miércoles, 17 de agosto de 2016

RAMÍREZ: NECESIDAD DE UN LAVADO GENERAL ANTIDEMOCRÁTICO DE CEREBROS

NECESIDAD  DE  UN  LAVADO  GENERAL  ANTIDEMOCRÁTICO  DE  CEREBROS 


     El título que encabeza esta nota pertenece al gran maestro de la Tradición Julius Evola, y de ningún modo se trata de una frase fuera de contexto, tal como puede leerse en su obra "Los hombres y las ruinas" ( Ed. Heracles, Bs. As., pág. 215).
     La democracia como forma de gobierno fue tratada por autores clásicos desde hace siglos, pero comenzó a hacerse efectiva en los últimos doscientos años, y en las décadas recientes se ha transformado en una forma de vida y en una concepción del mundo, en un dogma casi religioso al que sus fieles rinden tributo. Y ¡                                  guay de aquel que viole el dogma! Será excomulgado y perseguido como un peligroso "facho" por atentar contra la suprema deidad.
     La democracia se ha transformado en la mejor arma con que cuentan los poderes mundiales para mantener el dominio sobre los pueblos. Defender la democracia y proponerla como la única y mejor forma de gobierno es ayudar a sostener y a aumentar las crecientes tendencias hacia un gobierno mundial de neto corte materialista y economicista en el cual el poder del dinero y de la usura campean a sus anchas. Nótese lo ocurrido en nuestros países indoíberoamericanos. Hasta hace pocas décadas atrás la forma más fácil que tenían las oligarquías para desalojar a un gobierno populista era a través de un golpe de estado a cargo de las FF.AA. Ahora ya no se usa ese método; ha sido reemplazado por la democracia. Movimientos políticos atacan la incapacidad de los populismos para resolver los problemas, su demagogia, la corrupción de sus dirigentes, sus improvisaciones, su falta de consistencia y su irresponsabilidad, para desalojarlos del gobierno a través de elecciones. Triunfa la democracia.  Los gobiernos oligárquicos agravan la pobreza, gobiernan para los sectores más concentrados de la economía, provocan el descontento, y a través de elecciones vuelven los populistas. Otra vez triunfa la democracia. El péndulo va y viene, pero siempre marcando la hora democrática y así, unos y otros, sostienen y alimentan al mundo moderno.
     Unos programas económicos se contraponen a otros, y el estado es de lo único que se ocupa cuando en realidad es la economía la función  más inferior de una organización estatal.
     La democracia es el reino de las masas y de la cantidad. Nada superior puede aflorar en ella, todo lo superior es sometido al rasero y decapitado. El voto de un sabio, de una persona con calidades superiores es igualado al de un ignorante, un mediocre o un delincuente. Los parlamentos y los partidos políticos se transforman en verdaderas sociedades ilícitas en donde el dinero es amo y señor. Y todavía hay imbéciles que dicen que los males de la democracia se curan con más democracia, o que hay una democracia "buena" y una democracia mala, cuando en realidad la democracia es la peor forma de gobierno que jamás haya existido.
     Con lo expuesto de ninguna manera estamos proponiendo un golpe de estado militar de los cuales tan triste memoria tenemos todos los indoíberoamericanos. La única posibilidad de salir de la falsa alternativa que ofrecen populistas y oligarcas, democráticos ambos, es la formación de una Orden que se funde en principios tradicionales, antidemocráticos, antiliberales y antimarxistas, y que por sobre la inacabable cháchara economicista coloque valores superiores, metafísicos, religiosos,  éticos, de dignidad y de honor; Orden antipartidaria, antielectoralista y antiburguesa, y ésta sí podrá resolver las cuestiones económicas, porque la economía debe estar totalmente sometida a la política. La Orden no buscará votos sino voluntades heroicas y guerreras y actuará cuando las circunstancias y la prudencia aconsejen.
     Nubes de tormenta se ciernen en el horizonte. No olvidemos que cuando se derrumbó la Roma republicana en medio de la lucha entre los partidos oligárquico y popular, surgió la dictadura de César y el Imperio.
San Carlos de Bariloche, 6 de junio del 2016.


JULIÁN  RAMÍREZ 

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