viernes, 8 de abril de 2016

GHIO: INICIACIÓN Y SUPERHUMANISMO

IV- INICIACIÓN Y SUPERHUMANISMO


Los incesantes debates que hemos debido sostener con la expresa finalidad de separar al pensamiento evoliano de las distintas expresiones del nazismo, tal como ilícitamente se lo ha venido haciendo durante tanto tiempo, nos remiten nuevamente a un tema ya tratado en su momento cuando refutáramos a un autor de dicha vertiente, autocalificada además como ‘esotérica’, el muy conocido escritor chileno Miguel Serrano (1).  En este caso retomamos la misma idea a través de un texto de Evola aparecido en su obra El Arco y la clava (pgs. 109-132) titulado Acerca del concepto de iniciación en donde se dice lo siguiente:
Etimológicamente “iniciar” significa poner un nuevo comienzo…., el presupuesto fundamental de la iniciación es que la condición humana, con los límites que definen la individualidad común, puede ser superada. Se trata de un cambio de estado, del pasaje de un modo de ser a otro modo de ser, en el sentido más objetivo. Por esto en algunos testimonios la iniciación es descrita casi como un hecho físico, del cual debe  subrayarse su carácter real, ontológico. Puede servir para esclarecer el concepto de iniciación la oposición entre “superhombre” e “iniciado”, en tanto tipos humanos. El superhombre se ha presentado como el extremo sobredimensionamiento y problematización de la especie “hombre”. En vez, en el nivel de los principios, el iniciado no pertenece más a esta especie. Si se tiene en vista la alta iniciación, se puede decir que el “superhombre” pertenece a un plano prometeico (el hombre permanece tal, pero busca, en forma prevaricadora, hacer propia una dignidad y un poder superiores), mientras que el iniciado en sentido propio pertenece a un plano olímpico (tiene como naturaleza propia una diferente y legítima dignidad).
La teoría de que el ser presenta estados múltiples, de los cuales el humano es tan sólo uno particular, es pues la premisa del concepto de iniciación. Deben ser sin embargo considerados estados del ser no sólo superiores, sino también inferiores a lo que se define como la común y normal personalidad humana. Así pues es concebible una doble posibilidad de apertura de esta personalidad, hacia lo alto y hacia lo bajo; en correspondencia con ello, una superación “ascendente” (conforme al sentido etimológico riguroso del termino trascender = “ir más allá elevándose”) debe ser bien distinguida de una salida de sí “descendente” 1.
Por tal razón es que poco antes hemos hablado específicamente de “alta iniciación” y la distinción aquí mencionada remite también a lo que hemos dicho en otros capítulos sobre los pueblos primitivos delimitando un dominio particular. En las iniciaciones tribales de los primitivos y también en sus iniciaciones de las denominadas “clases de edad” nos hallamos en general en la dirección descendente. El sujeto se abre a la fuerza místico-vital de la propia estirpe, se integra en ella, la convierte en vida de la propia vida. O bien la integración puede referirse a las potencias profundas que actúan formativamente en el organismo en los diferentes períodos de la existencia. Lo que puede resultar para el sujeto es que las nuevas facultades que él puede adquirir así implican sin embargo casi siempre algo de colectivo, de subpersonal. No nos detendremos en este caso, El mismo se nos presenta en formas típicas, por ejemplo, en el totemismo y en algunas variedades de los cultos primitivos de los muertos.”

Este texto resulta de vital importancia para refutar a tales corrientes de origen moderno y positivista, como la antes aludida de Serrano, expresadas  en obras tales como Manú el hombre que vendrá, en donde sostiene abiertamente que la meta de su doctrina, el nazismo esotérico, no es alcanzar la dimensión de la trascendencia, sino a un superhombre comprendido como un hombre que ha desarrollado todas sus potenciales físicas latentes. De la misma manera también podemos decir que otras vertientes del nazismo, que con más modestia no asumen tales pretensiones de esoterismo, niegan también la dimensión de la trascendencia incurriendo en el totemismo, es decir en la idea de que el individuo debe abrir su yo y resolverlo en la fuerza místico racial de la propia estirpe, lo que tales sectores identifican con el concepto de ‘memoria de la sangre’ que es una dimensión subpersonal opuesta sin más al concepto de la trascendencia.
  Resulta una cosa obvia entonces  que, en tanto estos sectores niegan la existencia de una tal dimensión suprapersonal, también deban sostener un rechazo abierto y absoluto hacia el fenómeno religioso que tiene en común con el esoterismo iniciático el hecho de considerar a la misma como la meta hacia la cual el hombre debe dirigirse. Los falsificadores habituales del pensamiento de Evola, alguno de los cuales con una desfachatez apabullante, dicen que nuestro autor rechaza la religión y que la considera como ‘OPUESTA’ (sic) a la iniciación tal como sostenía entre otros el mismo Serrano en su negación absoluta del cristianismo y demás vertientes ‘semíticas’. En cambio es esto lo que dice Evola a tal respecto:
“En un sistema tradicional completo religión e iniciación son dos grados jerárquicamente ordenados, la relación entre los mismos es la que en el campo doctrinal es expresada por los términos esoterismo y exoterismo, simple fe y gnosis, devoción y realización espiritual, plano de los dogmas y de los mitos y plano de la metafísica.”  
Es cierto sin embargo que desde expresiones pertenecientes a las grandes religiones ha habido intentos de contrastar lo religioso con lo metafísico o esotérico, tal como por otro lado hacen los mismos pseudoevolianos, sin embargo ello no ha abarcado a todos los casos pues  “el islamismo conoce una tradición esotérica e iniciática en el marco de la Sh’ya y como sufismo; el judaísmo tiene también una tradición correspondiente en la Kabbala” y en otros textos formula también tal posibilidad en el mismo catolicismo, en especial en su veta gibelina. Es decir que no es verdad que haya habido un rechazo y oposición recíproca entre el esoterismo y el exoterismo, sino en todo caso ha existido una tensión dialéctica en tanto de lo que se trata es de una gran religión para la cual desde un punto de vista exotérico es lícito que se formule un exclusivismo fideísta, pero tal cosa se encuentra recompensada por la presencia de expresiones esotéricas en lo alto.
Pero cuál es la diferencia entre lo esotérico y lo exotérico, es decir entre la iniciación y la simple religión? Y en qué sentido ambas dimensiones, lejos de oponerse,  se solicitan entres sí? Dice Evola:

“Podemos fijar sintéticamente el carácter específico del horizonte propiamente religioso con respecto al iniciático diciendo que el primero tiene como centro la concepción de la divinidad como persona (= teísmo) y se encuentra definido por una distancia esencial, ontológica, entre este Dios-persona y el hombre, en segundo lugar, en consecuencia, por una trascendencia tal de admitir sólo relaciones de dependencia, de devoción, cuanto más de transporte o éxtasis místico, quedando firme el límite correspondiente a la relación Yo humano-Tú divino. La iniciación tiene en vez como premisa la removibilidad de este límite y el denominado principio de la “identidad suprema” cuya contrapartida es una concepción suprapersonal del Principio Primero. Más allá de Dios como persona se encuentra lo Incondicionado como una realidad superior sea al ser como al no-ser y a cualquier imagen específicamente religiosa”.  Es decir que la diferencia entre la religión y la iniciación, o entre la fe y la gnosis, se encuentra en que en la primera se mantiene el límite entre lo humano y lo divino, en la segunda en cambio el mismo es superado en tanto el hombre alcanza plenamente el plano de la trascendencia, pero en ambos casos, el esotérico y el exotérico, se acepta la existencia de tal dimensión superior, cosa en cambio que no sucede con los superhumanistas.
Seguidamente luego de analizar la obra de Eckart, un notorio místico cristiano esotérico, que no se encontraba en oposición con el plano exotérico de su propia religión, llega a la siguiente conclusión:
“La distinción esencial aquí indicada entre horizonte religioso y horizonte iniciático, parecería sin embargo estar afectada por el hecho de que también en las religiones de salvación el fin parece ser la superación de la naturaleza mortal y caduca.” Es decir que se trata de una distinción entre ambos planos y no de una oposición, a diferencia de lo que acontece con  los superhumanistas del estilo antes mencionado cuya meta es alcanzar y lograr un tipo de hombre superior, para la religión en cambio (se entiende por supuesto gran religión),  lo mismo que para el pensamiento iniciático la meta común es la de superar la condición humana mortal y caduca.
¿Pero cuál es el sentido de la relación entre lo esotérico y lo exotérico? Veamos lo que nos dice el autor al respecto.

“La relación entre iniciación y moral (lo cual se podría también equiparar a la religión) desde el punto de vista iniciático hace que en cada tradición debe distinguirse una parte que posee un valor exclusivamente social y mundano, sirviendo como factor para refrenar al animal humano, y una parte que está dirigida verdaderamente hacia lo alto, hacia la trascendencia. La relatividad de los preceptos morales resulta en ambos sectores. En efecto, en el primer caso los preceptos morales padecen, en las varias tradiciones, concidionalidades étnicas e históricas que convierten en imposible encontrar alguna cosa verdaderamente constante e invariable, por ende intrínsecamente válida, en la múltiple variedad de las normas prescritas de acuerdo a los tiempos y a los lugares.” Es decir que lo iniciático no es una dimensión separada de lo exotérico sino que ambos planos se solicitan recíprocamente con esta peculiaridad: que el plano exotérico, que incluye religión y moral, en razón de las multiplicidades étnicas e históricas, es mutable y variable de acuerdo a las mismas, en cambio el esotérico es uno, de allí la famosa doctrina de la unidad trascendente e iniciática entre las grandes religiones.
Y al respecto es una vez más contundente:

“A nivel iniciático vale aquello que un exponente moderno de la corriente tradicionalista ha denominado “la unidad trascendente de las religiones”, si bien a tal respecto el término “religión” tenga un carácter demasiado restrictivo. Símbolos, mitos, ritos, dogmas y enseñanzas varias revelan contenidos constantes, según una identidad que no deriva de un proceso extrínseco de toma en préstamo y de transmisión histórica, sino esencialmente de un común contenido metafísico y acrónico. Siendo el punto de partida, en el caso del esoterismo, la percepción directa, experimental de este contenido, las correspondencias que pueden ser hechas resultar aquí revisten un carácter particular de evidencia que las distingue netamente de acercamientos exteriores, de base, por decirlo así, cuantitativa, que pueden encontrarse en las exposiciones de la ciencia comparada de las religiones. El que tenga una adecuada sensibilidad, no puede no darse cuenta de la diferencia.
Como contrapartida de esta penetración intuitiva de los contenidos constantes más allá de la múltiple variedad de las formas históricas y exotéricas es considerada, en general, como una característica del verdadero iniciado lo que ha sido denominado el “don de las lenguas” (se ha querido ver una referencia alegórica y exotérica al mismo en el conocido episodio del Nuevo Testamento). Así como el que conoce muchas lenguas sabe exponer un mismo concepto con las palabras de una u otra de éstas, de la misma manera es concebida la capacidad de exponer en los términos de la una o de la otra tradición un mismo contenido partiendo del plano anterior y superior a la multiplicidad de tales tradiciones. Hay que considerar sin embargo que no todo lenguaje tiene las mismas posibilidades expresivas y un vocabulario igualmente completo.”


         M. G. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muero porque hagan una refutación desde una postura tradicional de la obra de Nimrod de Rosario, un compatriota vuestro.