miércoles, 29 de mayo de 2013

LA TIPOLOGÍA DEL ARIANO ANTIGUO



Para comprender lo que significa lo ario en Evola y en la tradición y poder diferenciarlo de las fantasías y abusos efectuados por los mistificadores de la 'raza europea', henos aquí un esclarecedor texto de Evola sobre el tema del cual podemos recabar lo siguiente.
1) ario no se refiere a la actual raza europea en sus potencialidades ocultas en su memoria de la sangre, sino a una casta superior que puede existir en cualquier comunidad de carácter tradicional.
2) Sostener lo ario no significa sostener la apología de la raza blanca. Cuando se refiere a blanco Evola hace alusión a la casta solar, que materialmente en el caso de la India es de piel dorada.
3) De acuerdo a lo que se desprende del texto en relación a las peculiaridades físicas del ario (2 metros de estatura por ejemplo) ninguno de nosotros es ario, pero tampoco lo serían personas como los integrantes del Colectivo Evola a quienes he conocido personalmente y puedo por lo tanto dar testimonio de ello.
M.G.



Quizás la mayoría ignore que el término ‘ariano’ o ‘ario’, tan en boga en los tiempos actuales, deriva de una palabra, ariya,  que nos remite esencialmente a las antiguas civilizaciones indogermánicas del Oriente, sobre todo a la civilización hindú e irania, la cual sin embargo designaba no a una raza en el sentido moderno, estrictamente biológico, sino a una casta, definida tanto por la superioridad de la sangre, como por una superioridad espiritual. En la antigua casta aryapuede decirse que había una rigurosa correspondencia entre raza biológica y del espíritu. En lo relativo a la primera, los antiguos códigos arios contenían prescripciones muy minuciosas e indicaban una serie de atributos, a los cuales debía corresponder el puro tipo ario. Creemos que no se encuentra privado de interés reproducir de los antiguos textos esta descripción propia de un racismo tal como existiera hace algún milenio. La premisa es aquí estrictamente clásica: se pensaba que una determinada cualidad espiritual debía expresarse en cualidades y características corporales bien señaladas, así como en un determinado estilo: esto hasta el límite que estas características pudiesen valer como señal y símbolo de valores interiores y por lo tanto presentarse como algo fatídico. Tal es la base de la denominada teoría de los ‘treinta y dos atributos’.
 Hagamos mención a alguno de ellos de acuerdo a los expresado por elMajjhimanikajo (X, 1).
Es alto el tipo del noble ario –‘cerca de dos metros’, allí se dice – y bien plantado sobre sus pies. Él tiene mentón de león, con espaldas amplias e igualmente bien formadas. La longitud de su cuerpo corresponde a la apertura de sus brazos. Largos son sus dedos, finos sus tobillos, pies bien arqueados, manos venosas. A él le pertenece el ‘color del oro’: lisa y como el oro es su piel, lisa y seca, en modo tal que ni el polvo ni el sudor ensucian su cuerpo. Amplia frente y prominente, ojos muy negros. Voz armoniosa, nariz fina, dentadura completa, igual, sin intersticios y sumamente blanca.
En forma recta él camina. Caminando él va adelante con el pie derecho. No alarga ni acorta el paso, no va ni demasiado rápido ni demasiado lento. Mientras camina, la parte inferior del cuerpo del noble ario no oscila ni se mueve por la fuerza del cuerpo mismo. Cuando mira, él mira con el cuerpo de un solo golpe: no mira hacia arriba, no mira hacia abajo, ni tampoco camina mirando de reojo por todas partes. Cuando se sienta lo hace con compostura, no se abandona con el cuerpo. Cuando está sentado no realiza movimientos inútiles con las manos y los pies; no entrecruza sus piernas, no apoya el mentón sobre su mano. Su voz es clara e inteligible, concisa y determinada, profunda y sonora. Él es calmo, privado de temblor, se mantiene aislado.
En lo relativo a sus atributos corporales, De Lorenzo ha notado que alguno de ellos recuerdan marcadamente a los que Suetonio nos refiere de Julio César: traditus fuisse excelsa statura, colore candido, tertibus membris, ore paulo pleniore, nigris vegetis oculis, etc. En general en los antiguos textos la oposición entre arios y no arios es dada por una estirpe ‘blanca’ y una estirpe ‘oscura’ krshna. Sin embargo debe señalarse que el color blanco se referiría a un significado simbólico, referido más a la raza del espíritu que a la del cuerpo,puesto que en tales tradiciones el blanco tiene referencia con la naturaleza luminosa y radiante.
Esto nos conduce a la doctrina aria de los tres atributos sattvarajas ytamas, doctrina cuanto más compleja, a la cual sólo podemos hacer una mención. Se trata en general de tres modos de ser, que se manifiestan sea en el mundo de las cosas como en el humano y en el suprasensible, en formas analógicas. Sattva es el modo de ser de aquello que, en modo eminente, se puede definir como ‘realidad’ (sat), identificada también por la luz intelectual (por lo cual en ciertas expresiones, ‘verdad’ y ‘realidad’ son una misma cosa). Rajas indica un modo expansivo –hoy se diría dinámico– de ser, asimilado al fuego: es ‘actuosidad’, ímpetu, acción. Finalmente tamas es el modo de ser propio de la materia y se refiere a todo lo que es torpe, contraído, obtuso, caótico. En particular, los textos indican la oposición entre los dos atributos extremos, es decir entre sattva y tamas, en los términos de una tendencia hacia el ascenso confrontada con otra hacia el descenso y la caída.
De acuerdo a estas doctrinas arias hay hombres ‘sattvicos’, ‘tamásicos’ y ‘rajásicos’ y pueden hallarse minuciosas descripciones características de cada uno de ellos. Naturalmente puesto que antiguamente en las castas no se veía una división artificial sobre una base simplemente social y convencional, sino la consecuencia natural de diferentes modos de ser, existe una relación entre las teorías de los tres atributos y la de las castas, relación que da pues lugar a ulteriores determinaciones de un racismo sui generis, es decir de un racismo que considera no tan sólo a la raza del cuerpo, sino también a la del espíritu: de acuerdo a la terminología por nosotros utilizada oportunamente se trata de racismo de segundo y de tercer grado.
Al haber hecho mención que a sattva le corresponde la tendencia ‘ascendente’, es decir toda fuerza de elevación, de ascenso, debe notarse que en sánscrito la raíz ar de arya, es decir de ario, tenía también la idea de mover, de ascender, de conducirse hacia lo alto.  Se podría entonces ver aquí una interesante convergencia de significados. Resulta suficientemente claro por los testimonios que nos han llegado que en la antigua jerarquía aria las castas superiores, que eran las propiamente arianas, comprendían a los hombres del modo de ser ‘sattvico’ y ‘rajásico’, es decir los seres que, en sentido eminente, ‘son’ y tienen la luz del verdadero conocimiento, y los de naturaleza guerrera; mientras que el elemento ‘tamásico’ era relegado a la casta no-aria de los sudra: siervos, no por violencia, sino porque su modo de ser es el de los siervos y ellos no conocen otra cosa que la materialidad y la oscura necesidad.
Calma, señoría de sí mismo, pureza, paciencia, austeridad, rectitud, sabiduría, son las cualidades que proceden del modo de ser ‘sattvico’, de acuerdo a textos como el Baghavad-gita (XVIII); valor, gloria, firmeza, intrepidez, son cualidades de los ‘guerreros’, que a su vez remiten al modo ‘rajásico’ de ser o por lo menos, a su mejor aspecto, a su aspecto estabilizado a través de una referencia al atributo que le es inmediatamente superior, es decir a sattva. Los textos proceden a minuciosas descripciones de las cualidades y de las prerrogativas correspondientes a estos variados tipos, en cuyo orden de cosas se reafirma por lo demás también una idea que se insinúa en el racismo moderno; es decir que el modo de concebir las cosas, el culto, el mismo sacrificio deben comprenderse de manera diferenciada; diferenciada en función de la propia naturaleza y, podría decirse, de la raza interior, que en los diferentes seres no es la misma, también en una misma raza de la sangre. Así pues la religión del ser sattvico no es la misma de la del ser rajásico y ésta a su vez se diferencia netamente del modo oscuro y casi demónico de comprender lo divino y de ser religiosos propio de los seres tamásicos. En el plano social, la natural consecuencia de tales concepciones es el ius singulare, es decir un derecho diferenciado y no ‘universalmente válido’. Es el romano suum cuique.
Esta rápida excursión en el antiguo mundo ario dará un sentido de interesantes horizontes. Se confirma sobre todo la idea de que en un tal mundo era propia una concepción superior y totalitaria de la raza, que tenía sus premisas metafísicas, que comprendía la consideración sea de la parte natural y biológica del ser humano como la espiritual, interior, y en un cierto sentido se podría decir incluso sobrenatural.

Julius Evola
Corriere Padano 24/08/39


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lic. Ghio: ¿qué pasa en las sociedades tradicionales con la cuestión de la vocación?.

Disculpe la infidencia, pero ¿su padre era profesor de filosofía?. Si no lo era, suponiendo que viviéramos en una sociedad tradicional, ¿usted ahora tendría la profesión de su padre?.

¿No hay en la visión tradicional algo demasiado forzado en esta cuestión? ¿No es la vocación algo sumamente personal en que la libertad de decisión es esencial?.

centro evoliano de américa dijo...

Las sociedades tradicionales, a pesar de todo lo que se dice en contrario, eran sumamente abiertas y no estaba para nada vedado salir de la propia casta. Lo que sucedía era que como estaban afincadas principalmente en el ser y no en el incesante devenir y cambio en las mismas tales necesidades se veían acotadas, a diferencia exacto de lo que sucede actualmente en donde existe el deporte por cambiarlo todo para poner en evidencia la propia 'personalidad'. No existían como ahora sentimientos de inferioridad por profesiones hoy conceptuadas como menores como las artesanales. Se sentía el orgullo por la propia función y se consideraba que cumplirla adecuadamente era un deber que trascendía la misma existencia individual.

Anónimo dijo...

Profesor:
¿y respecto del matrimonio? ¿no enseña el catolicismo tradicional que se cimenta en la "amistad matrimonial"? ¿y la amistad no se cimenta en el diálogo?. Si, digamos, el esposo es un erudito politólogo y la esposa ama de casa, ¿de qué hablarían?. Como dijo un católico tradicional comentando con ironía estas cuestiones, "pasarse la vida hablando del precio de la lechuga debe ser fascinante".

centro evoliano de américa dijo...

Pero como dijo un hombre con sentido común, pasarse el día hablando de política con la señora es muy aburrido, ya lo es tener que estar hablando con los demás de tale temas.