martes, 24 de diciembre de 2013

RAMÍREZ: LA DESINTEGRACIÓN DEL ESTADO MODERNO

   LA  DESINTEGRACION  DEL  ESTADO  MODERNO


     
     En los últimos tiempos se ha acelerado la involución y caída del estado moderno que ya ha llegado a un grado de disolución próximo a la desintegración. El hombre moderno no percibe esto, pero no escapa esta situación a los que sostenemos el punto de vista tradicional. Para la TRADICIÓN el Estado es el intermediario entre el cielo y la tierra,  cuyo origen es una sociedad de varones destinada a conducir las almas hacia lo trascendente. Cuando vemos lo que es el estado hoy día no podemos menos que advertir el abismo en que se ha caído.
     La manifestación visible y contundente del estado moderno se manifiesta en occidente a partir de la revolución francesa, y se edifica sobre la base del liberalismo, del constitucionalismo y la división del gobierno en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, siendo los partidos políticos y el sufragio universal la forma en que los ciudadanos encausan su participación en la sociedad.
    Pero hoy día vemos como esta arquitectura se ha vuelto totalmente ficticia e irreal, y nos atrevemos a decir que se ha derrumbado. Ante tal destrucción han ido apareciendo poderes sectoriales que no responden a un centro sino a intereses parciales y que se sobreponen al poder gubernamental.  Los primeros en aparecer en Occidente fueron  el de la Iglesia y el militar. El primero de ellos con la pretensión de monopolizar la autoridad espiritual, relegando al Estado a un mero administrador del bien común, si bien éste todavía presentaba aspectos tradicionales, la tarea de demolición ya había empezado. El poder militar quedó sin sostén religioso y tenemos entonces a las monarquías absolutas, y el proceso siguió avanzando.
     Con la revolución francesa comienzan a aparecer otros poderes sectoriales: el de los empresarios y el de los trabajadores. Tenemos entonces por un lado, al  actual poder financiero, del dinero y de la economía, y por el otro al de los sindicatos.
     Y sigue la lista de poderes. Tenemos entonces al poder de los medios de comunicación de plena actualidad encargado de dominar las mentes y los corazones del hombre común, que se cree libre. Y por si fuera poco en la Argentina ha nacido el poder policial. Una huelga de policías dejó las calles a disposición de saqueadores y toda clase de delincuentes, sin que faltara gente común que aprovechara para el robo, violencia de por medio. Esto sumió al país en el caos atemorizando tanto al gobierno como a la oposición. Las instituciones democráticas fueron desbordadas y se mostraron incapaces de una rápida respuesta. La ficción del Estado de derecho liberal burgués mostró su desnudez, el castillo de naipes se derrumbó, y en el horizonte asoma el caos. Es cuestión de tiempo.
     Tal vez escribimos esto bajo la impresión de lo ocurrido en la Argentina, pero en mayor o menor medida, más tarde o más temprano, Occidente se encamina hacia esto.
     Otro hecho sintomático de la degradación del estado moderno lo tenemos en el Uruguay en dónde se sancionó una ley que otorga al estado el monopolio en la producción y comercialización de la marihuana. El pretexto fue que como no se podía ya combatir el tráfico de drogas lo mejor era que el estado se hiciera con él. O sea que para combatir a un delito el Estado asume el monopolio de cometerlo él. Y otras democracias sin duda alguna seguirán este camino. El estado no solamente es asaltado por todos los poderes que hemos enumerado, sino que él mismo fomenta la disolución de la sociedad.
    Los poderes mencionados, a saber: el eclesiástico, el militar, el de los empresarios, el de los sindicatos, el de los medios de comunicación y el policial,  con algunas reyertas entre ellos, todos coinciden y no cuestionan la globalización actual de signo materialista y economicista en cuyo horizonte asoma un gobierno mundial que ya se impone a los estados nacionales tal como se desarrollaron durante los siglos XIX y XX.
     Únicamente una globalización de signo inverso, orientada por lo alto, con valores metafísicos, religiosos, tradicionales y supranacionales, podrá revertir la situación.

San Carlos de Bariloche, 17 de diciembre del 2013.


JULIÁN  RAMÍREZ    

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