martes, 9 de noviembre de 2021

El reflejo de la Tradición en las Ciudades, por Francisco Galarza

El reflejo de la Tradición en las Ciudades



Quisiéramos recordar mediante este breve texto, dos muy bonitos libros que escribió Titus Burckhardt: “Siena, Ciudad de la Virgen”, y “Fez, Ciudad del Islam”.

Desde que surgió la 1ra revolución industrial en la 2da mitad del S. XVIII, las ciudades europeas primero y después poco a poco el resto del mundo, se hicieron cada vez mas grandes, tanto en extensión como en población, convirtiéndose de algún modo a lo largo de los siguientes siglos y hasta la actualidad en una de las máximas expresiones del “progreso” post(moderno). Durante el S. XX se consolidaron algunas de las llamadas mega ciudades, centros urbanos monstruosos y para todo propósito, deshumanizadoras, fortaleciendo el individualismo, la vida super acelerada, con sus enormes planchas de asfalto y esos edificios de acero y vidrio, sin mencionar el tráfico de vehículos, etc., que son un homenaje a la orgullosa, pero decadente postmodernidad y de un ser humano que vive esclavizado en su interminable carrera por producir y consumir cada vez mas, según esto, para “vivir feliz”.

Por ello, es importante contrastar las horrorosas ciudades postmodernas con las que había en épocas mucho mas humanas y naturales, en épocas donde tanto el cristianismo como el islam (las religiones predominantes en el hemisferio occidental), se encontraban en una etapa razonablemente sana y aun no se asomaba en el horizonte la modernidad desbocada.

En el primer libro mencionado, el de Siena, el autor nos muestra como esta ciudad, que afortunadamente se sigue conservando casi intacta en su arquitectura, ejemplifica el sano desarrollo espiritual del mundo cristiano occidental durante los siglos XI, XII, XIII y XIV. A lo largo de la obra, el autor pone en evidencia como la vida de las personas era armónica y orgánica en términos religiosos, su desarrollo social, económico, muy especialmente artístico, reflejaban de manera congruente ese microcosmos en Siena, y las personas vivían una vida con serenidad y riqueza interior y un propósito superior.

Una reflexión muy interesante que hace el autor es que si bien en reinos como el francés o el alemán, el gótico se expresó a través de hermosas catedrales, en Italia, el gótico se expresó en ciudades completas y de manera integral, como lo fue justamente Siena con su particular devoción a la Virgen María.

En el 2do libro, relativo a Fez, el autor nos transmite de primera mano sus experiencias en una de las mejores ciudades musulmanas conservadas, por lo menos hasta los años 60’s del S. XX y cómo el islam se podía vivir con gran plenitud incluso en a mitad del S. XX en Marruecos.

A lo largo del libro se puede apreciar cómo, al igual que en Siena, en Fez (fundada por un santo musulmán, Idris II), la ciudad era un lugar en el que se podía vivir plenamente y en armonía con su propia tradición, en este caso, el islam, desde la oración, hasta la artesanía, e incluso el comercio, todo estaba impregnado de una armonía profunda y casi se podría decir, que artística, para sus habitantes y sus vidas; y para sus visitantes, no pasaba desapercibido y era una influencia muy positiva.





En ambas obras, algo que expresa con detenimiento el autor es como las labores de la gente se ajustaban a sus propias naturalezas, las castas (todavía presentes en ese entonces), y como lo que llamamos comúnmente trabajos, eran vocaciones artesanales de diferentes tipos, que ayudaban a la realización interior de las personas.

Ambos libros permiten de manera clara y objetiva, apreciar la riqueza de vida interior que se tenía en ciudades como estas, que eran totalmente acordes a sus tradiciones, y por lo tanto ayudaban a las personas a vivir mas plenamente, y por otro lado, para el lector, reflexionar en qué ciudad vive, y posiblemente, cuestionarse qué tan valioso puede ser contar con todas esas comodidades que tanto valoramos, como la electricidad, el gas, el refrigerador, la tv., etc., que, al estar formando parte de una enorme maquinaria deshumanizada para la “transacción de recursos” de todo tipo, no solo no permiten a los individuos vivir una vida medianamente sana, en términos espirituales y religiosos, ni siquiera física; sino que todo eso es descartado como anticuado, inútil y contrario al progreso, que hay que conservar y acrecentar trabajando mas y mas, en cantidad de empleos que no tienen otro horizonte de realización que reforzar esa concepción contemporánea de que el destino del ser humano está y se agota en esta existencia, sin permitirse cuestionarse o asomarse a ninguna otra cosa, que ponga en duda ese “estilo de vida”.

Puede afirmarse que mientras en ciudades como las mencionadas, sus habitantes participaban de una civilización que privilegiaba la vida religiosa y ofrecía los medios para que el ego fuera algo secundario y en el mejor de los casos, disminuirlo y hasta lograr anularlo, en las ciudades contemporáneas, es totalmente a la inversa, se trata de dedicarse a construir un super ego, dejando de lado cualquier otra cosa, con tal de “tener éxito”. Es llamativo que uno de los dogmas mas defendidos de estos tiempos sea la errónea e insostenible teoría de la evolución de las especies, que señala que el ser humano evolucionó del simio, y aunque es falsa totalmente, parece que lo opuesto no lo es. El hombre contemporáneo ha logrado ser un chimpancé amaestrado.

Referencias históricas como Siena y Fez, pueden ayudar a que el ser humano contemporáneo se cuestione seriamente su “estilo de vida”, en especial cuando cuestiones como la contaminación, el cambio climático, la pandemia, y demás daños a la Tierra, son imposibles de ignorar, y actuar en consecuencia, si es que la postmodernidad no quiere enfrentar un final súbito y violento mas pronto que tarde.





Francisco Galarza

Noviembre de 2021.






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