jueves, 1 de julio de 2021

FACEBOOK Y Y LA METAFÍSICA DEL SEXO

FACEBOOK Y Y LA METAFÍSICA DEL SEXO



En tanto hemos sido suspendidos por dos días por la empresa que regentea estos espacios, tras haber extractado una frase suelta en donde manifestáramos que la homosexualidad era una enfermedad, es decir aquello que la humanidad siempre sostuvo a lo largo de su historia hasta una disposición de hace 31 años por la que la OMS la declarara como una forma más de ejercicio de la sexualidad, vamos a hacer las explicitaciones correspondientes.
A diferencia del hombre unidimensional de nuestros días, cuyo materialismo esencial consiste en reputar que solamente existe la realidad física, nosotros consideramos que el orden de las cosas está compuesto por dos esferas diferentes, subordinadas y contrastantes entre sí en donde una de ellas otorga el sentido a la otra: la física y la metafísica, lo que es mundo del devenir
 y lo que es mundo del ser, el tiempo y la eternidad, lo que es vida y lo que es más que vida; y en ambos casos, de acuerdo al punto de vista en que nos ubiquemos, se efectúan formulaciones diferentes. Para la concepción unidimensional, en tanto no existe un sentido que vaya más allá de la cosa física que captan nuestros sentidos externos, la explicación de la realidad se manifiesta a través del despliegue del orden propio de tal dimensión que es lo cuantitativo y numérico. Para la misma las cosas valen y se justifican como tales en tanto que democráticamente las mismas se hayan manifestado, siendo pues la verdad sinónimo de cantidad y número. En pocas palabras, al orden físico y moderno, cuyo mito esencial es la democracia, no le interesa si algo está bien o mal, sino simplemente cuántos son los que hacen o practican una determinada cosa, o dicho también de otra forma aun más cínica y siniestra: algo es bueno o verdadero de acuerdo a cuántos sean los que lo hacen y practican y si en algún momento se alcanza a limitar tal realidad concreta y masificada por algún punto de vista que exprese un deber ser o una norma de carácter superior y trascendente, ello es paulatinamente suprimido a través de lo que se conoce como progreso o emancipacíon del hombre respecto de opios y sublimaciones que coartan el pleno despliegue de tal orden unidimiensional. Tal el caso de lo acontecido con la homosexualidad y con las otras formas hoy conocidas como 'géneros sexuales'. En tanto que el sexo ha sido reducido a lo que en éste se manifiesta en forma física, es decir el mero ejercicio del placer, y al ser éste una cuestión subjetiva mutable de sujeto en sujeto, por lo tanto lo que habitualmente se conociera como sexualidad normal ha pasado a ser una forma más y de las tantas de ejercicio de tal actividad reducida bajo el nombre de heterosexualidad, la cual no tendría más un privilegio especial ni un carácter normativo, sino incluso sería reducida a una forma depreciada de mero conformismo. Y en la medida que este punto de vista, para nosotros distorsionado, se vaya desplegando cada vez más, resulta siempre menos posible hablar de patologías sexuales.
Distinta es por supuesto la concepción tradicional y metafísica. Para la misma lo físico no solamente no es todo lo existente, sino algo inferior y subordinado, siendo apenas un símbolo de una realidad superior que se le sobrepone y otorga un sentido. En tanto existe una dimensión que está más allá de la simple vida, el hecho de encontrarse viviendo en un determinado cuerpo, sea de hombre como de mujer, no es reputado como una circunstancia casual y azarosa, del mismo modo que estar vivo no es el mero producto de un abrazo nocturno por el cual se nos ha lanzado aquí con independencia de nuestra voluntad o como el producto de un lejano big bang cuyos efectos no queridos ni solicitados nos encontrarían aquí y ahora. Ha sido en cambio una decisión nuestra desde antes de esta circunstancia existencial aquello por lo cual resolvimos estar aquí, en tanto quisimos salir de una esfera temporal e infinita, lo conocido míticamente de acuerdo a las distintas religiones como mundo adámico o de los dioses, para conquistar una dimensión superior y de carácter eterno, es decir un universo en donde el tiempo y el devenir comprendidos como una entidad ilusoria volcada hacia la nada y lo que no es, existen propiamente apenas como una realidad efímera y fugaz, sino en cambio el mundo del ser y del presente que siempre es y no muta.
En tal sentido el sexo tiene un significado metafísico por el cual en esta epopeya que nos hemos propuesto en función de la conquista de la eternidad hemos escogido entre dos direcciones existenciales diferentes de acuerdo a la naturaleza propia: la activa y la pasiva, sucediendo así del mismo modo que en un aventurado viaje a través de un océano en donde está el que conduce y el que en cambio es conducido.
Desde tal perspectiva ser hombre o ser mujer no son compartimientos estancos y definitivos, sino cosas que se constituyen en lo que se conoce como el proceso de sexuación (en esto debería consistir propiamente la educación sexual) que comienza con la gestación de un ser en el seno materno y concluye con la misma muerte. Nadie nace con un 100% del propio sexo ya desplegado, sino que el sexo físico que aparece desde el momento de nacer así como sus instancias psíquicas propias, es apenas una señal indicativa de algo que se debe ser en tanto que se lo ha elegido como aquello que corresponde a nuestra naturaleza propia. La vida es el ámbito en el cual deben ser deplegadas aquellas potencialidades que se encuentran latentes, actuando para que ello suceda adecuadamente a través de la educación (en su sentido orignario de ex-ducere, conducir de adentro hacia afuera), la cual, si es bien orientada y dirigida, implica que el hombre se haga cada vez más hombre, desarrollando su virilidad que es una virtud no meramente física sino principalmente espiritual, del mismo modo que la femineidad en la mujer. En modo tal que si mientras que lo viril (del latín vis que significa fuerza pero en un sentido vasto) se caracteriza por la autosuficiencia y la capacidad de tenerse a sí mismo como fuente de las propias acciones, lo femenino en cambio representa una entrega incondicionada hacia su hombre comprendido como principio superior y excluyente. De este modo existen así dos virtudes propias del hombre y de la mujer que tienen como paradigma al hombre y a la mujer absolutas, de acuerdo a las dos orientaciones propias del ser, lo activo y lo pasivo, el acto y la potencia.
La aparición de variantes y desviaciones, en otras épocas excepcionales y patológicas respecto de tales orientaciones esenciales, significa extravíos acontecidos en el viaje emprendido por el cual el ser humano, varón o mujer, deja de reconocerse a sí mismo por lo que es y se enajena y aleja de su fin esencial, aconteciendo así desde tal óptica superior todas las identidades antes mentadas, reputadas como normales y hasta en algunos casos recomendables por parte de la anomalía moderna.

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