lunes, 20 de julio de 2015

RAMÍREZ: SIN ENEMIGOS A LA IZQUIERDA

SIN  ENEMIGOS  A  LA  IZQUIERDA

   

    La reciente visita del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay da lugar a algunas reflexiones acerca de la moderna orientación de la Iglesia Católica. Dentro de todas sus manifestaciones nos detendremos a analizar la que nos pareció la más clara y contundente: su alocución ante el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares en Santa Cruz de la Sierra el pasado 10 de julio, convocatoria hecha por el mismo Papa, como también lo fue el primer encuentro celebrado en Roma el pasado 28 de octubre del 2014.
     En ambos encuentros y en la alocución de Francisco se ponen de manifiesto el alineamiento de la Iglesia con claras tendencias del mundo moderno: el privilegio y exclusivo tratamiento que se da a las cuestiones económicas y sociales en perjuicio de los principios tradicionales y de una concepción sobrenatural del mundo y de la vida.
     No ignoramos las injusticias materiales que el predominio de la modernidad y el liberalismo cometen en nuestra Hispanoamérica: indigencia, salarios de mera subsistencia, falta de viviendas dignas y de asistencia médica, carencias materiales de todo orden y de la mínima educación, y junto con ello el saqueo generalizado de nuestros recursos materiales, usura, narcotráfico y una pseudocultura que conduce a la degradación del hombre, y como si fuera poco el reinado de su majestad la democracia. Pero otra cosa muy distinta es caer en el moderno neomarxismo y aferrarse a puras cuestiones economicistas, cuando sabemos muy bien que esos reales problemas no podrán ser resueltos con otro programa económico, sino a través de una política orientada e iluminada desde lo alto, es decir por la Tradición.
     Para el Papa hay que desarrollar los movimientos populares, que según él expresan “la necesidad urgente de revitalizar nuestra democracia tantas veces secuestrada.” En ellos habría que buscar una alternativa. “Los verdaderos protagonistas  son los humildes, los explotados, los pobres y los excluidos”, dice el Papa, reiterando así los contenidos populistas, neomarxistas y demagógicos tan frecuentes entre nosotros por obra de los gobiernos democráticos que tenemos que sufrir, y que nunca resuelven ningún problema.
     Mientras por un lado la Iglesia no tiene una “receta” - dice Francisco- alienta el protagonismo de esos movimientos populares, multitudinarios y confusos, carentes de una elite superior y organizada compenetrada de una visión de lo sobrenatural. “El futuro está en manos de los pueblos” asegura Francisco. Algo así como decir “animémonos y vayan”, cosa bastante irresponsable, y propia del batallón de empujadores.
     Tampoco estuvo ausente la prédica pacifista y antibelicista, y así nos dice: “Hoy vemos con espanto como en medio oriente se persigue, se tortura y se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús.” El Papa “olvida” que esos perseguidos lo son por su complicidad con las agresiones del mundo moderno, a quién en el fondo adhiere Francisco, y no por sus creencias religiosas.
     No faltaron tampoco los pedidos de perdón por los “crímenes contra los pueblos indígenas durante la llamada conquista de América” tergiversando así la historia, desconociendo la realidad imperial de Hispanoamérica, y fomentando el indigenismo de claro cuño marxista.
     Como no todos son palos reconozcamos nuestro acuerdo con dos dichos del Papa; el primero es que “este sistema no se aguanta”, y el segundo, estamos en la “tercera guerra mundial en cuotas”. En relación a esto último convendría aclarar que Francisco se encuentra en el bando de la modernidad y contrario a los luchadores por la Tradición como es el fundamentalismo islámico.
     De todas maneras queda claro que con estas actuaciones la Iglesia no tiene enemigos a la izquierda, y no en balde muchos exponentes del marxismo y del progresismo  han alabado al obispo de Roma.

San Carlos de Bariloche, 13 de julio del 2015.


JULIÁN  RAMÍREZ

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