejor la pandemia que Occidente? Es que la mayoría de las poblaciones orientales (sobre todo las extremos orientales) respetaron las medidas sanitarias recomendadas e impuestas por sus respectivos Estados y gobiernos, donde casi no se desobedecieron dichas predisposiciones sanitarias. Se demuestra que las poblaciones orientales aún conservan el sentido y el valor de la obediencia a la autoridad central, y a la par estos países orientales conservan aún el Principio de Autoridad y la presencia necesaria de un Estado sólido, fuerte y unificado que hace valer y ejecutar sus preceptos y leyes; en donde sus ciudadanos y poblaciones respetan, observan y cumplen con dichos preceptos porque saben que en el fondo les beneficia y salvaguarda. Caso abismalmente contrario en el mundo occidental, donde la desobediencia, el desorden, el caos, la anarquía y la estupidez “rebelde” son el pan de cada día, lo imperante y hegemónico. En donde las normas decretadas por los gobiernos democráticos liberales o populistas, carecen de sentido e inclusive de propósito y que nadie valora ni respeta. Es porque en la mayoría de los países occidentales, en realidad, no existen verdaderos Estados sólidos, indivisos, fuertes en sus alcances legítimos y necesarios, en un efectivo dominio justo sobre la sociedad y la economía. Se trata más bien de Estados hondamente limitados y mutilados, en donde el Estado desemboca en un “Estado” fallido: en un pseudo-Estado. Y evidentemente, en principio, es el Liberalismo-Individualismo (como ideología e imposición) el causante principal de que el Estado esté mutilado y sea irremediablemente fallido. El maestro Julius Evola esclarecería mejor: “…la verdadera antítesis no se encuentra entre libertad y tiranía, sino más bien entre individualismo y principio de autoridad. En un sistema basado en el principio de autoridad, todo lo que es tiranía, despotismo, bonapartismo, dictadura de los tribunos del pueblo, no es nada más que una degeneración o una falsificación invertida.” (2)

Y justamente, refiriéndonos al concepto u concepción del Estado, cabe resaltar que los valores e ideales nocivos y ponzoñosos del liberalismo desde el advenimiento y consolidación del mundo moderno occidental (en los siglos XVIII y XIX), darían lugar a las nefastas ideologías modernas del racionalismo, del individualismo, del nacionalismo, del “derecho natural” que desembocó en el constitucionalismo jurídico, la “separación u división de poderes” sobre (contra) el Estado, el Estado laico aconfesional; y la limitación y subordinación del Estado frente a la economía individual privada (capitalista)... Como es claro, todo esto es para socavar, debilitar, degradar, desnaturalizar y transformar regresivamente al Estado Tradicional en un “Estado” laico aconfesional y liberal (el Tercer Estado), para después involucionar y desembocar en un “Estado” socialista-comunista (Cuarto Estado) … cuando las élites y los sistemas burgueses fracasan y se desmoronan irremediablemente. En donde en realidad, ya no se trata de un Estado orgánico y articulado, sino de un pseudo-Estado mutilado por la ideología liberal y por el otro lado: un Estado secuestrado, tomado y parasitado por un Partido Único (sea comunista o nacionalista secularizado); y también la realidad de los Estados fallidos y erróneos cuando las naciones-sociedades son más democráticas e igualitarias. Como se percibe, esta fue la antesala del advenimiento del Mundo Moderno y de su futura consolidación a través de sangrientas, bestiales e inhumanas “revoluciones” subversivas antitradicionales contra el Mundo de la Tradición. Que en consecuencia, esto hizo que el “pueblo” (las masas) ya no reconozca el principio de Autoridad y la primacía del Estado, y que en estos tiempos actuales postmodernos, desconozca completamente dicho principio y primacía.







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Evidentemente, es fácil de constatar mirando alrededor de manera superficial, que la civilización tradicional es casi inexistente en demasía tanto en Occidente como en Oriente, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX para estas fechas. Y que en Oriente mismo, sólo quedan pocos vestigios que se podrían llamar auténticamente tradicionales, pero que son marginales o minoritarios en algunas regiones y naciones específicas de Asia; pues en el resto de Asia y Oriente en general casi todo está occidentalizado y modernizado, donde sus poblaciones en gran y mediana medida se rigen por valores seculares, laicistas, liberales, democráticos, capitalistas, nacionalistas, socialistas, progresistas que son valores propiamente del mundo moderno occidental. Siendo el mundo islámico la más visible excepción, pero solo en parte, pues en amplios sectores y componentes, la civilización islámica contemporánea se encuentra fuertemente influido y dominado por el mundo moderno occidental. Entonces, es manifiesto, que la “antítesis” entre Oriente y Occidente en permanente conflicto y antagonismo: es inexistente; porque Occidente y Oriente a estas alturas del tiempo: son esencialmente y espiritualmente iguales, forman parte del mismo mundo moderno, donde comparten las mismas concepciones (del iluminismo y el progreso) del mundo, de la vida y del hombre. Si alguna diferenciación hay entre Oriente y Occidente, es solamente geográfica. Pero con el advenimiento y la propagación global de la pandemia por el nuevo virus SARS-CoV-2, pareciera que dicha “antítesis” ha resucitado o emergido de nuevo: en el sentido y contraste del manejo de la pandemia por parte de Occidente y por parte de Oriente.

En conclusión, recabando todo lo anteriormente expuesto, se evidencia actualmente la superioridad de Oriente sobre Occidente, en lo que concierne al desafío y resolución óptima de esta crisis sanitaria internacional ocasionada por la pandemia mundial actual. Y que por lo tanto, en lo que concierte a las relaciones entre Oriente y Occidente, éste debería emular las aptitudes y capacidades eficaces por la cual Oriente manejó y frenó mejor la actual pandemia. Asimilando también los principios de Autoridad (en los gobiernos) y Obediencia (en las poblaciones) que todavía subsisten en mayor o menor grado en los países orientales, a pesar de la extensiva modernización y occidentalización de estos. Como puntualizó el excelso filósofo italiano, Julius Evola, en su obra «Oriente y Occidente»: Occidente debería recabar lo mejor que todavía Oriente conserva en principio de Espiritualidad, Metafísica e Iniciación; pero también incorporar a su entidad: Orden, Jerarquía, Centro, Estabilidad, Autoridad que irradia e instaura naturalmente un verdadero Estado orgánico y articulado.





Juan Carlos Casalino Antezana


Mayo del 2021













NOTAS:

F. Nietzsche, El Anticristo: Cap. 22, Pág.16, Editorial: (c) Proyecto Espartaco 2000 – 2001.

Julius Evola, Oriente y Occidente. El Nudo Gordiano, Cap. V de “Oriente y Occidente ¿Civilizaciones en guerra?” –Editorial Ediciones Heracles, Buenos Aires, 2008. Pág. 54.

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