jueves, 16 de marzo de 2017

LA FANTASÍA POPULISTA

LA FANTASÍA POPULISTA


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Se quedó sin brindar

El populismo, esa fantasía pegajosa que ha afiebrado a muchos de nuestros intelectuales (pensamos por ejemplo en la obra de A. de Benoist, El momento populista), ha recibido en el día de ayer un knock out demoledor y espectacular con la derrota del sionista y también populista Wilders en el cual euroasiáticos e identitarios europeos habían depositado grandes esperanzas. Sin embargo a estas personas (que no por casualidad se los ha bautizado como idiotarios) se les escapan cosas esenciales; ellos deberían reparar en el siguiente hecho: esta vez como en otras las encuestas han fallado en sus pronósticos, y en este caso las que decían que el platinado ex habitante del kibbutz iba ganar la elección. Es decir que esas mismas proyecciones que antes se habían equivocado con el Brexit, con Trump o con el plebiscito colombiano que debía avalar lo hecho por el simultáneo nobel y oberrecht en relación a las farc respecto al populismo, esta vez en cambio lo hacían en detrimento de éste.
Yo creo que todo esto tiene una explicación la cual se encuentra en la raíz última de tal fenómeno.
Populismo, tal como lo indica su nombre, significa culto del pueblo, al que se considera al modo moderno como la fuente de toda soberanía y verdad y que para que ello pueda plasmarse de la mejor manera, a diferencia de lo que expresan las ideologías modernas convencionales, se hace necesario eliminar la mayor cantidad de intermediarios que impiden el despliegue de su voluntad última y auténtica. Populismo es pues un fenómeno propio de la postmodenidad, así como la democracia liberal e indirecta lo fue de la modernidad. Personas como Benoist, que valoran mucho la democracia, dicen al respecto que el populismo es el que verdaderamente logra realizarla pues el pueblo puede allí expresarse en forma directa y plena sin la interferencia de los partidos convencionales que distorsionan y bastardean su voluntad verdadera, por lo cual en tanto tal fenómeno es de carácter estructural, se encuentra más allá de todas las ideologías a las que puede contener como simples envoltorios. Por ello tenemos populismos de diferentes tipos, sea de izquierda como los latinoamericanos (kirchnerismo, chavismo, etc.) y europeos como Cambiemos, 5 estrellas, etc., así como de derecha, el brexit, marine, wilders, Lega nord de Salvini, etc. Pero en los dos casos obedecen a un fenómeno último y verdadero que es el de contener y expresar la auténtica voluntad popular.
A no ser que, como bien se ha hecho notar desde Nietzsche, no se perciba que la masa es fémina y mutable, representando ese modelo tan brillantemente expresado por la ópera de Mozart, Cosí fan tutte, en donde la fémina se caracteriza propiamente por su mutabilidad muchas veces instantánea capaz de sorprender hasta al más avisado de los analistas por sus cambios radicales y repentinos. Y esto es lo que explica el fracaso de las encuestas cuando de lo que se trata es de haber entrado en la instancia populista, es decir en la de la voluntad bruta y radical del pueblo sin intermediarios que lo moderen, sino expresado en cambio por simples demagogos, quienes como domadores de leones son aquellos individuos que expresan sus humores y voluntad sobreviniendo en tal relación una mutua y recíproca influencia. La masa es influida por el demagogo quien a su vez 'interpreta' y reproduce la voluntad de ésta. Y muchas veces sucede que quien cree haberla expresado de la manera más fidedigna y supone que ésta está cumpliendo sin saberlo con su voluntad, en la práctica es en cambio al revés: es el líder quien se remite a dejarse maniobrar por la voluntad voluble del número. Tal como decía Pareto se produce aquí un fenómeno de recíproca prostitución. El jefe juega y moviliza a la masa y ésta a su vez hace lo mismo con éste.
Como siempre debemos remitirnos a la Argentina, lugar que tal como hemos dicho en muchas cosas representa un verdadero paradigma. Tiempo atrás el verdadero padre y fundador de todos nuestros populismos que incluían tanto expresiones de derecha (Menem) como de izquierda (Kirchner), un tal Domingo Perón, cuando quería promoverse como presidente allá por 1946, habiendo sido invitado por la principal Cámara empresaria manifestó con una inusual franqueza su dogma populista. ‘Señores, yo soy como Uds,. yo también tengo un campito, pero si queremos que la clase obrera, es decir el pueblo, no se nos haga comunista tratemos de darle cosas, de granjearnos su voluntad’. Y así fue como con el tiempo quien quiso sobornar al pueblo y engañarlo comprando su voluntad, terminó siendo su verdadero adorador cuando en sus últimos discursos manifestó que ‘lo mejor que tenemos es el pueblo’, o el pueblo nunca se equivoca, o que la verdad se expresa a través del instinto infalible de las multitudes, pues 'es la única realidad'.

Claro, instinto infalible que como en la banderola de los votos cambia a ritmos sumamente acelerados. No hay encuestadoras que puedan medir su voluntad la cual muta ya no en días u horas sino en cuestión de minutos. Las encuestas tendrían que ser en el mismo cuarto oscuro en donde se vota, pero eso sería imposible. Por eso, un consejo a los que han sucumbido a la fantasía populista. No os fiéis de una cosa tan mutable como la 'voluntad del pueblo'. Algo así no puede ser llamado propiamente voluntad, es decir una función firme y noble subordinada a la razón, sino capricho, mero impulso mutable y repentino. La democracia en cualquiera de sus formas, populista o partidista convencional, siempre es un cáncer. 

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